Renán Vega Cantor es
un reconocido historiador y economista colombiano, Doctor por la
Universidad de París VIII, y profesor titular de la Universidad
Pedagógica Nacional de Bogotá. Ha publicado numerosos artículos y
libros, entre los que se destaca Un mundo incierto, un mundo para aprender y enseñar
(2007), galardonado en 2008 por la República Bolivariana de Venezuela
con el “Premio Libertador al Pensamiento Crítico”. En la actualidad se
encuentra exiliado en Argentina, debido a una campaña de difamaciones
promovida desde el seno de la universidad -con complicidad de las
autoridades académicas-, que tiene por objetivo acallar su compromiso
intelectual y militante, y que recientemente incluyó amenazas directas
contra su vida. Afortunadamente, y a pesar de lo lacerante del exilio,
Renán no ha dejado de trabajar y de ayudarnos a analizar y comprender la
realidad en pos de su radical transformación. A continuación
presentamos la primera parte del diálogo de más de dos horas que
mantuvimos con él, a propósito de la crisis económica mundial que
atraviesa el capitalismo, la emergencia de una “crisis civilizatoria”
como producto de la depredación de los ecosistemas y los bienes comunes
naturales –entre los que se encuentran los hidrocarburos-, y los
desafíos que esta situación plantea a las fuerzas anti-capitalistas.Los
análisis de la actual crisis económica revelan la existencia de tres
lecturas diferentes: una que la asume únicamente como financiera,
producto de la irresponsabilidad de los Estados y la avaricia de
especuladores individuales; otra que sostiene que la misma tuvo un
origen financiero, pero que ahora se ha trasladado a la “economía real”,
al sector productivo, que es entendido como un ámbito virtuoso de
valorización de capital; por último, la que explica la situación actual
como resultado emergente de una crisis de larga duración, que se remonta
a la década de 1970. ¿Qué opinión te merecen estas diversas
interpretaciones, y cuál es tu lectura de la crisis?
En
primer lugar, la crisis se prolonga más de lo previsto porque cuando se
inició en el 2007-2008 se dijo que iba a ser de muy corta duración, que
rápidamente se iba a superar. Y efectivamente empezó a ser analizada
como un fenómeno coyuntural por una parte y, por otra parte, como
exclusivamente financiero. Y lo llamativo es que se impuso un punto de
vista extraño en la lógica neoliberal, porque se viene anunciando, desde
que la vulgata neoliberal se ha constituido en la forma dominante del
capitalismo contemporáneo, que no existe sociedad sino solo individuos,
que éstos son el centro de la vida y con su accionar personal y
subjetivo maximizan no solamente riqueza para ellos, sino para el
conjunto de la sociedad. Entonces, se exaltó el individualismo como la
máxima expresión de la libertad humana. En términos económicos, eso
quería decir que los individuos podían enriquecerse, recurriendo a los
mecanismos que se les antojaran y, al final, lo importante es que fueran
exitosos. No interesa si para ser ganadores se deben matar a miles de
personas. Si un individuo lo puede hacer y eso le produce ganancias, en
la lógica neoliberal eso no es problemático, porque simplemente hay que
eliminar las interferencias que impiden la maximización de ganancias de
los sujetos individuales.
Esta forma de ver el mundo o la
sociedad se impuso en los últimos 25 años y resulta paradójico que
cuando sucede la crisis, las primeras explicaciones digan que ésta es un
resultado de las acciones desmedidas e irresponsables de ciertos
individuos. En la lógica que se impuso esta explicación suena, por decir
lo menos, extraña. Y sin embargo, esa es una de las explicaciones que
se ha impuesto y sigue siendo dominante entre muchos teóricos próximos
al neoliberalismo que durante 25 años nos dijeron exactamente lo
contrario. Esta es una explicación, por supuesto, profundamente
interesada, que desconoce el funcionamiento del capitalismo como un
sistema contradictorio en el cual las crisis son una expresión del mismo
sistema. Porque esa misma explicación neoliberal durante mucho tiempo
nos vino diciendo que prácticamente las crisis tradicionales del
capitalismo ya estaban superadas. En los Estados Unidos, desde la década
de 1990 se decía que las crisis tradicionales eran cosa del pasado y,
cada vez que se presentaba una crisis, se indicaba que eran episodios un
poco “accidentales”, pero que el sistema seguía funcionando tal cual.
Esta explicación choca contra la dura realidad, primero porque la crisis
se ha prolongado más de lo previsto, y las soluciones planteadas por
esta perspectiva no han atacado a fondo el problema. Soluciones que,
entre otras cosas, ponen también en cuestión los mismos parámetros
neoliberales, uno de los cuales sostiene que el Estado es ajeno a los
problemas económicos y, entre menos intervenga, mucho mejor para que el
mercado se pueda regular por sí mismo. Cuando sobrevienen estas crisis,
desde la década de 1990, primero la del famoso “.com”, de las nuevas
tecnologías, y luego la inmobiliaria, que ahora ha estallado. En todos
estos casos, es al Estado al primero que se le llama para salvar la
economía capitalista. Y eso también contradice los postulados
neoliberales. El neoliberalismo tiene una particularidad: no es para
nada autocrítico, y hace a un lado sus propias explicaciones y recurre a
una especie de “keynesianismo no reconocido”, en el cual el Estado
vuelve a tener un papel fundamental en la solución de la crisis, por
supuesto a favor de los sectores más poderosos y responsables de la
misma. Teóricamente, esta explicación no solamente es frágil, sino que
políticamente pretende mantener al neoliberalismo como si nada hubiera
pasado. Es decir, que se haga un poco “borrón y cuenta nueva”, que se
siga adelante, y se vuelva a la vieja dinámica neoliberal, tal y como
funcionó aparentemente de manera armónica hasta el 2007-2008. En
términos teóricos y políticos esta explicación, para mí, es
profundamente frágil y contradictoria, y lo que pretende es recomponer
el neoliberalismo.
Hay otra explicación que, como usted dice, se
remite al mundo financiero y también es, de alguna forma, prisionera de
esta primera perspectiva. Además, parte de una visión dicotómica, en la
que se concibe al capitalismo como escindido en dos esferas separadas:
el mundo financiero y el mundo productivo. Y se agrega que el mundo
financiero es el de la corrupción, el de la especulación, es algo así
como el “capitalismo malo”. Pero el mundo productivo es “bueno”,
“armonioso”, y de lo que se trata es de volver a imponer este
capitalismo positivo, o que la hegemonía la tenga este sector del
capitalismo “bueno”.
Esta es una perspectiva que está muy
presente en los discursos de la presidenta argentina, Cristina
Fernández, cuando denuncia el capitalismo financiero, el “capitalismo de
casino”, ponderando, como decís vos, a este “otro” capitalismo, que en
Argentina podría identificarse con el período de industrialización por
sustitución de importaciones…
Esa es una teoría que domina en
gran parte los países de América Latina. En algunos casos esas posturas
han llegado al ámbito gubernamental y en otros se siguen moviendo en
ciertos círculos académicos. El gran problema de esta perspectiva radica
en que trata de presentar una dicotomía, cuando en el mundo real lo que
hay es una interpenetración de todos los capitales. Y no hay tal
carácter “positivo” del capitalismo industrial, porque se deja de lado
una cosa que es fundamental en la recomposición capitalista en los
últimos 35 años: la restructuración del mundo del trabajo. Y esta
restructuración está recurriendo a los peores métodos en la historia del
capitalismo, en que se ha restituido, por ejemplo, la esclavitud en
muchos lugares del mundo, o formas encubiertas de esclavitud. Se han
destruido las conquistas de los trabajadores en todos los terrenos, se
ha flexibilizado el mercado laboral, y de eso se ha beneficiado el
capitalismo productivo y el capitalismo financiero. No hay diferencias
notables en este terreno. Es decir que parte de la financiarización se
apoya en la restructuración del mundo del trabajo y en la
superexplotación. Por eso, la tesis mencionada resulta demasiado
ingenua, por decir lo menos, porque no tiene en cuenta esa
interpenetración entre el capital financiero y el capital industrial. Se
puede decir que se ha consolidado un modelo de capitalismo, al que yo
llamo “gansteril”, que imita a todos los métodos típicos de la mafia,
pero no solamente en el ámbito financiero, sino en todos los sectores de
la actividad económica. Eso atraviesa, si pudiéramos hacer esas
separaciones que ya no existen, al “capitalismo comercial”, al
“capitalismo financiero”, al “capitalismo exportador” y al “capitalismo
industrial”. En todos los ámbitos, el capital se ha beneficiado de la
explotación intensiva de los trabajadores. Lo más significativo radica
en que a partir de esa explicación dicotómica se propone el regreso a un
keynesianismo tradicional, típico del Estado de Bienestar, como si nada
hubiera pasado en estos 35 años de historia. Es incluso la exégesis en
muchos países de la llamada “burguesía nacional”, para que vuelva a
colocarse al frente de un proyecto, no se sabe de qué tipo, porque ni
siquiera ahora se habla de “industrialización”, sino más bien de un
neodesarrollismo-extractivista, al frente de cual estarían estas
burguesías nacionales, que encarnarían ese modelo de capitalismo
“positivo”.
Estas dos explicaciones tienen algunos problemas de
tipo teórico, pero también de tipo histórico, porque ambas piensan al
capitalismo de manera coyuntural. En otros términos, el capitalismo
sería un sistema que se analiza en cada coyuntura de manera separada,
sin tener en cuenta su movimiento estructural. Y aquí sí me parece que
es fundamental una visión histórica, que ayude a entender cómo ha sido
el desenvolvimiento y la restructuración del capitalismo, por lo menos
en los últimos 40 años. Algunos autores, situados en la perspectiva de
la crítica de la economía política, resaltan este elemento, para
decirnos que estamos en una fase histórica caracterizada por una crisis
permanente del capitalismo. Al respecto, se presenta un debate entre los
que siguen hablando de ondas largas y los que dicen que ya no se puede
seguir utilizando esta categoría. También se debate cuándo se puede
localizar el origen de la crisis, y cuál es su naturaleza. Me parece
importante reivindicar las visiones que señalan que estamos ante una
crisis no financiera, sino una crisis de sobreproducción, ante una
crisis capitalista de realización y, por lo tanto, es necesario
remitirse a lo que ha sucedido en el ciclo capitalista en los últimos 40
años. En esa perspectiva, se recalca que hay una crisis de
sobreproducción que se inició en 1967, pero que se agudizó, se hizo
pública, por decirlo así, en 1973, y que el capitalismo no ha podido
solucionar. Y las tres soluciones que ha intentado poner en marcha, han
sido fallidas. ¿Cuáles han sido las tres soluciones? El neoliberalismo,
la globalización, y la financiarización. Estas tres soluciones en lugar
de atenuar la sobreproducción, la han aumentado de varias maneras. Por
ejemplo, el neoliberalismo ha reducido la capacidad de consumo de la
población y la ha segmentado de tal manera, que millones de personas han
quedado al margen de conseguir hasta las cosas elementales que permiten
sobrevivir, lo cual ha dejado sin vender una gran cantidad de
mercancías. ¿Por qué la globalización tampoco ha sido una solución? La
expansión mundial del capital ha incorporado a zonas que hasta ese
momento no estaban integradas al capitalismo y estas regiones se han
vinculado mediante la producción de más mercancías, con salarios mucho
más baratos, con condiciones de trabajo esclavistas o semi-esclavistas,
con lo cual ha aumentado la producción y hoy se ofrecen muchos más
objetos mercantiles al mercado mundial. Y, por último, la
financiarización ha sido un intento de escaparse a la inversión no
productiva, para obtener ganancias esporádicas, pero muy limitadas, que
no se corresponden con transformaciones productivas que finalmente han
llevado a la hipertrofia financiera y a las burbujas de especulación que
cada vez estallan con más frecuencia y con efectos más destructores,
como lo podemos apreciar en la actualidad.
Estas soluciones han
sido ficticias y tarde o temprano tenía que reaparecer la vieja crisis,
por decirlo de alguna manera. Se hace necesario recordar que la actual
es una crisis de sobreproducción, de inventarios, porque existe un mayor
volumen de mercancías como resultado de las transformaciones
tecnológicas que se han incorporado al ciclo capitalista. Me parece que
esta explicación es mucho más lógica y coherente, porque muestra el
origen de la crisis en el modo de producción capitalista, en sus
contradicciones, y nos recuerda que las crisis no son algo aleatorio,
sino característico del capitalismo. Sin embargo, esta explicación, para
mí, si se deja exclusivamente en el ámbito del ciclo económico, es
incompleta. Porque no comprende lo nuevo que emerge en esta crisis. La
novedad estriba en que no es una mera coincidencia que, al mismo tiempo,
esta crisis capitalista venga acompañada, de manera paralela, con la
irrupción de otras crisis. Y eso hace alusión a una nueva característica
del capitalismo: la crisis no puede verse en términos estrictamente
económicos, mucho menos en términos financieros, porque eso significa
desconocer otras realidades, otras crisis que emergen y cuya
coincidencia, a mi modo de ver, no es accidental.
Es
interesante lo que planteás con respecto al enfoque histórico de la
crisis, porque desde las ciencias sociales siempre hay un afán por
presentar “novedades”, una necesidad de postular que hay cosas “nuevas”,
cuando muchas veces nos encontramos frente a tendencias que se
exacerban en esta etapa del capitalismo. Por ejemplo, si hablamos de
“globalización”, en realidad el capitalismo no puede pensarse desde sus
propios orígenes si no se lo entiende como un sistema tendencialmente
mundial; por otro lado, la financiarización también aparece un fenómeno
recurrente –como demuestra el trabajo de Giovanni Arrighi, El largo siglo XX, donde
él plantea que en realidad que todos los ciclos del capitalismo
histórico en los últimos cinco siglos, alternan etapas de crecimiento de
la producción, con otras caracterizadas por una creciente
financiarización del ciclo de acumulación-. Por supuesto que esta
historización, que nos lleva a remarcar un sinfín de continuidades, no
debe hacernos perder de vista la existencia de fenómenos novedosos,
dialécticamente relacionados con aquellas. ¿De qué manera confluyen y
dan forma a una “crisis civilizatoria”?
Primero, la exégesis
de la coyuntura es una muestra del efecto nefasto del neoliberalismo
sobre los economistas. Yo creo que esta crisis debería servir para una
autocrítica del pensamiento económico dominante y hegemónico, porque
justamente una característica de la economía que se enseña es presentar
el capitalismo como un sistema natural, incluso ni siquiera se emplea ya
el término “capitalismo”. Con la crisis se ha vuelto a poner sobre el
tapete la actualidad de la discusión sobre el término capitalismo, ya
que cuando se habla de “economía de mercado” se presenta al capitalismo
como un sistema no-histórico, como algo natural. En concordancia, a los
economistas no se les dota de instrumentos de análisis histórico y, por
eso, ellos viven prisioneros de la coyuntura, lo cual no solamente
evidencia una crasa ignorancia sobre los procesos históricos reales,
sino que impide entender lo que está pasando. Por ello, cada nueva
crisis aparece como algo extraordinariamente novedoso en términos
económicos y en términos financieros, porque no se tienen en cuenta las
razones estructurales e históricas de cómo funciona el sistema
capitalista. El “culto a la coyuntura” no solamente lo profesan los
economistas, sino que se ha impuesto en todas las disciplinas y viene
mediada por la lógica periodística, que le rinde pleitesía a lo
instantáneo, al presente perpetuo que se disuelve a cada minuto, como si
cada una de las cosas que suceden se explicaran por sí mismas, sin
ninguna referencia con el desenvolvimiento temporal, en la larga
duración, de los procesos. Creo que es necesario enfatizarlo porque la
mayor parte de los economistas no han sido autocríticos y se han
mostrado incapaces de asumir sus propias limitaciones teóricas y
analíticas. Es decir, el desarme durante 25 años, en todo el mundo, del
pensamiento crítico tiene una consecuencia negativa para el pensamiento
económico: la incapacidad de entender y de explicar lo que está pasando.
Y
con relación a la crisis civilizatoria, resulta llamativo lo siguiente:
el proceso de expansión mundial del capitalismo, que ha copado hasta el
último rincón del planeta –ahora sí no es una afirmación metafórica-,
tiene efectos, porque estamos asistiendo a la imposición capitalista que
necesita, para poder funcionar, del consumo intensivo de materiales y
de energía. Eso hay que resaltarlo, porque los economistas miran a esos
factores no propiamente económicos como “externalidades” que valen cero,
que no tendrían precio y, por lo tanto, nunca se tienen en cuenta. Hoy
mismo ese análisis muestra todas sus limitaciones. Porque la expansión
mundial del capitalismo a partir de la explotación intensiva de
materiales y energía, destruye las bases que posibilitan la reproducción
del sistema o, en otros términos, ponen en cuestión su misma
reproducción. Y aquí es necesario recuperar un término que utiliza Marx
en
El Capital, y ha retomado James O’Connor, que es el de
“condiciones de producción”. ¿Cómo las condiciones de producción
permiten que el capitalismo funcione? ¿Qué son estas condiciones? Para
que el capitalismo funcione no solamente se necesita fuerza de trabajo,
sino también se requiere del medio natural: las aguas, el aire, los
recursos forestales, la infraestructura que se construye a partir del
medio natural. Esas condiciones naturales –en el sentido que tienen que
ver con el medio físico y sus bienes comunes- permiten que el
capitalismo funcione. Si esas condiciones no se pueden reproducir, pues
entra en crisis el mismo sistema capitalista. ¿Cómo puede funcionar el
sistema capitalista con la destrucción acelerada de los ecosistemas, con
la contaminación de las aguas, con la desaparición de los bosques y
selvas del mundo? Estos son aspectos que emergen de manera crítica y
generalizada en los tiempos actuales. No quiere decir que la destrucción
ambiental sea nueva, siempre ha acompañado al capitalismo, pero como
hasta no hace mucho tiempo el capitalismo contaba con reservas naturales
para explotar, porque no estaba colonizado todo el mundo, la
destrucción se eludía acudiendo a las nuevas reservas. Ya no hay
reservas posibles en el mundo. Las grandes selvas del planeta están
siendo destruidas de manera acelerada, empezando por la selva amazónica,
o por las de Borneo en Indonesia, que también es un lugar de
biodiversidad muy importante. Todo eso está siendo colonizado y
destruido y, entonces, emergen esos problemas ambientales, que no son en
realidad nuevos. La única novedad radica en que ahora son de una
magnitud inédita.
También emerge otro problema que no es nuevo,
pero que el capitalismo pretendía haber superado: el abastecimiento
alimenticio. En términos históricos hay corrientes analíticas que hablan
de los “motines de subsistencia” como una característica del mundo
pre-capitalista. Algunos de estos autores señalan que las crisis siempre
han acompañado a la humanidad. Sin embargo, existe una diferencia entre
las crisis capitalistas y las pre-capitalistas, porque las primeras
responden al mismo funcionamiento estructural del sistema, como algo
interno y endógeno, mientras que las crisis pre-capitalistas se
originarían en factores externos a lo económico. Aclaremos el asunto con
un ejemplo: las grandes hambrunas medievales que tienen un gran impacto
demográfico, ¿a qué se debían? Al hecho de que se destruían los
alimentos por la acción de una plaga, de una sequía, porque llovía más
de la cuenta o por fenómenos similares. Y eso paralizaba o impactaba el
funcionamiento económico del sistema feudal. Pero esa crisis alimenticia
no era un resultado del mismo funcionamiento de ese sistema, aunque se
expresara en la carencia de alimentos, lo que originaba motines,
protestas y rebeliones, hechos que los historiadores han llamado
“motines de subsistencia”. Es decir, la causa fundamental que explica
esos motines es la carencia de alimentos, que lleva a la gente a
insurreccionarse porque está siendo atacada por el hambre. En otros
tiempos no muy lejanos, se decía que ese tipo de protestas eran propias
de la economía pre-industrial, pero al emerger la sociedad industrial
capitalista se dejó de hablar de las “crisis de subsistencia”, y se dijo
que eso era cosa del pasado. En el 2008-2009 reaparecen masivamente los
motines de subsistencia, que se presentaron en más de 50 países. ¿Por
qué se vuelven a presentar en ese momento? Algunos dirán que es casual, o
que es un resultado del aumento en los precios de los alimentos, lo que
a su vez se explica por factores especulativos. Me parece que tal
explicación oculta la razón de fondo. Sí, claro que hay especulación con
los precios, y hay monopolio en la comercialización de alimentos, eso
es innegable. Pero ese es un factor aparente y secundario. El factor
fundamental estriba en el tipo de agricultura que se ha establecido y
cómo funciona: es una agricultura petro-dependiente, es decir, que opera
en gran medida por las inversiones en agroquímicos, en fertilizantes,
que se producen a partir del petróleo. Y todo el ciclo de la producción
agrícola está determinado por los precios del petróleo, y por lo que
pasa con esta energía fósil. En esa medida, la dependencia energética
pone en cuestión un modelo de agricultura.
Al respecto, es bueno
recordar el carácter contradictorio de la agricultura capitalista por
excelencia, que es la de los Estados Unidos. Si la agricultura de este
país se analiza en términos estrictamente económicos, uno puede estar de
acuerdo con los análisis convencionales de los economistas que la
exaltan como la agricultura más productiva que jamás ha existido. De ahí
deducen que el capitalismo puede vivir sin agricultura campesina, la
agricultura se puede tecnificar al máximo –en Estados Unidos solamente
el 2 por ciento de la población económicamente activa se dedica a la
agricultura-, se pueden usar todo tipo de innovaciones tecnológicas, la
tierra se puede tratar como cualquier otro medio productivo y los
resultados, en términos económicos, son espectaculares. Como resultado
de todo ello, Estados Unidos exporta sus excedentes agrícolas a muchos
países del mundo. Pero esta es una visión terriblemente economicista, y
muy limitada. Si tenemos en cuenta no los costos económicos, sino los
costos ambientales, esta agricultura es la peor de todos los tiempos.
Esto se demuestra con cifras muy elementales: con la inversión
energética de entrada y con el resultado energético al final, que es el
análisis que propone la economía ecológica. ¿Cuánta es la cantidad de
energía que se invierte para producir una tonelada de trigo, y al final
en términos energéticos cuanto representa esa tonelada? Quienes han
estudiado el fenómeno concluyen que ya se está casi equiparando, que hay
que invertir tanta energía para producir esa tonelada de trigo, como la
que aparece expresada en la tonelada final de trigo. Como quien dice,
energéticamente hablando, es una agricultura absolutamente improductiva
–si pudiéramos utilizar el término en este ámbito- e ineficaz. Pero
claro, como la lógica que se ha impuesto es la de una agricultura con
una fuerte inversión en derivados del petróleo, eso no importa, porque
se supone que se va tener petróleo por siempre. Aquí hay un problema
estructural, puesto que se está hablando de una crisis alimenticia, que
está relacionada con la crisis energética, que es, a mi modo de ver, el
elemento central que explica esta crisis civilizatoria. ¿Y por qué
decimos que es el elemento central? Porque se ha construido un tipo de
capitalismo que se basa en la explotación intensiva de energías fósiles,
y principalmente de petróleo, algunos hablan de un tipo de capitalismo
petrolífero, que ha existido en el último siglo y que ha posibilitado
todo lo que nosotros conocemos en la civilización moderna: grandes
ciudades con sus rascacielos, autopistas, automóviles… Todo eso está
relacionado con esa fuente energética, que también soporta una crisis
terminal. Por eso, yo creo que el eje explicativo de la crisis está ahí.
Algunos dirían que esta es una postura típica de un determinismo
energético, pero la cuestión estriba en que cualquier sistema sólo puede
funcionar con energía, como lo ha demostrado la termodinámica. No puede
haber móviles que funcionen sin energía, como dirían los teóricos de la
termodinámica. Este es un aspecto fundamental, al cual le huyen la
mayor parte de los analistas y de los economistas, en virtud de que
predomina una mirada mágica del asunto, Yo me rio cuando leo análisis,
incluso de economistas de izquierda, que no tienen en cuenta la
disposición energética. Más o menos, sin caricaturizar, se supone que un
determinado patrón energético intensivo en petróleo, como el que hoy
existe, puede sustituirse fácilmente, casi por decreto, por otro patrón
energético y las cosas seguirán siendo como hoy las conocemos. Esa sí es
una mirada absolutamente lunática, demencial, y yo diría que suicida,
sin nexos con la realidad.
Además, esta crisis energética aparece
ligada a otro elemento fundamental de la crisis civilizatoria, que se
podría denominar, aunque el término no sea muy riguroso, como “crisis
climática”, porque las transformaciones climáticas están relacionadas
con los efectos nefastos del modelo energético basado en el petróleo,
que produce gases de efecto invernadero y han trastocado el clima
planetario como nunca antes había sucedido en la historia humana. Para
demostrarlo solamente hay que mirar a nuestro alrededor, y comprobar el
impacto de huracanes, tifones, sequías y trastornos climáticos cada vez
más destructivos, como pudo notarse en Nueva York, inundada hasta en
Wall Street.
En conclusión, tenemos una explosión paralela de un
sinnúmero de crisis que hacen que la situación actual sea distinta a
todo lo que se ha presentado anteriormente. Por eso esa razón, creo que
es necesario pensar la crisis desde otra lógica, no estrictamente
económica ni financiera, que no se centre exclusivamente en el ciclo
económico, sino que tenga en cuenta otras dimensiones que se han hecho
actuales, precisamente porque el capitalismo se ha expandido por todo el
mundo y ha colonizado hasta los últimos lugares, sin que le quede
alguno para sortear este tipo de problemas.
En términos de la
relación que puede establecerse entre el desarrollo industrial
capitalista y la explotación de combustibles fósiles, mencionaste que
este sistema se encuentra en una etapa terminal. ¿Qué consecuencias
podría depararnos esta crisis energética?
Primero habría que
señalar un elemento de percepción con respecto a la crisis: a los
procesos históricos que uno vive en el presente no les suele atribuir la
importancia que tienen, porque se supone que esas determinadas
condiciones que uno ha conocido siempre han existido y van a existir.
Así, nosotros vivimos en una sociedad en la cual predominan el
automóvil, las grandes ciudades, los supermercados, los instrumentos
micro-electrónicos. Y todo eso a nosotros nos parece como algo normal y
natural, que siempre han existido y siempre van a estar ahí. Pero si uno
mira cada uno de estos objetos en términos históricos, se da cuenta que
aparecieron hace unos cuantos segundos, en términos de la historia de
la humanidad. ¿Hace cuanto existe el automóvil? Hace solo un siglo y se
ha generalizado en el planeta hace escasamente 20 años, después de la
caída de la Unión Soviética, porque en esos territorios no había gran
cantidad de automóviles, como sucedía en China y los países de Europa
Oriental. Entonces, cuando hablamos de la generalización del automóvil,
que tal vez es el ícono representativo del capitalismo, estamos
señalando que tal hecho, en términos históricos, tiene una duración muy
corta. Pero la mayor parte de la gente piensa que el automóvil siempre
ha existido y que va a seguir existiendo en el futuro. En resumen, el
mismo funcionamiento del sistema nos impide pensar que los fenómenos son
históricos y, tarde o temprano, van a desaparecer algunas cosas y van a
aparecer otras.
Además, existe otra limitación, relacionada con un
modo de vida, con el capitalismo, que se presenta a sí mismo como
confortable y benéfico para todos los seres humanos. Obviamente, quienes
lo disfrutan, y para quienes es confortable, no quieren abandonarlo y
piensan que el capitalismo va ser eterno. En contraposición, la historia
nos muestra –y por eso yo creo que el conocimiento histórico es tan
importante-, que la prosperidad consumista del capitalismo constituye
una situación excepcional en la historia de la humanidad. La era del
petróleo representa un segundo, si la comparamos con todo lo que ha
existido antes, lo mismo que las modernas ciudades con electricidad, que
también son un producto contemporáneo. Para no hablar que hay muchos
lugares en el mundo que ni siquiera tienen electricidad. Esas urbes
están asociadas a un producto específico, al petróleo. O sea, el
capitalismo contemporáneo es un sistema históricamente excepcional que
ha sido posible, como algunos dicen, por una “burbuja energética”.
Existió la casualidad histórica que desde la Revolución Industrial fue
posible tener acceso a los grandes depósitos de energías fósiles,
sacarlos y procesarlos. Y eso es lo que ha producido la moderna
civilización capitalista. Con lo que no se contaba era con una
limitación muy elemental, tanto que casi nadie piensa en ella, que está
referida a lo que hoy se llama el Pico del Petróleo. Cuando se habla de
ese asunto, todas las discusiones técnicas eluden una cuestión básica:
la Tierra, como un vaso de agua, es un sistema finito, limitado,
cerrado. Cerrado en materiales y en energía. Es decir, que la materia y
la energía que la tierra contiene no son magnitudes infinitas. Es obvio
que este vaso de agua estaba lleno, pero en la medida que yo he ido
bebiendo se ha ido vaciando. Pues eso pasa con el petróleo, es una
cuestión, a mi modo de ver, de sentido común. No puede existir una
materia infinita, el petróleo, con reservas que nunca se acabarían, en
un sistema-Tierra que materialmente es limitado. Entonces, es obvio que
el petróleo se tiene que acabar algún día. Pero, como sucede a veces con
las verdades científicas, éstas empiezan a ser obvias hasta cuando
alguien las formuló. La gravedad la descubrió Newton a partir de la
famosa manzana que se cayó de un árbol, y desde entonces nos parece de
sentido común, pero antes de que lo formulara Newton nadie había pensado
en eso tan elemental. Pues lo mismo sucede con lo del pico del
petróleo.
Al principio, cuando surgió la sociedad industrial
contemporánea en los Estados Unidos, este país era el primer productor y
exportador mundial de petróleo y lo fue durante varias décadas. En ese
entonces en Texas, y eso aparece en películas y en libros, cualquier
persona se acostaba a dormir en un campo y al otro día aparecía
multimillonario porque al lado había emergido un pozo de petróleo. Este,
por lo menos, es el mito que existe sobre la riqueza de Rockefeller.
Desde ese momento cuando el petróleo fluía a borbotones de la Tierra se
creyó que nunca se iba a acabar. Pero en la década de 1950, un geofísico
que trabajaba para compañías petroleras, escribió un artículo que con
el tiempo se volvió célebre, en el que por primera vez se anunciaba lo
que hoy se conoce como el pico del petróleo. Y este autor, Marion King
Hubbert, hizo un anuncio para el caso de los Estados Unidos cuando este
país no tenía problemas de abastecimiento: que la producción de petróleo
iba a llegar a un punto máximo y que luego iba a empezar a decrecer. Y
él se atrevió a decir que a ese punto máximo se iba a llegar a finales
de la década de 1960 o principios de la de 1970, y a esa cota máxima fue
a la que él llamó el
pico del petróleo. A ese pico lo representó
con una gráfica en forma de campana que significa simplemente que
cuando comienza la extracción del recurso, obviamente se cuenta con una
gran cantidad que se extrae rápido, hasta un momento determinado en que
aumenta la producción y luego se llega al pico con un momento breve de
estabilidad y después se inicia una fase de caída inexorable. Esto no es
solamente aplicable al petróleo, sino a cualquier recurso natural. Eso
sucede con el petróleo, el carbón, el uranio, con cualquier recurso, que
indistintamente llega a un momento de explotación máxima, luego de una
corta estabilidad, y después a una irreversible caída.
Cuando el
ingeniero mencionado hizo este anuncio, le sucedió lo que siempre les
suele acontecer a las personas que señalan cosas incómodas: fue
calumniado, se le consideró como un lunático, un loco de remate que
hacia afirmaciones sin fundamento. Pero, justamente, con una
sorprendente precisión sucedió lo que había predicho: llegó al máximo la
producción de los Estados Unidos en sus propios pozos petroleros y,
luego, empezó a decaer. Después la teoría del pico del petróleo se hizo
extensiva a la extracción del petróleo del mundo, porque funciona con la
misma lógica. Existen unas cantidades determinadas de petróleo, porque
el petróleo no se reproduce, aunque ciertos propagandistas digan lo
contrario (alguna vez leí un informe en un boletín del FMI de un
ingeniero de los Estados Unidos que decía que el petróleo se reproducía
en las capas geológicas y, por tanto, no había que preocuparse por su
agotamiento ya que sería un recurso renovable).
Me parece
absolutamente claro e impecable el argumento de Hubbert: existe una
cantidad limitada de petróleo, y el más fácil se sacar es el que se ha
ido extrayendo, el que estaba a flor de piel, luego se ha ido
profundizando en la tierra e incluso ya están escarbando en el lecho
marino, y están hurgando en las rocas que se encuentran a gran
profundidad y en las que quedan rastros de petróleo. Nada de esto, desde
luego, soluciona el problema. Si el petróleo es un recurso limitado,
como lo es, que no se reproduce, que se produjo solamente una vez por
accidente hace millones de años (ese accidente no se ha vuelto a
producir ni lo volverá a hacer, por eso es accidente), es obvio que se
agota más rápidamente en la medida en que aumenta el consumo, con la
incorporación de nuevos países al modelo energético dominante, como la
China y la India, junto con el crecimiento demográfico y el
establecimiento de un modelo civilizatorio que se basa en el consumo
intensivo de materiales y de energía. En consecuencia, ante un aumento
del consumo, existe una tendencia irreversible de disminución, como lo
evidencian cifras elementales. ¿Cuánto petróleo se consume diariamente
en el mundo, y cuáles son las perspectivas inmediatas de consumo? Hoy se
consumen entre 80 y 90 millones de barriles de petróleo por día en el
mundo y se anuncia que en las próximas dos décadas el consumo puede
aumentar hasta 120 o 125 millones de barriles al día. Este dato es
significativo, si tenemos en cuenta que en algunos países, como
Colombia, de vez en cuando se descubre un pozo petrolero con una
capacidad de 100 millones de barriles, es decir, apenas alcanzaría para
un día de consumo en el mundo. Y la mayor parte de los pozos petroleros
que se descubren ahora son de esa magnitud, ya no se descubren grandes
yacimientos e incluso los grandes pozos de hoy ya son “viejos”, porque
son los mismos que se vienen explotando intensivamente desde hace 50/60
años. Los nuevos descubrimientos son muy modestos en términos de la
producción petrolera, de 80-100 millones de barriles, cuyo petróleo
alcanza solamente para un día, o menos, de consumo mundial.
Sí, o son, por lo menos acá en Argentina, descubrimientos muy mentirosos. Por ejemplo, con los hidrocarburos no convencionales
se hicieron anuncios espectaculares, que en realidad se trataban de
recategorizaciones de cantidades dadas de recursos, que por determinados
factores técnicos y económicos en su momento no eran explotables de
forma rentable. En los últimos años por un aumento en la cotización y el
perfeccionamiento de las técnicas, su extracción sí se volvió
económicamente viable. Pero en sí no se trató de descubrimientos
genuinos. Esto es lo que sucede también muchas veces, estos grandes
anuncios son una farsa…
Este asunto está relacionado con lo que un analista mexicano, Alfredo Jalife-Rahme, denomina
Los cinco precios del petróleo. Él
dice que hoy el petróleo tiene que ser analizado a partir de cinco
precios: el precio económico, el precio financiero, el precio
especulativo, el precio geopolítico, y el precio desinformativo. En
efecto, como el petróleo es el combustible esencial del sistema
capitalista, su control y su precio son fundamentales. Un elemento a
resaltar es el precio desinformativo, que tiene que ver con lo que usted
mencionaba, es decir, con el hecho que con frecuencia se hacen anuncios
que nunca resultan ser ciertos, son anuncios fantásticos, algo así como
que se encontró el pozo de la dicha, el yacimiento que va a solucionar
todos los problemas de petróleo de un país y del mundo. Generalmente,
muchos de esos hallazgos son inflados, para justificar muchas cosas:
concesiones territoriales a las empresas, venta de futuros que fijan el
precio especulativo –y así funciona el mercado de los recursos mineros,
porque las empresas empiezan a lucrarse de un recurso, antes incluso de
que éste sea extraído. En Colombia hay experiencias de este tipo, por
ejemplo con el oro.
Como el petróleo es tan importante tiene esos
cinco precios según este autor mexicano, algo que es importante
recalcar. La especulación es trascendental cuando se habla de petróleo,
porque además estamos hablando de competencia entre grandes grupos
empresariales, entre transnacionales que compiten por obtener ganancias,
y en gran parte la obtención de ganancias se basa en el precio
especulativo, exagerando lo que realmente se encontró. Al poco tiempo se
confirma que los anuncios eran mentirosos por razones que usted también
señalaba: en muchos casos puede que ahí esté el petróleo, pero es de
difícil acceso, es muy costoso sacarlo, porque no se encuentra cerca de
la superficie o porque hay que invertir en tecnología muy costosa, o no
se dispone de la misma. Y no se dice tampoco que se trata de “petróleo
extremo”, como lo denomina Michael Klare, porque se encuentra en los
lugares más recónditos de la tierra o del mar, y, teóricamente, se puede
extraer, pero con consecuencias también extremas. Si hay petróleo
extremo, las consecuencias son extremas. Y ya tenemos ejemplos, siendo
el accidente del Golfo de México lo más reciente. No obstante,
predominan los anuncios triunfalistas de los canales de televisión, como
aquellos que hablan de las mega construcciones y lo espectacular y
extraordinario que es edificar una plataforma petrolera en pleno mar y
hurgar en el lecho marino, a varios kilómetros de profundidad, y sacar
el petróleo. Pero lo que nunca se considera en esos anuncios
triunfalistas, es que la obtención de petróleo es una actividad cada vez
más riesgosa. Y ya no estamos hablando de cosas hipotéticas que se
pueden presentar en el futuro, sino que ya se desenvuelven ante nuestros
ojos.
En ese sentido, la lógica dominante sigue siendo la misma:
hay un modo y un estilo de vida al que no se quiere renunciar, y que se
sustenta en la burbuja energética, en la que el capitalismo ha hecho
vivir a la humanidad, una burbuja de corta duración que, como cualquier
burbuja, se está desinflando. Y, en la lógica capitalista, no tiene
solución, salvo que sucediera un milagro, pero en términos energéticos y
físicos los milagros no existen. Aquí es bueno leer un poco de
literatura gerencial para examinar cómo el pensamiento dominante
considera la crisis del petróleo, lo cual es tragicómico. Por ejemplo,
Thomas Friedman, editorialista del
New York Times y divulgador de la globalización, hace unos años escribió un libro sobre el calentamiento global, con el título de
Caliente, plana y abarrotada.
Este personaje hace un diagnóstico a partir de los hallazgos y las
pruebas más contundentes sobre el calentamiento global, y que están
relacionadas con el petróleo. El tipo mencionado lo reconoce. Es un gran
avance que un plumífero de esta naturaleza reconozca que el
calentamiento global se debe al petróleo. Pero resulta que las
consecuencias analíticas y políticas que se desprenden de ese
diagnóstico no llevan a plantear el abandono del patrón civilizatorio
actual, sino de mantenerlo. ¿Y mantenerlo cómo? Dice este individuo que
para encontrar una solución energética, Estados Unidos debe contratar a
los 10 mil o 15 mil científicos que en el mundo saben de energía, se los
lleve a ese país, los introduzca en sus laboratorios y, al cabo de
pocos años, como por arte de magia esos miles de científicos van a
ofrecer otro paradigma energético. Eso es un milagro. El problema es
cómo lo van a producir. Ahí está planteado el meollo del asunto, porque
queda claro que la civilización capitalista no va a renunciar a su
modelo de vida y para que este modelo funcione se necesita, en primer
lugar, del petróleo, además de muchos otros recursos materiales. En
consecuencia, debe extraerse hasta la última gota de petróleo donde
quiera que se encuentre y por ello se anuncian grandes negocios
presentes y futuros, que están relacionados, por ejemplo, con el
derretimiento del polo norte, una gran noticia para los empresarios del
petróleo.
En el capitalismo hasta las desgracias se convierten en
una mercancía, como lo ha demostrado Naomi Klein. Y con respecto al
petróleo, en Estados Unidos se debate desde hace unos años en el
Parlamento si se vuelve a perforar en zonas que estaban vedadas, como en
Alaska y otros lugares. Los miembros del partido Republicano dicen “que
se perfore”, porque son puros cuentos de los ecologistas aquello que el
“petróleo se va a acabar” y que “destruye el medio ambiente”, porque
los ecologistas son comunistas disfrazados –son como las sandias: verdes
por fuera y rojos por dentro- que hasta se han tomado la Casa Blanca.
John McCain, un personaje que fue candidato presidencial en el 2008, es
famoso porque alguna vez afirmó “Baby, perfora, perfora”, para indicar
que debe extraerse petróleo donde quiera que se encuentre, sin
preocuparse de las consecuencias. A esos personajes, “enfermos y
sedientes de petróleo” no les interesa que se esté derritiendo el Polo
Norte, porque eso implica una acceso fácil y expedito a lo que se supone
es una gran reserva de petróleo.
Fuente:
http://www.opsur.org.ar/blog/2012/11/22/renan-vega-cantor-la-prosperidad-consumista-del-capitalismo-constituye-una-situacion-excepcional-en-la-historia-de-la-humanidad/