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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

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Falsa democracia

RECOMENDADO CAMBIO TOTAL

[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

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LOS RICOS NO VAN A LA GUERRA

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Las Farmacéuticas bloquean las medicinas que curan porque no son rentables impidiendo su distribución.


08.Dic.12 :: Batalla de ideas
El ganador del Premio Nobel de Medicina Richard J. Roberts denuncia la forma en la que operan las grandes farmacéuticas dentro del sistema capitalista, anteponiendo los beneficios económicos a la salud.

El ganador del Premio Nobel de Medicina Richard J. Roberts denuncia la
forma en la que operan las grandes farmacéuticas dentro del sistema
capitalista, anteponiendo los beneficios económicos a la salud y
deteniendo el avance científico en la cura de enfermedades porque curar no
es tan rentable como la cronicidad.

Reflexiones sobre la agenda de La Habana VI

 La Habana, República de Cuba. Diciembre 9 de 2012.
Sede de los diálogos por la paz con justicia social para Colombia.
REFLEXIONES SOBRE LA AGENDA DE LA HABANA VI
En la Mesa de Conversaciones de paz, buen comienzo ha tenido la discusión sobre el primero de los seis puntos de la Agenda convenida dentro del marco del Acuerdo General o Acuerdo Especial de la Habana. Dos comunicados conjuntos han corroborado al país que las partes se encuentran satisfechas con los avances que ha tenido el desarrollo del Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. Superando los aspectos técnicos de funcionamiento, ya ha sido abordado el tema  Política de desarrollo agrario integral, como aspecto determinante que es  para impulsar la integración de las regiones y el desarrollo social y económico equitativo del país.
 

Declaración, La “solución final”: una veleidad sin esperanzas

 La “solución final”: una veleidad sin esperanzas

"Odio eterno a los que deseen sangre y la derramen injustamente”.
Simón Bolívar, Brindis a Morillo, diciembre de 1820
Ya que el gobierno negó a los colombianos la posibilidad de un cese bilateral de fuegos que amainara el derramamiento de sangre y le diera sosiego al pueblo en navidad, conminamos al Ministro de Defensa para que al menos cese el fuego de su hostilidad verbal que incesante dispara contra el proceso de paz.
No son los soldados perros de presa adiestrados para morder a su adversario, como recientemente lo afirmara Luis Carlos Pinzón. Para las FARC-EP los soldados son también hermanos de patria, que deben jugar su papel en la búsqueda de la justicia social y la reconciliación de nuestro país.
Sabemos con certeza que al interior de las Fuerzas Armadas, en un amplio sector de la oficialidad que actúa en los teatros de operaciones, la denominada “solución final” de los guerreristas, es una veleidad sin esperanzas, y como la gran mayoría del pueblo colombiano, también anhelan la solución política del conflicto. Y los envuelve la experiencia histórica de que en gran parte las guerras han terminado en acuerdos, como lo reclaman las costumbres civilizadas. Evidente es que el camino de los sabios es obrar sin combatir.
A ellos y a todos quienes sienten en su pecho el espíritu patriótico del Libertador,
los llamamos a inspirarse en el ejemplo de generales latinoamericanos, como Velasco Alvarado que estatizó los diarios y canales de televisión, nacionalizó el petróleo, hizo la reforma agraria liquidando la concentración de la tierra y el privilegio de los latifundistas, al tiempo que defendió la industria peruana limitando las importaciones. Los instamos a tomar la senda de generales como Juan José Torres, Omar Torrijos y el Coronel de Abril, Francisco Alberto Caamaño, que defendieran a los humildes y resistieran al imperio.
Las partes beligerantes debemos dejarnos conducir sin reticencias por la voluntad nacional que clama paz, soberanía y justicia. La victoria de la paz en Colombia no depende sólo de la voluntad de los contendientes, sino fundamentalmente del protagonismo del país nacional, de la gente del común, en la construcción de ese bien superior que entraña un profundo acto de humanidad. Una paz mal concebida puede ser peor que la guerra.
Ojalá podamos decir en un tiempo no lejano, ya hermanados, decir con Simón Bolívar: “pronto estoy a marchar con mis queridos compañeros de armas a los confines de la tierra que sea oprimida por tiranos”.
Les tendemos nuestra mano y con Nicolás Guillén, el poeta de Cuba, les decimos desde La Habana:
No sé por qué piensas tú,
Soldado, que te odio yo,
Si somos la misma cosa
Yo, tú.
Tú eres pobre, lo soy yo;
Soy de abajo, lo eres tú;
¿De dónde has sacado tú,
Soldado, que odio yo?...
Ya nos veremos yo y tú,
Juntos en la misma calle
Hombro con hombro, tú y yo,
Sin odios ni yo ni tú,
Pero sabiendo tú y yo,
A dónde vamos yo y tú…
No sé por qué piensas tú
Soldado que te odio yo.
Delegación de paz de las FARC-EP
La Habana, diciembre 9 de 2012

Invitación

Alfredo Molano Bravo
Por: Alfredo Molano Bravo

Hace pocos días fui invitado a dictar una conferencia en la Universidad de Nueva York. Ya lo había sido el año pasado, pero no pude llegar a EE.UU. porque en El Dorado, la línea aérea en que viajaría muy cortésmente me comunicó que debía presentarme en la Embajada —con E mayúscula—. Me indigné, no con la empresa por supuesto, sino porque para mí no era difícil saber por dónde iba —y va— el agua al molino.


Dos años atrás la Universidad de Virginia me había invitado a inaugurar el XVI Congreso de Colombianistas, conferencia que tampoco pude hacer porque, pese a los esfuerzos míos y de un grupo de académicos norteamericanos, la renovación de mi visa fue dilatada hasta dos o tres días después de la fecha prevista para mi pArticipación. Tampoco me fue extraña la maniobra. Durante dos años que duré como becario y profesor de la Universidad de Stanford, cada vez que entraba a EE.UU., en el retén de inmigración, en vez del convencional wellcome, el policía me aplicaba un frío follow me. Y en una sala esperaba varias horas.
No fue siempre así. Antes de 2001 entré muchas veces a ese atormentado país sin ningún problema, pero desde que les tumbaron las Torres Gemelas debí adquirir el estatus de terrorista o de colaborador de los terroristas o de amigo de un amigo del que se dice puede ser terrorista. En Chicago, ya con visa de trabajo como becario de Stanford, me detuvieron seis horas en otra sala similar a la que estuve la semana pasada al entrar a Nueva York.

Desde que el policía de inmigración me miró dos veces —una distraídamente y la otra con inquina— supe que el wellcome me había sido negado. Era la 1 de la madrugada del pasado 29 de noviembre. Sin remedio seguí al officer hasta un lugar similar al que las Sagradas Escrituras llaman el limbo. Al entrar me señaló, con el índice y sin mirarme, una de las 116 sillas del lugar donde había mexicanos, dominicanos, serbios, chicanos, negros norteamericanos, un español extraviado y varios colombianos. El silencio de los detenidos —¿qué otra palabra se podría utilizar?— contrastaba, calculadamente sin duda, con la bullaranga provocadora de los officers que miraban sus computadores y se hacían bromas pesadas entre sí. Hombres grandes, gordos, con cuellos como gibas y cogotes colgantes, brazos tatuados, anillos de oro y pelo al rape. De tanto en tanto alguno gritaba un Mike, o un John, o un Igor, y el paciente se paraba como si hubiera recibido un corrientazo eléctrico, se arreglaba el abrigo y agradecido se acercaba a la tarima de donde lo habían llamado. Al rato otro y después otro; todos con el mismo terror sobre los hombros y la misma rabia encaletada.

Los guardias no miran a los detenidos, pero sin duda los estudian desde algún agujero que no se ve. Uno siente las miradas y casi oye los comentarios de los escudriñadores. ¿Qué crimen —crimen es la traducción colombiana de delito— me estarán endilgando? Un Estado tan grande algo malo debe haber hecho para que lo habite tanto miedo. Uno hace el repaso de cada cosa que lleva en la maleta; de cada cosa que ha hecho en su vida y que pudiera ser sospechosa para la Policía; uno hace cábalas pero la cuenta no sale. Siempre puede haber un homónimo que buscan porque metió unos gramos de cocaína o porque violó una niña o porque habló con un delincuente. O porque sí. ¿Y entonces? Le sucedió a un amigo, Anthony Henman, autor del más completo ensayo sobre la planta de coca en Colombia: estuvo detenido tres días sin ningún cargo. Y un día le dijeron, como me dijeron a mí tres horas después de mi estadía en el pasadizo del limbo y largándome el pasaporte sin mirarme a los ojos: ¡Go ahead! Gracias, debí decir por fuera, y por dentro: ¡Cabrones!

Punto aparte: En la época en que César Rincón estuvo enfermo de hepatitis C, yo adquirí el mismo virus a raíz de una operación en una prestigiosa clínica de Bogotá. Me trató Rafael Claudino Botero, el “padre de la hepatología” en el país, como lo califica el doctor Roberto Esguerra, director por muchos años de la Fundación Santa Fe. Botero es un gran científico y un eminente cirujano a quien hoy la Secretaría de Salud del Distrito le impide ejercer su profesión en Colombia arguyendo formalismos burocráticos. O celos de algún médico de esa entidad, la misma que nada hace para impedir que la gente se muera esperando un turno en los hospitales.
  • Alfredo Molano Bravo | Elespectador.com

Agronegocio: El veneno nuestro de cada día

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Por Manuel Alfieri
Desde París, la investigadora cuestiona duramente el agronegocio y propone una solución a la crisis que vive la agricultura mundial: la implementación de la agroecología a gran escala.
 

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