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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

RECOMENDADO CAMBIO TOTAL

[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

Hey loco, No dispares!

Vamos a Cuentiarnos la Paz

LOS RICOS NO VAN A LA GUERRA

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¿Quién narcotrafica en Colombia?

Agencia de Prensa Rural.

En los últimos meses, continuamente, hemos ido viendo como la propia fuerza pública se sorprendía a si misma con cargamentos de drogas listos para ser transportadas o comercializadas, presumiblemente a narcotraficantes y paramilitares.

El pasado diciembre, se ponía en conocimiento de la opinión pública que militares de la brigada móvil número 17 del ejército nacional, tenían en su poder un alijo de, supuestamente, 25 kilos de Marihuana que estarían transportando desde el Cauca. En el Urabá antioqueño fueron capturados seis militares cuando negociaban 600 kilos de cocaína el pasado mes de Julio.

Los casos de militares narcotraficando se dan en el contexto de la condena del General Santoyo a 13 años por colaborar con paramiliatares y, posteriormente, con la Oficina de Envigado. Se sabe que la principal actividad de esos grupos, además del sicariato y la extorsión es el gran narcotràfico, no queda entonces mucho lugar a la imaginación.

Tal y como los helicópteros de la Fuerza Pública se utilizaban para transportar a reconocidos jefes paramilitares durante el terror de los años 90 y principios de 2000, también esas aeronaves, (y otras con mas capacidad) vienen siendo utilizadas en el tráfico de cocaína y marihuana en Colombia.

Tradicionalmente, los militares han acusado a la guerrilla de ser “narcoguerrillas” con el supuesto de que la insurgencia planta, procesa y, finalmente, transporta cocaína hacia el exterior. La guerrilla de las Farc ha reconocido públicamente que ha cobrado impuesto sobre los cultivos y sobre la compraventa de pasta de coca en sus zonas de influencia. La guerrilla ha propuesto en el pasado programas de sustitución de cultivos de coca y también la legalización de las drogas en Colombia y a nivel global como una forma de enfrentar el narcotráfico y darle tratamiento de salud pública al consumo de drogas.

Hablemos ahora de grandes tonelajes: Un Hércules, como el de la Fuerza Pública Colombiana, podría transportar 20 000 kg a unos 500 kilómetros a la hora, con la ventaja de poder llegar a cualquier lugar del país con una pista medianamente adecuada. Estos aparatos son utilizados en situación de conflicto, con lo cual están adaptados para aterrizar y despegar en condiciones no del todo favorables. 3 Pilotos serían suficientes para poner el avión en marcha en condiciones óptimas de seguridad aeronáutica. Un helicóptero Black Hawk UH-60 puede llegar a transportar un peso máximo de 24.500 libras, algo más lento que el Hércules y con menor autonomía pero con mayor capacidad maniobrabilidad y aterrizaje. 2 Pilotos y dos “técnicos” componen la tripulación.

Se calcula que Colombia es el tercer productor mundial de cocaína. Los cálculos estiman que se producen 195 toneladas métricas al año. Es obvio y evidente que es imposible sacar del país a mula, ni siquiera a través de las fronteras más cercanas de países vecinos, toda esa cantidad. Lo peor es que, incluso llevarla a las principales vías para su posterior desplazamiento, sería inviable. Ni contamos ya la marihuana que se produce en el país, que tiene una demanda interna mucho más alta que la cocaína.

Es bastante obvio, pues, que debe existir un gran “cártel del aire” capaz de mover todo ese peso en unas condiciones razonables y teniendo, todos los eslabones de la producción, un suculento beneficio.

Pablo Escobar utilizó, en su momento, avionetas que salían desde las cercanías de Medellín hacia Estados Unidos, directamente. Con la colaboración, nuevamente, del ex presidente Álvaro Uribe Vélez, que facilitaba logísticamente la operación y garantizaba la seguridad del envió a través de la autoridad aeronáutica de Antioquia, las exportaciones llegaron a las 20 toneladas al mes. Por supuesto, en su gran mayoría aerotransportadas.

Los encuentros entre el Estado y las mafias del narcotráfico no son nada nuevo en Colombia desde hace mucho tioempo. Su relación estructural con el paramilitarismo lo demuestra.

Notas:
http://www.kaosenlared.net/america-...
http://www.elpais.com.co/elpais/col...
http://www.elespectador.com/noticia...
http://www.caracol.com.co/noticias/...
http://www.eltiempo.com/justicia/lo...

Pedir « imposibles » , al igual que los « inamovibles »



Cambio Total.

Puede a un estado pedirsele  « imposibles » ? Un estado existe, o debiera existir, para satisfacer las necesidades de sus conciudadanos. Por ello, nada de lo que pida o exija un ciudadano, o grupos de ciudadanos, más si éstos han sido obligados a defenderse contra las atrocidades adelantadas desde el estado, puede ser considerado un « imposible ».

Sorprende aún más que el « izquierdoso » trotskista, después « comunista » y ahora « uribista » Vivepresidente, quien en los años 70 consideraba la necesidad de « derribar el sistema capitalista », hoy le diga a las FARC-EP que no le « puede pedir « imposibles » al Gobierno ». Increíble metamorfosis kafkiana !
Los « imposibles » son los mismos « inamovibles » del gobienro de Uribhitler. Coincidencias ? Continuidad histórica ? Herencia ?

« Siéntense, hombre »



Domínico Nadal, Cambio Total

Ahí los tenéis. Todos quieren sentarse en la Mesa de Conversaciones de La Habana. Hasta los periodisticas de los medios oligárquicos, que más parecen un « general » vestido de civil y con micrófono que « periodistas » en el sentido literal de la palabra.

Es que la Mesa de Conversaciones de La Habana ha levantado roncha. Los ganaderos terratenientes y os terratenientes están tirándose de los pelos –no sé de qué parte, pero se los están tirando- por las propuestas de las FARC sobre el tema agrario. El gobierno por boca de JMSantos trata de darles una dosis de « marihuana » para tranquilizarlos y convencerlos de que el « gobierno los defenderá » de los « desafueros » de la guerrilla. Ese cuento lo estamos oyendo desde hace muchísimos.

El estado dizque está para proteger los « bienes » de los ricos, mas éstos « ricos » engrandecen sus propiedades con el despojo y el desplazamiento de 5 millones de colombianos pobres, y esos « pobrecitos » ganaderos latifundistas y ladrones no contentos con la « protección del estado » se embarcan en la protección que el modelo contrainsurgente les brinda –los narcoparamilitares, hoy llamados BACRIM-, y han desaparecido más de 60.000 colombianos víctimas de la política de ! »secarle el agua al pez ». Esos « pobres » ganaderos terratenientes y terratenientes se han apropiado de más de 6 millones de hectáreas de la mano de los militares y narcotraficantes que en « contubernio impúdico » -dice Allende-, y adelantan los megaproyectos de la agroindustria, por ejemplo, producir biocombustibles a partir del aceite de palma y el maíz (Sabe usted cuántos kilos de maíz se necesitan para producir 50 litros de biocombustile ? Nada más y nada menos que 359 kilos de maíz !).

Las FARC-EP han « sentado en la Mesa » sus propuestas, las cuales recogen el sentir del campesinado y la necesidad de adelantar una profunda transformación del Agro. A quién con dos dedos de frente se le ocurre que la tal transformación se logra legalizando el despojo de 5 millones de colombianos y titulando las tierras usurpadas a los usurpadores ? Ah, a las inteligencias grises que son inquilinos de la « Casa de Nari ». En Colombia hay miles de tierras ociosas en manos de los terratenientes –ganaderos o no- y una vaca disfruta de 5 hectáreas en tanto el « ser humano » colombiano no tiene ni siquiera 60 metros cuadrados en dónde construir su casita. Y si les invades su « propiedad » pues les dan « plomo, plomo, plomo ! ». Además hay tierras baldías que hoy enrosan la « propiedad » de los pobres terratenientes.

Viendo el desarrollo del momento político nos atrevemos a pronosticar que todos los « Politiqueros » del régimen quieren « sentarse en la Mesa » de La Habana. JMSantos está que se las pela para llegar allí como el « hombre de la Paz » y quizá reciba como fruto no un segundo período en la « Casa de Nari » -bah, si yo he estado sentado sobre esos sillones toda la vida !-, sino más altas dignidades, por ejemplo, un Premio Nobel de Paz. El Uribhitler no sabe como arañar la Mesa, está que se vende para comprar un sillón en la Mesa de La Habana, así esté « atacando » los acuerdos logrados, sabe por qué ? Porque no es él el que los está prohijando !

Y ya empiezan a saltar otros. Vargas-Lleras. Horacio Serpa. Andresito. Gloria Inés Ramírez –quien estaba s »silenciada » después del bombazo que les metieron los militares en el Club El Nogal-. Etc, etc. Todos están como el cuento de un Patillalero que miraba a lo lejos y un amigo le preguntó : véis, vos a dónde estáis mirnado ? Y el Patillalero respondió : Aquí, mirando pa´la Paz (Cesar). Igualmente los politiqueros tienen sus ojos puestos fijamente hacia La Habana.

Es realmente importante que todos esos animales « políticos » se vinculen al proceso de la Mesa de Conversaciones de La Habana y que lo hagan con respeto, mesura y, sobre todo, con propuestas. Del lado popular las FARC-EP están demostrando la calidad de las propuestas populares que recogen el clamor del pueblo.

El reto de la verdadera oposición 

Apenas ahora comienza a configurarse la « oposición » al régimen colombiano. El PDA nunca fue una « oposición » de izquierda al régimen, y sí un proyecto para configurar alternativas « rosaditas », a veces personalistas, en caso de que el régimen colapsara totalmente para entrar a torpedear la posibilidad de que una fuerza auténticamente popular accediera al gobierno. Como hoy todos los verdaderos revolucionarios se han ido saliendo del PDA, o han sido expulsados, toca enconces re-configurar una alternativa de izquierda que entre a disputarle el poder a la oligarquía. No hablo de Petro porque éste demostró su talante contrarrevolucionario y su afán personalista.

Esa reconfiguración pasa necesariamente por La Habana, a la cual hay que acercarse de mil maneras y comenzar a realizar las conversaciones necesarias para ir concretando una fuerza popular capaz de enfrentarse como « un solo hombre » a la corrompida maquinaria estatal. El nombre es lo de menos, saldrá de los diálogos populares, y su estructura rápidamente se adecuará al momento presente.

Una reflexión crítica al discurso turístico dominante

Entrevista a Rodrigo Fernández Miranda, investigador y miembro del equipo de Alba Sud

Ecotumismo


Rodrigo Fernández Miranda es investigador, consultor social, profesor y activista, y miembro de Ecologistas en Acción, Consume hasta morir, Folia Consultores y Alba Sud. Autor del libro “Viajar perdiendo el sur”, desde hace tiempo teníamos muchas ganas de hablar con él y plasmar su opinión crítica sobre cuestiones como el aumento exponencial del número de viajeros a nivel mundial, la deriva de las certificaciones de turismo sostenible , la fiebre por promover inversiones turísticas extranjeras en continentes como África o sobre la democratización de segmentos como el turismo de cruceros, entre otros.

Pregunta: A mediados del pasado mes de diciembre, la Organización Mundial del Turismo (OMT) anunció que se habían alcanzado por primera vez en la historia la cifra del turista internacional mil millones en un solo año, ¿esto es motivo de celebración o de echarse a temblar? 
 
El crecimiento de la industria del turismo internacional viene mostrando una invulnerabilidad desde la firma de los Acuerdos de Bretton Woods, con un aumento imparable desde entonces en la cantidad de desplazamientos, de ingresos y destinos. Como referencia, la cantidad de desplazamientos internacionales, que, como bien dices, este año por primera vez superan los mil millones, se ha multiplicado por dos desde 1993, por cinco desde 1975 y por cincuenta desde 1948. Y según las previsiones de la OMT esta tendencia se mantendrá a lo largo de las próximas décadas.

Sin embargo, parece lógico que ninguna actividad, inclusive la industria más poderosa de la globalización económica, pueda crecer de forma indefinida cuando depende, directa y necesariamente, de unos recursos que son limitados y se desarrolla en un planeta que es finito. Si se tienen en cuenta los límites ambientales tanto de inputs como de outputs se llega de la categórica conclusión de que la sostenibilidad es incompatible con el crecimiento infinito que necesita esta industria para garantizar su propia supervivencia.

Por eso, creo que el dato es para preocuparse y, principalmente, para promover una reflexión crítica de las personas que tenemos la capacidad material para desplazarnos.

Pregunta: A este ritmo, se alcanzarán los 1.800 millones de viajes internacionales en 2030, ¿qué tipo de impactos, no siempre visibles, ha propiciado el crecimiento exponencial que ha experimentado el turismo a nivel mundial? 
 
Los impactos del turismo internacional, que es un hecho económico y sociocultural exclusivo de las clases medias consumidoras y del que quedan excluidas tres cuartas partes de la población mundial, se suelen agrupar en tres categorías: económicos, medioambientales y sociales.
En lo económico, se debe tener en cuenta como cuestión general que cuando este turismo es entre Norte y Sur se desarrolla en el marco de unas relaciones comerciales y económicas desiguales, y las empresas transnacionales tienen la potestad de centralizar las ganancias y socializar las pérdidas y los impactos derivados de la actividad.
Por otra parte, entre los impactos económicos se deben señalar otros como los siguientes: la creación de puestos de trabajo precarios y con derechos laborales y sindicales muy limitados, y la destrucción de puestos de trabajo en actividades tradicionales (y fundamentales para la vida), como la pesca o la agricultura, entre otros. El aumento del precio de los recursos o los bienes esenciales, al crecer sensiblemente la demanda del suelo, el agua o los alimentos, lo que recae especialmente sobre los sectores más empobrecidos de la población local. Por otra parte, entre el 20 y el 80% de los beneficios que se generan a través del turismo internacional salen de los países de destino.

En materia medioambiental, la “huella turística” se produce al ser una actividad masificada que en todos los casos supera la capacidad de carga de los territorios de destino. Asimismo, una parte importante de los recursos que hasta el desembarco del turismo internacional se utilizaban para la satisfacción de necesidades básicas de la población autóctona, cambian de uso y se convierten en una materia prima del mercado global.

Entre los impactos medioambientales también se pueden destacar: la sobreexplotación de recursos, principalmente el agua y la tierra, dadas las características de la actividad turística. Las consecuencias sobre el territorio que supone la creación o ampliación de las infraestructuras para la recepción, movimiento o estancia de las visitas internacionales, y que la mayor parte de la población local no utiliza. Los impactos locales y globales que conlleva el transporte motorizado, principal parámetro sobre el que se asienta el turismo, especialmente el aéreo que es el que más dañino resulta (y que representa más del 43% de los mil millones de desplazamientos): la consecuencia más grave es sin duda el cambio climático. Además, la actividad turística genera contaminación del aire, el agua y el suelo, y la generación de residuos.

Por último, para comprender los impactos sociales se debe tener en cuenta la construcción de relaciones asimétricas y verticales entre población autóctona y turismo, dada la relación de dependencia económica que existe en los países que ponen en marcha el monocultivo turístico en sus economías.

Por lo que la “turistización” de un territorio, bajo el paradigma del “desarrollo turístico” y en el marco de la globalización neoliberal, supone un cambio radical en la fisonomía de la sociedad, la economía, las relaciones laborales y las condiciones de los entornos naturales. Una transformación en la que la población autóctona y las comunidades locales no tienen voz en la toma de decisiones. A la nula participación de la población local hay que añadirle la muy limitada capacidad de regulación y control que las autoridades públicas suelen tener sobre la actividad y las empresas transnacionales que la operan, a pesar de desarrollarse en sus territorios y explotando sus recursos.

De esta manera, los territorios empobrecidos suelen quedarse con los impactos sociales, económicos y ambientales, y sin los beneficios económicos que se generan, ya que en su mayoría a través de diferentes mecanismos una parte significativa de las ganancias son sacadas y repatriadas de los países anfitriones. Así, en esta lógica prima el derecho de las empresas transnacionales al lucro y de las sociedades opulentas al consumismo, por encima de los derechos sociales, económicos, culturales y ambientales de una parte significativa de la población anfitriona.

Un modelo de “desarrollo turístico” incompatible con el desarrollo humano, la preservación de las condiciones naturales, sociales y culturales en los destinos. Y la voracidad que conlleva la obtención de ganancias en el corto plazo acelera los procesos de destrucción, sobreexplotación y desposesión, y garantizan la insostenibilidad de la actividad. Y son los sectores más vulnerables de las sociedades anfitrionas, y principalmente las generaciones venideras, los que más sufren y sufrirán estos impactos.

Pregunta: Se ha sabido recientemente que Gijón se unirá a Barcelona como   ciudad certificada en turismo responsable y sostenible   por el Instituto de Turismo Responsable. En el caso de la ciudad condal choca con las continuas quejas por el mobbing inmobiliario, la masificación, la ausencia de negocios locales o la inflación por parte de los vecinos del centro de la ciudad, por sólo citar algunas cuestiones. ¿El posicionamiento en términos de sostenibilidad turística se hace en clave de rentabilidad más que de concienciación real? 
 
Considero que hay que poner en cuestión esencialmente todo aquello que tenga que ver con las certificaciones, sean de productos, de servicios o de destinos turísticos. La pregunta de fondo es: ¿a qué necesidad responden estas certificaciones? ¿A quién benefician?

La sostenibilidad es una cuestión muy concreta: se trata nada menos que de adecuar las sociedades y sus estilos de vida a la capacidad del planeta para proveernos de recursos y soportar los residuos y contaminantes que generamos. Se trata de satisfacer de forma equitativa a todas las personas, y fundamentalmente poder garantizar la satisfacción de las necesidades de las generaciones venideras.

La sostenibilidad no es un concepto vacío de contenido, sino todo lo contrario. No obstante, parece que durante los últimos años distintas industrias intentan cooptar este concepto para vaciar su contenido y adaptarlo a intereses puramente mercantiles y económicos. De esta manera, lo que tiende a hacer la industria, con la connivencia de los poderes públicos, es transformar la idea de sostenibilidad en un nicho de mercado.

Los casos que citas de Barcelona y Gijón representan una contradicción fundamental, y que nos pueden servir como ejemplos de cómo se intenta hacer de la sostenibilidad, el principal desafío que tenemos las sociedades opulentas a nivel social y medioambiental, un nuevo segmento de negocios, aunque para ello se deba desvirtuar totalmente la idea de qué es y qué no es sostenible.

Más allá de la cosmética de las certificaciones, podemos encontrar iniciativas realmente vinculadas a la sostenibilidad, como es el caso de las Ciudades Slow, que buscan la mejora en la calidad de vida a través del fomento de los espacios verdes, la ausencia de estrés y la tranquilidad. Esto se realiza a través de bases como las siguientes: mantener una política de urbanismo amigable con los habitantes, el uso de energías renovables, una normativa coherente con la naturaleza, la conservación de los espacios verdes e histórico-culturales, la alimentación basada en los criterios de Slow Food, el cierre al tráfico motorizado en los centros urbanos, entre otros.

En mi opinión, siendo la industria turística globalizada junto con sus actividades conexas el principal agente de deterioro ambiental en el mundo, es lamentable que en nombre de la “sostenibilidad” se adopten estrategias cosméticas de marketing, y no un proceso de profunda reconversión.

Pregunta: Este año se celebra la III edición de Investour, un foro que se celebra en el marco de Fitur para promover inversiones en proyectos turísticos en África en materia de infraestructuras, formación, consultoría y turismo sostenible. ¿Qué tipo de inversiones se tendrían que propiciar para poder hablar de turismo sostenible real? 
 
Las inversiones turísticas que se vienen realizando en África, principalmente desde principios del Siglo XXI, colocando a algunos de estos países como mercados turísticos de peso creciente en la globalización (Marruecos, Senegal, Egipto, Túnez) están replicando y profundizando un modelo de turismo internacional que lo que genera son más desigualdades, más deterioro medioambiental, y la acumulación de riqueza en manos de un puñado de empresas transnacionales que producen beneficios a partir de la explotación de los recursos de países empobrecidos.

Como premisa, toda inversión destinada a mega proyectos turísticos está en las antípodas de la sostenibilidad, porque como señalaba la sostenibilidad está por definición reñida con cualquier forma de masificación. Este tipo de inversiones son las que se deberían propiciar para hablar de un turismo sostenible.

Por ello, la promoción de un turismo realmente sostenible tiene que ver con un turismo más local, más lento, de mayor cercanía, más frugal y, necesariamente, a pequeña escala. Cosa que para las grandes transnacionales del sector supondría un menor retorno sobre la inversión.

Pregunta: Precisamente África está siendo uno de los mayores focos de inversión turística extranjera en la actualidad. Sólo en el último año se ha incrementado un 42% el número de hoteles, con mucha presencia de marcas como Rezidor, Starwood, Hilton o Accor, en ocasiones en países como Guinea Ecuatorial en donde la democracia brilla por su ausencia. Se dice que la mayor parte de estas inversiones vuelven a los países de origen y para propiciarlas se dan amplios beneficios fiscales a las multinacionales, ¿cuál es la diferencia entre inversiones de este tipo y proyectos como EuroVegas o Barcelona World en España? 
 
Esta es una de las lógicas perversas que hay en la globalización económica: el mito de la Inversión Extranjera Directa y el crecimiento del PIB como algo bueno en sí mismo. En este tema el turismo es una de las industrias emblemáticas: según muchos estudios, entre el 20 y el 80% del dinero que entra por el turismo internacional en países periféricos es repatriado hacia los países dónde las transnacionales tienen su sede o directamente a paraísos fiscales. Por cada dólar que entra por turismo en el Caribe, solamente 0,15 se quedan en el país.

Esta es una dinámica intrínseca al modelo de “desarrollo turístico” dominante en esta globalización.
Después de la explosión de la crisis en el Estado español empezaron a verse dinámicas similares a las que las poderosas transnacionales turísticas con sede en el país desarrollan en muchos países empobrecidos, principalmente de América Latina (NH, Sol Meliá, Barceló, Iberostar, Riu, etc). Los ejemplos de Eurovegas y Barcelona World son claros en este sentido: se aprovecha la coyuntura de crisis social y económica para poner en marcha megaproyectos inútiles que sólo benefician a una minoría privilegiada, en detrimento de los derechos sociales, culturales, económicos y ambientales de amplias mayorías.

Proyectos que suponen un cambio en las reglas del juego de los países, para adaptarlas a los intereses de las transnacionales que pretenden invertir. Esto conlleva una adecuación del marco legislativo, un alto retorno sobre la inversión, una fiscalidad entre laxa y nula, una relajación de leyes laborales y medioambientales, entre otros. En definitiva queda a la vista que este tipo de proyectos no aporta prácticamente nada a las arcas públicas ni al bienestar social, y supone una agresión al territorio, pero sí aportan ingentes beneficios para las empresas que los explotan, únicas beneficiarias de este tipo de iniciativas.

Y la inversión extranjera y la hipotética creación de puestos de trabajo son los dos argumentos que sirven para legitimar este sinsentido. Sinsentido por partida doble: el territorio español está saturado de turismo, y las evidencias sociales, económicas y medioambientales son cada vez más claras; asimismo, la apuesta por megaproyectos de estas características supondría no sólo regresar, sino también profundizar el modelo productivo sustentado en la especulación urbanística y financiera que condujo al país a la crisis más grave de las últimas décadas, con consecuencias todavía por conocer.
Es decir, lo que se propone como fórmula para salir de la crisis es profundizar el modelo que nos condujo hasta ella, lo que solemos parodiar diciendo que se propone que “para salir del pozo, sigamos cavando”. En el imaginario social, y gracias a un discurso repetido hasta el hartazgo, estas ideas van teniendo cierto grado de consenso social.

Pregunta: Hace poco, en el marco del Foro de Turismo Responsable, se ha presentado una interesante iniciativa: el   Observatorio del Turismo Irresponsable. ¿Se hace necesario cambiar la óptica y empezar a diferenciar al que realmente lo está haciendo mal? ¿Qué criterio debe seguir el turista medio para detectar flagrantes casos de turismo irresponsable, que a priori se perciben como todo lo contrario? 
 
Esta iniciativa del FTR me parece realmente interesante. Es verdad que la industria turística globalizada es una de las que ha gozado de una imagen pública más positiva, siendo conocida como “la industria sin chimeneas” y quedando de esta manera durante mucho tiempo exonerada de los graves impactos locales y globales que producía. Sin embargo, las consecuencias negativas son cada vez más evidentes y van siendo desenmascaradas a partir de la eficacia comunicativa de las organizaciones sociales y ecologistas, que muestran la cara oscura de esta actividad.

Por ello, tarde pero seguro, las transnacionales de la industria fueron dando durante los últimos años pasos en las políticas de responsabilidad social corporativa. Un fuerte avance sobre la cosmética de la industria se produjo introduciendo en la comunicación publicitaria nuevos nichos de mercado apoyados en valores sociales o ambientales. Turismo comunitario, turismo rural, turismo ecológico, turismo sostenible… aunque parece paradójico que las mismas transnacionales que hacen un turismo “irresponsable” sean las que abran segmentos de mercado de turismo “responsable”.

Todas estas iniciativas enmarcadas en la responsabilidad social corporativa añaden un grado de confusión a la sociedad sobre qué es y qué no es, por ejemplo, responsable, sostenible o justo.

Tener como criterio primario quién promueve y quién se beneficia de una iniciativa turística puede servir para discernir el tipo de turismo que se está consumiendo. Analizar el grado de coherencia de una iniciativa turística anunciada como “sostenible” con el resto de las operaciones de la empresa que la ofrece. Es como cuando Starbucks decide que el 0,05% de su café sea “justo”, ¿y qué pasa con el restante 99,5%?

En todo este intento de confusión que lo que pretende es seguir promoviendo un estilo de vida y de consumo insostenible, justamente en nombre de la “sostenibilidad”, la “responsabilidad” o la “justicia”, creo que la clave vuelve a ser la información y la conciencia crítica de las personas. Una conciencia que además de ser crítica repercuta en acciones concretas, que sea activa, que promueva no solamente un cambio en la mirada sobre el mundo y sobre nosotros mismos, sino también una transformación de nuestras acciones que legitiman un modelo de “desarrollo” que es, antes que cualquier otra cosa, un salto al vacío.

Asimismo, la contrainformación y la denuncia a empresas, políticas o prácticas turísticas dañinas son elementos clave en todo este proceso de construcción de una sociedad más crítica, y más respetuosa con las personas, las culturas y sus entornos naturales, entre otros.

Además, cada vez hay más iniciativas de turismo alternativo desde las organizaciones sociales en el Norte y el Sur, un movimiento cada vez más extendido y articulado que está construyendo desde hace décadas otros turismos posibles. Lo que también supone empezar a discutir y a construir de forma colectiva otro proyecto de sociedad, fuera de las lógicas del crecimiento, el individualismo, el hedonismo radical o la competencia.

En conclusión, algunas preguntas que pueden orientar un cambio de mirada en el momento de viajar pueden ser: ¿cómo se reparte el beneficio generado por la actividad? ¿Qué cambios supone este turismo sobre los territorios y las comunidades locales anfitrionas? ¿Qué participación tiene la población local sobre las decisiones acerca del proyecto turístico? En definitiva, ¿qué modelo turístico estoy legitimando a través de mi viaje?

Pregunta: Hablando de turismo irresponsable, a pesar de haber proyectos en marcha para propiciar una   mayor sostenibilidad ambiental en el turismo de cruceros, ¿hablamos de uno de los segmentos turísticos más insostenibles por naturaleza? 
 
Al igual que fue sucediendo con el turismo internacional de estancia, el turismo de cruceros ha evolucionado desde el elitismo a una creciente masificación. Actualmente, el turismo de cruceros es el subsector turístico que más ha aumentado durante las últimas décadas en la economía globalizada. La demanda mundial se ha multiplicado cuarenta veces en cuatro décadas, y durante los últimos seis años se ha duplicado, superando en 2011 los veinte millones de consumidores en el mundo. Aunque parece que su techo de crecimiento todavía está lejos de alcanzarse.

Esta modalidad turística es todo un paradigma del funcionamiento y las dinámicas de la globalización económica. Sus características definitorias son también características de esta globalización. Por ejemplo, la movilidad física, la posibilidad de recolocación del capital en tiempo y lugar a conveniencia de los intereses de las operadoras, el hecho de contar con una población trabajadora que puede proceder de cualquier parte del planeta, la posibilidad de seleccionar las condiciones fiscales y laborales nacionales que resulten más provechosas para las empresas o la ausencia de regulaciones globales estrictas para la actividad.

Por su parte, la concentración de la oferta de turismo de cruceros es enorme: tres empresas transnacionales controlan prácticamente el mercado mundial, tratándose de un oligopolio. En cuanto a las condiciones laborales, su principal cualidad es una precarización extrema del empleo facilitada por el uso de las “banderas de conveniencia” en este tipo de embarcaciones.

Finalmente, los impactos que genera esta actividad son totalmente desproporcionados a su peso como subsector. Estas consecuencias se podrían resumir en: contaminación del aire, el agua y la tierra y destrucción de biodiversidad marina en materia medioambiental. En el ámbito social, la violación sistemática de derechos sociales, laborales y sindicales, y prácticas discriminatorias por motivo de origen étnico o racial, nacionalidad o género a las personas trabajadoras a bordo de las embarcaciones. Por último, la impunidad fiscal y el oscurantismo financiero a través del uso de “banderas de conveniencia” y paraísos fiscales, además de las fuertes dinámicas de control y concentración de los beneficios de la actividad, con una competencia desigual para las pequeñas y medianas explotaciones turísticas en los destinos, y prácticamente sin derramas para las poblaciones anfitrionas.

Por eso el turismo de cruceros es uno de los segmentos turísticos más insostenibles. Con el agravante de que está suponiendo una de las principales apuestas de la industria, frente al estancamiento del turismo de estancia en alguno de los principales mercados geográficos del Norte económico. Por lo que, si no se logra detener esta peligrosa tendencia, lo más grave de esta modalidad de los cruceros está todavía por venir.

Más información aquí.

Pregunta: Ahora que cada vez se oye y escucha el término turismo sostenible y conociendo tu opinión crítica al respecto, ¿podrías explicarnos qué es para ti el turismo responsable ideal y que consejos darías a un viajero realmente concienciado sobre dar un giro en su forma de viajar y hacer turismo? 
 
Creo que, en términos generales, un turismo responsable se relaciona con una forma de viajar y ejercer el ocio que tenga en consideración a los entornos naturales, sociales y culturales en los destinos, de modo que no existan impactos negativos de la actividad. Dicho de otra manera, un turismo es responsable si está cultural, medioambiental y socioeconómicamente integrado en las comunidades y territorios anfitriones. Por lo tanto, en primer lugar entiendo que se trata de una actividad que, como punto de partida, debe apelar a una conciencia crítica de las personas viajeras.

Por otra parte, para hablar de responsabilidad en el turismo se deben tener necesariamente en cuenta los límites biogeofísicos de inputs y de outputs con los que se enfrentan los modelos de producción, transporte, distribución y consumo. Por el contrario, el modelo de desarrollo turístico en el capitalismo global está condenado al crecimiento infinito para garantizar su propia supervivencia; y esto lo hace esencialmente irresponsable.

Desde mi perspectiva, un turismo responsable debería alejarse de todo principio dentro de las lógicas productivista y economicista, y apoyarse en valores, como la equidad, la solidaridad, la justicia o el respeto por el medioambiente. En cuanto a las formas de producción, un turismo responsable debería como base promover el desarrollo humano y social local de las comunidades receptoras, contribuir a la protección y conservación de las condiciones naturales del territorio, ser social y económicamente sostenible, producirse a pequeña escala y con condiciones laborales dignas. Aunque también, como decía, debería relacionarse con las formas de consumo, diferenciándose claramente de las lógicas y dinámicas del consumismo, instando al respeto a las culturas y entornos locales y promoviendo unos intercambios interpersonales con roles horizontales.

Por lo que, un turismo responsable se relaciona con un cambio de mirada y con una transformación sociocultural que incida directamente en el estilo de vida dominante, principalmente en las sociedades del Norte económico. Se trata de una evolución en las formas de viajar, conocer, disfrutar, consumir, que ponga a la vida en el centro, a la economía al servicio de las personas, y a la sostenibilidad como epicentro de un nuevo modelo económico, productivo y de desarrollo. Y esto en el contexto de crisis medioambiental global se relaciona directamente con la reducción: porque no es posible sostener por mucho tiempo mil millones de desplazamientos internacionales al año, porque esta situación más temprano que tarde conducirá a un colapso, porque no hay planeta que resista una agresión de este nivel.

Creo que el desafío es asumir de forma colectiva y consensuada esta transformación, antes de que sea la propia naturaleza la que imponga sus límites.

Fuente: http://www.albasud.org/blog/ca/376/entrevista-a-rodrigo-fern-ndez-miranda-a-ecotumismo

¿Estamos a tiempo de evitar la disrupción climática? ¿Qué es lo que, realmente, habría que hacer?

Blog Usted no se lo cree

“Our ignorance is not so vast as our failure to use what we know.” – Marion King Hubbert
Esta entrada explora implícitamente la cuestión fundamental: ¿Hemos superado ya el punto de no retorno?
Imagen del delta del Ebro, relacionada con el objetivo de 350 ppmv, que dio la vuelta al mundo el año pasado en ocasión del evento 10:10:10 organizado por 350.org

Un lector reciente llegó a este blog, tuvo la paciencia de explorarlo a fondo, y me escribió hace una semana: ¿por qué no habla usted de las soluciones? Tenía razón.

El correo de este amable visitante gallego coincidía, precisamente, con la elaboración de esta entrada. Le dije que yo prefería llamarles respuestas, porque no había encontrado nada que me convenciera como auténtica solución. Le señalé que acababa de aparecer un trabajo de gran relevancia, que me había aportado nueva luz, y que me disponía a referenciarlo aquí. También le dije que el texto era, probablemente, demasiado largo.

En eso estamos. Pero si usted quiere entender de una vez por todas, de forma cabal, el problema climático al que nos enfrentamos, lea este artículo y sus notas al pie.
El pasado 6 de mayo fue dado a conocer el borrador de un extenso paper[1] firmado por 14 eminencias científicas de todo el mundo, lideradas por James Hansen, el climatólogo jefe de la NASA. Este artículo, titulado The Case for Young People and Nature: A Path to a Healthy, Natural, Prosperous Future (1), está destinado a constituir una referencia en el campo del cambio climático en general, pues establece las eventuales posibilidades con que la humanidad cuenta, todavía, para resolver esta grave cuestión. De cara a la esperanza que todavía podamos albergar en solucionar el mayor problema con el que la humanidad se ha enfrentado jamás, este texto, y los que le dan soporte, están llamados a tener gran repercusión en los círculos científicos y políticos de los insiders.

James E. Hansen, considerado el mejor climatólogo del mundo por sus compañeros de la National Academy of Sciences de los Estados Unidos - y convertido a su vez en activista climático a pesar de haberse declarado republicano moderado – está muy prolífico en este 2011, pues ha emitido ya otros tres artículos (2,3,4), dos de los cuales, que contienen investigaciones que ofrecen fundamento a las conclusiones del que nos ocupa, han sido publicados en Archiv[2]. En uno de ellos firma con su principal colaborador, Makiko Sako, y en el otro son 14 los autores de los principales centros de investigación de todo el mundo. En el caso del texto final, el que voy a intentar describir en lenguaje asequible, son 15 los firmantes de distintos países. Todos ellos de la máxima categoría científica[3]. El paper que ha sido dado a conocer lo es en su versión borrador (draft).

Nullius in Verba
Nullius in Verba, lema de la Royal Society británica. Simboliza la potencia del método científico, basado en la evidencia contrastada y que puede ser cuestionada por cualquier persona, independientemente de su rango

Cuando un texto de este tipo se hace público fuera de los circuitos científicos establecidos es por alguna razón de peso. Y es que a veces hay verdadera prisa. Anunciar que han calculado que, deteniendo las emisiones de gases de efecto invernadero en seco en 2011, es posible todavía reducir la concentración atmosférica de CO2 desde su valor actual de 390 ppmv[4] al valor seguro de 350[5] ppmv en 2050 pero que, si espero unos pocos años más, sólo 10, aunque haga lo mismo, el sorpasso actual duraría más de 100 años, es algo que hay que dar a conocer lo antes posible. Sobre todo porque, en el segundo caso, el tiempo durante el cual la temperatura ha superado un valor crítico habría sido excesivo, y el sistema climático de la Tierra, a través de sus lazos de retroalimentación lentos, nos conduciría inexorable e irreversiblemente al desastre.
En el primer caso también hay números para que así sea, pero bastantes menos. Con sólo un poco de suerte podríamos librarnos de lo peor, y las generaciones más jóvenes no tendrían que andar lidiando con la destrucción permanente de la Tierra a lo largo de sus vidas, retirándose continuamente de la línea de mar, viendo como desaparece buena parte de la herencia cultural arquitectónica y luchando por la estricta supervivencia toda la vida. Como así sería, en el caso contrario, no sólo para los más jóvenes sino a lo largo de tantas generaciones como nos podamos imaginar. Virtualmente, para siempre.
Dicho de otro modo: con un poco de suerte, habríamos salvado la civilización.
¿Es posible, pues, evitar la disrupción climática? Según estas eminencias, es físicamente posible todavía salvar el planeta manteniendo más o menos el mismo aspecto que el que ha permitido el desarrollo de las civilizaciones. A muchos científicos les resulta no computable concebir que, siendo físicamente necesario, no se obre en consecuencia. Así, que lo sea económicamente, o políticamente, es algo en lo que los autores apenas entran, pero que iremos viendo hacia el final de esta entrada de blog. En todo caso, la (bien conocida) relación de impactos concretos del cambio climático[6] que efectúan en la segunda parte del artículo[7] – y en los que, por hoy, no entraré – puede entenderse como una forma de presión hacia la adopción de las acciones que plantean, o bien como un anuncio de lo inevitable, conocedores como deben ser de la dificultad de realización de sus propuestas.

Con respecto a los famosos 2 ºC de límite máximo, invención del entorno político, que no científico, de la Unión Europea (6,7), y ratificada en el “Acuerdo de Copenhague” (8), señalan taxativos:

“Debido a las evidencias acumuladas en las últimas décadas, la afirmación de que un calentamiento de 2 ºC es un objetivo ‘seguro’ es extremadamente insensata (!). Un calentamiento de esta magnitud llevaría a la Tierra hacia las condiciones del Plioceno, es decir, hacia un mundo diferente caracterizado por continuas disrupciones masivas tanto de la sociedad como de los ecosistemas (9) [énfasis añadido].

Las condiciones del Plioceno, período geológico de hace dos a cinco millones de años, no parecen muy atractivas, no tanto porque la temperatura media era 2 ºC superior a la actual sino, especialmente, porque el nivel del mar alcanzó un nivel 25 ± 10 metros superior al de ahora (10), fusión parcial de la Antártida mediante. Veamos pues qué nos proponen para evitar este desaguisado, pues cabe suponer que habrán explorado todo el océano de posibilidades.

Para entender bien la importancia del desafío es necesario, previamente, conocer algunos datos básicos, en número mínimo de tres.

La importancia del desafío

Los autores, tras justificarlo, dan por hecho que el desequilibrio energético de la Tierra es de 0,59 ± 0,15 W/m2 calculado para el período 2005-2010 (3) a partir de datos empíricos. Sin embargo, señalan que el valor a tener a tomar en consideración a efectos prácticos es el de 0,75 W/m2, pues lo que cuenta es el promedio a lo largo de todo el ciclo solar de 11 años (11). Esto significa que, en cada metro cuadrado de la Tierra, la diferencia entre el calor recibido por el sol en esa superficie y el calor emitido por esa misma superficie (promedio) hacia el espacio exterior equivale precisamente a esta cantidad de energía.

Para tener una idea de la significación de este valor se han propuesto dos analogías. La primera, que empleaba el propio Hansen hasta poco después de la mitad de la pasada década, era imaginar que, en cada metro cuadrado de la superficie de la Tierra, hay una bombillita pequeña, de esas de árbol de Navidad (12). No parece mucho. La segunda, sugerida por los oceanógrafos Sarah Purkey y Greg Johnson, consiste en imaginar que, suponiendo un planeta con 7 mil millones de habitantes humanos, cada uno de ellos, hombres, mujeres y niños, tiene encendida una estufa eléctrica (ellos dicen secador de pelo industrial) de 1.400 W las 24 horas del día, todo el año (13). Este calor, sostenido en el tiempo, es suficiente como para ir calentando los océanos y acabar fundiendo todo el hielo del planeta. Estas imágenes mentales importan mucho, pues de ellas depende, en buena medida, la intensidad de la percepción por parte de la población y, así, su capacidad de presión hacia el poder político.

Un segundo valor que los autores aportan es la cifra, ya famosa, de 350 ppmv de concentración atmosférica de CO2 como valor máximo de seguridad (14), que en este trabajo resulta considerablemente afinada. Así, dado que Hansen y su equipo han determinado algo fundamental, a saber, la función de respuesta climática[8] (es decir, la ecuación que determina la evolución de la concentración de CO2 y la temperatura tras una inyección súbita – o una reducción súbita – de CO2 en la atmósfera), están en condiciones de calcular que:
  • Para aumentar la radiación de calor al espacio en una cantidad de 0,5 W/m2 (inferior a la estrictamente necesaria), la concentración atmosférica de CO2 debe ser reducida de su nivel actual de 390 ppmv a 360 ppmv
  • Para aumentar este parámetro a 0,75 W/m2 y, así, restablecer el equilibrio energético y estabilizar el clima, la concentración atmosférica de CO2 debe de ser reducida a 345 ppmv (15)
Indican que la incertidumbre científica que estos valores puedan contener se podrá ir reduciendo con el tiempo, tanto en función de nuevo conocimiento teórico y metodológico como de las mediciones empíricas que se vayan realizando a medida que el sistema climático responde a las distintas intensidades de forzamiento a las que le vayamos sometiendo.

El tercer dato fundamental es el siguiente:
“Si se mantuviera durante mucho tiempo, un calentamiento global de 1 ºC en relación a la temperatura media entre 1880-1920 (o, lo que es lo mismo, 0,75 ºC por encima de 1951-1980 o, también igualmente, 0,3 ºC superior a la media móvil de los últimos cinco años antes de 2000)[9] , nos situaría ya cerca o dentro de la ‘zona peligrosa’. (16)
En claro: superar en sólo 3 décimas la temperatura media entre 1996 y 2000 sería estar ya en la zona peligrosa, aquella en la que no sabemos si estamos a tiempo de algo y encima sospechamos que no. Pensar que estamos a 0,15 ºC[10] de esta situación (lo pongo optimista, pues la temperatura está aumentado entre 0,15 y 0,20 ºC/década (17)), de modo que todavía quedan diez años, no deja de ser una triste buena noticia para quienes nos temíamos que ya no fuera así. Sin embargo, entiendo que las advertencias que hacen los autores en su texto, y que veremos al final, son suficientes para seguir manteniéndome en la duda razonable. Mejor dicho: acabarán llevándome a la conclusión contraria, aquella que los científicos no escriben, sólo hablan. Pero vayamos por partes.

Querido lector, tener estos tres datos a mano es algo de la máxima relevancia. ¿Significa que, una vez reducida la concentración de CO2 a 345 ppmv, hemos resuelto el problema? Bueno, sí y no. Es decir: seria que si en el caso de que el actual rebasamiento (overshoot) del valor de seguridad de 350 ppmv no durara demasiado tiempo. Sería que no en el caso contrario porque entonces, en realidad, sería imposible la reducción – de hecho, sería imposible reducir en absoluto, pues el sistema climático habría quedado, entonces, fuera de todo control humano debido a la entrada en el terreno de juego, a la activación, de los fenómenos de retroalimentación del tipo lento, que más adelante veremos.

¿Cuánto es demasiado tiempo? Nos topamos aquí de nuevo con la incertidumbre científica. Volveremos más adelante sobre este punto, y de momento veamos qué deberíamos hacer para que la concentración se reduzca de los 390 ppmv actuales a ~350 ppmv cuanto antes.

¿Bastaría con frenar hoy en seco todas las emisiones?

Para tener una idea de urgencia, es ilustrativo saber cómo evolucionaría el sistema en el caso de que las emisiones frenaran en seco y nos fuera posible comparar distintas situaciones: 1) si ocurriera hoy; 2) si el frenazo fuera dentro de 20 años, o 3) si esperamos 40 años para acabar haciendo lo inevitable. Pues bien. Queda claro que ni dentro de 20 años ni dentro de 40 valdrá la pena hacer nada de todo esto y nos bastaría con adaptarnos a algo muchísimo peor que lo que por ahora podemos todavía plantearnos.

Digo esto porque, si frenáramos ahora, la concentración atmosférica de CO2 podría haberse reducido hasta las 350 ppmv no antes de la mitad de este siglo, pero si poco después. Podría no ser demasiado tiempo. En cambio, dentro de 20 años, las cosas habrían ido a bastante peor pues, si el frenazo se produjera entonces, la vuelta a 350 no tendría lugar (teóricamente) antes de 2250 (no es un error tipográfico). Y, con sólo seguir como hasta ahora hasta el 2050 y que, entonces, alguien nos obligara a frenar en seco, habría que esperar (teóricamente) ¡hasta después del año 3000![11] Ya intuimos que los dos últimos escenarios son demasiado tiempo. Por eso digo teóricamente porque, en realidad, eso no iba a ocurrir: el sistema climático habrá adquirido dinámica propia y la temperatura aumentaría exponencialmente, totalmente fuera de nuestro control.

Izquierda: Evolución del CO2 atmosférico si las emisiones se reducen al 6% anual comenzando en 2012 y se produce una reforestación que consigue retirar 100 GtC de la atmósfera, en el período 2031-2080. Se observa que la reducción al valor necesario apenas se produce antes de 2150; Derecha: Evolución del CO2 atmosférico si las emisiones continúan BAU y se produce una reducción del 5% anual comenzando en 2020, 2030, 2045 y 2060 (1)

Evolución prevista de la temperatura global relativa al promedio 1880-1920 según los escenarios planteados en la figura anterior. La zona punteada corresponde a mediciones reales (1)

Qué podemos hacer? Está claro que no podemos frenar en seco, digamos, mañana. Bueno, no queremos hacerlo, pues ciertamente tal vez salváramos el planeta pero a costa de una hambruna generalizada y guerras por los recursos que se llevarían por delante a la inmensa mayoría de la población. Comprensiblemente, ésta abandonaría cualquier atisbo residual de ética y responsabilidad generacional que todavía pueda mantener hoy y que, sin duda, comparten mis lectores como característica común. De modo que sólo queda actuar de forma gradual, y desde luego por las dos vías: dejar de añadir CO2 lo antes posible, o sea, organizarse para una rápida eliminación de las emisiones actuales y, además, retirar el exceso de carbono ahora presente en la atmósfera.

Muy importante: no vale lo segundo sin lo primero. No hay tierra fértil disponible suficiente para compensar con reforestación lo que se emite, y mucho menos lo que ya está emitido y sobra. De modo que nadie crea que, a estas alturas del asunto, pasados de vueltas como andamos y con el motor a punto de reventar, podemos seguir más o menos igual y, mientras tanto, jugar a ‘compensar’ nuestras excrecencias plantando arbolitos. Puede valer a nivel individual. No sirve a nivel global[12].

Hay que dejar de añadir al tiempo que quitamos lo que sobra

Los autores han calculado que la cantidad de carbono que hay que retirar de la atmósfera para tener alguna posibilidad real de reducir la concentración de CO2 a los valores seguros – y, así, restablecer el equilibrio energético de la Tierra – es la friolera de 100 GtC (100.000.000.000.000 kilos de carbono). Admiten para ello un plazo de 50 años, y señalan que el período 2031-2080 puede valer, teniendo sobretodo en cuenta la incertidumbre que pesa sobre esta cifra, que resulta ser, en el estado actual de conocimiento, cercano al 50% (18). Además es preciso reducir las emisiones de CO2 a un ritmo anual del 6%, pero en este caso el plazo sí es crítico: comenzando no más tarde de 2013.

Esta es la combinación virtuosa, que los autores habrán sopesado como la más equilibrada en el compromiso concentración de CO2 – factibilidad: viabilidad estimada.

Ilustración: ScienceLos autores no entran en cómo conseguir esta sostenida reducción de emisiones, pues las recetas son bien conocidas: energías renovables, etc. – suponiendo que, teniendo en cuenta el menor EROEI[13] y las limitaciones que imponen las inexorables (y molestas) leyes de la termodinámica, sea posible alcanzar los valores de energía útil a los que estamos acostumbrados. No será así, ni mucho menos, y no quedará más remedio que reducir drásticamente nuestro consumo de energía (19).

[Sepa usted que, a estas alturas del conocimiento, disponer de la energía útil con la que ahora funcionamos (ni mucha menos) es puesto cada día más en duda entre científicos e ingenieros: ello a pesar de los buenos deseos de todos nosotros, del inaudito optimismo y habilidades del reciente informe del IPCC sobre el tema (20) que justo acaba de aparecer[14] – más propias de agencia de PR[15] que de un organismo científico – y del wishful thinking que, con la inestimable colaboración de nuestros líderes sociales, tanto nos nubla el entendimiento.]

En todo caso, una reducción del 6% anual empezando, como quien dice, ya mismo, es una barbaridad[16]. Sólo cabe esperar que, en los próximos meses, alguien con autoridad suficiente nos diga si es posible hacer esto, y cómo se hace, sin grave colapso social para todo el mundo. Digo esto para que, durante 2012, podamos ir preparándonos para la nueva vida.
Los autores, en cambio, orientan el texto a esbozar, a grandes rasgos, las líneas a seguir para la retirada de la atmósfera del CO2 en exceso. Veamos pues cómo eliminamos el CO2 sobrante, pero teniendo siempre en cuenta que:
“Un programa de reforestación ambicioso permite la posibilidad de retornar el CO2 al nivel de 350 ppmv dentro de este siglo, pero sólo en el caso de que las reducciones de emisiones procedentes de los combustibles fósiles comiencen muy pronto.” [énfasis añadido]
O sea, en 2013.

¿Bastaría con reforestar toda la Tierra?

Vamos a ver. ¿Qué nivel de reforestación sería necesario?

Queda claro en el texto que no bastaría con plantar unos cuantos árboles, ni tan solo miles de millones de árboles. Lo primero es dejar de deforestar al 0,6% anual (21), incluyendo el control del fuego forestal. Después habría que reforestar todo lo que se ha deforestado durante la era industrial. Como esto no resulta muy práctico, proponen que se reforeste todo lo que se pueda (?) siempre que:
  1. Se construyan plantas de generación de energía a partir de la biomasa, pero en centrales que admitan la captación y el secuestro in situ del CO2 resultante de la combustión. Cuidado: nada de los biocombustibles actuales (trigo, azúcar), que no solucionan nada[17] y generan nuevos problemas, sino de forma que el combustible original proceda de residuos agrícolas y forestales.
  2. Se cambien las prácticas agrícolas actuales. La agricultura debe abandonar el arado intensivo y dejar de usar fertilizantes de origen químico, evitando así la continua degradación actual del suelo. Sólo de esta forma podrá dejar de ser una fuente de CO2 para convertirse en un sumidero neto. Arado, el mínimo, máximo reciclado biológico de nutrientes y reciclado del agua de riego, basado éste, principalmente, en la lluvia. Esta ‘nueva’ forma de agricultura permitiría retirar de la atmósfera entre 0,4 y 1,2 GtC/año (22). Esto no significa otra cosa que abandonar la agricultura industrial.
Así que, mientras desmontamos la generación de energía mediante el carbón, transformamos la automoción hacia los vehículos eléctricos allí donde se pueda y empleamos biocombustibles allí donde no, pero sólo los procedentes de residuos agrícolas o forestales[18] tenemos que ir terminando con la agricultura y con el riego industrial. Presumiblemente, los autores habrán calculado que la seguridad alimentaria de la población no quedaría comprometida, aunque sólo tocan este asunto de forma tangencial refiriéndose a la necesidad de que la agricultura esté basada, según sus palabras, en ‘pequeños propietarios’, o minifundistas (26). O sea: el huerto.

No dicen nada los autores sobre la viabilidad de la famosa captura de CO2 en origen (es decir, almacenar bajo tierra, o mar, el CO2 de la combustión de carbón y del gas natural que se produce en las centrales de generación de energía eléctrica, y que ahora extienden a la biomasa residual), greenwashing tecnológico de las empresas energéticas [ver: No sucumbir al greenwashing]. Esta tecnología ha sido puesta seriamente en duda nada menos que en el Journal of Petroleum Science and Engineering (27) - si bien un reciente trabajo del Lawrence Berkeley National Laboratory se muestra algo más optimista al respecto (28). Lo que es cierto es que los proyectos de demostración no funcionan todavía, a pesar de sus incesantes (y astronómicas) demandas financieras (29,30), y también energéticas (31).

Necesdades de agua para la producción de energía a partir de biocombustibles (36)

La cuestión es que, allí donde James Lovelock apuesta por las nucleares (32), estos otros gurús, más correctos, parecen apostar por el secuestro de carbono, cosa que, es de suponer, va a ser combatida con fe e insistencia equivalente por las organizaciones ecologistas. Igual llevan razón diciendo que esto es el chocolate del loro (33), pero yo prefiero apuntarme a la esperanza de James Hansen y sus eminentes colegas. La única diferencia entre los dos es que, si bien una de las tecnologías ya funciona, la otra todavía no. En cualquier caso el asunto está complicado, fotut, porque, si optáramos por la energía nuclear, cuyas plantas necesitan al menos cinco años para ser operativas (algunos dicen 10), no llegaríamos a tiempo[19] y, si nos decidiéramos por el secuestro de carbono, en pocos años difícilmente sabremos primero cómo, y después dónde, almacenar miles de millones de toneladas de carbono cada año en forma de gas CO2 (multiplique usted por 3,664), o gas licuado, de forma segura. Y algo no menor, a saber, cuánta energía adicional a generar sería necesaria sólo para este proceso que, según el 3r informe del IPCC[20] de 2007, puede llegar a ser de casi la misma que la energía útil generada, de modo que habría que generar casi el doble (34). Y cuánta agua (35) que, por lo demás, siempre parece ser sistemáticamente subestimada cuando de biocombustibles se trata (36,37). Por lo menos es de esperar que, de residuos orgánicos, los que se vayan a quemar, los haya en cantidad suficiente como para cubrir la demanda de energía líquida que alimenta el sistema económico, es decir, para otros usos que no sean sólo la propia generación de energía, el secuestro de CO2 resultante de su generación, y la alimentación humana.

Tampoco dicen nada los autores acerca de los costes de la generación de estos biocombustibles de segunda generación. Entretanto, Miguel A. Carriquiry y otros dos autores del Centro para el Desarrollo Agrícola y Rural de la Universidad Estatal de Iowa nos informan en la revista académica Energy Policy de que:

“A corto y medio plazo, el coste supone una barrera mayor para la producción comercial … los biocombustibles de segunda generación suponen un coste de capital muy elevado, del orden de cinco veces el caso de una planta de etanol de almidón de una capacidad similar” (38) [énfasis añadido]

Démonos cuenta de que los biocombustibles actualmente al uso ya son más caros que los combustibles fósiles, y que el trabajo de Carriquiry no cuenta con que, encima, hay que secuestrar el carbono.
Respecto a la deforestación cabe señalar dos cuestiones. La primera se refiere a que, cuando deforestamos, no lo hacemos por simple amor al fuego, sino con dos objetivos principales. Uno es aumentar la superficie destinada a producción agrícola, sea ésta destinada al cultivo alimentario o al cultivo energético (biocombustibles) (39,40). En el tercer mundo también se deforesta, y mucho, para construir centrales hidroeléctricas. El otro objetivo es el de la explotación de la biomasa, principalmente en forma de madera y papel. La madera destinada a mobiliario no es un problema[21] salvo cuando se quema, pero el papel no reciclado acaba degradándose en su mayor parte, y por tanto emite CO2 al final de su vida útil. [Recordemos demás que el reciclado del papel consume una gran cantidad de energía).

La importancia decisiva de la dieta

Digo todo esto porque dejar de deforestar significa cambiar muchas cosas, entre la que una de las menos importantes será olvidarnos del papel barato. Pero hay algo que me parece más serio, relacionado con la urgente necesidad de revertir el proceso: la reforestación propiamente dicha. Los autores nos recuerdan que hay distintas actividades que compiten por los usos de la tierra, y nos remiten a trabajos de la mayor seriedad donde se indica que la reforestación necesaria para la eliminación de esas 100 GtC requeriría de una superficie que es, aproximadamente, la mitad de la que ahora se destina en todo el mundo a la suma de la agricultura y la ganadería. Lo interesante es que, de esta suma, más o menos la mitad es cultivo agrícola y la otra mitad es ganadería. Desde luego esto es así en España: según Óscar Carpintero, la carne ganadera en España representa sólo el 15% del total de la ingesta los kilogramos ingeridos en 1995, pero supuso casi el 50% de la huella terrestre alimentaria (41).

Dado que el ganado se alimenta, en muy buena parte, precisamente de los cultivos agrícolas… la solución que proponen los autores exige una transformación de los hábitos alimentarios de la mayor magnitud en todo el mundo, justo ahora cuando las sociedades emergentes comienzan a disfrutar del consumo de carne, cuya demanda global crece a gran velocidad. ¡Todos vegetarianos! (42).
Los autores no olvidan mencionar la captura química de CO2 del aire, a saber, la disposición de equipos capaces de retirar directamente de la atmósfera el CO2 en exceso que contiene. A esto se le llama Captura Directa del Aire (Direct Air Capture, DAC). Estiman que el coste de retirar 50 ppmv es del orden de 60 billones de dólares (trillion). Esto es coherente con un reciente informe de la American Physics Society, en el que estiman, a partir de lo que califican de suposiciones optimistas, un coste de $600 por cada tonelada de CO2 retirada, sin contar el coste de gestión del producto una vez captado. Sin contar tampoco la monstruosidad de los equipos necesarios pues, hoy por hoy, sólo captan 20 tC/año/m2 de área: para eliminar el CO2 de una central térmica de 1 GW, se necesitarían paredes de 10 m de alto y 30 km de ancho… De modo que mejor reforestar (44).

Démonos cuenta de que, hasta aquí, nos hemos encontrado con las siguientes necesidades, prácticamente simultáneas[22], que nos impone el mundo físico:
  1. Reconsideración de la agricultura industrial a nivel global, y vuelta a la agricultura tradicional
  2. Cambio drástico de dieta en las sociedades ricas
  3. Reducción significativa del consumo de la cantidad de energía disponible para el sistema económico, con sus directas implicaciones en la evolución del PIB
  4. Necesidad de echar mano a corto plazo de una tecnología todavía no consolidada (CCS), que además cabe suponer que será ecológicamente contestada
Existe otra salvedad de consecuencias sociales también de gran magnitud. Todo el trabajo se refiere al CO2, y los valores de concentración que emplean se refieren sólo a este gas [ver: Relación entre gases emitidos, concentración en la atmósfera y temperatura resultante]. Sabemos que hay otros gases que contribuyen, en conjunto, en un 25% al efecto invernadero: metano, ozono troposférico, óxidos de nitrógeno, CFC y HFC, SF6 y distintos aerosoles[23], entre otros (45). Sabemos también que otros aerosoles, en particular el SO2, ejercen el efecto contrario, a saber, reflejan parcialmente la luz del sol. Se da el caso de que, por lo menos de forma aproximada, el efecto de calentamiento de esos otros gases, y el de enfriamiento de los aerosoles reflectores, se compensan mutuamente (46).
Las partículas de SO2 se originan durante la combustión del carbón en las centrales eléctricas (son las causantes de la lluvia ácida) y, a diferencia de los gases, el tiempo de permanencia en la atmósfera se mide en días[24]. Esto significa que, al reducir las emisiones de la combustión fósil, también se reduce la emisión de SO2, mientras que los demás gases permanecen: esto haría aumentar la temperatura [ver: El oscurecimiento global y el límite de los +2ºC: 1. No apto para menores].

En estas condiciones, los autores nos recuerdan que, además de hacer todo lo que nos dicen, hay que reducir, simultánea y drásticamente, las emisiones de todos estos otros gases. Pero para este caso nada dicen respecto a cómo hacerlo.
Todos estos elementos son los que me resultan difícilmente asumibles desde el punto de vista de su viabilidad no ya económica sino, esencialmente, política. Parece claro que, a la vista de las dificultades para ponerse de acuerdo sobre nada significativo, las instituciones internacionales existentes no son válidas para las necesidades actuales de la Humanidad (47). Hay que crear otras nuevas (47,48), y aún así estaría por ver si cumplirían mínimos. Piense en cuáles serían los organismos necesarios para conseguir lo que estas eminencias nos dicen que hay que hacer como mínimo, y qué poder coactivo deberíamos otorgarles. Y cómo se organiza esto cuando, precisamente, los dos países con mayor capacidad coercitiva, Estados Unidos y China, los principales emisores, uno no quiere bajarse del burro y el otro hace todo lo posible para subirse a él.

(Nosotros los europeos, cautiva y desarmada Bruselas por un ejército extranjero sabiamente exportador de ideología y soft power – que le funciona mucho mejor que el hard power puro y duro – hemos abandonado ya toda ilusión de liderar proceso alguno.)

Sin embargo…

En el texto, una vez planteados los objetivos cuantitativos y las acciones que proponen para conseguirlos, señalan que hay que tener muy presente una advertencia importante, que anuncian en contundentes términos expresivos:
“One important caveat must be stressed”

Se refieren a que, en sus cálculos, los lazos de retroalimentación lentos del sistema climático… ¡no han sido tenidos en cuenta! Señalan a este respecto que esta simplificación es válida para el siglo XX, pero que es muy dudoso que lo sea para los cálculos sobre el comportamiento del sistema climático en el siglo XXI. Esta afirmación es consistente con el hecho de que, actualmente, la pérdida de masa de hielo diaria conjunta de Groenlandia, la Antártida y los glaciares supone una aportación de agua al océano que, en números redondos, es de 1 Km3 diario. Y creciendo.

Recordemos que un lazo de retroalimentación positiva es lo mismo que lo que popularmente se conoce por círculo vicioso, a saber, que el efecto de una causa refuerza a la propia causa que produce el efecto. De esta forma, si nada lo compensa, el resultado conduce a la ruptura del sistema. Por el contrario, un lazo de retroalimentación negativa consigue atenuar la intensidad de la causa y permite, bajo determinadas condiciones, estados de equilibrio frente a las perturbaciones. En el sistema climático, desafortunadamente, la predominancia de los lazos de retroalimentación positiva es abrumadora, y se suelen clasificar en dos: los de dinámica rápida y los de dinámica lenta, abreviadamente lazos rápidos y lazos lentos. Démonos cuenta de que lo de rápidos es casi a un eufemismo, pues su respuesta se mide en años o décadas, pero se les denomina así en referencia a los lentos, cuya respuesta se mide en siglos, milenios o más.

Los lazos de realimentación considerados en la categoría de rápidos son 1) el efecto del vapor de agua; 2) el efecto de la nubosidad; 3) los aerosoles; y 4) el hielo marino, éste último denominado retroalimentación hielo-albedo. Entre los lentos, los más importantes son 1) la desintegración de las masas de hielo y 2) las emisiones de gases de efecto invernadero debidas al propio incremento de la temperatura , caso de las emisiones de CO2 y metano por descomposición del permafrost del Ártico [ver: Las emisiones de CO2 y metano del permafrost ártico ya se han iniciado y serán netas en los años 2020. El proceso es irreversible], o de la descomposición orgánica de los suelos en general. El único lazo de realimentación negativa de intensidad suficiente como para estabilizar algo es la conversión del CO2 en carbonatos (roca). Pero, desafortunadamente, es el mas lento de todos y opera a muy largo plazo (milenios).

Finalizando, y resumiendo, en el propio texto y dada la situación actual de conocimiento de la dinámica de los lazos lentos, menor que el de los rápidos, el trabajo presenta tres posibilidades, advirtiendo que no pueden ser muy precisos:
  1. El caso business as usual (BAU), o sea, seguir como hasta ahora, sin hacer nada significativo, hasta 2030. Supongamos que, a partir de entonces, disminuyen rápidamente las emisiones a un ritmo de un 5% anual. Asimismo, la reforestación para absorber las 100 GtC se inicia en 2030 y concluye en 2080. Resultado previsible: la temperatura alcanza +1,5 ºC y se mantiene por encima de +1 ºC hasta 2500. Demasiado tiempo. Las grandes masas de hielo no aguantarían, y perderían su capacidad de mantenerse estables a las perturbaciones. Pero es que incluso en el caso de que la situación actual se prolongue sólo hasta 2020, la superación del grado centígrado (recuerde, en referencia al promedio 1880-1920) se mantendría durante más de 100 años. Sigue siendo demasiado. Escenario descartado.
  2. El caso en que sigamos mareando la perdiz y sin hacer nada significativo tampoco en 2030 y continuemos quemando combustibles fósiles durante algunas décadas más. La analogía más próxima en la historia geológica de la Tierra se encuentra hace 55 millones de años cuando, en el denominado Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno, el calentamiento global superó los +5 ºC. El forzamiento, en ese caso, procedió, con toda probabilidad, de una emisión de metano de los fondos oceánicos, y provocó un planeta sin hielo y con el nivel del mar unos 75 m más alto que ahora durante al menos cinco millones de años (49). Lo interesante es que, en ese caso, el crecimiento de la cantidad de carbono en la atmósfera se produjo a una velocidad considerada de vértigo: entre 3.000 y 5.000 años. En la situación actual el vértigo es más vertiginoso: habremos hecho lo mismo ¡en menos de 200 años!, con lo que es de presumir que la respuesta será también mucho más aguda, según nos informan las leyes matemáticas. Escenario descartadísimo.
  3. Lo que proponen los autores como posible: reducir el 6% las emisiones a partir de 2013 y reforestar las 100 GtC a razón de 2 GtC/año, comenzando alrededor de 2030. En este caso:
“Este escenario ofrece la perspectiva de que la gente joven, las generaciones futuras y otros seres vivos del planeta tengan la oportunidad de residir en un planeta similar a aquél en el que se ha desarrollado la civilización.” (50)

El texto en inglés para ‘tengan la oportunidad’ es ‘would have a chance’, expresión lo suficientemente ambigua como para que pueda ser que sí, pero que también pueda muy bien ser que no. Yo me he apuntado a la traducción en versión optimista.

De no ser así:

“Los jóvenes de hoy y las generaciones siguientes se enfrentarían a un cambio climático y unos impactos climáticos continuos que estarían fuera de su control.”

Al final, el llamamiento desesperado:

“Para proteger el futuro de los niños y evitar la pérdida de servicios cruciales de los ecosistemas, los gobiernos tienen que actuar inmediatamente para reducir de forma significativa las emisiones procedentes de los combustibles fósiles. De no hacerlo así, serían cómplices de estas pérdidas y de sus consecuencias.” [énfasis añadido] (1).

Examinar referencias

Notas
[1] Artículo científico publicado en una revista académica peer-reviewed del circuito científico regular, revisado y aceptado por otros expertos del mismo campo
[2] Archiv es un punto intermedio de la publicación científica, que sirve para presentar resultados intermedios que servirán posteriormente para fundamentar conclusiones finales
[3] James Hansen, Pushker Kharecha, Makiko Sato, Jeffrey Sachs (Columba University, Earth Institute, New York), Paul Epstein (Center for Health and the Global Environment, Harvard Medical School, Boston), Paul J. Hearty (Department of Environmental Studies, University of North Carolina at Wilmington), Ove Hoegh Guldberg (Global Change Institute, University of Queensland, Australia), Camille Parmesan (Integrative Biology, University of Texas, Austin), Stefan Rahmstorf (Potsdam Institute for Climate Impact Research, Germany), Johan Röckstrom (Stockholm Resilience Center, Stockholm University), Eelco J.Rohling (Southhampton University, United Kingdom), Peter Smith (University of Aberdeen, United Kingdom), Konrad Steffen (Cooperative Institute for Research in Environmental Sciences, University of Colorado), Karina von Schuckmann (Centre National de la Recherche Scientifique, LOCEAN, Paris), James C. Zachos (Earth and Planetary Science, University of California, Santa Cruz)
[4] Partes por millón, en volumen. Suele abreviarse por ppm.
[5] Valor determinado como máximo por la NASA en un trabajo de referencia publicado en 2008 (5) y asumido como válido por la práctica totalidad de la comunidad científica especializada
[6] Dedican un apartado a cada uno de los siguientes impactos: nivel del mar, desplazamiento de las zonas climáticas (ahora a razón de 100 km/año), extinción de especies, destrucción de los ecosistemas de coral, tormentas y otros extremos hidrológicos, fusión de los glaciares montañosos, salud humana y las implicaciones sociales de estos fenómenos.
[7] Son bien conocidos, pero su relación y fundamentación en base a distintas referencias nos sirve para saber, de entre la miríada de trabajos existentes, a cuáles sus señorías otorgan mayor credibilidad.
[8] La función de respuesta climática determinada por la NASA para la evolución del CO2 tras un pulso (inyección súbita) de CO2 responde a la fórmula: CO2 (t) = 18 + 14 e-t/420 + 18 e-t/70 + 24 e-t/21 + 26 e-t/3.4. Los autores señalan que esta expresión simplificada, válida para el corto-medio plazo, reproduce con una precisión suficiente el comportamiento del sistema climático en el pasado, conocido mediante la paleoclimatología, y constituye una aproximación suficiente al comportamiento de los modelos climáticos más confiables (14). La respuesta inversa, para el caso de una reducción súbita, es muy similar (1).
[9] Es decir, el promedio de la temperatura media anual de los años 1996 a 2000
[10] Dado que la temperatura está aumentando a un ritmo de 0,15 ºC / década, hoy no nos quedan más que quince centésimas de grado de margen de seguridad
[11] Una muestra más de que los fenómenos de la naturaleza son fuertemente no lineales
[12] A este respecto, también indican que la reducción individual del consumo de energía fósil no es útil a efectos de reducción de emisiones. Esto es así porque, en las condiciones actuales de funcionamiento del sistema económico, la disminución de la demanda hace disminuir su precio, lo que permite que otros puedan acceder al recurso y emitir desde otro lugar.
[13] Energy Return on Energy Invested, o cantidad de energía necesaria para obtener la energía que es aplicada al sistema económico y no aplicada en la obtención de esa energía.
[14] A este informe del IPCC le hacen decir que es posible que el 80% de la energía de 2050 sea generada por fuentes renovables. A la espera de que se publique el informe completo, pues sólo se sabe del Sumario para Responsables de Políticas, que sabemos siempre aguado, cabe destacar que se refiere a la demanda energética de hoy (con lo que condena a la pobreza a miles de millones de personas) y que considera a los biocombustibles como una fuente renovable, cuando sabemos que eso es sólo bajo condiciones muy estrictas y difícilmente generalizables (20).
[15] Relaciones públicas
[16] He calculado que esto supone una reducción de las emisiones del 90% en 40 años, lo que va más allá del más optimista de los 164 escenarios analizados por el informe del IPCC (20).
[17] A pesar de toda la propaganda en contrario, sabemos ya que los biocombustibles a partir del azúcar – y, en mayor medida, el trigo – generan muchos más problemas que los que resuelven, una vez se emplean a gran escala. Su EROEI es muy bajo, y desde el punto de vista de las emisiones tanto la deforestación que generan como la fertilización a través de combustibles fósiles provoca que, a corto-medio plazo (unos 50 años), se generen muchas más emisiones de gases de efecto invernadero (CO2 y NOx) que las que se evitan (22,23).
[18] Parte de los llamados biocombustibles de segunda generación, los únicos con los que no es posible no producir emisiones netas (25)
[19] Estaría por ver, pues cuando Estados Unidos entró en la segunda guerra mundial, Roosvelt transformó General Motors de una fábrica de automóviles a una de armamento móvil (tanques, etc.) en el plazo récord de 9 meses.
[20] International Panel of Climate Change: Panel Internacional sobre Cambio Climático, organismo de la ONU.
[21] No hay degradación ni combustión y, por tanto, tampoco emisiones. Es como un secuestro.
[22] Concretamente, la generación actual de jóvenes
[23] Partículas sólidas en suspensión. Polvo, digamos.
[24] El tiempo de permanencia de estos demás gases se mide en décadas, a diferencia del CO2, que se mide en milenios.
Fuente: http://ustednoselocree.com/2011/05/20/que-es-lo-que-realmente-habria-que-hacer/
 

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