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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

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[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

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Por qué si... las razones de la guerra en Colombia


Allende La Paz, Cambio Total.

Dice Lisandro Duque en su columna de hoy domingo “Porcentajes interesantes” que “Escribía el doctor Gómez Méndez hace cuatro meses: “El ministro de Defensa ha recordado que las acciones guerrilleras afectan apenas al cinco por ciento de la población. (…) Hay más homicidios ocasionados por riñas, intolerancia o vandalismo que por acciones bélicas. (…) Sólo el 10 por ciento de la delincuencia, según la Policía Nacional, está asociada al conflicto. Lo demás es delincuencia común y organizada, en conexión con fenómenos como narcotráfico, pandillas o bandas criminales”.

Lo que nos lleva a la pregunta de Por qué si...

Afectan apenas al 5% de la población, Colombia, es decir, el inquilino de la Casa de Nari determina que el presupuesto de la guerra sea descomunal y malgasten el 6,3% del PIB -216 billones de pesos se malgastaron en la guerra la década pasada y los cálculos serán que se gastarán otros 216 billones si no la paran-?

Entonces por qué Colombia tiene las 2º más grandes fuerzas militares de Latinoamérica con 500.000 unidades –después de Brasil-?

Será que Gómez Méndez que tiene fama de “inteligente” no alcanza a barruntar el por qué? Lo ayudaremos a que las entienda si algún día lee este artículo.

En primer lugar, porque así lo determinaron en los centros de poder de Washington. La injerencia nefasta de Estados Unidos en nuestros asuntos internos es de tal magnitud que, por ejemplo, el Plan Colombia –al que le han dado un entierro de tercera y ya no lo mencionan, ahora hablan del Plan Consolidación- han malgastado más de 35 mil millones de dólares desde 2000 hasta el 2012, más de 4.000 mil millones “aportados” por los gringos, constituyéndose Colombia en el primer receptor de “ayuda” militar de USAmérica.

En segundo lugar, porque los planes contrainsurgentes y guerreristas de los gobiernos de USAmérica han convertido a Colombia en un “laboratorio contrainsurgente” que les ha permitido perfeccionar la técnica hasta el punto que hoy ya no realizan “invasiones” con sus propias tropas, sino que utilizan las bandas de mercenarios para adelantar la “tarea sucia” de masacramiento del pueblo del país o países objeto de la avaricia gringa (robo de petróleo, oro, niquel, etc, en fin, riquezas naturales) y así apoderarse de esos recursos para paliar su crisis (Invasiones a Libia, Siria, Iran, después vendrá Venezuela, etc, etc... y “exportación” de paramilitares a Irak, Afganistán, Honduras, Israel).

En tercer lugar, porque si bien las acciones guerrilleras afectan sólo el 10% de la población, el peso específico de ellas en la vida nacional les está demostrando que si las cosas continúan como van, con una guerrilla que contuvo y superó el más grande esfuerzo contrainsurgente en latinoamérica por parte de los gringos, que incluso se da el lujo de adelantar acciones ofensivas y de guerra de guerrillas, puede fácilmente transformarse en el catalizador de la acción del pueblo que cansado de las políticas hambreadoras de la oligarquía decida explotar y mediante la acción combinada de fuerzas guerrilleras y pueblo, tomarse el poder.

En cuarto y último lugar, porque el imperio necesita que su “patio trasero” esté limpio de fuerzas que se opongan a sus designios y así poder apropiarse impúnemente de los recursos naturales de éstos países (Venezuela, por ejemplo). Las FARC-EP son un “ruido” molesto para las fuerzas imperiales que utilizarán a las descomunales fuerzas militares-neo-narcoparamilitares colombianas para invadir Venezuela, o Ecuador, o Brasil, fuerzas invasoras que seguirán siendo combatidas por las FARC en la propia retaguardia colombiana de continuar ellas existiendo como ejército irregular popular.

Es más fácil para el imperio que no existan unas FARC que alienten a su pueblo y a los pueblos latinoamericanos a combatir a unas fuerzas militares-neo-narcoparamilitares utilizadas por el imperio como invasores, ya que los pueblos que han sido desarmados no sólo físicamente sino también mentalmente son convertidos más fácilmente por la maquinaria ideológica-propagandística en presa del “enemigo invasor”, el imperio. 

Estas son apenas algunas de las consideraciones que nos ayudan a explicar las razones del “Por qué si...”.

Fracasa la fiscalía colombiana en su guerra contra defensores de derechos humanos en España

Por Patricia Rivas
Rebelión

Tres meses después del archivo de la causa contra Remedios García, la Audiencia Nacional archiva la solicitud de extradición contra la defensora de derechos humanos y refugiada política Leyla Ordóñez, poniendo fin a un año y medio de persecución judicial. Quedan así frustrados los intentos del Estado colombiano de exportar a España la persecución contra opositores y activistas por la solución pòlítica al conflicto armado interno, que ha contado, hay que decirlo, con la entusiasta colaboración de fiscales y medios de comunicación del Reino.

El Juzgado Central de Instrucción nº 1 de la Audiencia Nacional ha resuelto este 29 de octubre levantar las medidas cautelares y archivar el expediente de extradición emitido por las autoridades de Colombia contra Leyla Ordóñez, ciudadana colombiana, defensora de los derechos humanos refugiada en España desde hace más de una década.

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Túnez: el entierro multitudinario de Chukri Belaid. Funeral, resurrección, peligro

Santiago Alba Rico

Más de un millón de personas -según datos del ministerio del Interior- acompañó ayer a Chukri Belaid hasta el cementerio de Al-Yalaz, en lo que es sin duda no sólo el entierro sino la manifestación más grande de la historia de Túnez. Como dice el sociólogo Jabib Ayeb, hubo un 6 de enero (la fecha en la que comenzó en 2008 la revuelta minera), hubo un 14 de enero (día del derrocamiento de Ben Ali) y hay ahora un 8 de febrero, tercer jalón de un proceso que el asesinato del líder de Frente Popular puede reconducir y acelerar. Esta enorme movilización, en un país paralizado por la huelga general, ha tenido sin duda una dimensión catártica: la re-liberación de ese miedo nuevo que amenazaba con atenazar los corazones y paralizar, como en tiempos de la dictadura, el pulso popular. El entierro de Chukri Belaid, tiene razón Gilbert Naccache, es un signo de salud revolucionaria, de vitalidad intravenosa, la prueba de que el aliento rugiente que derrocó al dictador no se ha apagado. Un aliento liberador que ha tenido ya su traducción en una conquista en apariencia diminuta, pero de un alcance subversivo: por primera vez en la historia de Túnez y quizás de todo el mundo árabe, contra lo que es la tradición, las mujeres han entrado junto con los hombres en el cementerio y participado con ellos en el funeral.

Pero la multitudinaria movilización de ayer tiene también una evidente dimensión simbólica. Hay como un déjà vu que retrotrae la memoria colectiva al 14 de enero y que, por un trampantojo mecánico, pero comprensible en el marco de la confrontación actual, contribuye a identificar de manera engañosa el partido Nahda con Ben Alí, hasta el punto de que durante algunas horas se difundió en la red -y en algunos medios digitales- la falsa noticia de que el líder islamista Rachid Ghanouchi había abandonado el país para refugiarse en Londres. Este trampantojo se ve reforzado por las propias cifras de participación, que alimentan la conciencia de una especie de unanimidad nacional. Ahora bien, no se debería ceder a la ilusión de que, frente a Nahda, el pueblo está unido como lo estuvo fugazmente frente a Ben Ali. En primer lugar porque no hay que olvidar que Nahda, pese a su desgaste, cuenta con un apoyo que no tenía el dictador y que su criminalización sólo puede nutrir los sectores más radicales y reaccionarios de esta formación y atizar las formas más violentas de confrontación. En segundo lugar porque esa aparente unidad oculta en realidad intereses políticos muy diferentes encarnados en fuerzas muy dispares vinculadas ayer en el espacio, pero que no lo están ni en los programas ni en los métodos ni en los objetivos. Basta pensar en las declaraciones del “viejo zorro” Caid Essebsi, máximo dirigente de Nidé Tunis, pidiendo la disolución de la Asamblea Constituyente o en algunas llamadas al golpismo que circulan por la red (a las que la presencia del ejército protegiendo el sepelio ha dado también alas “revolucionarias”). La gigantesca, emocionante movilización del viernes pone en manos del Frente Popular un capital que es suyo sólo de refilón y que podrían utilizar otros actores en dirección contraria a la que Chukri Belaid deseaba. Es como si a toda velocidad la misma revolución que derrocó a Ben Ali estuviese ahora a punto de derrocar, o de dejar a un lado, a la fuerza política que esa misma revolución llevó al poder y que ayer apareció encogida, arrinconada, con su puñado de seguidores, un poco afónicos, pidiendo respeto a la legalidad frente al Parlamento del Bardo. Pero descartar a Nahda, ¿para ir a dónde? ¿Para que gobierne quién?

Es aquí donde hay que introducir la otra dimensión, la propiamente política, que es la que en definitiva va a definir, si lo hay, el reemplazo a medio plazo de Nahda. El asesinato de Chukri Belaid y la demostración colectiva de ayer no permiten mantener ni un minuto más el impasse institucional. La formación de un nuevo gobierno provisional aceptado por la mayor parte de las fuerzas políticas es la única garantía de que no se produzca un peligrosísimo vacío de poder. La insistencia ayer del primer ministro Jebali, tras el funeral de Belaid, en proponer un gabinete “técnico” y apartidista plantea algo más que dudas legales de procedimiento. Como sabemos, no sólo el Frente Popular y las otras fuerzas de oposición, no sólo el presidente Marzouki, socio de gobierno; también sus propios compañeros de partido han manifestado su rechazo a esta solución. Lo que el miércoles por la noche, horas después del asesinato del líder marxista, parecía una iniciativa valiente y esperanzadora se revela ahora una cabezonería casi suicida. Incluso si llegara a formar gobierno sin negociaciones previas con los partidos y al margen de la Asamblea Constituyente, una moción de censura podría dejar sin efecto sus nombramientos. Por lo demás, la idea de un gobierno de unidad nacional, propuesta por la coalización de izquierdas, quedó ayer refrendada por la movilización popular. Esa movilización debe servir, en efecto, para relegitimar la Asamblea Constituyente, única emanación concreta de la voluntad popular, acelerar la aprobación de la carta magna y celebrar nuevas elecciones lo antes posible. La prolongación de la incertidumbre abre grandes escotes a las maniobras de todas las manos negras y alimenta el riesgo de que un nuevo atentado convierta esa multitud poderosísima de ayer, potencialmente de izquierdas, en la justificación misma de una trágica involución a la argelina.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Hoy, en América Latina, Marx ¿sería extractivista?

Eduardo Gudynas | 09-02-2013/.


En América Latina siguen avanzando las estrategias enfocadas en minería, hidrocarburos y monocultivos, a pesar que esto significa repetir el papel de proveedores de materias primas y de las resistencias ciudadanas. Este modo de ser extractivista se expresa tanto en gobiernos conservadores como progresistas. Pero como entre estos últimos se esperaba otro tipo de desarrollo, esa insistencia se ha convertido en un nudo político de enorme complejidad.

Para sostener el empuje extractivista se está apelando a nuevas justificaciones políticas. Una de las más llamativas es invocar a los viejos pensadores del socialismo, para sostener que no se opondrían al extractivismo del siglo XXI, y además, lo promoverían.

Seguramente el ejemplo más destacado ha sido el presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien para defender al extractivismo lanzó dos preguntas desafiantes: “¿Dónde está en el Manifiesto Comunista el no a la minería? ¿Qué teoría socialista dijo no a la minería?” (entrevista de mayo de 2012).

Correa redobla su apuesta, ya que además de citar a Marx y Engels, le suma un agregado propio que no puede pasar desapercibido: “tradicionalmente los países socialistas fueron mineros”. El mensaje que se despliega es que la base teórica del socialismo es funcional al extractivismo, y que en la práctica, los países del socialismo real lo aplicaron con éxito. Si su postura fuese correcta, hoy en día, y en América Latina, Marx y Engels deberían estar alentando las explotaciones mineras, petroleras o los monocultivos de exportación.

Soñando con un Marx extractivista

Comencemos por sopesar hasta dónde puede llegar la validez de la pregunta de Correa. Es que no puede esperarse que el Manifiesto Comunista, escrito a mediados del siglo XIX, contenga todas las respuestas para todos los problemas del siglo XXI.

Como señalan dos de los más reconocidos marxistas del siglo XX, Leo Huberman y Paul Sweezy, tanto Marx como Engels, aún en vida, consideraban que los principios del Manifiesto seguían siendo correctos, pero que el texto había envejecido. “En particular, reconocieron implícitamente que a medida que el capitalismo se extendiera e introdujera nuevos países y regiones en la corriente de la historia moderna, surgirían necesariamente problemas y formas de desarrollo no consideradas por el Manifiesto”, agregan Hunerman y Sweezy. Sin duda esa es la situación de las naciones latinoamericanas, de donde sería indispensable contextualizar tanto las preguntas como las respuestas.

Seguidamente es necesario verificar si realmente todos los países socialistas fueron mineros. Eso no es del todo cierto, y en aquellos sitios donde la minería escaló en importancia, ahora sabemos que el balance ambiental, social y económico, fue muy negativo. Uno de los ejemplos más impactante ocurrió en zonas mineras y siderúrgicas de la Polonia bajo la sombra soviética. Hoy se viven situaciones igualmente terribles con la minería en China.

No puede olvidarse que muchos de esos emprendimientos, dado su altísimo costo social y ambiental, sólo se vuelven viables cuando no existen controles ambientales adecuados o se silencian autoritariamente las demandas ciudadanas. Tampoco puede pasar desapercibido que aquel extractivismo, al estilo soviético, fue incapaz de generar el salto económico y productivo que esos mismos planes predecían.

Actualmente, desde el progresismo se defiende el extractivismo aspirando aprovechar al máximo sus réditos económicos para así financiar, por un lado distintos planes sociales, y por el otro, cambios en la base productiva para crear otra economía.

El problema es que, de esta manera, se genera una dependencia entre el extractivismo y los planes sociales. Sin los impuestos a las exportaciones de materias primas se reducirían las posibilidades para financiar, por ejemplo, las ayudas monetarias mensuales a los sectores más pobres. Esto hace que el propio Estado se vuelva extractivista, convirtiéndose en socio de los más variados proyectos, cortejando inversores de todo tipo, y brindando diversas facilidades. Sin dudas que existen cambios bajo el progresismo, pero el problema es que se repiten los impactos sociales y ambientales y se refuerza el papel de las economías nacionales como proveedores subordinados de materias primas.

La pretensión de salir de esa dependencia por medio de más extractivismo no tiene posibilidades de concretarse. Se genera una situación donde la transición prometida se vuelve imposible, por las consecuencias del extractivismo en varios planos, desde las económicas a las políticas (como el desplazamiento de la industria local o la sobrevaloración de las monedas nacionales, tendencia a combatir la resistencia ciudadana). El uso de instrumentos de redistribuciones económicas tiene alcances limitados, como demuestra la repetición de movilizaciones sociales. Pero además es costoso, y vuelve a los gobiernos todavía más necesitados de nuevos proyectos extractivistas.

Es justamente todas esas relaciones perversas la que debería ser analizada mirando a Marx. El mensaje de Correa, si bien es desafiante, muestra que más allá de las citas, en realidad, no toma aquellos principios de Marx que todavía siguen vigentes para el siglo XXI.

Escuchando la advertencia de Marx

Marx no rechazó la minería. La mayor parte de los movimientos sociales tampoco la rechazan, y si se escuchara con atención sus reclamos se encontrará que están enfocados en un tipo particular de emprendimientos: a gran escala, con remoción de enormes volúmenes, a cielo abierto e intensiva. En otras palabras, no debe confundirse minería con extractivismo.

Marx no rechazó la minería, pero tenía muy claro donde debían operar los cambios. Desde esa perspectiva surgen las respuestas para la pregunta de Correa: Marx distinguía al “socialismo vulgar” de un socialismo sustantivo, y esa diferenciación debe ser considerada con toda atención en la actualidad.

En su “Crítica al programa de Gotha”, Marx recuerda que la distribución de los medios de consumo es, en realidad, una consecuencia de los modos de producción. Intervenir en el consumo no implica transformar los modos de producción, pero es a este último nivel donde deberán ocurrir las verdaderas transformaciones. Agrega Marx: “el socialismo vulgar (…) ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y, por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribución”.

Aquí está la respuesta a la pregunta de Correa: Marx, en la América Latina de hoy, no sería extractivista, porque con ello abandonaría la meta de transformar los modos de producción, volviéndose un economista burgués. Al contrario, estaría promoviendo alternativas a la producción, y eso significa, en nuestro contexto presente, transitar hacia el post-extractivismo.

Seguramente la mirada de Marx no es suficiente para organizar esa salida del extractivismo, ya que era un hombre inmerso en las ideas del progreso propio de la modernidad, pero permite identificar el sentido que deberán tener las alternativas. En efecto, queda en claro que los ajustes instrumentales o mejoras redistributivas, pueden representar avances, pero sigue siendo imperioso trascender la dependencia del extractivismo como elemento clave de los actuales modos de producción. Esta cuestión es tan clara que el propio Marx concluye “Una vez que está dilucidada, desde ya mucho tiempo, la verdadera relación de las cosas, ¿por qué volver a marchar hacia atrás? Entonces, ¿por qué se sigue insistiendo con el extractivismo?

Huberman, L. y P. Sweezy. 1964. El Manifiesto Comunista: 116 años después. MonthlyReview 14 (2): 42-63. Marx, K. 1977. Crítica del Programa de Gotha. Editorial Progreso, Moscú.

Eduardo Gudynas es investigador en CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social).

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