Dan Glazebrok
El retrato clásico de África en los medios dominantes, como un gigantesco caso perdido lleno de interminables guerras, hambrunas y niños indefensos, crea la ilusión de un continente extremadamente dependiente de dádivas occidentales. En los hechos, la verdad es exactamente lo contrario, el que depende de las dádivas africanas es Occidente. Esas dádivas llegan en muchas y variadas formas. Incluyen flujos ilícitos de recursos, cuyos beneficios llegan invariablemente al sector bancario occidental a través de cadenas de paraísos fiscales (como lo documenta exhaustivamente Poisoned Wells de Nicholas Shaxson). Además existe el mecanismo de extorsión mediante deudas por el cual los bancos prestan dinero a gobernantes militares (frecuentemente aupados al poder por gobiernos occidentales, como el expresidente del Congo Mobutu), que luego se apropian del dinero (a menudo en una cuenta privada en el mismo banco), llevando al país a pagar exorbitantes intereses por una deuda que crece de forma exponencial. Una reciente investigación de Leonce Ndikumana y James K Boyce estableció que hasta 80 centavos de cada dólar prestado 'huyó' en un año, sin haberse invertido nunca en el país, mientras que por otra parte 20.000 millones de dólares anuales año se extraen de África de ‘servicio de la deuda’ de estos ‘préstamos’ esencialmente fraudulentos.
Otra forma de dádiva tiene lugar mediante el saqueo de minerales. Países como la República Democrática del Congo son arrasados por milicias armadas que roban los recursos del país y los venden a precios de mercado inferiores a las compañías occidentales. La mayor parte de esas milicias están dirigidas por países vecinos como Uganda, Ruanda y Burundi, que por su parte son patrocinados por Occidente, como lo destacan regularmente los informes de las Naciones Unidas. Finalmente, y tal vez sea lo más importante, están los míseros precios pagados por las materias primas africanas y por la mano de obra que las extrae de las minas, las cultiva o las cosecha, lo que efectivamente equivale a un subsidio africano según los estándares de vida occidentales y los beneficios corporativos.
Leer más....
El retrato clásico de África en los medios dominantes, como un gigantesco caso perdido lleno de interminables guerras, hambrunas y niños indefensos, crea la ilusión de un continente extremadamente dependiente de dádivas occidentales. En los hechos, la verdad es exactamente lo contrario, el que depende de las dádivas africanas es Occidente. Esas dádivas llegan en muchas y variadas formas. Incluyen flujos ilícitos de recursos, cuyos beneficios llegan invariablemente al sector bancario occidental a través de cadenas de paraísos fiscales (como lo documenta exhaustivamente Poisoned Wells de Nicholas Shaxson). Además existe el mecanismo de extorsión mediante deudas por el cual los bancos prestan dinero a gobernantes militares (frecuentemente aupados al poder por gobiernos occidentales, como el expresidente del Congo Mobutu), que luego se apropian del dinero (a menudo en una cuenta privada en el mismo banco), llevando al país a pagar exorbitantes intereses por una deuda que crece de forma exponencial. Una reciente investigación de Leonce Ndikumana y James K Boyce estableció que hasta 80 centavos de cada dólar prestado 'huyó' en un año, sin haberse invertido nunca en el país, mientras que por otra parte 20.000 millones de dólares anuales año se extraen de África de ‘servicio de la deuda’ de estos ‘préstamos’ esencialmente fraudulentos.
Otra forma de dádiva tiene lugar mediante el saqueo de minerales. Países como la República Democrática del Congo son arrasados por milicias armadas que roban los recursos del país y los venden a precios de mercado inferiores a las compañías occidentales. La mayor parte de esas milicias están dirigidas por países vecinos como Uganda, Ruanda y Burundi, que por su parte son patrocinados por Occidente, como lo destacan regularmente los informes de las Naciones Unidas. Finalmente, y tal vez sea lo más importante, están los míseros precios pagados por las materias primas africanas y por la mano de obra que las extrae de las minas, las cultiva o las cosecha, lo que efectivamente equivale a un subsidio africano según los estándares de vida occidentales y los beneficios corporativos.
Leer más....