Es una bestia
repugnante. Esconde su ideología de exterminio de todos aquellos que no sean
iguales a ellos bajo la máscara de la pureza de la raza. Detrás están los
sectores más retardatarios del capitalismo.
A Hiltler le
permitieron que sojuzgara a sus anchas los pueblos de Europa con la esperanza
que esa sofisticada y avasalladora maquinaria de guerra se dirigiera contra la
Unión Soviética. Les fallaron los cálculos. Surgió victoriosa y salvó a la
humanidad entera. Los asesinos fascistas –mas no sus acólitos- fueron juzgados
y algunos se escondieron en los confines del mundo.
Mas los
seguidores de su doctrina siguen vivos, algunos. O se corporeízan en lo más
troglodita y cavernario de las oligarquías criollas. Incluso hay casos
inverosímikles y aberrantes. Que un « mestizo », surgido de la
mezcolanza étnica colombiana, sea « fascista » movería a risa sin no
fuera porque sus pensamientos e ideas buscan el asesinato de sus semejantes,
que para ellos no lo son.
Que Uribhitler
sea fascista no sorprende. La mafia es fascista. Ese subproducto del
capitalismo ajusticia a todo aquel que los « traiciona » o a todos
aquellos que se les enfrenten. Lara Bonilla y otras « personalidades »
del establecimiento burgués son algunas de sus víctimas. Mas su feo y
horripilante rostro se dirige principalmente contra el pueblo, los « impuros »
étnicamente.
Por ello, el
contubernio impúdico entre militares y políticos con el narco-paramilitarismo
(mafia) los usó para aniquilar la resistencia popular y exterminar, entre
otros, a la U.P. Usando el Terrorismo de Estado –el feo rostro del fascismo- adelantan
su política de exterminio. 500.000 víctimas, 75.000 desaparecidos, incontables
ejecutados extrajudicialmente -3.500 casos documentados de « falsos
positivos »-, 4.000 masacres, y más de 5 millones de desplazados forzados,
son el producido contra su « guerra » contra el pueblo, un pueblo
desarmado.
Que el procurador
Ordóñez sea fascista tampoco. Qué se podría esperar de un descendiente mestizo
que aprendió y atesoró la quema de libros como una de sus formas de acción
política ? Nada, definitivamente. Lo aberrante del caso Ordóñez es que el
propio establecimiento burgués lo eleve a posiciones de poder conociendo esas
posiciones fascistas. NO al aborto, no al matrimonio igualitario, persecución a
todo aquel que piense diferente.
Increíblemente,
Ordóñez llega a la procuraduría con los votos de ciertos « seudo-izquierdistas »
que se olvidaron para que se usa la tribuna parlamentaria. No para componendas
impúdicas sino para denunciar al régimen y sus políticas antipopulares. Mas
ellos han sido asimilados al régimen y pretenden « hacer política »
al estilo burgués. Incluso, podríamos decir que esos que lo votaron se
convierten en cómplices de las acciones del procurador en ejercicio de su
cargo. Son fascistas apoyadores de la troglodita.
Que entre la
tropa, militares y policías y sus jeraquías, haya fascistas « puros »
tampoco escandaliza. Una de las instituciones más reaccionarias son las fuerzas
militares, las cuales junto con la jerarquía católica exhiben los grados más
altos de conservadurismo. No han entendido el papel que pueden jugar para
transformar el país. Ni siquiera entienden el papel que juegan en los momentos
actuales la fuerza armada en el proceso transformador de Venezuela.
Que « Fachito »
Santos sea fascista tampoco. Un individuo criado en « cuna de oro »,
educado en instituciones religiosas –de ahí le vendrán las « desviaciones » ?-,
que solicita a Castaño jefe narco-paramilitar la conformación de un Bloque
Capital para asesinar « bogotanos » -no « santafesinos »-,
es capaz de cualquier cosa para defender sus privilegios de clase. Ya lo
sabemos. Es la perfidia como forma de pensamiento.
Ese feo
rostro ya lo conocemos. Ya los conocemos. Por ello les decimos: “No pasarán”. No
nos asutan. Vamos contruyendo la Nueva Colombia.
La nuestra no es
una propuesta acabada y única, sino un aporte al debate fraterno y
constructivo que debe darse al interior del campo popular colombiano.
Está entonces abierta a los aportes de todos los movimientos sociales,
políticos y comunitarios que son bienvenidos. Para nosotros, una
verdadera participación política se da con democracia real, de base. En
la construcción de ella, sabemos que nos encontraremos todos los que
ansiamos y combatimos por un país distinto. La iniciativa está abierta,
bienvenidos todos los aportes.
Transcripción de la ponencia presentada por Laura Villa, de la Delegación de Paz de las FARC-EP: "
La siguiente es una ponencia en la que queremos expresar algunas
opiniones acerca del tema de los movimientos sociales y la participación
política.
Movimientos sociales y resistencia guerrillera:
Los movimientos sociales se han convertido durante la última década en
un determinante factor dentro de la vida colombiana. La andanada de
acciones antipopulares y entreguistas de los 8 años de Uribe, se
tradujeron en la multiplicación y convergencia de las luchas de los
sectores que constituyen el campo popular colombiano. Es así como en la
última década hemos asistido a movilizaciones masivas de campesinos,
indígenas, estudiantes y trabajadores, así como al resurgimiento o
aparición de importantes luchas urbanas, juveniles, culturales, de
género, y de reivindicaciones de derechos políticos, económicos,
sociales, sexuales y reproductivos. La multiplicidad de expresiones de
resistencia ha mostrado que nuestro pueblo está presto para la lucha;
que la resistencia popular no se amilana a pesar del Terrorismo de
Estado y las mentiras de los grandes medios. La heterogeneidad y
diversidad de las expresiones de lucha no es algo negativo, por el
contrario es necesario reacción a las distintas injusticias sociales que
existen en nuestro país. Injusticias que se convierten en razones para
organizarse y luchar. A la importancia de lo anterior hay que sumarle
que los movimientos sociales colombianos se encuentran transitando por
el camino de la Unidad (...) A pesar de las múltiples diferencias, las
organizaciones han comprendido que la vía para la superación de las injusticias, pasa por la búsqueda de horizontes conjuntos entre todos los oprimidos. De
esa manera, se han iniciado procesos tan interesantes y representativos
como la MANE, que gracias a la unidad y movilización estudiantil
lograron mostrar la fuerza del sector en contra de los procesos de
privatización, la CONAP, los intersindicales por la rama de industria,
las asociaciones de desplazados, la Marcha Patriótica, el Congreso de
los Pueblos, el Movimiento nacional por la salud, el COMOSOC, La Mesa de
Unidad Agraria, diversas asociaciones campesinas, las Zonas de Reserva
Campesina, ANSORC, la Ruta social común, y otras iniciativas por la paz y
los DDHH, estos son el mejor síntoma de que la unidad del campo popular
es posible, y será realidad.
Ha existido cierta tendencia
intelectual que considera que las expresiones armadas de la resistencia
popular, como en nuestro caso las FARC-EP y el ELN, serían contrarias a
los movimientos sociales: se trata de teóricos que pretenden desconocer
los procesos históricos que han dado origen a las guerrillas, y que bajo
la fraseología postmoderna, en muchos casos estipendiada, anhelan
dividir al pueblo.
Desde las FARC-EP, tenemos más que
claro que nuestro camino revolucionario es convergente con el que se han
trazado las diferentes expresiones de los movimientos sociales. Veamos
por qué:
La versión oficial de la historia del conflicto
colombiano presenta a las guerrillas revolucionarias como implante
foráneo de la guerra fría, nada más alejado de la realidad: las
guerrillas en Colombia son la manifestación de la no resolución de la
cuestión agraria (...) La latencia de un mundo rural pleno de
contradicciones sociales y la inexistencia de unos mínimos democráticos
es lo que da sustento al surgimiento de un movimiento campesino, al que
no le queda otro camino que el desarrollar la guerra de guerrillas.
Después de agotar todas las vías pacíficas, la insurgencia armada es
entonces movimiento social y popular en armas.
En la
historia y en el cuerpo programático de los guerrilleros y las
guerrilleras de las FARC-EP, nunca se ha considerado que el tránsito de
Colombia hacia la democracia y el socialismo se derive únicamente de la
actividad militar de la resistencia popular; y hemos sido conscientes de
que será la movilización intensa de las masas a partir de la unidad de
todo el campo popular, la que impondrá los cambios que el país requiere.
Y por ello mismo las FARC-EP se imbrican y retroalimentan de las múltiples luchas que libera el pueblo.
Esto puede demostrarse en dos vías: en la
llegada a las filas guerrilleras de compañeros y compañeras
provenientes de organizaciones populares de masas, a quienes sólo les
quedaba la vía guerrillera para poder continuar desarrollando la
actividad política y conservar la vida. Algunos ejemplos: el
camarada Raúl Reyes, proveniente del sindicalismo del sector
alimentario, el camarada Hernando Gonzáles Acosta, importante líder
estudiantil y juvenil, y el propio caso de nuestro comandante Manuel
Marulanda Vélez, representante de la resistencia del campesinado ante la
violencia oficial, entre otros muchos.
En la imbricación del
accionar de los frentes y columnas guerrilleras con la movilización
popular en las distintas áreas del país, las unidades farianas
participan del amalgama de expresiones de descontento popular. Esa
unidad entre el movimiento social civil y el movimiento social armado es
la principal garantía para el desarrollo de la guerra de guerrillas.
Dice una vieja máxima de la lucha popular: guerrilla aislada del pueblo,
no sobrevive; y pueblo sin resistencia armada es masacrado. En
conclusión, para las FARC-EP, los movimientos sociales y la resistencia guerrillera son expresiones organizadas de un mismo pueblo, que se complementan y retroalimentan dentro de un mismo campo popular.
Movimientos sociales y Participación Política:
Los medios masivos de comunicación han desbocado una fuerte campaña de
desinformación acerca del pasado Foro de Participación Política, llevado
acabo en la Universidad Nacional, sede Bogotá, el pasado 28 de abril
2013. Según ellos, el objetivo de éste era discutir la manera sobre cómo
los farianos y farianas entramos a pelear curules parlamentarias en
nuestra, supuestamente, “inminente desmovilización”. El absurdo de tal afirmación, repetida miles y miles de veces en la radio, la televisión y las redes sociales era evidente.
El intenso batallar político militar de las FARC-EP no busca nuestra
cooptación bajo el podrido modelo electoral y representativo existente
en Colombia.
No hemos hecho inmensos esfuerzos al lado de
nuestro pueblo durante décadas y se han sacrificado vidas tan valiosas
como las de nuestros camaradas, Alfonso, Raúl, Mariana Páez, Jorge,
Lucero Palmera, Cristian Pérez, Iván Ríos y millares de compañeros más,
simplemente para terminar apoltronados en ese establo parlamentario, que
cada día se encuentra más desacreditado frente a nuestro pueblo. Quienes
desdibujan nuestras intenciones altruistas demuestran no sólo su
interés en sabotear la Mesa de Diálogos en la Habana, sino que tienen
una miopía política evidente: la de considerar las elecciones de la
democracia burguesa como forma única de acción política y de democracia
posible.
Las FARC-EP insistimos en la necesidad de abrir
un debate intenso y masivo sobre las formas de participación política en
Colombia. Pues estamos convencidos de que en nuestro país no existen
garantías para que el pueblo se manifieste en las instancias
presuntamente participativas y representativas. Esto se sustenta en la
práctica sistemática de la eliminación selectiva de los líderes
populares, de oposición o demócratas, por parte del Estado. La sucesión
de mártires de nuestro pueblo es enorme, pero para este caso nos
puede bastar con citar algunos ejemplos: Rafael Uribe Uribe y Jorge
Eliécer Gaitán, representantes de las reservas democráticas del
liberalismo de base; los candidatos presidenciales de la Unión
Patriótica, Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Osa; el presidente
nacional de la UP, José Antequera; los candidatos de alternativas a la
Colombia ultramontana Carlos Pizarro y Luis Carlos Galán; el vocero
oficial del PCCML y el EPL; durante el dialogo nacional Oscar William
Calvo y el secretario general del PCC Manuel Cepeda Vargas, y dos de sus
secretarios de organización Teófilo Forero y Miller Chacón; y miles de
dirigentes hombres y mujeres del movimiento sindical, cívico, barrial,
agrario y estudiantil, dan cuenta de que en Colombia son perseguidos y
exterminados los liderazgos de oposición al régimen.
El gobierno Santos no es ajeno a dicha herencia: la desaparición reciente de los líderes de la restitución de Tierras
en Córdoba, Urabá y Sucre, las amenazas al movimiento sindical, y la
persecución al periodismo crítico dan muestras de que en poco, o en
nada, cambia la respuesta terrorista oficial al disenso y a la
oposición. A esto a hay que sumar la existencia de un entramado jurídico
administrativo que aumenta y reproduce la naturaleza asimétrica del régimen político.
Las talanqueras para la participación, veeduría y gestión de los
sectores populares dentro de las decisiones del país, hacen que éstas
resulten prácticamente negadas.
A eso referimos las FARC-EP
cuando hablamos de participación política en la mesa de diálogos:
Colombia requiere de un edificio institucional y jurídico que sea
realmente democrático, en el que el pueblo participe y mandate sus
derechos y exigencias. De allí que insistamos en una Asamblea
Nacional Constituyente que de participación a todo el pueblo movilizado:
a los movimientos sociales, organizaciones políticas, plataformas de
DDHH, víctimas, y cómo no, la las expresiones armadas de la lucha
popular.
La nuestra no es una propuesta acabada y única,
sino un aporte al debate fraterno y constructivo que debe darse al
interior del campo popular colombiano. Está entonces abierta a los
aportes de todos los movimientos sociales, políticos y comunitarios que
son bienvenidos. Para nosotros, una verdadera participación política se
da con una democracia real, de base. En la construcción de ella, sabemos
que nos encontraremos todos los que ansiamos y combatimos por un país
distinto. La iniciativa está abierta, bienvenidos todos los aportes. Y
sobretodo bienvenido el accionar creciente y decidido del pueblo
movilizado, que el últimas será el único capaz de transformar la
realidad de injusticia que nos agobia, estableciendo la Nueva Colombia
con justicia, libertad, igualdad, y ahí sí una paz estable y
perdurable.”
El periodista Alfredo Molano Bravo viajó a la Habana
(Cuba), donde el gobierno Santos y la guerrilla de las Farc adelantan
conversaciones de paz.
Por: Alfredo Molano Bravo.
El jefe del
equipo negociador de las Farc, ‘Iván Márquez’, junto al recién ingresado
a la delegación insurgente, ‘Pablo Catatumbo’. /EFE
En el Hotel Sevilla se reunió con ‘Pablo
Catatumbo’, ‘Iván Márquez’ y ‘Jesús Sántrich’ para conocer los
planteamientos del equipo negociador de la insurgencia sobre los
diálogos que avanzan hacia la novena ronda. Los comandantes guerrilleros
sostuvieron que no fueron hasta allí para entregar las armas que el
Estado no le ha podido quitar en 50 años de confrontación. Este es el
relato del encuentro con los jefes guerrilleros.
Pasar del Duty
Free de San Salvador a la calle del Obispo en La Habana Vieja es cambiar
de mundo. De tiendas atestadas de perfumes, relojes, licores, corbatas
de seda, tacos de puntilla y bares a media luz, en tres horas se pasa
—después de sobrevolar los azules marinos, los ocres de tierra y los
verdes de cañaduzal— a un comercio pobre, pero no triste: en cada
esquina hay un conjunto tocando y cantando ritmos que los peatones
bailan cuando pasan y los extranjeros miran y oyen mientras se toman un
daiquirí. Cuba es hoy una sociedad empobrecida que se empeñó en
construir “golpe a golpe” una utopía. Bella sí, pero utopía también. La
reconstrucción de La Habana Vieja va andando a paso caribeño; hay
soberbios edificios de fines del siglo antepasado y comienzos del pasado
—cuando había reyes del azúcar y capos del alcohol de contrabando, y un
precursor del narcotráfico de la cocaína fabricada en Barranquilla y
mercadeada por un paisa—; avenidas amplias como El Prado, inspirada en
las Ramblas de Barcelona, y un malecón abierto al mar y a la brisa.
A
la habitación 615 del magnífico Hotel Sevilla, donde yo garabateaba la
columna sobre la Madre Laura y donde se alojó Al Capone, me llamó Pablo
Catatumbo. Había hecho mil vueltas para conversar con él, a quien conocí
en Caracas después de las conversaciones que las Farc y el gobierno de
Gaviria iniciaron en Cravo Norte y terminaron en el fracaso de Tlaxcala.
Pablo es hoy la voz que le ahogaron a Alfonso Cano con toneladas de
explosivos lanzadas desde 35 helicópteros de la Fuerza Aérea Colombiana.
Una hazaña de la causa, digo yo. Catatumbo era el sucesor natural de
Cano y su mando va desde Tolima y Valle hasta Cauca y Nariño. Carlos
Castaño asesinó a su hermana y el Ejército ha tratado de cazarlo muchas
veces. Pero ahí llegó al lobby del hotel con guayabera y en compañía de
Iván Márquez —jefe de la delegación de las Farc que trata de llegar a un
acuerdo de paz con el gobierno de Santos— y del enigmático comandante
Sántrich. A Iván lo conocí en el Caguán cuando el Mono Jojoy conversaba
con Carlos Ossa, Pardo Rueda y María Jimena Duzán sobre la sustitución
de cultivos de coca de los campesinos por cacao. A Sántrich no lo
conocía, pero quería conocerlo porque me parece que es el hombre que les
pone un tono macondo a las muy acartonadas reuniones con el Gobierno.
Me habría gustado hablar también con De la Calle, con Alejandro Reyes y
con el no menos enigmático doctor Sergio Jaramillo, pero el palo aún no
está para hacer cucharas.
La reunión con los tres comandantes
comenzó con un “¿qué más?” rodeado de un incómodo silencio de asesor;
una especie de pregunta que nadie responde y que termina como debe ser:
en puntos suspensivos. Luego se bordea, se pide un café y se remata con
un mojito para entrar en materia, que no fue mucha: puntadas sobre una
telaraña (lo que las señoras llaman pespuntear). Iván dio un primer
paso: “¿Y qué lo trae por aquí?”. Pues, como le digo —en realidad no le
había dicho nada—, quiero saber en qué están ustedes. “Ahí vamos —me
respondió sonriendo—, en la brega. El Gobierno está duro y nosotros no
vinimos a rendirle las armas a quien no ha podido quitárnoslas”.
Entonces —pregunté haciendo de abogado del diablo—, ¿en qué puede parar
el negocio, si ustedes no tienen otro capital? “Nosotros —dijo Pablo—
tenemos pueblo, estamos hechos de pueblo; la gente nos quiere y nos
sigue, la prueba está en que la llamada sociedad civil quiere participar
en los diálogos, y lo ha hecho. El Gobierno tiene miedo de abrir
puertas y ventanas”. Acepto el argumento. Pero, me atravieso: Uribe
también tiene pueblo. “El poder sirve para agarrar pueblo a mansalva,
hasta de locos de atar como Pachito —argumenta riéndose Santrich, que no
pierde una acidez demoledora y burlona pese a estar casi ciego—. Pero,
vuelvo yo a la carga: ¿Y de los fierros, qué? Iván responde: “Las armas
no se entregarán, desaparecerán, así como aparecieron para enfrentar la
persecución y el asedio de esa trinca hecha por terratenientes,
militares y paramilitares, llámense estos Chulavitas, Pájaros,
Guerrillas de Paz o bacrim. Es que el negocio es entre dos partes y el
Gobierno tiene que comprometerse a no dejársela montar de los ganaderos,
de los generales y de Los Urabeños. Debe asegurarnos, y no con meras
palabras, que la negociación va en serio y que supone enmiendas
profundas”. A papaya servida, papaya partida —pienso yo—, antes de
soltarles la siguiente provocación: ¿Enmiendas a la Constitución? “No
hay guerra civil en nuestra historia que no termine con una nueva
Constitución, comenzando con la guerra de Independencia, que dio
nacimiento a la Constitución de Cúcuta, pasando por el triunfo de
Mosquera en 1861 y la Constitución del 63 —de la que mucho hay que
aprender—, hasta la reaccionaria Carta del 86, fruto del triunfo militar
del nuñismo en el 85. Pese a todo, a la del 91 le faltó ‘un hervor’
porque no estuvimos nosotros”.
Ahora no está Marulanda, que era
ante todo un campesino. Hoy son ustedes, hombres y mujeres formados en
la universidad, los que tienen el mando —comento con cierta prudencia—.
“Sí, así es, dice de nuevo Pablo, pero su sucesión estaba preparada; en
las Farc nada ha cambiado. Las mismas ideas que nos llevaron a la guerra
son las que defendemos en la mesa y mañana en la calle. No sólo
estábamos preparados para la muerte del camarada, sino para la de Reyes,
la del Mono, la de Alfonso y la de cualquiera de nosotros. Tenemos una
institucionalidad fuerte. No tenemos sólo plan B, tenemos muchos.
Pensamos, como guerreros que somos, con flexibilidad, pero sin abandonar
los principios ni ablandarnos. El Gobierno sabe, aunque diga lo
contrario, que no estamos derrotados. ¿O es que está aquí de pura
cachaquería? Y, para ser justos y claros: aceptamos que tampoco hemos
podido derrotar a sus fuerzas armadas. Lo que también se debe saber es
que no vamos a pagar cárcel, no luchamos por disminuir sentencias;
nosotros estamos en armas porque no acatamos la Constitución vigente y
sabemos que por la paz las cortes internacionales están dispuestas a
sacrificar su rigidez. La guerra la sienten los militares, los
ganaderos, los empresarios. La guerra no la pagamos sólo nosotros, los
combatientes y nuestras familias, sino el pueblo en general. La verdad
es que aquí todos, incluidos los medios de comunicación, somos también
victimarios. Que nadie venga ahora a lavarse las manos con avemarías
ajenas. Que se sienten con nosotros todos los victimarios y que
traigamos todas las víctimas. Y que crezca la audiencia, como diría
Jorge Zalamea.
Colombia no es una excepción en América Latina,
donde se han dado y se están dando cambios muy profundos. Colombia tiene
una asignatura histórica pendiente: la democracia. Nosotros estamos
dispuestos y, como dice el corrido de José Alfredo Jiménez, ‘si nos
dejan’, a contribuir a construirla. Y si no nos dejan, peor para ellos”.
Silencio. Un remate que nos volvió al silencio de puntos suspensivos.
Para cortarlo, pregunté: ¿Y de la bella holandesa, qué? “Ella —dijo
Iván— ha sido muy maltratada por la prensa. Ella es una
internacionalista, una mujer que no sólo habla colombiano y piensa como
colombiano, sino que sabe más que usted, Molano, de los problemas
agrarios del país”. Remato yo con torpeza: Ella sin botas y con tenis se
debe ver más linda.
Silencio final. Puntos suspensivos.