Por: Reinaldo Spitaletta
La palabreja parece chocar a ciertos intelectuales y políticos,
tanto que se llega a poner en duda la existencia del imperialismo. ¡Qué
va!, tal cosa no existe, es asunto del pasado, dicen algunos.
Y se empecinan en
negar que el fenómeno sea parte de la contemporaneidad, y que sean los
Estados Unidos los que lo siguen encarnando a mayor escala.
Tal
vez les suene obsoleto a ciertos intelectuales, quizá todavía
obnubilados por el discurso de mermelada de Fukuyama, aquel célebre
análisis de Lenin sobre el imperialismo, al que califica como la fase
superior del capitalismo. La caracterización del ruso tenía que ver con
el desarrollo de la producción capitalista, concentrada en unos cuantos
grandes monopolios, en el nuevo rol de los bancos (el banco como
monstruo, según una novela de Steinbeck) y el surgimiento del
neocolonialismo, entre otros aspectos.
El caso es que el hecho (y
también el concepto) llamado imperialismo, se quiere suavizar con
denominaciones, creadas precisamente por superpotencias imperialistas,
para disimular sus agresiones y calificarlas de lucha contra el
terrorismo, guerras preventivas, misión humanitaria por la democracia,
etc. O se quiere dar a entender que en 1989, con la caída del Muro de
Berlín, desapareció el llamado “comunismo”, pero, a su vez, se extinguió
el imperialismo. O que por artes mágicas, con el fin de la Guerra Fría
cayó el telón del imperialismo.
Los hechos demuestran otra cosa. Y
aparte de la concepción teórica, se ve, por ejemplo, que el
imperialismo estuvo presente en la guerra de Libia, y se nota en el
conflicto de Siria y en las amenazas contra Irán. Se ven las
provocaciones imperialistas en la península de Corea y se evidenciaron,
con creces, con miles de muertos, en la invasión a Irak.
Los
norteamericanos tienen en el mundo múltiples enclaves militares. En
Qatar, por ejemplo, como una avanzada del Comando Central de Estados
Unidos, tienen diez mil soldados y 120 aviones de combate. El Pentágono
tiene presencia militar en Egipto, Afganistán, Líbano, Omán, Kuwait,
Pakistán, Arabia Saudita, Irak y Jordania, entre otros, al tiempo que
mantiene, desde hace mucho tiempo, bases militares en Japón, Corea del
Sur, Alemania, Italia y el Reino Unido.
Según una publicación del
Global Research, el presidente Obama incrementó las fuerzas de
operaciones especiales en sesenta países, en algunos de los cuales
cumplen acciones encubiertas o con el pretexto de la lucha contra las
drogas. Obama tuvo que reconocer la existencia de las naves
teledirigidas o drones de la CIA, encargadas de maniobras clandestinas,
como asesinatos de ciudadanos gringos sospechosos de apoyar en otros
países el “terrorismo”, y sobre todo de musulmanes o de diversos
militantes que luchan, precisamente, contra el imperialismo.
Sin
embargo, para el Pentágono, la denominada Guerra Global contra el Terror
tiene que darse en cualquier parte del mundo. Y por eso, la táctica de
implementar asesinatos selectivos de sospechosos de terrorismo.
Ah, y
esto con el criterio de que los terroristas son los otros. Los del
Pentágono y la CIA, no lo son. Así como tampoco lo fue Bush con su
“Conmoción y Pavor” para matar a millares de civiles en Irak.
El
programa global de asesinatos de Obama (tal como lo denominó Noam
Chomsky), siembra el terror en muchas partes, con sus ataques con
aviones no tripulados, como los realizados hace dos meses contra aldeas
de Yemen. Antes de asesinar a Bin Laden, la CIA lanzó en Pakistán una
falsa campaña de vacunación contra la polio en un barrio pobre, y luego,
sin terminarla, se pasó a uno rico, donde creían encontrar su objetivo.
Y no sólo violó asuntos médicos, sino que puso en jaque las campañas de
vacunación e hizo que muchos trabajadores de la salud fueran
asesinados.
El engaño de la CIA, según denuncias del mismo
Chomski, provocará la desprotección de centenares de paquistaníes frente
a la polio, debido al temor de que asesinos extranjeros aprovechen las
campañas de vacunación. La ONU retiró de allí a su equipo de lucha
contra la polio. Según un científico de la Universidad de Columbia, ese
incidente podría provocar cien mil casos de polio en Pakistán, y todo
porque Estados Unidos estaba loco por matar a Bin Laden.
Estos
efectos devastadores para la gente, como la de Pakistán, son “pequeñas
cosas” que hace el imperialismo en el mundo. Como en el caso del diablo,
la mayor astucia del imperialismo es hacer creer que no existe.