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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

RECOMENDADO CAMBIO TOTAL

[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

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LOS RICOS NO VAN A LA GUERRA

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Plan Colombia y Bases Militares

Desde cuando se conoció el Plan Colombia durante las administraciones Clinton-Pastrana dijimos que tal plan era para agredir los países latinoamericanos. Nuestro aserto fue apenas uno de los miles de pensadores mundiales que entendían hacia adónde se dirigían los pasos del ”democráta” Clinton y los halcones de la guerra del pentágono.

Allende La Paz, NotiColombia Press/ 2009/11/09


Es de tal magnitud esta verdad que una de las conclusiones que sacamos es que los halcones imperiales -incluídos los ”demócratas” Clinton y Obama-, proyectan sus planes a largo aliento. Naturalmente que tienen objetivos a mediano y corto plazo, pero debemos siempre tratar de ver más allá de nuestras narices. Hoy vemos acciones del imperio estadounidense proyectados desde el momento en que le entregaron a Pastrana el Plan Colombia (que como ahora, sólo se conocen las partes formales y no los verdaderos objetivos, los cuales se convierten en secreto de ”seguridad nacional”).

También hemos planteado que la reingeniería a que fueron sometidas las fuerzas militares colombianas con aumento de la capacidad de combate, inteligencia electrónica, aumento poder de fuego, aumento del pié de fuerza, etc, etc, iban mucho más allá de las necesidades de ”combatir la guerrilla” de las FARC-EP. Y no es que no quisieran acabarlas, de hecho estos años los han dedicado a exterminar a las FARC-EP, toda vez que es el molesto e inoportuno ”zancudo” que atormente a las tropas gringas y les impide adelantar todos sus planes agresivos para apoderarse de nuestros recursos naturales. Lo que sucede es que una cosa son los deseos y otra la realidad de los pueblos.

La carrera armamentista silenciosa de Colombia, desconocida o pretendidamente desconocida por las oligarquías cipayas de cada país latinoamericano, es quizá la parte más importante del Plan Colombia y hacia allá se enfilan las inversiones de los gobiernos de EE UU y Colombia. Estados Unidos ha corrido con entre el 7 y el 5% de los recursos financieros del Plan Colombia, y ya van más de 6.000 millones de dólares desde el 2002.

Por su parte, el régimen colombiano ha corrido con entre el 93 y 95% de los recursos del Plan Colombia, sustentado por los presidentes colombianos con el espejismo de la lucha contra las FARC-EP, y un aumento del pie de fuerza que hoy lo lleva a contar con más de 500.000 unidades, y ello explica el aumento de la participación de los gastos de guerra en el presupuesto general de Colombia y la participación en el PIB. En consecuencia, no es de ahora sino desde siempre que Colombia ha sido una colonia anexada al imperio yanqui.

Es apenas natural, entonces, que la reacción de los países vecinos de Colombia -Brasil, Venezuela, Ecuador-, se visibilice apenas ahora habida cuenta que la narco-para-oligarquía colombiana es tremendamente ladina y aplica el principio de ”tira la piedra y esconde la mano”. Colombia se ha convertido en un país agresor de los países vecinos (Sucumbíos en Ecuador, planes de magnicidios e invasión de Venezuela con paramilitares y droga, entre otras), y su espíritu ladino lo lleva a tratar de mostrarse como la ”víctima”, una característica de la mafia de la Casa de Nariño (recordemos que los narco-paramilitares han pretendido mostrarse como víctimas de las ”circunstancias” y por ello han asesinado tantos y tantos colombianos por orden de los que están apoltronados en el sillón presidencial).

Nuestro pueblo debe prepararse también, como el venezolano, el ecuatoriano y hasta el brasilero, para la profundización de la guerra. 7 bases en territorio colombiano la convierten en plataforma de los planes imperiales, y además del conflicto interno que se desarrolla por su querer y el del imperio desde 1964, quizá sea arrastrada a adelantar la guerra a los vecinos.


En este orden de ideas, debemos llamar a todos los colombianos a repudiar la guerra. Es el querer del imperio estadounidense y la narco-para-oligarquía colombiana los que ha impedido un proceso de paz real, que ataque las causas que le dieron origen al conflicto. Repudiaremos la guerra contra los pueblos hermanos y vecinos; y nos prepararemos para asumir los efectos de la propia guerra interna, la cual seguirá hasta que el imperio y sus lacayos quieran, o hasta que haya el triunfo final de la revolución.

El miembro vergonzante de la OTAN


En una de esas salidas desconcertantes e inconsultas, el presidente de Colombia Juan Manuel Santos le informa al país que ha solicitado a los Estados Unidos  que Colombia sea admitida como miembro de la más poderosa y agresiva coalición militar del mundo, la Alianza del Atlántico Norte, OTAN.

Cuando los colombianos – incluidos muchos santistas y uribistas-, nos devanábamos los sesos tratando de descifrar una iniciativa que absolutamente nadie se podía tomar en serio, y esperábamos en cuestión de horas  el mismo mandatario  la explicara como una broma, una de esas cosas que se dicen en momentos de tensiones diplomáticas para relajar el ambiente, se pronunció el presidente sí, pero para ratificar la solicitud y dar la explicación de ella: “Debemos pensar en grande”. Y fue más allá en la razón: “No sólo  queremos ser de los mejores, sino ser el mejor país del mundo”.


Y cuando los colombianos pasmados con la explicación pensábamos que si bien lo que oíamos era en efecto una ocurrencia, no era la que contábamos escuchar. Pero además, parecía dicha en serio. Y cuando los ciudadanos de este pobre suelo atónitos nos preguntábamos qué dolencia  aquejaba al presidente  y nos reíamos con una risa que no era de  alegría sino de desconcierto, fuimos sorprendidos con la  inmediata  la respuesta del coloso ante cuyos pies suplicaba rendir la nación nuestro primer magistrado: “No gracias. Muchas gracias. La Alianza del Atlántico Norte es una coalición  con nuestros satélites de Europa. Colombia no queda en Europa sino en Suramérica, de modo que lamentablemente no puede ser parte de la Alianza.” Sería tanto  -debió aclararle ya en privado el agente imperial al anonadado presidente-, como pretender  Colombia ingresar a la Unión Europea, o ser parte de los países Bálticos: Letonia, Lituania y Estonia. Y Colombia. No suena.


Y ahí sí, después de veinticuatro horas de ansiedad, de un “estrés geopolítico” que nos acuciaba, nos reímos y mucho ante el ludibrio internacional de nuestro mandatario, que pretendiendo “pensar en grande” y convertirnos en “el mejor país del mundo”, no se le ocurrió nada distinto que mediante decreto, hacernos potencia militar. Y atómica para más señas. Acto imperdonable de  arribismo, indignidad y vasallaje, que comporta traición al legado de nuestros libertadores y al espíritu de concordia, solidaridad y unidad que recorre el sub continente del que somos parte. Acto vergonzoso que con toda justicia fue respondido por el obsequiado como correspondía: con un afrentoso desaire.  No; muchas gracias. Y aquí recordamos imprecisamente la anécdota de Napoleón Bonaparte: un súbdito austriaco, imperio con el que el corzo a la sazón estaba en guerra –bueno, esto sobraba decirlo-, traicionando a su emperador y a su uniforme, prestó grandes servicios a Francia. Ganada la guerra, sus generales le dijeron que el austriaco  al que tan caros favores le debían pedía le otorgaran la Legión de Honor. Napoleón indignado bramó que le dieran su recompensa en monedas de oro, la mayor que pudieran. Pero a un traidor a su patria, jamás una condecoración.


Sabemos desde el colegio claramente –y hasta ahí-,  que la OTAN era lo que era,  una alianza militar de Estados Unidos con Europa Occidental en plena guerra fría,  para amenazar –o “contener”- a la Unión Soviética y a los países socialistas. Y que remontando ese quiebre de la historia que fue la desaparición del bloque socialista, ha pretendido fortalecerse más, expandirse más aún, y poner el horror  de su poder nuclear a tiro de cañón de cualquier nación del mundo que no sea sumisa al imperio económico y político que hegemoniza los Estados Unidos. Es especial, Rusia, China, Siria, Corea del Norte y la joya de la corona, Irán. Así que además de los muchos reproches que en materia de unidad latinoamericana, de respeto por el legado de nuestros libertadores, de apuesta por la paz mundial y de lealtad con los nuevos aires que recorren la región le caben al intento de Juan Manuel Santos, hay que sumarle el de ser una penosa muestra de ignorancia en un tema de ciencias sociales –cátedra de bachillerato-, que no  puede ignorar el presidente de ninguna nación. La OTAN es con Europa, y Colombia  está en Suramérica; de modo que no puede integrar una alianza cuya membresía la determina la geografía.


La irrisión  general producida por el presidente Santos con su extravagante propuesta es tan grande, que no  la supera lo que sí  va a ocurrir y que clandestinamente Santos maquinaba con los EE.UU: pronto se suscribirá un acuerdo por el cual Colombia se obliga a prestar los servicios y mandados que aprovechen a la poderosa alianza atómica. Y esta función servil sí la puede desempeñar cualquier país sea cual sea el lugar que ocupe en la esfera. Ello no incide para inclinarse ante el poderoso. El territorio más recóndito  del mundo, el más  paupérrimo, siempre podrá ser útil a los designios de otro de destruir naciones, pueblos y culturas a fin de someterlas y apoderarse de sus riquezas.  Así que el honor de los “Acuerdos” que le permitirá firmar la OTAN como premio de consolidación a la ilusión fugaz de ser potencia, no es  mucho tampoco.


Se podrían escribir muchos tomos -y de hecho sí que se han escrito-, sobre la  proverbial indignidad de los gobernantes colombianos frente a la potencia del Norte. Si bien en los discursos gustan a veces de hacer citas del Padre Bolívar –notoriamente cada vez menos  no sea los acusen de ser émulos del presidente Chávez-, jamás han  mencionado o siquiera reconocido  que han escuchado la más visionaria que produjo  su genio:


 “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para sembrar las Américas de miseria en nombre de la libertad.”


Tomos enteros decíamos. Y es que la historia es larga y cubre la parábola de nuestra vida republicana. Acentuada esa indignidad desde cuando hubo grandes intereses económicos, además de los geopolíticos que siempre han estado ahí, como que un erudito presidente de inicios del siglo XX acuñó el latinajo “Respice Polum” para   definir nuestra política exterior,  girar en torno a los Estados Unidos-. Desde que hubo grandes intereses económicos la situación se acentuó. El primero de ellos el petróleo. Y habiéndose dado que en esos mismos  comienzos del siglo XX  se descubrieron grandes yacimientos en la región del Catatumbo en Norte de Santander y en  Barrancabermeja, causa dolor de patria ver con qué desprecio y voz  de mando los presidentes de los Estados Unidos le hablaban a los de Colombia de la época, Pedro Nel Ospina, Marco Fidel Suárez, Miguel Abadía Méndez, Enrique  Olaya Herrera, para que firmaran sin rechistar  los documentos que aseguraban la propiedad de las  petroleras norteamericanas –la famosa Tropical Oil Company-, no sólo sobre el suelo, sino sobre el subsuelo patrio. Con los consiguientes derechos de explotación a perpetuidad del hidrocarburo a cambio de míseras regalías. Y es una pena ver a nuestros mandatarios, sumisos y complacientes, profiriendo sólo palabras de acatamiento a la orden del extranjero, preocupados de no desagradarlos, otorgando toda clase de seguridades de que jamás se desconocerían los derechos  de sus compañías.


Después, legendaria es, la masacre de las bananeras de 1928, “cuadrilla de facinerosos” decreto de un oscuro general del ejército sobre los obreros de la United Fruit Company  –hoy Chiquita Brand-,  enclave norteamericano en la zona de Ciénega –Magdalena-, sólo porque los trabajadores de la patria se habían lanzado a la huelga contra el despotismo y la inhumana explotación a las que los sometía el patrón extranjero. Decreto como facinerosos del general Carlos Cortés Vargas que precedió la carga de fusilería sobre miles de obreros, matando  a cientos de ellos y dejando a muchos más heridos y mutilados en un episodio que la historia oficial como cualquier guerra de Vietnam ha ido desapareciendo, borrando de sus libros y relatos, y que ya muchos piensan fue ficción.


Después vino –cada acto más penoso que el anterior-, el sainete de la  presencia de Colombia con su inmarcesible “Batallón Colombia” en la conjura de los EE.UU. excusado en la ONU para matar coreanos, para destruir el país que más bombas ha recibido en la historia y someterlo. Y si no era posible dominarlo, entonces dividirlo, desconociendo la cultura, idioma, religión e historia comunes a ese territorio. Y allá estuvo Colombia, fiel a los mandatos “superiores” matando coreanos “en nombre de la libertad”. Y desde luego, Estados Unidos  expidió la correspondiente constancia de que  sus soldados “fueron los más valientes”. Aún hoy algún sobreviviente de esa “gesta”, desfila los días patrios y aparece en la televisión  reclamando que Colombia tiene olvidados a sus héroes, que no les ha reconocido sus sacrificios por la patria. La patria norteamericana habría que acotarles.


Ese Batallón Colombia, sea el caso recordarlo, fue el mismo que a poco de regresar de Corea realizó la masacre de estudiantes del 8 y 9 de junio de 1954 en Bogotá cuando protestaban contra el gobierno militar de la época.


Después vino la alineación incondicional de Colombia con los EE.UU. en contra de la Cuba revolucionaria que había derrocado una brutal dictadura al servicio  y prohijada por esa nación; la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales  y su apoyo al infame bloqueo. Amparado nuestro país además en que era la política de la OEA, como si le fuera ajeno que ese foro no era otra cosa que el Ministerio de Colonias de los EE.UU. como bien lo caracterizó Fidel.


Y vienen  muchos después. Como  reivindicar orgullosos  nuestros presidentes que sus militares fueron los mejores y más condecorados (!!!)  alumnos de la Escuela de las Américas, a la que cambiaron de nombre cuando se hizo insostenible negar que la tal era una escuela sí pero de torturadores y dictadores. Por allí pasaron “formándose” al lado de los orgullosos oficiales colombianos,  Strossner, Somoza, Ríos Mont, Pinochet, Romero Lucas, Videla, Barrientos, en fin…


Y también la guerra de Las Malvinas, justa reivindicación argentina acompañada por América Latina, en la cual brilló el estado colombiano como “Caín de América” formando adivinen en favor de quién, por orden de quién.


Y claro, como no vamos a hacer un tratado de historia ni a agotar un tema sino sólo esbozar la continuidad histórica de una política proditoria de la patria y de América Latina, aterrizamos en este 2013 del presidente colombiano Juan Manuel Santos, el mismo, mismísimo en el que durante su paso por el despótico gobierno de Álvaro Uribe Vélez como ministro de defensa, el ejército cometió un número superior a 2.000 asesinatos contra civiles inocentes, “terroristas dados de baja en combate” que reportara un ministro exultante. Ministro mismo -se lo hubo de enrostrar en estos días el propio Uribe Vélez-, encargado de “negociar” con los EE.UU. la instalación de siete bases militares en nuestro territorio, para que esa nación tuviera al alcance de su espantable poder militar, cualquier contingencia que se pudiera presentar con una Venezuela peligrosamente  díscola, una Cuba siempre enemiga, una Nicaragua liberada, unos Ecuador y Bolivia que se rebelaban, o en  cualquier territorio del África hasta donde tendrían alcance los aviones y armas a instalarse en esas bases. En fin...


Y ese episodio de las bases militares en momentos en que América Latina emprendía caminos de unidad, solidaridad y autonomía frente a las políticas económicas e internacionales de EE. UU.,  fueron vistas en la región como una felonía, verdadera traición  a dicho proceso. La Corte Constitucional del país a su vez y ya con relación a nuestra Carta Política,  fulminó el engendro que la desconocía al no haber sido tramitado ese Acuerdo por el Congreso ni revisado por esa Corte.


No es de extrañarse entonces, dados esos antecedentes de la clase dominante colombiana  y  en particular de nuestro actual presidente, que la forma como conciben “integrarse al mundo” y “colaborar con la comunidad internacional”, sea esa torpe pretensión de  “integrase a la OTAN”.


Colombia nueva potencia militar mundial. ¡Ténganse de atrás nuestros vecinos” como dicen coloquialmente las buenas gentes para  alertar sobre un peligro que  se cierne sobre alguno. 

Proyecto víctimas: eludir responsabilidad del estado

Allende La Paz, Cambio Total.

La Revista Semana trae esta semana una infografía titulada ”Proyecto Víctimas”, la cual muestra a las claras la manera mentirosa y envenenada de manejar las cifras por parte de los medios en poder de la oligarquía (recordar que Semana es parte de la Casa Editorial El Tiempo). El mencionado, además de su belleza mediática, muestra cómo se las traen los manipuladores de la opinión de los colombianos.

Haremos algunas precisiones para explicarnos. 


Primero. No han sido 5,5 millones de víctimas como dice la Revista. Son muchísimas más. No más CODHES en el acumulado histórico del desplazamiento forzado ha dejado precisamente esa cifra. Más de 5,5 millones de personas afectadas por esa modalidad delictiva adelantada desde el Estado que ha situado a Colombia en el primer lugar del ranking de producción de desplazados forzados, internos y externos. Ello es así porque nadie entendería que la guerrilla desplaze precisamente la base social que le da base y sustento. Por ello, las cifras son mayores y consideramos que de una u otra manera todo el pueblo colombiano (70% de la población) ha sido víctima de las políticas agenciadas desde el Estado, por acción y/u omisión.

Segundo. El Estado colombiano ha sido el mayor y más directo responsable del número de víctimas. El trabajo de Semana quiere colocar en pié de igualdad las víctimas del estado con las víctimas de la guerrilla, incluso coloca las víctimas en primer lugar para crear un efecto mediático. Ello no es posible. El Estado adelanta sus acciones a través de las fuerzas militares-narcoparamilitares y de sus funcionarios y le da a la población civil, especialmente la campesina y los pobres, un tratamiento de guerra, es decir, se comportan como « ejército invasor » en las áreas en que hacen presencia. Además, una cosa es una víctima por acción directa, causal, y otra una « víctima » que quiere ser presentada como civil cuando es un combatiente más (narco-paramilitares camuflados de « civiles »).


Tercero. Las víctimas del « Conflicto Social » son víctimas del Estado. Un niño que muere por falta de atención médica o que sufre de desnutrición porque el estado desvía los recursos hacia el mantenimiento de las fuerzas militares en cambio de brindar puestos de salud, acueductos que potabilicen el agua, etc, etc, son responsabilidad del estado. Los casos aberrantes de los « paseos de la muerte » no son acaso responsabilidad estatal ? No son responsabilidad estatal que los colombianos que padecen enfermedades gravesw y crónicas tengan que recurrir a la « Acción de Tutelas » para que les den los medicamentos especiales que sus patologías requieren ? Aaso no han muerto guerrilleros presos porque el Estado les niega la atención médica para aliviar sus dolencias ? O es que es responsabilidad de la guerrilla que los niños y los adultos no tengan acceso a salud, vivienda, educación, servicios públicos, etc ?

Alertamos a nuestros lectores contra estas tendencias de los medios en poder de la oligarquía. Hay que leer con cuidado esos bellos artículos ya que detrás de su « belleza » se esconde el feo rostro de la manipulación y la mentira. Si desea puede darse una simple pasadita por nuestras páginas Derechos Humanos, Especiales Una Guerra ocultada y una Pazinalcanzable,y en nuestra sección de Derechos Humanos.

 

Dossier Álvaro Uribe Vélez

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