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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

RECOMENDADO CAMBIO TOTAL

[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

Hey loco, No dispares!

Vamos a Cuentiarnos la Paz

LOS RICOS NO VAN A LA GUERRA

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La acción política de las FARC-EP

La clave de la solución dialogada y pacífica al conflicto no se halla en cerrar las puertas a la política, sino en abrirlas de par en par. Ha llegado esa hora.
La política se refiere al universo de la conducción social. Toda agrupación humana asume una forma organizativa, una distribución de funciones con miras a un objetivo. La determinación de ese objetivo, de esas funciones, de esa forma de organización, conforma precisamente el campo de la política. Los integrantes de la sociedad suelen discutir al respecto y asumir posiciones.
A esto último se le llama propiamente debate político. Por las modernas ciencias sociales sabemos que el origen último de toda posición política se relaciona con la economía, con los intereses económicos que se persigan en una sociedad. Y hasta ahora, podemos afirmar sin temores que toda sociedad se encuentra dividida en clases sociales con intereses encontrados.
Por tanto la política es la manifestación pública de los intereses contradictorios que existen entre  las clases sociales que conforman la sociedad. Las distintas concepciones políticas, por ideales y elevadas que puedan parecer, siempre expresan aspiraciones de clase, delatan el punto de vista de un sector social identificado con aspiraciones económicas comunes.
Las FARC-EP jamás hemos intentado ocultar nuestro carácter político, y mucho menos procurado esconder la naturaleza de clase de nuestras posiciones. Siempre hemos expuesto nuestras propuestas para la sociedad colombiana, nuestra visión del futuro y del Estado. Y lo hemos hecho repetidamente en nombre de los sectores sociales y económicos más desfavorecidos del país.
Hacer política con las armas no es una decisión tomada al azar. Obedece a circunstancias muy precisas que voluntariamente nadie estaría dispuesto a asumir. La guerra, sobre todo la que se ha de librar en condiciones absolutamente desiguales, no puede representar algo atractivo para nadie. En realidad, parece más el acto desesperado de quien no encuentra otra salida.
La rebelión, como alzamiento en armas contra el gobierno a fin de sustituirlo, es por naturaleza una acción de fuerza, que implica contar con recursos suficientes para enfrentar al contendiente con alguna posibilidad de éxito. Por ello la mayoría de las rebeliones, y la historia colombiana es pródiga en ello, han tenido origen al interior del mismo régimen.
Un sector de gobernantes o militares inconformes con el gobierno central deciden emplear las tropas bajo su mando contra él, en procura de derrotarlo y desplazarlo.  Entonces se produce un golpe de Estado o una guerra civil declarada, eventos que de resultar exitosos implican un cambio en la dirección del Estado, pero que de fracasar serán juzgados como rebeliones o delitos políticos.
Aunque también se dan los levantamientos armados ajenos a los entretelones del poder, aquellos de origen puramente popular, desiguales en recursos, que enfrentan un puñado de campesinos, obreros, desempleados, estudiantes, intelectuales y sectores medios contra las todopoderosas instituciones del Estado. Luchas o insurrecciones que por aspirar al poder también son políticas.
De allí viene que el tratamiento judicial aplicable a los rebeldes se halle íntimamente ligado a su derrota. Se juzga y condena a los vencidos. Además, por pura experiencia histórica, dado que el vencedor de hoy puede ser el perdedor mañana, la actitud hacia los vencidos en un levantamiento suele ser generosa. Salvo, claro está, cuando el poder pertenece a oprobiosas dictaduras.
Alzarse en armas es una acción de naturaleza política, de alto riesgo para la vida de quienes lo hacen y para el proyecto político que encarnan, siempre sujetos al peligro del aplastamiento violento por cuenta del poder.No puede olvidarse que el poder es violencia organizada. Lo que las FARC hacemos con nuestras acciones, es política. Eso no puede desconocerse.
Afirmar que si las FARC no entregamos las armas no podremos hacer política, es un contrasentido evidente. El solo hecho de rebelarnos nos hace políticos, como lo reafirma el proceso de paz iniciado por el gobierno de Juan Manuel Santos. No se abre una mesa de conversaciones sino con un interlocutor político, la propia mesa es una acción política.
Existe un gran debate en el país en torno al proceso de paz de La Habana. Ese debate es político, y consecuencial a la presencia de las FARC en la Mesa, que corresponde a la vez a la actividad continua de las FARC durante 49 años de conflicto interno. Son las propuestas políticas de las FARC las que agitan y promueven ardientes debates en amplios sectores de la vida nacional.
Y eso es hacer política. Con el aval del gobierno. Y de la comunidad internacional, que de una u otra manera se mueve diariamente a expresar su apoyo a las conversaciones y a la búsqueda de una solución dialogada. Las FARC-EP ya estamos haciendo política, incluso por medios legales y hasta diplomáticos. El gobierno abre la compuerta y luego se alarma porque brota el chorro.
Si de lo que se trata es precisamente de eso. De crear las condiciones para que en nuestro país carezca de sentido alzarse en armas. Y eso, en palabras sencillas, significa tolerar que quienes plantean alternativas políticas distintas a las permitidas, puedan hacerlo sin ningún riesgo para su vida o su libertad personal. El proceso de paz busca discutir y consensuar opciones al respecto.
En eso consiste el compromiso de las dos partes sentadas a la Mesa. Y es eso también lo que apoyan y aplauden todos los amigos sinceros de la terminación del conflicto y la construcción de la paz en nuestro país. Descalificar de entrada, alegar el desconocimiento de la Agenda, advertir que no se considerarán las propuestas de la contraparte, no ayuda en nada a la reconciliación.
Y menos amenazar con no dejar hacer política al otro. La política siempre se  hará, porque es connatural a la especie humana, como lo advirtió el propio Aristóteles. Cuando más se dará por cauces insospechados y tormentosos. Pero no podrá evitársela. Cuando se es vencedor no se conversa con los vencidos, simplemente se les juzga y condena.
Pero cuando el desangre se ha prolongado por décadas y décadas sin que el Estado pueda proclamar su victoria, cuando la alternativa es continuar generación tras generación en lo mismo, entonces cabe pensar en una salida distinta, consensuada, ajena a las imposiciones. La clave para ello no se halla en cerrar las puertas a la política, sino en abrirlas de par en par. Ha llegado la hora.

La historia de History Channel y su gran colombiano

Por: Cecilia Orozco Tascón

En junio de 2008, época en que Colombia vivía una alta tensión política institucional por la conducta intimidante del Presidente de la República con todo aquel que no casara en sus planes, la comunidad internacional se interesaba por lo que sucedía aquí.

History Channel Latinoamérica (HCHL), dirigida por un grupo de argentinos, andaba a la caza de programación atractiva para ofrecerla en su parrilla.  El periodista Hollman Morris, acosado desde las altas esferas del poder, como otros reporteros, por su independencia profesional, encontró la oportunidad de trabajar con un medio que, aparentemente, estaba fuera del alcance de la estigmatización oficial. Viajó a Caracas a reunirse con uno de los ejecutivos de ese canal, Miguel Brailovsky, y de allí surgió un contrato para la realización de cinco programas. A partir de ese momento, Morris anduvo con sus productores por ocho países y once meses después tenía editado su cometido total. El 25 mayo de 2009 el canal lanzó, mediante profusa publicidad local, el primero de los programas titulado “Colombia, la hora de la paz”, registro de la entrega de secuestrados a quienes, gracias a Piedad Córdoba,  las Farc habían decidido liberar.  El jefe de Estado, más preocupado por la difusión de esas imágenes que por la salud de los recién liberados, criticó con acidez a Morris del que aseguró que “una cosa es la libertad de prensa y otra, utilizar el carnet de periodista para convertirse en publicista del terrorismo”.  HCHL alcanzó a emitir la segunda entrega pero, sin ninguna explicación, suspendió las tres restantes que se apolillan en sus archivos hasta el día de hoy. El contacto de Morris con HCHL murió de infarto fulminante.

Menos de un año más tarde, el 17 de marzo de 2010, la Presidencia lanzaba, en una ceremonia con 200 invitados, un contenido televisivo que se había ideado la negociante HCHL. La oficina de prensa de la Casa de Nariño escribió: “El presidente Álvaro Uribe Vélez encabezará el lanzamiento de la serie ‘Unidos por la historia’, y del himno del Bicentenario de la Independencia producidos por el canal The History Channel, con el apoyo del gobierno”. Y añadió que “el Jefe de Estado estará acompañado por el gerente general del canal, Eduardo Ruiz”. Parráfos adelante, registró también, como huella indeleble, otra fecha clave que con un poco de sentido común, podría recordar la abrupta decisión de eliminar la serie Morris:   “esta producción… apoyada por Colombia es Pasión y por el Ministerio de Relaciones Exteriores” (fue rodada en Bogotá) por un equipo de cinco personas que viajó desde Buenos Aires, del 14 al 22 de junio de 2009, con apoyo de la marca país”,  apenas un mes después de que los programas de Morris fueran cancelados.

La Alta Consejera  Presidencial para el Bicentenario María Cecilia Donado, pronunció un  discurso durante el  solemne evento para “agradecer, de corazón, a nuestros buenos amigos de History Channel Latinoamérica y a sus vicepresidentes Miguel Brailovsky  y Eduardo Ruiz … por su energía y trabajo” y calificó a ese medio de “aliado muy importante” de la Casa de Nariño. Cinco fotografías dan cuenta del encuentro en que el presidente le rinde homenaje a HCHL por su “gran devoción” y Ruiz, uno de los vicepresidentes del canal, le devuelve la atención con la entrega “de una placa de reconocimiento y agradecimiento”.  ¡Oh casualidad! Tres años después, HCHL recrea un concurso dizque para elegir al ‘Gran colombiano’. ¿Ganador? ¡Álvaro Uribe!, por encima hasta de Simón Bolívar quien está en la lista de preseleccionados a pesar de haber nacido en Venezuela. Claro, no nos contaron que se merecía el confuso título, no el mejor hombre de nuestra vida republicana, sino quien hubiera mejorado los balances comerciales de HCHL, de Brailovslky y de Ruiz.
…………….
Enlaces a página Presidencia de la República:
http://web.presidencia.gov.co/sp/2010/marzo/16/10162010_i.html
http://web.presidencia.gov.co/fotos/2010/marzo/17/foto21.html
http://web.presidencia.gov.co/sp/2010/marzo/17/presentacion_history.pdf
Enlaces a noticias El Espectador de las fechas referidas:
http://www.elespectador.com/entretenimiento/arteygente/medios/articulo-215419-senal-colombia-emite-documental-unidos-historia
http://www.elespectador.com/articulo165004-bicentenario-cartagena-el-encuentro-cultural-mas-importante-del-ano
  • Cecilia Orozco Tascón | Elespectador.com


La gente se alza a diario contra la mentira y la violencia

Cada semana se producen una o dos asonadas en distintos municipios del país, en protesta airada contra el comportamiento abusivo de la Policía o el Ejército.
Por Gabriel Ángel/Tomado del FAN.
Unos meses atrás contemplamos las imágenes del paro decretado por los campesinos cafetaleros, a los que pronto se sumaron los productores de cacao y más tarde los paperos. Para enfrentar su lucha, el gobierno dispuso el envío de varios escuadrones del ESMAD, la fuerza policial entrenada para triturar a garrote la inconformidad. Y se vio de todo.
La sola presencia de la policía antimotines significa una agresión contra quienes protestan. Se trata de una formación de hombres apertrechados con todo lo necesario para violentar. Significa la negación del diálogo. Cascos, escudos, corazas, garrotes, granadas de gas, armas de fuego, todo listo a manera de amenaza y con visible intención de lanzarse el  ataque.
Aparte de ellos, otros policías embarcados en tanquetas que arrojan poderosos chorros de agua y en tétricos vehículos que cumplen el papel de terroríficas celdas rodantes, completan el panorama de comprensión y respeto hacia el opositor.Por sí sola la estampa del ESMAD habla de lo que piensa el gobierno con relación a la inconformidad de los gobernados.
Por eso, unos meses atrás, como recién sucedió ahora en el Catatumbo, el enfrentamiento físico con los campesinos cafeteros resultó ser apenas la consecuencia lógica del ambiente intolerante que reina en nuestro país. Hombres humildes con las cabezas rotas y sangrantes ante las cámaras, manos mutiladas, mujeres campesinas asfixiadas por el gas.
Policías enardecidos corriendo con sus garrotes tras la gente, moliéndola a palos como si se tratara de abominables monstruos a los que se intenta aniquilar. La reacción defensiva estalla entonces con furia. Y además genera una especie de cultura de combate cuando se marcha a la protesta. Los hombres se arman de varas gruesas y largas, se cuelgan sus machetas a la cintura.
Y por eso ahora cada manifestación en Colombia se encuentra sazonada por actos violentos. Cada paro, cada huelga, cada jornada se trae sus muertos, sus heridos, sus encarcelados. Cuando tales imágenes dan vuelta al mundo gracias a la televisión internacional, el gobierno recula, llama a la cordura, y acepta conversar para buscar un arreglo.Considera que ya tiene blando al rival.
Por encima de todo el discurso oficial sobre la democracia ejemplar y los gigantes logros en materia social y económica, el tropel popular de inconformidad con la situación se impone en calles y carreteras, en pueblos y veredas, incluso en las grandes ciudades. A la violencia y la mentira oficiales les aparecieron la reacción y la verdad populares.
Y con pasos de animal grande. El Presidente de la República puede cantar en Escocia todas las maravillas que quiera sobre nuestro país, hablando en inglés por demás. Pero en lenguaje chibcha, los colombianos de abajo viven en condiciones totalmente distintas. Y le han perdido por completo el respeto las autoridades violentas. Asombra el modo como las enfrentan.
Por lo menos cada semana vienen produciéndose una o dos asonadas en distintos municipios del país, en protesta airada contra el comportamiento abusivo de la Policía o el Ejército. Por el modo como detienen la gente a su arbitrio, por la forma agresiva con que se dirigen a la población, por el desgreño de las administraciones locales, regionales o nacionales.
Si bien los noticieros de la televisión dan cuenta de muchos de estos hechos, pasan luego sobre ellos reduciéndolos a la insignificancia. Cuentan más los devaneos de Cristiano Ronaldo, el matrimonio de Shakira, las declaraciones de Falcao o la última de Lady Gagá. La alienación mediática surte su efecto, desde luego, pero no puede desbancar la realidad por completo.
Que sigue terca ahí. Y creciendo. A manera de ejemplo, hablemos de La Uribe, en el departamento del Meta, una de las zonas más militarizadas del país, y seguramente candidata a disputar el título de área rural colombiana donde más combates se presentan con las FARC, además del territorio habitado donde más bombas y metralla ha descargado la aviación en los últimos años.
En días pasados, la policía del corregimiento La Julia detuvo al Presidente de una Junta de Acción Comunal rural. A las ocho de la noche, una masa de campesinos de su vereda llegó a reclamarlo al puesto, lo cual terminó en batalla campal.Con piedras y palos, la gente enfrentó los uniformados hasta la una de la mañana. La Julia es sede de una Brigada Móvil del Ejército.
La tropa acudió en apoyo de la Policía, disparando tiros al aire y ráfagas de fusil a los pies de los enardecidos civiles. Hubo nubes de gases lacrimógenos. Los campesinos capturaron un policía y se apoderaron de su fusil. Al entregarlos, dijeron al Ejército: "No peleamos para agarrar policías, sino porque estamos cansados de que nos capturen cuando les viene en gana".
Hubo dos policías heridos y daños materiales, entre ellos tres motos averiadas por la tropa. Unos días después hubo otro revolcón. La policía capturó por sospechoso a un muchacho campesino que no portaba sus papeles y los habitantes de su vereda, tras reunirse, se presentaron al puesto y lo sacaron del encierro. También sucedió con el poblador de otra vereda.
Un desertor lo señaló como guerrillero y el Ejército lo aprehendió de inmediato. Valiéndose de la presión del desertor, el Ejército pretendía que el muchacho aceptara el cargo y se sumara al plan de reinserción. El detenido, ampliamente conocido en la zona, fue rescatado por decenas de campesinos de dos veredas, poniendo en evidencia la farsa montada contra él.
Santos puede decir en Glasgow que el hecho más importante que puede sucederle a Colombia es que le concedan a Medellín la sede de los juegos olímpicos juveniles, con lo cual da perfecta cuenta de lo que tiene en su cabeza. Nosotros creemos que sería la paz, al igual que todo ese pueblo que se cansó de tanta violencia y mentira, y se alza a la pelea contra ellas.
Montañas de Colombia, 4 de julio de 2013.

Pasos hacia la Paz

[Especial para Cambio Total].
Los pasos hacia la Paz no son como los primeros pasos dados por un infante. Son pasos adultos que deben ser dados con la seguridad de que lo que alcanzaremos será para el bienestar de la sociedad colombiana y por un alto sentido de patriotismo. Por ello, llama la atención que los « pasos gubernamentales » son dados con una alta dosis de inseguridad, con un discurso altisonante que muestra que no sabe hacia a dónde va ya que por un lado privilegia sus estridencias llamando a más guerra –muchos por cierto-, y, por el otro, quiere enseñarnos a los colombianos sobre la Paz –muy pocos realmente-.

Igualmente queremos resaltar que la Paz es un proceso dinámico que consta de varias fases. Hemos superado la fase de acercamientos –con las FARC y el ELN-, y con las FARC se inició la fase de conversaciones en donde se está discutiendo una Agenda acordada previamente que deberia resolver las causas que originaron el conflicto interno por cuenta de la oligarquía. Esa Agenda tiene puntos centrales y puntos, llamémoslo así, secundarios.

También tenemos que resaltar que en esta etapa de conversaciones no deberían haber inamovibles ya que se está es precisamente en la fase de conversaciones que pueden o no llevar a feliz puerto el o los puntos abordados. La discusión en la Mesa de Conversaciones tiene que ser una discusión objetiva, seria, medida, valorando altamente los esfuerzos de uno u de otro y reconociéndolos, como han hecho las FARC en algunas ocasiones y el gobierno en muchas menos. El gobierno debería olvidar su Noísmo a todas las propuestas de las FARC y escuchar con oídos atentos cómo aproximarse a esas propuestas.

Si se llega a feliz puerto se aprueban los puntos en cuestión, si no se llega a acuerdo será necesario buscar otro procedimiento que resuelva ese impase. El peor de los escenarios es ninguno porque la terquedad gubernamental ya lo ha llevado hasta allá : la continuidad de la guerra. Sea que si o que no se logran acuerdos totales en cada uno de los puntos se avanza a otros puntos de la Agenda, muestra de un pragmatismo, y al final se daría la revalidación mediante la firma de los Acuerdos (o una figura alternativa en caso de que no se llegue a Acuerdos ?). Por lo que se ha visto son cada vez menos los puntos de distancia, mas los puntos en discordia son puntos que llamaremos centrales. 

Naturalmente que las ópticas guerrillera y gubernamental son diametralmente opuestas, dadas por la base del pensamiento político-ideológico de cada uno de los lados de la Mesa. Por el lado gubernamental la ideología del liberalismo del Neoliberalismo capitalista es su norte y por ello no privilegia al ser humano, en tanto por el lado guerrillero la ideología es la Marxista-Leninista, es decir, comunista, que privilegia al ser humano en todas sus dimensiones.

De llegar a Acuerdos no habría problemas y se firmaría. De no llegar a ellos surgiría un « ruido ensordecedor », mucho más mediáticamente por parte de la oligarquía en el poder, o se acrecentaría el ruido de la protesta popular, que podría tirar por la borda lo construído hasta ese momento. Cómo haríamos los colombianos para resolver ese nudo que impide el avance de la Paz. La participación popular. Un error del gobierno es haber cerrado la puerta a la participación popular en la Mesa de Conversaciones ya que ellos por ser los directos afectados por la guerra podrían ejercer su injerencia benéfica para limar las « asperezas » entre las partes. Las FARC propuso la participación popular desde el principio sabedora que es la única garante de unos acuerdos de paz.

Por qué el gobierno cerró la puerta a la participación popular ? Ya lo sabemos. El temor al pueblo, el considerarlo « enemigo interno », su creencia de que el pueblo avalará a las FARC, además de su visión de democracia burguesa –democracia para mi clase, metralla homicida y represión para el pueblo- son algunas de las causas que han producido ese error histórico del gobierno JM Santos. Error histórico que podría tirar al traste esta única oportunidad histórica.
Pues bien, sea que se llega a Acuerdos y se firman, sea que no se llega a ningunos Acuerdos o éstos son parciales, llegamos a la participación del garante de las Conversaciones y su parte fundamental del proceso de Paz, el pueblo. O sea, ya en ésta fase es imprescindible la participación popular. Ello hubiera evitado, por ejemplo, el « ruido popular » de la explosión del Catatumbo y otras sucedáneas. Ya hubiéramos evitado los traumatismos que tanto preocupan a la oligarquía en el poder, a los inquilinos de la « Casa de Nari », como llaman ahora los mafiosos narcotraficantes al palacio presidencial.

Una vez firmados los Acuerdos se deberá proceder a convocar una Asamblea Constituyente para rubricar entre todos los sectores de la sociedad colombiana el gran tratado de Paz que es una Constituyente para un país en guerra interna y deberá fundar a su vez un Nuevo País, desde todos sus aparatos institucionales y militares. Nacería ahí una Nueva Colombia, no una Colombia nueva porque eso fue intentado con la Constitución del 91 y ya sabemos en qué ha parado, en una colcha de retazos porque no se han tocado la forma de manejar el estado por la oligarquía ni sus instituciones. Ese país deberá estar en Paz, con justicia social, libertad, democracia, inpependencia y soberanía nacional.

Esa nueva Constitución crea el nuevo país y comienza otra fase, la implementación de los Acuerdos, es decir, la oligarquía todavía en el poder entraría a pagar la enorme deuda social que tiene con el pueblo, la cual arrastra como pesado lastre. El pueblo es a su vez garante de la implementación de los Acuerdos en el Nuevo País en todas sus dimensiones, políticas, económicas, sociales, etc, y al mismo tiempo es su usufructuario. La participación política, por ejemplo, haría innecesario el uso de las armas y del asesinato de los contradictores políticos como « forma salvaje de hacer política ». Desaparecerían las violaciones de derechos humanos, la doctrina de Seguridad Nacional, etc, como guías para el accionar militar. Los sectores adeptos al sistema capitalista podrían vivir sin los temores que hoy el « complejo de culpa » atenaza sus cerebros : la seguridad.

Estaríamos avanzando hacia la civilización de todas nuestras costumbres y viríamos la Paz en paz, es decir, vivir la vida realmente. Es mucho pedir ?
 

Dossier Álvaro Uribe Vélez

Colombia Invisible - Unai Aranzadi

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Basta de Terrorismo de Estado

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