Por Renán Vega Cantor
“Los marines solamente estamos realmente motivados dos veces. Una es cuando estamos de permiso.
La otra es cuando vamos a matar a alguien”.
Palabras de Randall Carter, Brigadier de los Marines en Irak, 2 de abril de 2004. Citado en Jeremy Scahill,
Blackwater. El auge del ejército mercenario más poderoso del mundo, Editorial Paidos, Barcelona, 2008. p. 161.
Que
se pudiera viajar libremente por Colombia fue de lo que más presumió el
régimen criminal del uribismo y todos sus epígonos y en torno a ello se
generó una campaña mediática con el lema “Colombia es Pasión: vive y
viaja por ella”, con el que se anunciaba en tono triunfalista la
“recuperación de la seguridad” en todo el territorio nacional, un
eufemismo para ocultar la inseguridad que produce la terrible
militarización de la vida cotidiana, en campos y ciudades. Hasta tal
punto se impuso esta falacia en el imaginario de la gente común y
corriente que, en un país con un puñado insignificante de
terratenientes, todo el mundo alardea de poder ir a descansar a su
finca, para huir del ruido y la miseria de las grandes ciudades.
Junto con esta propaganda mediática de consumo interno, también se
pregona que el país es un atractivo para la inversión extranjera, porque
se conceden todo tipo de prebendas y garantías a los capitalistas que
quieran invertir en este lugar paradisiaco para los negocios, con
salarios chinos y con una frontera abierta a la destrucción ambiental,
como en el lejano oeste yanqui del siglo XIX. Con esto simplemente se ha
querido legitimar la entrega de las riquezas naturales del país a las
trasnacionales para que se las lleven sin ningún obstáculo.
La
pretendida seguridad que convierte a Colombia en uno de los lugares más
atractivos para el capital foráneo ha venido acompañada del incremento
de la presencia militar de los Estados Unidos, hasta el punto que
nuestro país es el portaviones terrestre más grande e incondicional con
el que cuenta el imperialismo en América Latina, si se tiene en cuenta
que tropas y asesores de aquel país se encuentran en más de 30 sitios
del territorio colombiano.
Y junto con el Plan Colombia, las
bases militares, los aviones de guerra , los drones y todo tipo de
instrumentos para matar también nos llegaron los Rambos, es decir, los
“matones profesionales”
Made in USA. La propaganda oficial del
régimen se exalta la presencia de militares y mercenarios –¡perdón
contratistas! – como imprescindibles para resguardar la seguridad de los
colombianos. Y vaya seguridad que nos proporcionan como se evidencia
con una serie de hechos que vale la pena recordar.
Violaciones de los marines y pornografía infantil
En el departamento del Tolima, en límites con Cundinamarca, se
encuentra el caluroso pueblo de Melgar, localizado a escazas dos horas
de Bogotá. A pocos kilómetros de distancia se localiza la base militar
de Tolemaida, donde se encuentra un contingente de militares y
mercenarios de los Estados Unidos. El 27 de agosto de 2006 dos de estos
militares salieron de esa base y se dirigieron a Melgar, obligaron a
ingerir licor a una niña de doce años, a la que luego raptaron e
introdujeron en un vehículo con placas diplomáticas de los Estados
Unidos, la llevaron hasta las instalaciones de la Fuerza Aérea, allí la
violaron y la filmaron. Después de consumado ese atroz delito, la niña
fue encerrada en el cuarto de uno de los agresores y luego fue sacada de
las instalaciones del batallón en la misma camioneta diplomática y
tirada en la calle, al frente de la iglesia de Melgar. La madre de la
niña se atrevió a denunciar el hecho, por lo cual sufrió amenazas y
atropellos que la obligaron a abandonar su casa y a convertirse en otra
de las miles de desplazadas que deambulan en la ciudad de Bogotá
i.
Este no es ningún hecho aislado, puesto que en el año 2006 se
denunciaron 26 casos similares en la Comisaria Familiar de Melgar y en
el 2007 otros 13 casos. Aparte de violar a las niñas y a las jóvenes del
lugar, militares de los Estados Unidos han hecho videos pornográficos
que han dado a conocer públicamente. Una de las niñas filmadas, de 16
años de edad, se suicidó poco después de enterarse que aparecía en uno
de estos videos pornográficos, que fue grabado por un sargento activo
del Ejército de Colombia y un exmilitar de los Estados Unidos que
formaba parte del Plan Colombia
ii.
Por supuesto, los soldados de los Estados Unidos gozan de inmunidad (es
decir, impunidad) de tipo diplomático, lo que impide que siquiera sean
demandados en instancias judiciales del país, y sin ningún recato siguen
cometiendo crímenes de este tipo, tanto en Colombia como en otros
países. No sorprende que uno de los militares estadounidenses le hubiera
dicho a la madre de la niña que comentamos en este vergonzoso episodio:
“Sí la violé. ¿Y? ¡Demándeme!… a nosotros no nos pueden hacer nada”
iii.
Guardaespaldas de Obama en juerga sexual en Cartagena
Un segundo hecho que produjo algún revuelo mediático aconteció en abril
de 2012 en el marco de la Cumbre de las Américas que se realizó en
Cartagena. En esa ocasión, una docena de los quinientos guardaespaldas
de Barack Obama, se vio involucrada en un hecho típico de
imperialismo sexual –un
término usado para referirse a los desmanes de los marines yanquis en
Filipinas-, en el cual consiguieron a veinte trabajadoras sexuales las
llevaron a los aposentos del Hotel Caribe, disfrutaron de una noche de
juerga, pero al otro día se negaron a pagar lo que correspondía por el
servicio. Este hecho cotidiano en el comportamiento de los militares,
mercenarios y agentes secretos que se encuentran en Colombia no se
hubiera conocido, si no es porque lo realizaron guardaespaldas de Obama,
en el contexto de la Cumbre de las Américas en Cartagena.
A raíz
de este acontecimiento, se pudo establecer que en cada una de las giras
que realiza Obama o algún funcionario de alto rango del gobierno de los
Estados Unidos, el “servicio secreto” se transforma en el “circo
secreto” que opera de noche y al cual todo se le permite todo tipo de
tropelías en los países a donde lleguen, entre ellas sus intrépidas
“conquistas” sexuales, a punta de dólares. Esto es tan evidente y
tolerado que el senador Joe Lieberman apuntó, no sin cierta dosis de
cinismo, que “si uno de los agentes (Arthur Huntington, de 41 años,
casado y con hijos) no hubiera discutido con una de las mujeres sobre
cuánto le debía, el mundo no lo habría sabido, pero ahora el mundo lo
sabe y por eso la reputación del cuerpo depende de esta investigación”
iv.
El
revuelo que causo el escándalo mediático intentó ser disimulado por
parte de funcionarios de Washington con el argumento que en verdad lo
que les preocupaba era que las trabajadoras sexuales de Cartagena
hubieran sido utilizadas como señuelo por “enemigos de los Estados
Unidos” para tener acceso a información secreta. Afortunadamente, acotó
uno de estos personajes, “es irónico que nos sintamos aliviados al
comprobar que eran simplemente prostitutas”
v,
con lo que se demuestra el valor que los funcionarios del imperio le
atribuyen a los seres humanos del mundo periférico, todos y todas
consideradas como puros sirvientes, en el caso mencionado como
sirvientes sexuales.
La DEA en la “Zona Rosa” de Bogotá
La
penetración de los organismos militares y de agencias de espionaje de
los Estados Unidos alcanza tales niveles, que se ha naturalizado su
presencia en nuestra vida cotidiana, como se demuestra con lo acontecido
hace pocas semanas en Bogotá, en la denominada “zona rosa”, un sitio de
diversión de la clase media y de la “gente bien” de la capital del
país. El 20 de junio, un agente de la Agencia Antinarcóticos de los
Estados Unidos (DEA) murió luego de subirse a un taxi en donde
intentaron someterlo a lo que en la jerga delincuencial de la ciudad se
conoce como el “paseo millonario” -una práctica cotidiana que se vive en
este país desde hace muchos años y que consiste en robar a los
pasajeros- y que no genera ninguna noticia cuando lo sufren anónimos
ciudadanos. Pero en este caso el hecho trascendió porque el involucrado
era Terry Watson, quien según informes oficiales del propio embajador de
los Estados Unidos fue “víctima de un atraco”, cuando se encontraba en
una “misión especial”, sobre la que no proporcionó detalles.
Inmediatamente
después de conocido el deceso del agente yanqui, el Director de la
Policía Nacional ofreció una recompensa de 50 millones de pesos (unos 25
mil dólares) a quien diera información para capturar a los
responsables. Y al otro día, Juan Manuel Santos lamentó la muerte del
miembro de la DEA –lamento que nunca se ha escuchado cuando se trata de
la muerte de un campesino en El Catatumbo, en El Cauca o en cualquiera
otra región del país. Como algo raro en este país, con una celeridad
pasmosa a las pocas horas del suceso, la policía reportó las primeras
capturas y 72 horas después afirmó que se había esclarecido el crimen.
Como un muerto del imperio vale más que cualquier muerto de la
periferia, y además debe demostrarse quiénes son los que mandan y
quiénes son los súbditos, el gobierno de los Estados Unidos ordenó que
fueran extraditados a los Estados Unidos los presuntos responsables de
la muerte del agente, sin ningún juicio previo en Colombia, a donde
seguramente van a ser juzgados y condenados los colombianos a los que se
inculpa de ese delito.
Esta exigencia que, entre paréntesis pone
de presente nuestro carácter de una neocolonia en la que manda el
embajador de los Estados Unidos, como cualquier virrey, indica el grado
de dependencia de la mal llamada justicia colombiana, como lo registra
sin eufemismos una noticia de prensa, que en otros tiempos no dejaría de
causar estupor, por su descaro: “Un gran jurado federal del estado de
Virginia acusó a seis ciudadanos colombianos por el secuestro y
posterior asesinato de un agente de la DEA en Bogotá el mes pasado
durante un intento de robo, informó el Departamento de Justicia de
EE.UU”. En la misma noticia se agrega, que, léase bien, Eric Holder, el
mismísimo Secretario de Justicia y Fiscal General de los Estados Unidos
–no de Colombia donde se cometió el delito- señaló en forma textual:
"Estamos dando un paso importante para garantizar que los presuntos
responsables de su asesinato sin sentido comparezcan ante la Justicia",
la de Estados Unidos, por supuesto que es la única válida para ellos.
Para darle el tono de superioridad que no puede faltar en el caso de los
Estados Unidos, el Fiscal General remató diciendo que "el agente
especial Watson era un valiente servidor público que dedicó su vida a la
protección del país que amaba. Era un héroe, en todo el sentido de la
palabra, al que nos han arrebatado demasiado pronto”
vi. ¡Que la divina providencia nos libre de este tipo de héroes!
Este
hecho confirma la dependencia absoluta del Estado colombiano con
respecto al de Estados Unidos, como se evidencia con varios elementos
que deben recalcarse: uno, que un delito común y frecuente en Bogotá, en
la que diariamente se realizan decenas de “paseos millonarios”, en los
que nunca se captura a los responsables, se haya clarificado en una
forma tan rápida y la policía –que en forma frecuente está involucrada
en ese y otros delitos- haya sido tan efectiva; dos, que la
investigación haya sido coordinada en forma directa por la DEA en Bogotá
y Washington, como si estuviéramos no en Colombia sino en territorio de
los Estados Unidos; tres, que los señalados como responsables del
homicidio sean acusados directamente desde los Estados Unidos, se ordene
su extradición y el Estado colombiano lo vaya a aceptar y que pronto
los entregue en manos de la “justicia yanqui”, en violación flagrante de
la legislación vigente, que indica que un delito como el “paseo
millonario” debe ser tramitado en el país y los culpables deben pagar su
pena acá y no en una cárcel del extranjero. En estas condiciones, es
bueno recordar que hasta el momento después de muchos años de haber
vuelto a imponer la extradición ningún ciudadano de los Estados Unidos
que haya matado colombianos, tanto en suelo de su propio país o en el
nuestro, ha sido extraditado a Colombia. Tampoco han sido extraditados
los funcionarios de la empresa bananera Chiquita Brands, financiadores y
responsables directos del asesinato de miles de colombianos por parte
de sus paramilitares y que fueron condenados por una corte federal de
los Estados Unidos a pagar una multa de 25 millones de dólares al fisco
de ese país, por patrocinar grupos paramilitares. Y tampoco sorprende
que en Colombia la Fiscalía los haya exonerado por los mismos delitos
vii.
Sobre
el suceso reciente del agente de la DEA es importante hacerse una serie
de preguntas elementales, que, sin embargo, aquí nunca se formulan por
parte de los periodistas de los medios de desinformación masiva: ¿Qué
hace un agente de la DEA en Bogotá o en cualquier lugar del país?
¿Cuántos agentes de la DEA hay en todo el territorio colombiano? ¿Cuál
es la misión secreta que estaba realizando un individuo de larga
trayectoria, que incluso estuvo presente en Afganistán, donde se dice
que realizó “tres misiones” con éxito?
Rambo de turismo en la selva
Todo
lo antes mencionado nos sirve de contexto para referirnos a un caso que
sucede en este momento, sobre el cual la desinformación da la vuelta al
mundo. En días recientes se anunció la captura por parte de las Farc de
un mercenario de los Estados Unidos, Kevin Scott Sutay, en el sur de
Colombia. De manera inmediata, el Embajador de los Estados Unidos,
Michael McKinley, sostuvo que este personaje es un ex militar que se
“encontraba en el país como turista” cuando fue capturado, a lo que
agregó que “es un ciudadano privado que nada tiene que ver con el
conflicto”. El mismo Embajador reconoció que Kevin Scott Sutay fue
miembro de las fuerzas armadas de los Estados Unidos entre el 2009 y
marzo del 2013, y en su “hoja de vida” (o mejor “su hoja de muerte”) se
destaca su participación en la guerra de Afganistán, donde se desempeñó
como experto explosivista
viii.
En
la información que se ha dado a conocer se afirma que, tras su reciente
retiro de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, el exmilitar
inició una gira por todo el continente latinoamericano que comenzó en
México y continuó por América Central hasta llegar a Colombia, a donde
se internó en territorios del sur del país, en una zona selvática del
Departamento del Guaviare, un candente teatro de guerra. Si este es el
escenario geográfico al que llegó Kevin Scott Sutay, resulta un poco
cándido –por decir lo menos- el cuento que circula sobre sus andanzas
por Colombia, que citamos en forma directa:
“Comenzó su viaje en
México. El 8 de junio estaba en Panamá desde donde tomó un avión a
Bogotá. En la capital permaneció dos días y desde allí tomó un bus que
lo llevó a San José de Guaviare, en donde se hospedó en el hotel Las
Palmas. Equipado con un morral con poca ropa y una cámara fotográfica,
se quedó una semana visitando los alrededores de la capital de Guaviare.
Su presencia no pasó desapercibida y a pesar de su escaso español logró
hacerse entender por los lugareños. Allí conoció al pastor evangélico
Norberto Mendoza quien lo hospedó durante dos días en su vivienda. Sutay
le contó que quería viajar hasta algunos de los resguardos indígenas y
que planeaba caminar hacia el municipio de El Retorno.
El
pastor, así como las autoridades locales, le informaron que esa travesía
era extremadamente peligrosa no sólo por las complejidades propias de
la selva, sino porque en la zona había presencia de dos frentes de las
Farc. El joven le respondió que por haber sido marine estaba entrenado
en técnicas de supervivencia y que lo único que necesitaba era un
machete, que procedió a comprar en el pueblo.
Los policías del
lugar hablaron con él, al igual que el personero, entre otros, para
intentar persuadirlo. Todo fue en vano. A lo único que accedió fue a
firmar y a poner su huella en un documento en el que consta que fue
ampliamente advertido de los riesgos.
En la mañana del 20 de
junio se despidió de su amigo el pastor y se tomó algunas fotos, las
cuales fueron reveladas en exclusiva el jueves pasado por Semana.com.
Unas horas más tarde, cuando caminaba cerca de la vereda Puente Tabla se
encontró con la guerrilla y hasta ahí llegó la aventura de
este joven e ingenuo exmarine”
ix.
Por
lo pintoresca y poco verosímil, la noticia merece algunos comentarios.
Estamos hablando de una persona con experiencia militar en un escenario
como el de Afganistán, que se retiró hace escasos tres meses –según lo
dice el Embajador de los Estados Unidos- y no hace décadas y que llega a
meterse, cual mansa oveja, a una de las zonas más conflictivas de
Colombia y persiste en su actitud de irse selva adentro, a pesar de que
un “pastor protestante” y la policía del lugar le advierta del riesgo
que corre al proseguir su pretendida aventura. Realmente este cuento
solamente lo pueden creer los guionistas de Hollywood, o los periodistas
colombianos, que cada vez se diferencian menos. Que se inventen otra
película de vaqueros, porque nada cuadra en este cuento tan reforzado.
El
asunto es todavía menos creíble si se recuerda que en forma frecuente
"El Departamento de Estado recuerda a sus ciudadanos el peligro de
viajar a Colombia”. De esta forma se inicia un comunicado del gobierno
de Obama en donde se brindan instrucciones a sus ciudadanos si vinieran a
este país y se dice que si bien “la embajada no posee información
específica y preocupante sobre amenazas en contra de los ciudadanos
americanos, recomendamos ser precavidos y estar vigilantes”. En forma
concreta, les recomienda a sus connacionales no utilizar buses
intermunicipales y no viajar "fuera de áreas urbanas por la noche"
x.
Si estas advertencias son hechas a ciudadanos comunes y corrientes de
los Estados Unidos, es de suponer que en el caso de un ex soldado
recientemente retirado del servicio, luego de haber peleado como Rambo
en Afganistán, se le redoblan las advertencias. Si eso es elemental, por
qué un individuo con tales antecedentes aparece de súbito en una zona
de guerra en el sur de Colombia y se introduce en un territorio en donde
hay frentes de la insurgencia, como cualquier persona lo sabe.
Como
debe descartarse la hipótesis de la ingenuidad, lo que puede concluirse
es que este es un acto premeditado de provocación y de infiltración.
Por esta razón, lo que allí ha sucedido no puede ser catalogado como un
secuestro, como lo repiten como papagayos amaestrados los medios de
desinformación de Colombia y el mundo. Tal es la brutalidad mediática
que ciertos literatos –que se supone deberían ser personas sensatas, con
distancia crítica frente a cualquier hecho- han llegado a decir, como
lo hace Juan Gabriel Vásquez, que “las Farc secuestran a un
norteamericano y luego dicen que lo van a soltar como gesto de buena
voluntad”
xi.
En
qué país vive un individuo que puede decir tamaña estupidez -la misma
que se pregona desde el Ministerio de Defensa y repite la mayor parte de
“opinadores” de escritorio-, que no tiene la más mínima idea de lo que
es una guerra y lo que representa en estos tiempos de bombardeos aéreos,
guiados por satélite, la infiltración de un espía en las filas de la
insurgencia. Columnistas como este, que son casi todos los que escriben
en la “gran prensa” de este país, con su crasa ignorancia, su mala fe y
su analfabetismo político –el peor de todos los analfabetismos como lo
afirmó Bertold Brecht- poco aporte le hacen al conocimiento y resolución
de los grandes problemas del país –como el de la guerra-, en un momento
en que se requiere mesura, en lugar de decir cuanta torpeza sin
fundamento se les ocurra.
Al parecer todos estos “ilustrados”
comentaristas creen en la leyenda hollywoodense de Rambo, en la que se
nos muestra, según la primera película de 1982, a un ex soldado de los
Estados Unidos, que viene de una guerra –la de Vietnam- y que deambula
pacífica e inocentemente por el mundo y se ve obligado a defenderse por
los ultrajes recibidos, que es exactamente el mismo guion que se nos
ofrece en este momento en Colombia. En la vida real, e incluso en la
historia fílmica, rápidamente esta imagen de Rambo desapareció para dar
paso al héroe de los Estados Unidos que enfrenta a malvados y
comunistas, y los derrota en forma espectacular, por aquello que siempre
ganan los “buenos”.
Todo este asunto sirve para develar que
Rambo está en Colombia, pero no desde hace pocas semanas, sino desde
hace varias décadas. Y Rambo sí que aplica al pie de la letra el lema
uribista: “Colombia es pasión: viaja, mata, tortura y masacra por ella”.
Notas:
i . “Revive caso de niña que habría sido violada en Melgar”,
Revista Semana, agosto 12 de 2009.
ii . Denuncian abuso de una niña por militares extranjeros, en
http://www.caracol.com.co/noticias/actualidad/denuncian-abuso-sexual-a-una-nina-por-parte-de-militares-extranjeros/20090814/nota/861556.aspx
iii . Citado en Violaciones de soldados americanos en Colombia, en
http://www.taringa.net/posts/info/5015087/Violaciones-de-Soldados-Americanos-en-Colombia.html
iv . El Senado de Estados Unidos critica la falta de control del servicio secreto, en
http://www.laverdad.es/murcia/v/20120524/mundo/senado-estados-unidos-critica-20120524.html
v .
Ibíd.
vi . EE.UU acusa a seis colombianos por la muerte de un agente de la DEA en Bogotá, en
http://globovision.com/articulo/ee-uu-acusa-a-seis-colombianos-por-la-muerte-de-agente-de-la-dea-en-bogota
vii . Esto no huele bien: el caso chiquita, en
http://www.semana.com/nacion/articulo/esto-no-huele-bien-caso-chiquita/255731-3
viii . EE.UU., preocupado por bienestar de estadounidense (en) poder de las Farc, en
http://www.elespectador.com/noticias/elmundo/eeuu-preocupado-bienestar-de-estadounidense-poder-farc-articulo-435326
ix . El marine (r) gringo que se fue selva adentro, en
http://www.semana.com/nacion/articulo/el-marine-r-gringo-selva-adentro/352255-3
x . Estados Unidos advierte a sus ciudadanos sobre los problemas de seguridad en Colombia, febrero 21 de 2012, en
http://www.larepublica.co/economia/estados-unidos-advierte-sus-ciudadanos-sobre-los-problemas-de-seguridad-de-colombia_2133
xi . Juan Gabriel Vásquez, “Instrucciones para tragar sapos”,
El Espectador, julio 25 de 2013.
Renán Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la
Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y
compilador de los libros Marx y el siglo XXI (2 volúmenes), Editorial
Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; Gente muy Rebelde, (4
volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo:
mito y realidad; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta, 1999; entre
otros. Premio Libertador, Venezuela, 2008. Su último libro publicado es Capitalismo y Despojo.