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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

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[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

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LOS RICOS NO VAN A LA GUERRA

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Santos: Jugadas, engaños y apariencias

Por Fernando Dorado / Tomado de Agencia de Prensa Rural.
 
Se hacen por estos días balances de los tres años de gobierno de Santos. Se colocan como aspectos “positivos” el inicio de los diálogos con las FARC, la distensión con los órganos de justicia, la ley de víctimas y de restitución de tierras, y el restablecimiento de las relaciones con los países vecinos. De resto, la mayor parte de su gestión –reforma de la Justicia, reforma tributaria, impulso de la “locomotora” minero-energética, promoción de la Alianza del Pacífico, aprobación e implementación de múltiples TLC, manejo de los conflictos sociales y otros aspectos– es calificada como “negativa”.

Intentaremos hacer un balance con un enfoque diferente. Trataremos de responder los siguientes interrogantes: ¿Cuál es el carácter de clase que ha mostrado este gobierno a lo largo de los últimos tres años? ¿Qué sectores de la oligarquía colombiana apoyan sus políticas y cuáles son sus intereses? ¿Cuáles son sus logros, desde el punto de vista de quienes apoyan al Gobierno? ¿Cuál es el devenir de quienes adversan esa política?

El “viraje” frente a los ocho años de Uribe

La burguesía transnacionalizada –sector hegemónico al interior de la oligarquía colombiana– comprendió al final del segundo gobierno de Uribe que la ansiada pacificación por la vía militar no iba a ser posible. Pudo comprobar que la estrategia desarrollada contra la insurgencia –alianzas con narcomafias y uso sistemático de paramilitares–, no sólo descomponía su precaria “democracia” sino que creaba problemas con la comunidad internacional. Además, frente al cambio táctico-estratégico de la guerrilla, ésta ya no era efectiva.

Así mismo, se hizo evidente que los recursos comprometidos en la guerra contrainsurgente desequilibraban sus finanzas y mermaban sus ganancias. Además, la crisis económica mundial obligó al gobierno de los EEUU a recortar el nivel de ayuda financiera y militar. Pero, lo principal: la burguesía colombiana entendió que frente a la situación económica internacional se hacia necesario un viraje para garantizar condiciones óptimas para la inversión extranjera en áreas estratégicas como el sector minero-energético y la agroindustria. Por ello, antes de terminar su segundo gobierno, Uribe ya no era la ficha favorita para ejercer un nuevo período de gobierno.

Esa burguesía –con asesoría gringa– pensó y diseñó el camino de la desmovilización de la guerrilla vía diálogos y negociación. No porque sea amante de la paz y de la convivencia sino porque sus necesidades materiales la obligaban a buscar esa alternativa. Y lo hacen sobre el convencimiento de que la estrategia utilizada desde el gobierno de Pastrana –pasando por los gobiernos de Uribe– había fortalecido al Ejército, mermado las fuerzas guerrilleras, y por sobre todo, le habían quitado la bandera de la paz a la insurgencia. Según sus cálculos, la derrota política obligaba a la guerrilla a concertar el fin del conflicto.

Con ese presupuesto Santos inicia su gobierno. Había que mostrar una cara humanitaria y para ello impulsó la ley de víctimas y de restitución de tierras. No importaba que el otro sector de las clases dominantes –grandes latifundistas y empresarios del campo gestores del paramilitarismo– se fuera a resentir. Tenían que aprobar esa política pero sin colocarle dientes ni herramientas. Por ello a lo largo de los años dicha ley no ha traído resultados efectivos para las víctimas y desplazados. Se trataba de un gesto. Nada más. Una jugada, un engaño, una apariencia.

Por ello calificar de “positiva” esa política es errado. Sus intenciones son oscuras; su fin, engañar. Están dispuestos a devolver algunas áreas despojadas por narcos y paramilitares pero en el fondo es una simulación de “reforma agraria” para simultáneamente entregar millones de hectáreas a los conglomerados capitalistas transnacionales (extranjeros y “nacionales”) que aspiran a “invertir” en el campo en grandes proyectos minero-energéticos, de agrocombustibles y agronegocios industriales. La fórmula de la “asociación” entre campesinos y empresarios está en su cabeza.

Las investigaciones y denuncias realizadas por Wilson Arias, congresista del PDA, sobre el apoderamiento ilegal de tierras en la altillanura oriental por parte de Luis Carlos Sarmiento Angulo (Riopaila), Cargill y otras empresas nacionales y extranjeras, y la insistencia del Gobierno por elaborar a las carreras una ley para legalizar dichas adquisiciones y convertirla en una política hacia el futuro, demuestran la anterior apreciación.
El restablecimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela y Ecuador tenía esa misma lógica. Están dispuestos a “integrarse” con el resto de Sudamérica pero con la intención de aprovechar los beneficios comerciales, ser parte del bloque frente a otros polos de desarrollo e inversión mundial (Brasil, China, Rusia, etc.), pero a la vez, convertirse en “caballo de Troya” neoliberal y “librecambista”. Con esa intención construyen el eje México, Colombia, Chile y Perú, que hoy es la Alianza del Pacífico. Otra jugada, otro engaño, otra apariencia.

Y el proceso de paz va por el mismo atajo. La bandera de la paz ha servido para que bajo su cobertura se impulsen políticas regresivas y antipopulares en todos los terrenos. Se realizan negociaciones en La Habana, se permite cierto proselitismo de las FARC, se posa de ser un gobierno “democrático” y de estar buscando la “reconciliación”, pero en los hechos –en la realidad– frente a amplios sectores populares que se han movilizado por justas reivindicaciones sociales, se contesta con dilación y represión. Otra jugada más, otro engaño, otra apariencia.

Los logros de Santos y de la burguesía transnacionalizada

Esa política de apariencias se patentizó durante la campaña electoral con el nombramiento como candidato a la Vicepresidencia de Angelino Garzón. Así consiguió resultados inmediatos: la elección de Santos. Ya en la presidencia, una vez posesionado, Santos da el “viraje” a nivel internacional reuniéndose con el presidente Hugo Chávez. Se distensionan las relaciones con Venezuela y más adelante con Ecuador.

Se recoge parte del programa de Petro sobre las víctimas y las tierras, y se llama a constituir la “unidad nacional”. Se hacen todos los esfuerzos por mostrarse no sólo diferente sino contrario a Uribe, se restablecen relaciones con la Corte Suprema de Justicia y se nombra una fiscal general (Viviane Morales) que inició su gestión llevando a la cárcel a algunos de los principales cómplices y compinches de Uribe.
Los logros para la clase dominante se pueden sintetizar así:

—Neutraliza el aislamiento en que estaba el gobierno colombiano en el ámbito internacional, sobre todo en el terreno de la violación de los derechos humanos y asesinato de sindicalistas, que eran las principales trabas para la aprobación de los TLC con EEUU y la UE.
—Inicia la recuperación de las relaciones comerciales con los países vecinos Venezuela y Ecuador, y logra ser mirado con nuevos ojos por el bloque de Unasur, Mercosur y Celac.
—Divide a la izquierda colombiana entre quienes califican como positivas esas políticas y quienes no perciben ningún cambio.
—Consigue presentar su gobierno como “reformista” y “progresista”.
—Inicia diálogos con la insurgencia con el mensaje de que está dispuesto a “jugársela por la paz” y se muestra ante la opinión pública como el presidente que va a obtener la reconciliación sin sacrificar la “institucionalidad democrática”.
—Envía un mensaje de tranquilidad y estabilidad a sus socios capitalistas transnacionales que están ansiosos por invertir en agronegocios, infraestructura, exploración y explotación de petróleo y otras áreas estratégicas (megaproyectos energéticos, minería, agrocombustibles, biodiversidad ambiental, comunicaciones, tierras, turismo, etc.).
—Aprueba una reforma tributaria que otorga todas las ventajas al gran capital y descarga las obligaciones impositivas sobre los hombros de la clase media y los trabajadores.

Con el tiempo se ha hecho visible que su “reformismo” sólo eran jugadas, engaños y apariencias.

La encrucijada de la paz y la movilización social

Faltando un año para terminar su gobierno, Santos se ve enfrentado a una situación muy particular. Sus logros, que desde los intereses de la burguesía transnacionalizada son notables, no le tienen garantizada la reelección. A medida que pasa el tiempo su popularidad se ha ido mermando y las luchas sociales –que empezaron lentamente y fueron estimuladas por la movilización estudiantil de 2011– se han ido incrementando, no parecen decaer y por el contrario construyen mayores niveles de coordinación y contundencia.

Santos se ha encontrado en el tema de la paz frente a una paradoja. En el país han hecho carrera el escepticismo y la incredulidad. Es una situación propia de un país que ha vivido durante décadas en medio de la violencia. La desconfianza marca la tendencia mayoritaria. Por ello Santos enfrenta el “proceso de diálogos” al filo de la navaja. Mientras una gran mayoría de la población apoya la iniciativa de superar el conflicto por medio de la negociación con la guerrilla, a la vez, amplios sectores de colombianos no confían en la voluntad de paz de la insurgencia y por ello no están dispuestos a conceder mayores ventajas para su inserción en la vida civil.

Y esa desconfianza se acrecienta con la oposición del ex presidente Uribe. Éste dejó la presidencia siendo el supuesto “campeón antiguerrillero” y se ha opuesto a los diálogos de paz. Su argumento es que “se va a entregar el país a la guerrilla”, “se va a negociar el Estado” y “se les va a premiar con la impunidad”. Se refuerza así la duplicidad entre esperanza e incredulidad.

La fórmula de negociar en medio de la confrontación también se ha vuelto un embrollo. Santos dice jugársela por la paz pero le pone plazo a las negociaciones. Dialoga en La Habana pero trata a sus interlocutores como “bandidos” y “terroristas”. Habla de justicia social pero aplica políticas que agudizan la desigualdad y la injusticia. Se compromete a ampliar la democracia pero incumple los acuerdos que las organizaciones populares han concertado con su gobierno y reprime las protestas populares a sangre y fuego.

Sin embargo, es tal la urgencia por conseguir condiciones para la inversión capitalista que la gran burguesía está dispuesta a ofrecer una paz reducida a cambios no estructurales. Ellos tienen claro que no corren riesgos inmediatos ante la situación de “derrota política de la guerrilla”. Por ello se muestran dispuestos a “tragarse algunos sapos”. Esa burguesía no teme plasmar algunas reformas institucionales no determinantes. Está dispuesta a “compartir” ciertos espacios de poder con la guerrilla. Aprendieron del proceso constituyente de 1991. Mientras ellos tengan el poder, la ley puede “estirarse” sin ningún peligro. Otra jugada, otro engaño, otra apariencia.

El devenir desde la izquierda

Desde las fuerzas de izquierda –fuertemente divididas– no ha existido capacidad de reacción. Existen tres posiciones básicas: quienes en aras de la paz le aceptan a regañadientes los engaños al Gobierno; quienes recogen la bandera de la paz y hacen esfuerzos por que la movilización social obligue a Santos a ceder cambios sustanciales en lo social, político y económico; y quienes al no ver diferencias entre Santos y Uribe –desde un principio– se oponen de plano a su política.

La primera actitud termina legitimando la política neoliberal de Santos. La segunda se ilusiona con el posible auge del movimiento social por la paz, que hasta ahora sólo crece en torno a reivindicaciones concretas (zonas de reserva campesina y política agraria). Y la tercera actitud se contenta con ser oposición pero no logra canalizar el desgaste de Santos.

Hace falta una política que consiga desenmascarar ante el pueblo esa estrategia de la burguesía que oculta sus verdaderos intereses detrás de poses reformistas. Hace falta la unidad de la izquierda para actuar con más contundencia. Hace falta un bloque de izquierdas que impida que quien canalice la situación sea el derechista “Centro Democrático” de Uribe.

Por ello es urgente caracterizar al gobierno y al proceso de paz. Hay que establecer la búsqueda de la paz negociada como una política de Estado, que vaya más allá de un gobierno u otro. Se debe definir al gobierno de Santos como demagógico. Llegó el momento de las definiciones. En aras de conseguir la paz no podemos permitir que se engañe al pueblo. El paro nacional agrario del próximo 19 de agosto obligará a las diferentes corrientes de izquierda a asumir una posición: o están con el Gobierno o se distancian de él. No hay término medio.

Paralelamente se requiere desarrollar una consistente labor política y social en las ciudades. La insurgencia pacífica de los pequeños y medianos productores del campo sólo será exitosa, siempre y cuando haya un levantamiento masivo de la población citadina. Temas como el desempleo, los servicios de salud, la educación, los servicios públicos, requieren nuestra atención y acción unificada. De lo contrario el alzamiento campesino será neutralizado y debilitado.

El auge de la rebelión popular estimula e impulsa las definiciones políticas.

Los conflictos de la paz

Por Antonio CaballeroRevista Semana.

OPINIÓN. ¿Acaso no viene diciendo el establecimiento desde hace por lo menos 35 años que las guerrillas deben dejar las armas para competir abiertamente como partidos políticos?

Se preocupa Plinio Apuleyo Mendoza, el autodesignado vocero de la derecha militarista colombiana, por el “riesgo” que divisa como posible desenlace de un acuerdo de paz con las guerrillas: “El de encontrarnos con unas Farc dueñas de amplias zonas del territorio (y) con un partido político de in
sospechada fuerza (la Marcha Patriótica)”.

¿Y acaso no se trata justamente de correr ese “riesgo”? No solo a partir de las conversaciones que ahora se adelantan en La Habana, sino de antes. ¿Acaso no viene diciendo el establecimiento desde hace por lo menos treinta y cinco años que las guerrillas deben dejar las armas para competir abiertamente como partidos políticos? 

Ya una vez lo hizo el M-19, y no sobrevino ninguna catástrofe. Obtuvo un tercio de los votos para la Asamblea Constituyente, y eso no desembocó en la revolución sangrienta que vaticina la derecha militarista para justificar su propia represión sangrienta, sino en la inofensiva (aunque progresista) Constitución de 1991. 

Ya otra vez intentaron hacerlo las Farc fundando la Unión Patriótica, aunque con el ingrediente nocivo de la “combinación de todas las formas de lucha”: mantuvieron las armas. Y eso sí provocó un río de sangre. Pero entre las filas de la Unión Patriótica, exterminada a manos de la derecha militarista: de las llamadas “fuerzas oscuras” del paramilitarismo en complicidad con sectores políticos y de la fuerza pública. Los amigos de Plinio.

Más curioso resulta ver que muy parecida a la opinión de Plinio es la de Rafael Pardo, hasta hace poco jefe único del partido llamado liberal y actualmente ministro de Trabajo de Santos. Dice Pardo:

“Mientras en La Habana (las Farc) están en temas de acuerdo y de conciliación, los sindicatos de la Marcha Patriótica están más en temas de confrontación (...) Cuando en La Habana negocian civilizadamente alrededor de una mesa, que es lo razonable en un proceso de paz, por fuera están presionando por vías que no propiamente convocan al diálogo (...) No de confrontación armada, pero sí dentro de los escenarios laborales y sociales”.

Repito: ¿y no se trata precisamente de eso? ¿De que la confrontación deje de ser armada para volverse laboral y social? Y no solo política en el más estrecho sentido de la palabra. Pues también tiene el gobierno –el Establecimiento, confundidos los poderes del Estado con los económicos y los mediáticos– la pretensión de que la única expresión de inconformidad o desacuerdo sea estrictamente electoral y únicamente se mida en votos. 

Que los inconformes cambien las balas por votos se acepta como demostración extrema de generosidad; pero que no se les ocurra cambiarlas también por huelgas, por paros, por marchas, por manifestaciones de protesta: entonces interviene la Policía, como se ha visto en el Catatumbo, o el mismo Ejército, como hace un año entre los indígenas del Cauca.

Y también lo de los votos tiene límites: es necesario superar con ellos el expandido umbral que deja por fuera, sí, los partidos de garaje, pero también la opinión minoritaria. Así se le quitó a la exterminada Unión Patriótica la personería jurídica alegando que había perdido sus votantes; y se le acaba de devolver ahora, simbólicamente, como un sarcástico homenaje post mórtem.

Así, independientemente de lo que pueda llegar a acordarse en la mesa de La Habana, o de si eso fracasa, no es sostenible el proyecto de tolerar una más amplia democracia política que la precaria que actualmente existe sin aceptar simultáneamente la existencia de una democracia económica y una democracia social.

Si de verdad el gobierno de Juan Manuel Santos quiere que el final del conflicto armado pueda despejar el camino para un país en paz, tiene que prepararse para un país plagado de conflictos sociales, económicos y laborales. Como cualquier país democrático.

Que se lo expliquen al ministro de Trabajo.

(Bueno: y al de Defensa, y al de Hacienda, y...).

Las guerras de Obama no se toman vacaciones

Por CubaDebate. Mientras la familia Obama se prepara para pasar las vacaciones en la isla Martha’s Vineyard, alguien debería recomendarle al Presidente que lleve el libro “Trampa 22” (cuyo título original en inglés es Catch-22) como lectura de verano. Leer más...

La "farandulización" de la política

Por Aram Aharonian


Quizá para captar votos, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) decidió convocar a personalidades atrayentes del deporte y el espectáculo, sin antecedentes políticos previos pero con popularidad en las actividades en que se desempeñaban, para convertirlos en candidatos a alcaldes, de cara a las elecciones del 8 de diciembre próximo.

La idea de los estrategas pareciera ser la selección de personajes conocidos –mediáticamente al menos- por la ciudadanía, y apostar a que el resto lo ponga la “mística chavista” y el aparato electoral del partido, una vez que desapareció el portaaviones de Chávez, sobre el cual se montaron unas 15 comicios en los últimos 14 años. ¿Éste es el viraje estratégico para recuperar los votos perdidos en abril y ganar adeptos más allá de los convencidos?

Es cierto que Chávez llegó a contar con la cercanía, la simpatía, el acompañamiento y el apoyo de personajes del espectáculo y el deporte, pero nunca los ubicó como centro de atención y definición de su estrategía : la de caminar hacia el socialismo del siglo 21. Los asesores actuales del PSUV y del gobierno, quizá engolados con tantos fracasos europeos, confunden participación popular con “sábado sensacional” y tienen una visión reaccionaria sobre el pueblo venezolano, su concientización, su idiosincrasia. Es más, en esta ofensiva socialdemocratizante, que acompaña este proceso exigiendo en forma paralela medidas seriamente reaccionarias como devaluaciones y la dolarización de la economía, se trata de hacer olvidar la esencia del movimiento bolivariano, ocultar todo rasgo revolucionario (más allá de la redundante y consignera declamación), cuyas consecuencias fueron la pérdida de casi 800 mil votos en la última elección.

Estos “expertos” parten de la apuesta de que estos personajes sintonizan con el sentido común, con la desconfianza que muchos ciudadanos les tienen a los políticos, tanto civiles como militares. Piensan que eso hace que mucha gente se identifique y apoye rápidamente, por simple simpatía con personajes famosos, una alternativa electoral y suponen que los ayudará a ponerse un escalón arriba en las encuestas .

La tentación de igualar la farándula a la política no es un fenómeno sólo venezolano. Carlos Saúl Menem lo puso de moda en los 90 en Argentina (Palito Ortega, Carlos Reutemann) y en Brasil ocurrió con Fernando Collor de Mello, que era un empresario representante de los medios (en especial de la Red O Globo)… pero hay decenas de ejemplos internacionales.

Fueron estrategias para cooptar sectores de la centroderecha. Muchos de ellos llegaron a deslegitiman la política, las ideologías y hasta declarar que no querían ser políticos. Otros apreciaron que la farandulización es la degradación de la política.

Hay una confusión permanente sobre lo que es la participación popular. Algunos suponen muy equivocadamente que un “buen chavista” debe reducirse a que desde la cúpula de su partido les participen por quién deben votar. No es así: Por el contrario, es urgente revertir esta tendencia a la despolitización. Recuperar la confianza del pueblo debiera ser la principal tarea de los actuales dirigentes del gobierno y del proceso.

Todos los logros políticos y sociales que ha alcanzado Venezuela, tanto dentro del país como en forma de locomotora integradora reconocida y valorada en todo el continente, no pueden ponerse en discusión no pueden ser comprometidos por malas estrategias de campaña , como tampoco deben serlo por el peligro y la degradación de una mala gestión que llevara a que se tomaran medidas antipopulares para conformar a grupos e intereses que complotan contra el país y el gobierno, ante reconocibles problemas económicos que no son de tan difícil solución.

No cabe duda que esta Venezuela bolivariana necesita una sensata gestión de gobierno, colectivo; un esfuerzo decidido en la formación de servidores públicos capaces, con conciencia social y revolucionaria; un gobierno cohesionado y un cuerpo de funcionarios honesto y comprometido que ejecuten ese Plan de la Patria 2013-2019 –elaborado por Hugo Chávez- aprobado en dos elecciones.

El dinamismo que le había dado a la impronta chavista la hoja de ruta diseñada por Chávez en la Constitución de 1999, los Planes de Desarrollo de la Nación, las Leyes Habilitantes, han perdido su motor. Dos años atrás se cuestionaba del hiperliderazgo de Chávez, como llamado de atención sobre la ausencia de dirección colectiva. Chávez era el articulador, el que distribuía el juego entre grupos con veleidades y aspiraciones de poder, que hoy se han quedado sin el árbitro.

En esta selección dedocrático-farandulera hay, intrínsecamente, un reconocimiento que a seis años de fundado, el PSUV no entusiasma, no suma militantes (quizá sí afiliados) y ni siquiera cumple su función de aparato electoral. La debilidad de los grupos, partidos, movimientos que debaten ideas en las bases, elaboran propuestas que pasan inadvertidas, es visto como un síntoma de despolitización, aunque más bien se trate de incapacidad de dirección en un PSUV rutinariamente electoralero, que obliga a cumplir órdenes en lugar de debatir ideas.

Hoy, el mayor logro del chavismo, que fue convertir en sujetos sociales y políticos a quienes siempre fueron objetos de política parece haber sido olvidado. Y el problema no radica solamente en si la ciudadanía los va a votar, sino si tienen idea de qué se trata la administración y gestión de un territorio, de ganar eventualmente las elecciones.

El politólogo Nicmer Evans recuerda que el rechazo a las prácticas tradicionales de la política venezolana de la IV República, derivó de un proceso de despolitización denominada antipolítica –impulsada por los medios comerciales de comunicación-. Este tuvo como base la alta decepción ciudadana sobre la resolución de sus problemas por la vía político-institucional, posterior al llamado Caracazo de 1989, que produjo una serie de hechos políticos que finalizaron en 1998 con la elección de la figura que podía generar los cambios necesarios para transformar las prácticas políticas de la época.

Esto podría describir a Chávez como un candidato hijo de la antipolítica, tal como lo fue (la ex miss Universo) Irene Sáez en 1998, pero los hechos ratificaron que lo que buscaba Chávez era repolitizar a los ciudadanos: su estilo echaba mano del show pero él no era un artista, era un político, que luchaba por el empoderamiento de la ciudadanía de su soberanía, a través de la participación activa en los procesos de toma de decisión.

Se está fracasando en sembrar el proyecto y, más allá de sus éxitos profesionales, de su eventual adhesión al proceso, lejos están estos candidatos dedocrático-faranduleros de ser reflejo, imagen o síntesis del proceso bolivariano, anticapitalista, antiimperialista y revolucionario. Quizá, lo próximo que propongan los asesores socialdemocratizantes, sea, precisamente, ir borrando paulatinamente esas definiciones ideológicas.

Las revoluciones las hacen los revolucionarios, solía decirnos Chávez, parafraseando al Ché. No se trata sólo de un escenario para las campañas publicitarias o la firma de autógrafos. Y, quizá olvidando que Chávez, además de presidente era líder de la Revolución Bolivariana, es Nicolás Maduro, el presidente, quien anuncia las candidaturas. Más allá de todo lo dicho, lo peor es que la farandulización tampoco garantiza un éxito electoral.

'El ejército de Bolívar luchó por la independencia y la libertad; el de hoy depende del Comando Sur y de los lineamientos estratégicos de Washington': FARC EP


Desmoralizadas pueden estar las tropas del General Mantilla, pues muchos de sus oficiales experimentados en guerra de guerrillas se están yendo para los Emiratos árabes a venderse como mercenarios. Aquí arriesgan su vida y les pagan con migajas; en cambio allá les pagan jugosamente en dólares.

A continuación el PCC reproduce el texto completo del comunicado


La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, agosto 10 de 2013
Las palabras del General Mantilla


Las FARC están desmoralizadas, afirma el comandante del Ejército, General Sergio Mantilla, en el aniversario 194 de esa fuerza, que dudamos descienda de la que combatió en el Puente de Boyacá, bajo el mando de Bolívar, El Libertador. Y nuestras dudas se sustentan en la historia y en la conducta asumida por el ejército, que nada tiene que ver con la defensa de las fronteras patrias y las garantías sociales. El ejército de Colombia, convertido en una fuerza contrainsurgente para perseguir a un supuesto enemigo interno, se ha quedado por esta razón rezagado frente al resto de los ejércitos latinoamericanos formados para rechazar cualquier amenaza externa. El ejército de Bolívar luchó por la independencia y la libertad; el de hoy depende del Comando Sur y de los lineamientos estratégicos de Washington.


Desmoralizadas pueden estar las tropas del General Mantilla, pues muchos de sus oficiales experimentados en guerra de guerrillas se están yendo para los Emiratos árabes a venderse como mercenarios. Aquí arriesgan su vida y les pagan con migajas; en cambio allá les pagan jugosamente en dólares.


No hay ejército más insolidario frente a las familias de los soldados muertos, heridos, lisiados o prisioneros en combate, que el de Colombia.Mirando hacia el esperanzador proceso de paz de La Habana, muchos soldados, oficiales y suboficiales no quieren arriesgar más sus pellejos defendiendo las ganancias y el capital de unas élites indolentes.


Lamentamos profundamente todas las muertes en combate. Esto no estaría ocurriendo si el gobierno no hubiese rechazado la tregua bilateral, el armisticio, tantas veces propuesto por las FARC.


Por otra parte asegura el general que, en 2 o 3 años las FARC perderán la guerra, porque estratégicamente la tienen perdida. Los vaticinios del adivino se parecen a los de hace medio siglo, cuando atacando a Marquetalia calcularon que en tres semanas acabarían con las guerrillas de Manuel Marulanda Vélez; pero las decenas de generales que lo enfrentaron durante 44 años nunca pudieron derrotarlo. El Ministro de Defensa del gobierno de Gaviria, Rafael Pardo, también dijo que exterminarían a las FARC en 18 meses, y nada. Luego la Ministra de Defensa de Uribe, Martha Lucía Ramírez, mucho más retozona subjetivamente que Pardo, aseguró que lograría ese propósito en 90 días.


Todas esas palabras con resonancia de oquedad, se las ha llevado el viento.


Es poco racional afirmar, como lo hace el general Mantilla, que la guerra se va acabar por las buenas o por las malas. Esa aseveración emocional carece de fundamento. En esos términos no podemos permitir que hable la soberbia, porque los conflictos pueden llegar a su fin a través de la solución política, en una mesa de diálogo, con el compromiso sagrado de superar las causas políticas, económicas y sociales que impulsaron al alzamiento armado.


La guerra puede devenir en paz, conversando, como lo estamos haciendo en La Habana.


Una guerrilla que ha resistido la asimetría en número y tecnología, la ofensiva contrainsurgente más grande que haya conocido la historia de América, no puede ser una guerrilla desmoralizada, señor General. ¿Dónde estarán los 13.742 guerrilleros capturados durante el gobierno de Santos de que habla el general?


Lo planteado por Mantilla no ayuda, no genera un ambiente ni contribuye a los esfuerzos que debemos hacer todos por la paz de Colombia.


En la imagen,  Ministro de Defensa rinde explicaciones al secretario de defensa de EU León Panette


Comandante Jacobo Arenas,


ESTAMOS CUMPLIENDO.


Delegación de paz FARC-EP

No se enteraron que la guerra en Vietnam terminó: estuvieron escondidos 40 años

Por CubaDebate. La guerra es cruel, y lo importante es sobrevivir. Seguramente es lo que pensaba el ahora anciano vietnamita de 82 años cuando se internó en medio de la espesura. Hace 40 años, en un salón parisino se reunieron representantes vietnamitas y estadounidenses para poner fin a la Guerra de Vietnam. Pero Ho Van Thanh no se enteró, y junto a su hijo menor, que en ese entonces tenía un año, pasó las últimas cuatro décadas escondido en medio de la espesura de la jungla en el centro del país, informan medios locales. Leer más...

Santiago Álvarez Cantalapiedra: Economía política de las necesidade

Para acabar una guerra

José María Carbonell, Cambio Total.

Muchas veces los que están inmiscuidos en una guerra carecen de una perspectiva adecuada sobre cómo terminar la guerra. Guerra que ninguna de las dos partes va ganando uno sobre otro. Por el contrario. El conflicto interno o Guerra interna, desatado por la oligarquía en 1964, si algo ha demostrado es que puede « durar cien años » sin que uno u otro venza al contrario. Por qué ?

En primer lugar porque la guerra es una guerra injusta del lado oligárquico y es justa del lado popular, es decir, la guerrilla. La oligarquía para poder adelantar la guerra tiene que « obligar » a los soldados a que vayan al frente (caso de los reclutamientos forzosos), además de malgastar cantidades de millones de dólares, dilapidando recursos que podrían muy bien usarse en solucionar el conflicto social (una de las dimensiones del conflicto interno), y al mismo tiempo su clase sufre los rigores del conflicto interno (« inseguridad » en las zonas de sus propiedades terratenientes, temores a ser « secuestrados », incertidumbre en las inversiones, etc), y todos sabemos que lo que más desespera a los oligarcas es no poder realizar sus « negocios ».

En segundo lugar, porque la guerrilla es invencible siempre y cuando cuente con una base social. Esa base social en Colombia son los campesinos y también, claro está, obreros, estudiantes, mujeres, ancianos, etc, es decir, los pobres de Colombia que apoyan de diferentes maneras la lucha guerrillera y muchas veces nutre con sus propios hijos las filas guerrilleras. Mientras en la guerrilla los guerrilleros están de propia voluntad combatiendo a su enemigo de clase, en las tropas estatales el soldado está obligado a « pagar un servicio » porque sin tarjeta militar ningún empresario los emplea (se nota aquí además la mezquindad oligárquica ya que sus hijos no prestan el servicio militar por el miedo de que mueran en la confrontación armada).

Pues bien, en las tropas oficiales estatales los soldados no pueden analizar el acontecer diario de la vida nacional ya que los « cocotudos » oficiales no quieren ni necesitan una tropa « ilustrada », sino una cantidad de « analfabetas » que arriesguen por ellos el cuero sin chistar ni pensar, como si lo hacen en la guerrilla, la cual todos las noches en lo que ellos llaman « la hora cultural » abordan y analizan las noticias más relevantes del día, además de adelantar sketch de teatro, parodias, cantos, etc.

Desde luego que los guerrilleros están mejor preparados para comprender los sucesos de una Mesa de Conversaciones como la de La Habana. La comprenden y comprenden el por qué. Comprenden que la Paz es una necesidad imprescindible por cuanto las FARC pelea con las armas en la mano precisamente para defender la vida del pueblo colombiano y lograr la Paz sería la vía menos dolorosa para nuestro pueblo ya que todas las víctimas del conflicto interno son hijos del pueblo (Sí o no, JM Santos y Pinzón ?).

Episodios como las ejecuciones extrajudiciales realizadas para « ganarse » un fin de semana libre del serivicio muestra la grado de descomposición y desmoralización de una tropa como la estatal, que además tienen que estar ofreciéndoles « recompensas » por actos de servicio o por delaciones, « sapeos » o inmiscuyéndose en actividades ilícitas como el narcotráfico.

Para acabar una guerra sólo hay dos formas. O vencer al enemigo o dialogar la Paz. Si las fuerzas militares-narcoparamilitares no pueden vencer al enemigo –la guerrilla-, qué tendrían que hacer ? Evidentemente que dialogar con la guerrilla. En los actuales momentos los delegados gubernamentales no están en La Habana porque ellos o su presidente JMSantos sean magnánimos o humanitarios, sino porque están siendo obligados por la fuerza de los hechos históricos que les ha evidenciado que es mejor dialogar que continuar con esta guerra fratricida porque corren el peligro de que sus tropas vuelvan a desmoralizarse como sucedió en el gobierno Samper cuando la guerrilla les dió « sopa y seco ». Claro que entre los funcionarios estatales, entre los militares, hay gentes que « no ven más allá de sus narices » y siguen con sus propuestas trasnochadas y envejecidas de más guerra.

De tal manera, que dialogar es mejor que seguir con el curso de la salvajada de « continuar la política por medios armados » -como quieren los de la extrema derecha colombiana-, porque es mejor hablar que matarse entre propios, es mejor que hablen oligarquía y guerrilla a que se estén matando los hijos del pueblos entre sí. Unos por pelear una guerra que no es de ellos, y otros por adelantar la defensa de sus vidas.

Si el gobierno estuviera decidido un 100% por la solución política al conflicto interno sus enemigos militares de extrema derecha –Pinzón y demás generales que lanzan porquerías por la boca- ya hubieran sido llamados a calificar servicio o a renunciar. Porque esa es la verdad. La Paz tienen que pagarla a su justo precio los oligarcas que la decretaron y ello implica acabar con las causas que originaron y mantienen el conflicto interno vivo. El pueblo no tiene que pagar por las acciones oligárquicas y punto !

Jornada Nacional de protesta y paros indefinidos

Por Pacocol. Comunicado a la opinión pública

Con la aprobación de la Agenda Legislativa  en el Congreso de la República el actual Gobierno ha posicionado políticas antiobreras y antipopulares, que coartan y limitan derechos, privatizan  instituciones, entregan nuestros recursos naturales a las empresas transnacionales, promueven la extranjerización de la tierra, acaba con la producción nacional a través de los Tratados de Libre Comercio, encarece los precios de la canasta familiar, eleva los precios de combustibles, profundizando así la actual crisis económica, social, ambiental y política que ellos mismos no reconocen.
Por: Organizaciones sociales

Juegos de Cartas

Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez

En el mismo tiempo real, en el que ocurren conversaciones orientadas a alcanzar un acuerdo de paz entre el estado y la insurgencia, crecen con optimismo las posibilidades de unidad en las luchas sociales por la dignidad, que vienen siendo expuestas por diversos sectores, en cuya protesta confluye el reclamo por hechos efectivos que garanticen la paz duradera y estable, pero a la vez en la construcción de poder popular. El gobierno parece indiferente, acostumbrado a imponer su lógica, como la única opción ante toda situación que lo confronte. El presidente juega con tres cartas sus respuestas, de un lado anuncia que la Paz es su propósito fundamental, de otra endurece la voz para anunciar que no abandonara la guerra porque quiere la paz y la tercera carta induce a la reelección de lo que llama sus políticas que se sintetizan en difusos anuncios subliminales que llevan las iniciales de su nombre JMS.

En la mesa de conversaciones los voceros del estado dan muestras de responder de manera seria, disciplinada, respetuosa en el lenguaje y con argumentos preparados y guardan prudencia sobre pactos, acuerdos y desacuerdos. En las tarimas, en cambio, el gobierno en cabeza de algunos ministros vocifera, especula, niega, intimida, llama a fortalecer las técnicas de muerte, anuncia nuevas compras de material de guerra incluidos aviones ultramodernos, impulsa la idea de que en la guerra todo vale para capturar o matar, llama a la alegría de tener un nuevo ejército galáctico de drones (aviones no tripulados) especializados en matar a domicilio. Y en los espacios institucionales anuncia que los negocios prevalecen sobre todo lo demás, induce en la implícita convocatoria a venerar la privatización de la vida, de la riqueza nacional, del poder, del estado, de los partidos, de las decisiones y de las necesidades convertidas en réditos electorales. La suma de sus apuestas indica que juega con fino cálculo político en la consolidación de estrategias electorales para continuar gobernando.

Las posturas políticas de derecha e izquierda tienden a ser separadas del centro donde algunas veces parecían encontrar puntos de acuerdo. La zona gris que ambas podían ocupar sin terminar en rupturas insalvables desaparece paulatinamente. La derecha jalona más hacia la orilla derecha y se alinea con las voces que llaman a mantener la guerra, se radicaliza y se convierte en oposición al gobierno, en una extraña situación de derechas en confrontación temporal pero no antagónica. La izquierda juega con las cartas de búsqueda de la paz, pero el gobierno se empeña en estigmatizar sus actuaciones, crea confusiones, elimina las distancias entre las autonomías del movimiento social respecto del movimiento político y del movimiento insurgente y trata de enfrentarlas entre sí. Con este panorama pareciera que las elites del capital y del poder tratan de presionar a la izquierda a radicalizarse en la orilla izquierda, lo que contribuiría a impedir que se selle un pacto de paz, ante la falta de garantías de participación social y política. Queda la sensación de que cada vez que se acercan las posturas en torno a acuerdos de paz real el gobierno alienta rupturas. O bien no logra crear unidad adentro de sus propias fuerzas o bien mantiene las cartas del fraccionamiento efectivo o inventado para poner la partida siempre de su lado.

Las garantías para la salud, la educación, la real devolución de tierras a las víctimas y la protección a la ya debilitada economía nacional y al empleo se mantienen en niveles con creciente precariedad. Los sectores políticos minoritarios cada vez son más frágiles y permanecen al margen de las grandes decisiones del poder y han entrado en inminente riesgo de desaparición. A toda marcha avanza la eliminación del anterior modelo del estado comunitario basado en la seguridad democrática que cierra su capítulo con no menos de medio centenar de congresistas procesados por parapolítica, concierto para delinquir y corrupción, y el entorno inmediato del uribismo es cuestionado por sus prácticas de muerte y eliminación de sus contrarios. En su lugar se vislumbran avanzadas de consolidación del modelo democrático de la unanimidad nacional que no permite disidencias, que no acepta minorías y que abomina toda oposición efectivamente contraria al proyecto político único formado por partidos con existencia real solo del centro hacia la derecha, o entre el centro y la extrema derecha.

A la par se mantienen vigentes los fenómenos asociados a situaciones vinculadas a la desigualdad y exclusión política, social y económica. Completan el contexto del conflicto otras situaciones generadoras de conductas favorables a sostener vigentes los sistemas de violencia, impunidad, corrupción y modos de acción intimidantes para resolver asuntos de la vida cotidiana. Persisten las vejaciones por abusos sexuales, los accidentes de tránsito provocados por borrachos, las riñas callejeras que producen desfiguraciones y lisiados, los abusos del poder para castigar a sus declarados enemigos y opositores, continúan intactas y protegidas las técnicas de guerra sucia que intimidan, crean falsos positivos judiciales, asesinatos extrajudiciales, distribución de panfletos amenazantes y la formación de sicarios y mercenarios con calidad de exportación.

mrestrepouptc.blogspot.com

El Ojo Televidente especial La Marcha TV

Tenedores y cuchillos

Por Daniel CoronellRevista Semana.

OPINIÓN. Escribe Néstor Humberto que el gobierno o la Procuraduría podrán anular las operaciones que acumulen baldíos “siempre que estén registrados en los folios de matrícula con su respectiva restricción”. O sea que si no figura en los papeles, es legal.

Un proyecto de ley para sanear la ilegal apropiación de antiguos baldíos será presentado por el gobierno al congreso. El redactor principal del proyecto no es un funcionario sino el abogado Néstor Humberto Martínez. Tengo un documento que prueba las modificaciones que le ha hecho el doctor Mart
ínez a la futura ley y que favorecen las tesis de los llamados “tenedores de buena fe”. 

Entre esos “tenedores” hay empresas como Riopaila-Castilla, Cargill y La Fazenda. 

Riopaila-Castilla se apoderó de 40 mil hectáreas de antiguos baldíos a través de una cuestionada maniobra que incluía creación de empresas de papel en Colombia que compraban tierras hasta el límite legal con dineros prestados por Riopaila. Después, esas sociedades de papel –pero con tierra- fueron vendidas por el precio de su deuda a cinco compañías españolas pertenecientes a un solo fondo de Luxemburgo, cuyo dueño resulto ser el mismo Riopaila-Castilla. 

Al final, juntando todos los pedazos de tierra, el ingenio armó una enorme plantación en el Vichada (ver vínculo).

El autor de la “estrategia jurídica sofisticada” es el abogado Francisco Uribe Noguera de la firma Brigard y Urrutia, quien en entrevista con la revista Semana justificó su plan. 

Esa entrevista está convirtiéndose en uno de los pilares del proyecto de ley, con el siempre inteligente concurso de Néstor Humberto Martínez, cuya habilidad con la lengua y con la pluma nadie discute.

Los usuarios de semana.com pueden ver el documento completo en pdf. Las enmiendas hechas por Néstor Humberto están en color verde, las rojas y azules corresponden a funcionarios del ministerio de agricultura y de la presidencia. (Ver Proyecto Tierras)

Entre los aportes de Néstor Humberto Martínez saltan a la vista algunos que coinciden -portentosamente- con las tesis de su colega Francisco Uribe Noguera.

Escribe Néstor Humberto que el gobierno o la procuraduría podrán emprender acciones para anular las operaciones que acumulen antiguos baldíos “siempre y cuando se encuentren registrados en los folios de matrícula inmobiliaria con su respectiva restricción”. (Ver página12proyecto)

Esto quiere decir que si la restricción no figura en los papeles, la operación tendrá que considerarse legal. 

Coincidencialmente en su entrevista con Semana, el doctor Uribe Noguera había defendido el mismo argumento en la acumulación de tierras baldías por parte de Riopaila: “para que sea ilegal comprarlas se necesita que esa prohibición sea de conocimiento público, por lo cual tendría que estar registrada en la resolución de adjudicación y en el certificado de tradición y libertad. Nosotros obviamente no compramos ninguna tierra cuyos títulos expresarán esa limitación”. (Ver entrevista Semana1)

El gobierno también acude a socorrer al autor de la estrategia jurídica sofisticada. El abogado Uribe Noguera sostuvo en su entrevista con Semana que “los baldíos anteriores a 1994 no entran en la categoría de la prohibición”. (Ver entrevistaSemana2)

El gobierno -en color rojo en el proyecto- busca determinar que “Las prohibiciones y limitaciones contenidas en la Ley 160 de 1994 solo son aplicables en los términos de esa ley a los predios baldíos que hubieran sido adjudicados a partir del 5 de agosto de 1994”. (Ver página 11proyecto1)

Para acabar de lavar en agua lustral la maniobra de Riopaila-Castilla -que el ministro de agricultura calificaba como ilegal hasta hace unas semanas- el proyecto quiere establecer que “dichos predios no tienen limitación o prohibición alguna para transferir la propiedad y constituir otros derechos reales”. (Ver página 11proyecto2)

Bajo la misma tesis se legalizarán las operaciones de familiares y prestanombres de Víctor Carranza que permitieron la conformación de ‘La Fazenda’ y ‘La Hacienda El Porvenir’. 

Si el proyecto se convierte en ley, todos ellos serán “tenedores de buena fe”.

Historia del miedo

Por: Alfredo Molano Bravo

A medianoche del 9 de marzo de 1687 se oyó en la religiosa Santa Fe de Bogotá un ruido espantoso que duró media hora. Los habitantes de lo que era una fría aldea saltaron de sus camas con gorro de noche y pantuflas, a correr.

Correr para todos lados. Hedía a azufre, el diablo podía salir de cualquier agujero. En la Catedral, en San Agustín, en San Francisco, en La Capuchina se refugió el tropel mientras los curas sermoneaban y pedían que los asustados parroquianos se arrepintieran. Se recuerda como “época del ruido”. Nunca se supo la causa del espantoso estruendo, pero el recaudo de diezmos y primicias se debió multiplicar. Lo mismo sucedería en 1812 cuando se derrumbó Caracas y los frailes salieron a gritar: Arrepentíos, Dios os castiga por levantaros contra el Rey. El miedo y el terror han sido siempre arma de sometimiento. Han servido también para crear ambientes de subordinación como, quizá sin proponérselo, lo hizo Orson Welles cuando por la radio montó una obra en vivo sobre la invasión de marcianos a Nueva York. La gente despavorida corría por calles, avenidas y se refugiaba en el subway, llamaba a la Policía y clamaba por la intervención de los marines. Fue en octubre del 38, un año antes de estallar la Segunda Guerra Mundial, de la que saldrían vencedores también los Estados Unidos.

No ha sido para menos la violencia que hemos vivido desde siempre. Las cabezas que cortaban los españoles y exponían en las entradas de los pueblos obligaban a la obediencia, al silencio, al acatamiento. Los miles de muertos de la batalla de Palonegro, que se suspendió por el hedor y porque ningún combatiente podía alzar un machete, dejaron una huella viva y sangrante. La Iglesia, para perpetuar el miedo a los enemigos de la fe —el liberalismo—, mandó construir catedrales por todas partes, la más famosa —el Voto Nacional— en el mismo lugar donde existía el paredón de fusilamientos. Para crear el terror, los chulavitas, durante la época de la Violencia, usaron las formas más brutales de mutilación de cuerpos y de exposición pública de sus partes. Los paramilitares heredaron las horrendas prácticas con idéntico objetivo.
El terror paraliza, divide, amordaza. Los gobiernos han sido hábiles en crearlo, fomentarlo, aprovecharlo y no pocas veces en señalar a la oposición de hacer lo que ellos, los gobiernos, ordenan o permiten. Al caso de la UP no se le puede echar tierra. Más de la que se les echó a los cadáveres que las “fuerzas oscuras” dejaban tirados. El país no puede olvidar que cinco días antes del asesinato de Bernardo Jaramillo, candidato a la Presidencia por la UP, Carlos Lemos, ministro de Gobierno de Barco, acusó a este movimiento de ser el brazo político de las Farc. El ministro actual del Interior sugiere que Robledo está detrás de las movilizaciones violentas de campesinos y mineros. Una semana después, los Rastrojos amenazan de muerte a defensores de derechos humanos y a dirigentes del Polo.

La fuerza pública ha especializado cuerpos de oficiales en publicidad y propaganda bélica como parte de lo que considera guerra sicológica. El mecanismo es simple: elaborar tendenciosamente toda información sobre orden público para dividir el país entre buenos y malos y justificar automáticamente todo exceso como blanco legítimo. Unos tacos de dinamita “encontrados” en Usme son presentados como bombas para atentar contra el ministro de Defensa. La impronta queda. Hoy abundan técnicas sofisticadísimas para crear pánico, zozobra, amenazas permanentes, atentados inminentes, terror gaseoso, y arrinconar a la ciudadanía para someterla y usarla. El uribismo, que conoce muy bien esas estrategias de intimidación y gobierno, hace cuanto está a su alcance para fomentar el apocalipsis. Santos se ha pillado el peligro: prestarles los micrófonos informativos a los coroneles y dejar que su primo ponga vallas puede salirle muy caro. Por eso ahora —quizá ya tarde— llama a no dejarse contagiar por el miedo, cuando durante los tres años no ha hecho más que jugar con el frankenstein.
  • Alfredo Molano Bravo | Elespectador.com


Agosto 10 2013, Homenaje al Comandante Jacobo Arenas.


 

Dossier Álvaro Uribe Vélez

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