En Bogotá y en Colombia vuelve a aumentar la pobreza
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[image: Jorge Gonzales][image: Jorge Ivan Gonzales][image: Especial de
Pobreza]Tras varios años de descenso sostenido, la pobreza está otra vez en
aumento,...
domingo, septiembre 01, 2013
RUEDA DE PRENSA - La Coordinación de Organizaciones y Movimientos Sociales y Políticos de Colombia
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domingo, septiembre 01, 2013
Para llorar
OPINIÓN. Por cada granada de humo blanco pagamos 43.880 pesos. Cada cartucho de gas nos vale 27.183 pesos.
Se
ha vuelto un lugar común decir que todos pierden con los paros. La
frase es tan repetida como falsa. Hay unos que ganan –y ganan mucho-
cada vez que hay una protesta. La industria de las llamadas “armas no
letales” recibe multimillonarias utilidades por cuenta de la represión
de las manifest
aciones en Colombia y en el mundo. Los dueños de esa
industria tienen a la vez intereses en negocios como la venta de
productos lácteos o la calificación de riesgos en países como el
nuestro.
El gas lacrimógeno es uno de los
mejores negocios de esta época. A pesar de que la Organización de
Naciones Unidas clasifica el gas lacrimógeno como un arma química, los
poderosos intereses detrás de esta industria han logrado que su producto
estrella se comercialice a nivel mundial como “arma no letal”
La
mayor productora de gas lacrimógeno es una empresa llamada Combined
Systems Inc. La compañía funciona en Jamestown, un pacífico pueblito con
menos de 700 habitantes en Pensilvania, Estados Unidos.
De
acuerdo con su página oficial su negocio es la “fabricación y
suministro de municiones tácticas y dispositivos de control de masas a
las fuerzas armadas, la policía, las autoridades carcelarias y las
agencias de seguridad nacional en el mundo entero” (Ver link)
La
compañía es una máquina de hacer dinero. Cuanto peor le vaya al mundo,
mejor le va a ellos. Un reciente estudio adelantado por la profesora
Anna Feigenbaum de la Universidad de Bornemouth en Gran Bretaña, prueba
que durante los períodos de crisis económica se disparan los gastos
antimotines.
El periodista Marcelo Justo hizo
un completo reporte para BBC Mundo que muestra, entre otras
revelaciones, el ejemplo de España. Mientras el gobierno de Rajoy
recortó el presupuesto de 2013 en casi todas las áreas, empezando por
salud y educación, hubo un aumento de 17 veces (!) en el renglón de
‘antidisturbios’. Los fondos pasaron de 173.000 euros a más de tres
millones. (Ver vínculo)
Colombia
es un gran comprador de Combined Systems. De acuerdo con una
publicación de Source Watch los principales clientes de la compañía
fabricante de gas lacrimógeno son en su orden: Estados Unidos, Israel,
Egipto, Colombia y Yemen. (Ver vínculo)
En
el año 2007, se registraron 800 protestas en Colombia. El 26 de
diciembre de ese año -en medio de las celebraciones de navidad y año
nuevo- el gobierno de entonces firmó a través de la Policía Nacional un
contrato con los representantes locales de Combined Systems por US
$2.262.936 (Ver portada contrato)
El
objeto del contrato es la compra de granadas de gas, armas lanzagases y
otras municiones antimotines. Quien firmó el contrato como directora
administrativa y financiera de la Policía fue la entonces coronel Luz
Marina Bustos Castañeda, hoy subdirectora general de la institución. La
coronel Bustos ahora es general y con su firma ese contrato ha sido
extendido y adicionado, hasta nuestros días, en cantidades
multimillonarias.
Una de esas adiciones deja
ver cuánto le cuesta cada disparo antimotines a los contribuyentes
colombianos. Por cada granada de humo blanco pagamos $43.880. Cada
cartucho de gas nos vale $27.183. (Ver valor gas)
Otro
contrato, esta vez del Fondo Rotatorio de la Policía, indica que
Colombia le compró a Combined Systems fusiles lanzagases por
$242.604.960. (Ver fusiles lanzagases)
Los
principales accionistas de Combined Systems son Point Lookout Capital
Partners y The Carlyle Group. El grupo Carlyle es un conglomerado
empresarial con múltiples intereses que van desde la banca internacional
hasta la tecnología agropecuaria con Syangro Technologies, pasando por
la producción de leche en la India con Tirumala Milk. Carlyle es dueño
también de la calificadora de riesgos Duff and Phelps que evalúa la
seguridad de las inversiones en países como Colombia.
Nuestro
país es magnánimo con los conglomerados que explotan nuestros recursos y
nos venden lo que no necesitamos en desarrollo de las ‘bondades’ del
TLC. Al mismo tiempo es avaro con los campesinos que producen alimentos,
severo con quienes se atreven a protestar y generoso con los
vendedores de instrumentos para la represión.
Al final ellos se quedan con la plata y nosotros con las lágrimas.
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domingo, septiembre 01, 2013
Proceso de Paz y Paro Agrario y Popular
Allende La Paz,
Cambio Total.
Hemos planteado
desde hace ya algún tiempo que todos los problemas de los colombianos pasan por
la Paz, es decir, por la Mesa de La Habana deberían pasar todas las soluciones
de esos problemas toda vez que la raíz de ellos se hunde en las políticas
erradas de los gobiernos oligárquicos-imperiales. Miremos.
Todos los puntos
acordados en La Habana buscan solucionar las causas del conflicto interno
colombiano. El primer punto sobre la tenencia de la Tierra demuestra que esa
tenencia terrateniente, acumulada a punta de impunes asesinatos,
desplazamientos y despojo de las propiedades de los desplazados, ha producido
5,5 millones de desplazados que han ido a engrosar la pobreza, la miseria y la
indigencia, . Ahí arrancan los problemas.
A ello se suman
las políticas impuestas como el ALCA y los TLC, los cuales « prohiben »
a los campesinos tener sus propias semillas, despreciando el saber campesino
que cuidadosamente ha seleccionado durante años, siglos, los granos que le
darán continuidad a la producción agrícola. Con razón el campesinado dice que
ellos no quieren ningún MON-SANTO que les imponga la compra de las semillas « certificadas »
y les altere el ecosistema con sus fumigaciones asesinas de todo lo verde.
Años y años de
paciencia y espera, de manifiestos y cartas, no han surtido efecto y desde las
alturas « cachacas » -que es igual a decir santafesinas- han creído
que los campesinos –y en general los colombianos- somos bobos y nos contentamos
que nos den a probar el « bom bóm ». Desde la « Casa de Nari »
creen que la sola presencia de los funcionarios « cachacos »
-sudorosos porque el esfuerzo físico no es para ellos- es suficiente para
acallar las protestas pacíficas de los ciudadanos de a pié.
Igualmente, la
exclusión política del campesinado, evidenciado en el ataque a Marquetalia, ha
permitido a la oligarquía adelantar la aprobación manzanilla y corrupta de los
proyectos de ley que les son impuestos en esos ALCA y TLC ya que al hacer
aprobar sus leyes « legalizan » sus políticas, como la ley de baldíos
y la ley que permitió desaparecer –asesinar- a la U.P., por ejemplo, impidiendo
la presencia y el desarrollo de una auténtica oposición en Colombia.
Igual situación
veremos con los otros puntos de la Agenda de la Mesa de La Habana.
Evidentemente que esa « conexión oculta » entre las conversaciones de
la Mesa de La Habana y el Paro Nacional Agrario y Popular se ha ido dando por
los vasos comunicantes entre las diferentes organizaciones populares, armadas y
desarmadas. El marxismo nos ha enseñado que a la par del paradigma dominante va
emergiendo subterráneo, oculto, el nuevo paradigma que lo reemplazará. Ya lo
estamos viendo en la Mesa de La Habana y el Paro Agrario y Poåpular.
En la Mesa de La
Habana son las FARC como « pueblo en armas » las que están planteando
la modernización –todavía no el Socialismo- de las relaciones de producción, societales
y políticas y el gobierno en representación del Estado se aferra -como « a
un clavo ardiendo »- a su modelo arcaico y totalmente injusto y represivo. Igualmente,
los ciudadanos colombianos participantes en el Paro Agrícola y Popular plantean
la necesidad de nuevas relaciones en
el campo de la agricultura, de la minería, de los trabajadores y las empresas
nacionales y extranjeras para las que trabajan.
Si el gobierno
sigue aferrado a sus políticas que sólo favorecen a los de siempre, alos
potentados oligarcas-terratenientes y al imperio, en contra del pueblo que
clama por cambios, tengan la seguridad que la explosión del Paro Nacional
Agrario y Popular se multiplicará por mil, a la enésima potencia.
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domingo, septiembre 01, 2013
Qué « barraco » ese presidente
José María
Carbonell, Cambio Total.
Qué
« barraco » es JMSantos. Ese presidente que tiene Colombia ha
demostrado a su clase su valía. A los ricos de todos los pelambres,
empresarios, financistas, ganaderos-terratenientes, narcoparamilitares, etc,
les soluciona en un santiamén, sus problemas como la solución que le dió a
RioPaila, Cargill y Urrutia, Facho Santos (ay, primo de mi sangre !), al
cacao Sarmiento Angulo, y demás, para « legalizarles » la propiación mediante
maniobras fraudulentas para violar la « ley de baldíos », de los
baldíos del Vichada.
En cambio, al
pueblo, ese que le toca encapucharse para que después no lo desaparezcan de la
vida o esos para que los verdaderos protagonistas no los descubran como
« policías infiltrados », les dió represión y más represión. Y ahí
cayeron muchos inocentes que fueron a las calles a protestar. Los ESMAD
–robotizados asesinos- no distinguían a nadie. Quizá si las madre de ellos
hubiera estado ahí protestando porque no pueden sembrar papa, o cebolla, a la
pobre madrecita también le hubieran recetado y administrado su garrotera y le
hubieran dado a beber su propia dosis de gas lacrimógeno.
Así de salvajes y
robotizados se veían. Actuaban como autómatas, como drogados. Rompían todo lo que
encontraban a su paso. Era como si quisieran enardecer la valentía de los campesinos
y del puebo colombiano. Era como si desearan matar a las clases que los
parieron. Era com siquisieran desaparecer de la faz de la tierra los hogares
humildes en los cuales ellos nacieron.
Entendemos –pero
nunca justificaremos- que JMSantos actúe así. Entendemos que el
« pesista » ministro Pinzón diga muchas horas antes que el presidente
que iban a militarizar las ciudades. Entendemos que ellos están ahí no para
« gobernar » en favor de los desposeídos de todo, sino en favor de
sus clases burguesas rapiñas que hasta se roban los dineros del Estado e
impiden la inversión –poca- que hace el estado para satisfacer las necesidades
del pueblo.
Siempre hemos
sabido cuál es la respuesta del estado y su gobierno a las peticiones
populares. Los muertos siempre los pone el pueblo. Acaso murió algún oligarca
en desarrollo del Paro Nacional Agrario y Popular ? No. Eso jamás. Los
muertos son del pueblo, siempre del pueblo.
Por ello, al
igual que los anteriores presidentes, qué « barracos » son esos
hombres. Qué « barracos » son esos presidentes.
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domingo, septiembre 01, 2013
Agencia Prensa Rural: Paro nacional agrario (parte I): lecciones no aprendidas de economía
Paro nacional agrario (parte I): lecciones no aprendidas de economía
Lo que está a la base del problema es el modelo
económico y no solamente los precios de los insumos ni las cadenas de
intermediarios entre el campesino y los grandes supermercados. El
problema de los insumos y de los intermediarios responde también al
modelo.
Sábado 31 de agosto de 2013
En la vida real las veces
que la gente protesta sin razón son nulas. En la protesta no sólo
habitan la rabia y la desesperación sino que hay una interpretación del
mundo y un proyecto político y social. El caso del actual paro nacional
agrario que se ha desarrollado desde comienzos de la semana (...)
Víctimas se movilizaron en Cúcuta y Ocaña en el Día contra la Desaparición Forzada
Domingo 1ro de septiembre de 2013
Alrededor de 800 personas
marcharon en Cúcuta durante la gran movilización por los derechos de las
víctimas el 30 de agosto, Día Internacional contra la Desaparición
Forzada, al tiempo que en Ocaña se movilizaron al menos 500.
A lo largo de su recorrido la marcha hizo plantones frente a las (...)
Video-columna
Habla Andrés Gil sobre las acusaciones de Santos contra el paro y Marcha Patriótica
Domingo 1ro de septiembre de 2013
Viene quemando la alegría
“El tiempo está a favor de los pequeños de los
desnudos, de los olvidados. El tiempo está a favor de los buenos sueños y
se pronuncia a golpes apurados”
Sábado 31 de agosto de 2013
I
El día 8 de agosto de 2013 la Mesa de Interlocución Agraria (MIA), en la
que convergen numerosas organizaciones campesinas, dio a conocer en
acto público en la puerta del Ministerio de Agricultura la convocatoria
al Paro Nacional Agrario y Popular y presentó el pliego de seis puntos
reivindicado (...)
La Marcha TV
Opiniones de los líderes del paro agrario en el Magdalena Medio
Sábado 31 de agosto de 2013
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domingo, septiembre 01, 2013
Colombia Resiste I Pronunciameinto oficial Marcha Patriótica
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domingo, septiembre 01, 2013
La respuesta autoritaria es que la negociación con
las guerrillas es equivocada, pues debilita la autoridad y permite una
infiltración guerrillera de las protestas. Y por ello se desencadenan
estos desórdenes sociales, que un gobierno impotente no puede controlar.
Pero esa versión es equivocada y nos ata al pasado. Por el contrario, esa simultaneidad nos plantea uno de nuestros mayores desafíos: si queremos una paz duradera, debemos transformar la relación negativa que hasta ahora hemos vivido entre conflicto, protestas y democracia en una relación positiva.
En general, en Colombia, el Estado y las élites han visto las protestas como desórdenes y problemas de orden público que debían ser reprimidos. Un ejemplo de ese sesgo autoritario es que durante décadas, la revista Criminalidad de la Policía incluyó a las huelgas en las estadísticas sobre alteraciones del orden público, al lado de los ataques guerrilleros o los atentados.
La persistencia del conflicto armado obviamente ha acentuado ese sesgo. Las protestas han sido lideradas en general por la izquierda y por ello algunos sectores autoritarios las asociaron a expresiones guerrilleras, con esa idea falsa de que todo militante de izquierda no es más que un guerrillero encubierto. Pero a su vez, es cierto que las guerrillas han intentado, con mayor o menor éxito, infiltrar esas protestas, a fin de subordinarlas a sus estrategias políticas y militares.
La derecha autoritaria, como las guerrillas, ha coincidido entonces en meter a las protestas y al conflicto social en la lógica de guerra. Y el resultado ha sido el debilitamiento de los movimientos sociales y la represión reiterada de la protesta, lo cual a su vez ha acentuado, en un círculo vicioso, la violencia y la guerra. Instrumentada por la guerrilla o reprimida por el Estado, la protesta social no ha podido ser en Colombia el canal de expresión y transformación que es en sociedades verdaderamente democráticas. Y en parte por eso muchos conflictos sociales, desprovistos de canales pacíficos de resolución, han tendido a expresarse violentamente.
La democracia colombiana, si quiere ser digna de ese nombre, tiene una asignatura pendiente: reconocer la protesta como expresión legítima y encontrarle formas democráticas de respuesta, sin que debamos idealizar toda protesta, pues algunas degeneran en violencias inaceptables y no siempre quienes protestan tienen razón. Pero aquí está tal vez la respuesta a la pregunta inicial. La paz pasa no sólo por una negociación con las guerrillas, que ponga fin al conflicto armado, sino también tiene otro reto igualmente difícil: el Estado debe aprender a responder democráticamente a las protestas y a los reclamos ciudadanos.
* Director de Dejusticia y profesor de la Universidad Nacional.
Conflicto, protestas y paz
Por: Rodrigo Uprimny
Hoy vivimos al mismo tiempo unas negociaciones de paz con las guerrillas con buenas posibilidades de éxito y una muy intensa conflictividad social, como lo muestra el paro agrario. ¿Cómo interpretar esa simultaneidad de procesos?
Pero esa versión es equivocada y nos ata al pasado. Por el contrario, esa simultaneidad nos plantea uno de nuestros mayores desafíos: si queremos una paz duradera, debemos transformar la relación negativa que hasta ahora hemos vivido entre conflicto, protestas y democracia en una relación positiva.
En general, en Colombia, el Estado y las élites han visto las protestas como desórdenes y problemas de orden público que debían ser reprimidos. Un ejemplo de ese sesgo autoritario es que durante décadas, la revista Criminalidad de la Policía incluyó a las huelgas en las estadísticas sobre alteraciones del orden público, al lado de los ataques guerrilleros o los atentados.
La persistencia del conflicto armado obviamente ha acentuado ese sesgo. Las protestas han sido lideradas en general por la izquierda y por ello algunos sectores autoritarios las asociaron a expresiones guerrilleras, con esa idea falsa de que todo militante de izquierda no es más que un guerrillero encubierto. Pero a su vez, es cierto que las guerrillas han intentado, con mayor o menor éxito, infiltrar esas protestas, a fin de subordinarlas a sus estrategias políticas y militares.
La derecha autoritaria, como las guerrillas, ha coincidido entonces en meter a las protestas y al conflicto social en la lógica de guerra. Y el resultado ha sido el debilitamiento de los movimientos sociales y la represión reiterada de la protesta, lo cual a su vez ha acentuado, en un círculo vicioso, la violencia y la guerra. Instrumentada por la guerrilla o reprimida por el Estado, la protesta social no ha podido ser en Colombia el canal de expresión y transformación que es en sociedades verdaderamente democráticas. Y en parte por eso muchos conflictos sociales, desprovistos de canales pacíficos de resolución, han tendido a expresarse violentamente.
La democracia colombiana, si quiere ser digna de ese nombre, tiene una asignatura pendiente: reconocer la protesta como expresión legítima y encontrarle formas democráticas de respuesta, sin que debamos idealizar toda protesta, pues algunas degeneran en violencias inaceptables y no siempre quienes protestan tienen razón. Pero aquí está tal vez la respuesta a la pregunta inicial. La paz pasa no sólo por una negociación con las guerrillas, que ponga fin al conflicto armado, sino también tiene otro reto igualmente difícil: el Estado debe aprender a responder democráticamente a las protestas y a los reclamos ciudadanos.
* Director de Dejusticia y profesor de la Universidad Nacional.
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Rodrigo Uprimny * | Elespectador.com
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domingo, septiembre 01, 2013
La Calera ha sido un pueblo melancólico, frío,
laureanista, donde hasta se llegó a celebrar, por orden del general
Amadeo Rodríguez, el asesinato de unos presos volados de La Picota el 9
de abril del 48. Eran puros rojos, habría dicho, y, ¡fuego! Plinio
Apuleyo saldrá a decir hoy que las Farc dejaron infiltrados ahí unos
“piscos” el día que se la tomaron y que son ellos los que dirigen las
marchas.
Es el argumento de siempre, que esta vez, por lo masivo y radical del movimiento, se ha vuelto a favor de la guerrilla: si las Farc mueven todo lo que se ve, el Gobierno está diciendo babosadas sobre su derrota estratégica y todas esas victorias de oficina. Visto así, como diríamos hace unos años, estamos ante los dolores de parto de una nueva criatura que lleva gestándose 50 años. Porque lo que está pasando en el campo, y ahora también en las ciudades, no es otra cosa que las demandas represadas —y reprimidas a balazos— durante muchos años. En el desenlace no juegan sólo los TLC y ni siquiera la apertura económica inaugurada hace 25 años; juegan el robo de tierras permanente, el destierro de millones de campesinos, la impunidad, la exclusión política, el desempleo masivo, el desprecio por su trabajo, las mentiras sistemáticas sobre su condición, la sangre. Todo pesa, todo entra hoy en la balanza. La trampa queda al descubierto. La verdad ha sido obligada a salir a la calle. Desde Ipiales, Nariño, a Campo de la Cruz, Atlántico, y desde Putumayo hasta Antioquia, pasando por Cajibío, Soacha, Fusa y Faca, las protestas avanzan y se organizan, llegan a las ciudades y se concentra en plazas y avenidas. El Gobierno —o mejor el gym boy que “funge” como ministro de Defensa— ha dado la orden de reprimir las marchas y las manifestaciones. Del otro lado, el ministro de Agricultura —que, como su nombre lo indica, no ha hecho más que torpezas— y el taciturno y balbuceante ministro del Interior no han podido entender qué pasa y ofrecen cualquier cosa, lo que se les ocurre, durante el viaje a Tunja. Por debajo la sangre corre y la indignación crece. Santos no sabe qué hacer. Un día dice que todo es mentira; otro, que todo es promovido por la guerrilla, y después que el negocio es barato, fácil; finalmente son labriegos. Nada. Por ningún lado. El Esmad es rebasado y ahora el Ejército da un paso adelante, sale a disparar a discreción, bombardea desde helicópteros con gases lacrimógenos a los manifestantes y abre los archivos de inteligencia para echarles mano a quienes no había podido capturar por falta de pruebas, como en el caso de Ballesteros. En Bogotá hubo cuatro muertos el jueves, en Tolima dos. Hay un centenar de heridos graves, debe haber miles de detenidos. El Gobierno va acumulando fracasos y fracasos; improvisa, se desdice, duda, dispara. Los campesinos son cada día más fuertes y afirmativos. La Mesa Agropecuaria y Popular de Interlocución y Acuerdos, MIA, ha presentado unas demandas mínimas que constituirían, de acogerse, un verdadero revolcón institucional, que de hecho dejaría el país en paz. Es paradójico, el Gobierno que se negó con arrogancia e insensatez a negociar en La Habana el modelo de desarrollo y la doctrina militar, se verá ahora obligado a hacerlo con un movimiento civil, desarmado y democrático. Seguir con el cuento de que millones de manifestantes son manejados por cuatro vándalos inadaptados, como dice el intrépido general Palomino, es, por lo menos, ingenuo. El Gobierno está hoy entre la espada y la pared. Si opta por la represión brutal, de sobra se cae la negociación de La Habana, porque, ¿de qué garantías podría hablar si permite que se mate a la gente en los barrios y en las carreteras? Si opta por negociar el modelo económico y la doctrina militar, ¿cuál será la reacción de los gremios económicos y de los militares agremiados? Lo que se vio en Bogotá, en Cali, en Medellín, en Cartagena, en Ubaté, en Ibagué fue el prólogo de la primavera, largamente esperada, o el desplome del castillo de naipes que nos habían montado. En la calle, y no en el monte, se están jugando hoy la suerte del país y la suerte del presidente Santos.
La papa caliente
Por: Alfredo Molano Bravo
Si La Calera se rebela y decretan el toque de queda y la ley seca; si hay pedreas, heridos y ruanas ensangrentadas, es porque algo muy grave está pasando en el país.
Es el argumento de siempre, que esta vez, por lo masivo y radical del movimiento, se ha vuelto a favor de la guerrilla: si las Farc mueven todo lo que se ve, el Gobierno está diciendo babosadas sobre su derrota estratégica y todas esas victorias de oficina. Visto así, como diríamos hace unos años, estamos ante los dolores de parto de una nueva criatura que lleva gestándose 50 años. Porque lo que está pasando en el campo, y ahora también en las ciudades, no es otra cosa que las demandas represadas —y reprimidas a balazos— durante muchos años. En el desenlace no juegan sólo los TLC y ni siquiera la apertura económica inaugurada hace 25 años; juegan el robo de tierras permanente, el destierro de millones de campesinos, la impunidad, la exclusión política, el desempleo masivo, el desprecio por su trabajo, las mentiras sistemáticas sobre su condición, la sangre. Todo pesa, todo entra hoy en la balanza. La trampa queda al descubierto. La verdad ha sido obligada a salir a la calle. Desde Ipiales, Nariño, a Campo de la Cruz, Atlántico, y desde Putumayo hasta Antioquia, pasando por Cajibío, Soacha, Fusa y Faca, las protestas avanzan y se organizan, llegan a las ciudades y se concentra en plazas y avenidas. El Gobierno —o mejor el gym boy que “funge” como ministro de Defensa— ha dado la orden de reprimir las marchas y las manifestaciones. Del otro lado, el ministro de Agricultura —que, como su nombre lo indica, no ha hecho más que torpezas— y el taciturno y balbuceante ministro del Interior no han podido entender qué pasa y ofrecen cualquier cosa, lo que se les ocurre, durante el viaje a Tunja. Por debajo la sangre corre y la indignación crece. Santos no sabe qué hacer. Un día dice que todo es mentira; otro, que todo es promovido por la guerrilla, y después que el negocio es barato, fácil; finalmente son labriegos. Nada. Por ningún lado. El Esmad es rebasado y ahora el Ejército da un paso adelante, sale a disparar a discreción, bombardea desde helicópteros con gases lacrimógenos a los manifestantes y abre los archivos de inteligencia para echarles mano a quienes no había podido capturar por falta de pruebas, como en el caso de Ballesteros. En Bogotá hubo cuatro muertos el jueves, en Tolima dos. Hay un centenar de heridos graves, debe haber miles de detenidos. El Gobierno va acumulando fracasos y fracasos; improvisa, se desdice, duda, dispara. Los campesinos son cada día más fuertes y afirmativos. La Mesa Agropecuaria y Popular de Interlocución y Acuerdos, MIA, ha presentado unas demandas mínimas que constituirían, de acogerse, un verdadero revolcón institucional, que de hecho dejaría el país en paz. Es paradójico, el Gobierno que se negó con arrogancia e insensatez a negociar en La Habana el modelo de desarrollo y la doctrina militar, se verá ahora obligado a hacerlo con un movimiento civil, desarmado y democrático. Seguir con el cuento de que millones de manifestantes son manejados por cuatro vándalos inadaptados, como dice el intrépido general Palomino, es, por lo menos, ingenuo. El Gobierno está hoy entre la espada y la pared. Si opta por la represión brutal, de sobra se cae la negociación de La Habana, porque, ¿de qué garantías podría hablar si permite que se mate a la gente en los barrios y en las carreteras? Si opta por negociar el modelo económico y la doctrina militar, ¿cuál será la reacción de los gremios económicos y de los militares agremiados? Lo que se vio en Bogotá, en Cali, en Medellín, en Cartagena, en Ubaté, en Ibagué fue el prólogo de la primavera, largamente esperada, o el desplome del castillo de naipes que nos habían montado. En la calle, y no en el monte, se están jugando hoy la suerte del país y la suerte del presidente Santos.
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Alfredo Molano Bravo | Elespectador.com
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