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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

RECOMENDADO CAMBIO TOTAL

[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

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"¿La Paz Sí es Posible?"

Un Proceso de Paz Amenazado: Entrevista a Carlos Lozano Guillén



Entrevista a Carlos Lozano Guillén, vocero del Movimiento Social Marcha Patriótica, director de Voz y autor del Libro: La Paz Sí es Posible, analista del conflicto colombiano.

FSJ: Estuvo en La Habana recientemente, ¿Con quién se reunió y cómo están los ánimos? CLG: Me reuní con toda la delegación de Paz de las FARC, antes de la pausa en los diálogos. Están muy bien, los escuché, ofrecí mis opiniones e hice un trabajo para Voz; además, conversé con el doctor Humberto de la Calle, jefe de la delegación de paz del gobierno acá en Bogotá, y encontré un espíritu constructivo en ambas partes.
Eso me llena de confianza de que se pueden superar las diferencias. La pausa reciente pudo evitarse si el gobierno comprendiera que no está hablando con una guerrilla derrotada. La pausa fue un acto de dignidad de la guerrilla como me lo explicó Andrés París, delegado de las FARC, en una entrevista.

FSJ: Es necesario incluir a la sociedad civil en este proceso de paz, pero el espacio otorgado es muy pequeño ¿es posible una participación concreta?
CLG: Sí. Ciertamente una de las debilidades del proceso de paz es que el espacio para la participación de la sociedad civil es mínimo. Sin embargo, los dos foros, el agrario y el de participación política, junto con las mesas regionales de paz han hecho aportes importantes. Pero no es suficiente. Falta ver si esas propuestas serán incluidas en los acuerdos finales.

FSJ: ¿Ofrecerán las partes más espacio a la sociedad civil?
CLG: Creo que eso dependerá de las organizaciones sociales, de la presión que ejerzan. Hay que exigirles al gobierno y a la guerrilla que amplíen los espacios. Al fin y al cabo, los diálogos en La Habana no son para resolverle los problemas ni a la guerrilla, ni al gobierno, sino al pueblo.

FSJ:¿Qué tipo de estrategias se podrían utilizar para incluir a la sociedad civil y sus propuestas en la mesa de diálogos?
CLG: Debe haber creatividad de ambas partes para modificar sus propuestas. La guerrilla no puede hacer la revolución en una mesa de paz. Las revoluciones no se hacen por contrato. Entonces, ahí debe haber creatividad por parte de ella, decidir qué es lo sustancial.
El gobierno debe hacer lo mismo. ¿Cómo no discutir el tema minero energético con el desastre ambiental que causa la minería a cielo abierto?. Esos son temas nuevos y exigen creatividad de los voceros y de la sociedad civil para discutirlos.
La sociedad civil presentó, en ambos foros, casi un millón de propuestas ¿cómo puede decirse que no hay creatividad en la sociedad civil?. La guerrilla sintetizó, 100 propuestas que recogió del foro agrario y, en mi opinión, el gobierno debe hacer lo mismo.

FSJ: ¿Son las movilizaciones sociales una forma de presionar para incluir a la sociedad civil en la mesa de diálogos? ¿Persistirá la presión hasta cuando el gobierno atienda estas demandas?
CLG: Es fundamental. Sin movilización social la paz va a ser muy difícil porque el gobierno y la guerrilla tienen dos lecturas distintas del país. Entonces no se puede pensar que todo lo van a resolver ellos porque hay contradicciones.
Ahí es donde juega un papel importante la sociedad civil; no solo para defender la mesa de La Habana, que se concreten los acuerdos, sino para que las partes entiendan que la última palabra la tiene el constituyente primario.
Incluso las formas de refrendación de los acuerdos, Asamblea Nacional Constituyente o Referendo, que son centro del debate actual expresarían la voluntad del constituyente primario, de los ciudadanos.

FSJ: ¿Pero las FARC rechazan el referendo?
CLG: No solo las FARC sino también organizaciones sociales y distintas personalidades del ámbito político se han pronunciado a favor de ésta y el gobierno, a favor del referendo. Personalmente, creo que es mejor la Asamblea Nacional Constituyente porque no es solo un mecanismo de refrendación, sino una instancia para resolver las diferencias que hay en la mesa. Las diferencias podrían trasladarse a la Constituyente y las partes comprometerse a aceptar lo que ésta decida.
En cambio, con el referendo no puede ocurrir eso, solo refrenda los acuerdos. El gobierno quiere presentar el referendo durante las elecciones. Primero, eso es ponerle plazo al diálogo, en ese afán del gobierno de correr; segundo, estos diálogos no son posibles con tiempos fatales y, tercero, la Constitución establece que el referendo no puede coincidir con una elección. Yo creo que no deben existir inamovibles. Hay que llegar a un acuerdo sobre cuál mecanismo es mejor.

FSJ: Volviendo al tema de las movilizaciones sociales. En su libro dice que las FARC deben apoyar las movilizaciones. ¿No es eso contraproducente en un país como el nuestro donde la protesta social es criminalizada, deslegitimada porque el gobierno dice que es infiltrada por la guerrilla?
CLG: Ese argumento de la infiltración guerrillera en las protestas es viejo. Lo mismo ocurrió durante el Paro Cívico de 1977. Los gobiernos utilizan las mismas estrategias para deslegitimar la protesta.
Si queremos atraer a las guerrillas a un acuerdo de paz tenemos que abrirles los espacios políticos. Por eso he dicho que prefiero a la guerrilla en el movimiento de masas, organizando manifestaciones, que en acciones militares. Es mejor que la guerrilla se convenza de que hay condiciones para su participación y que los cambios se pueden hacer por vías distintas a la acción militar.
A eso me refiero en mi libro, no me refiero a que es legítimo infiltrar las acciones populares con armas, no estoy de acuerdo con eso, pero sí en el derecho que le asiste a la guerrilla a pronunciarse con respecto a estos hechos.

FSJ: A pronunciarse porque las FARC son actores políticos…
CLG: Claro, es que son organizaciones político militares y el hecho de que el gobierno esté dialogando con ellas, les reconoce ese carácter político que tienen y les quita ese mote de terroristas.

FSJ: Has participado en procesos de paz anteriores y los conoces, ¿Qué confianza te produce éste teniendo en cuenta los puntos tan importantes que están pendientes y la resistencia de las clases dominantes a los cambios, factor que llevó al fracaso a procesos anteriores?
CLG: No es fácil. Son tres o más visiones de país: de la insurgencia, del gobierno, y de la sociedad civil, que es heterogéneo, pero sí creo que en este hay un avance. Se trabaja con base en una agenda y los procesos anteriores fracasaron porque no había agenda.
Por primera vez, estamos discutiendo una agenda sobre la cual ya hay unos resultados, precarios todavía pero eso me genera una confianza moderada. Creo que se puede avanzar en tiempos razonables para alcanzar la paz.

FSJ: En los procesos de paz anteriores existió la desconfianza entre las partes, la renuencia de la oligarquía a una reforma agraria. Estos problemas persisten en el proceso actual, además los diálogos están ligados al tema electoral. ¿Qué tan negativos son estos factores para el proceso de paz?
CLG: Sí, son temas negativos. El factor tiempo: el gobierno es esclavo del tiempo. El gobierno quiere convertir al proceso de paz en rehén de la reelección porque en noviembre el Presidente tiene que decidir si va a la reelección o no, y eso es muy negativo.
Por otro lado, el gobierno debe dejar de pensar que está negociando con una guerrilla derrotada. Si no hay cambios en la vida nacional, si no hay una paz con democracia y justicia social, no habrá paz.
El gobierno debe entender que el concepto de bilateralidad es el que tiene que reinar en la mesa. El marco jurídico y el referendo fueron presentados por el gobierno sin consultar a la otra parte, ¿entonces para qué firmaron el acuerdo?.
La actitud del gobierno, la reciente pausa de la guerrilla, son puntos débiles. El peor de todos es el de la participación ciudadana, no solo porque no se abrió un espacio significativo para la participación ciudadana, sino porque el pueblo no se ha movilizado por la paz. Estos puntos débiles tienen amenazado el proceso.

FSJ: Usted ha planteado que de ser necesario deberían aplazarse las elecciones para seguir con los diálogos. ¿Sería esto beneficioso para el proceso de paz o para la reelección del Presidente?
CLG: El problema del proceso de Paz no depende de la reelección de Juan Manuel Santos, sino de la capacidad del pueblo de defender los diálogos con cualquier gobierno que llegue al poder. El diálogo debe continuar hasta que se alcance el acuerdo final, incluso en medio de la campaña electoral.

FSJ: ¿Qué papel juega la Marcha Patriótica en el proceso de paz?
CLG: Es la nueva realidad popular y de masas de este país, quizás la organización social y política de más exitoso surgimiento en los últimos años. Mira su protagonismo, en el paro, en la movilización del 9 de abril por la Paz y en las constituyentes regionales. Esto demuestra su capacidad de convocatoria a favor de la paz.

FSJ: ¿Qué tan probable es que participes directamente en el proceso?
CLG: Yo colaboré en la etapa secreta, exploratoria previa a los diálogos. Además, me he reunido con delegados de ambas partes y viajado varias veces a La Habana. En el pasado, fui parte de la Comisión de Notables, fue peligroso porque nos pusieron una bomba frente a la sede del periódico; ahora, soy un opinador. Pero por la paz, siempre hay que estar dispuesto a lo que sea.

(*) Fernanda Sánchez Jaramillo es periodista y magíster en Relaciones Internacionales. Traducido al español por la autora, del texto original para Rabble.ca

Protesta de maestros sacude a Ciudad de México

FARC-EP responsabilizan al gobierno de ensangrentar panorama político de Colombia

« Camisas de fuerza » a la Paz en Colombia

Allende La Paz, Cambio Total.

El gobierno de Colombia en su enorme mezquindad cree que « impone » su autoridad por el hecho de colocarle camisa de fuerza tras camisa de fuerza a las FARC-EP en la Mesa de Conversaciones o de « diálogos ».

Nada más falso. Las « camisas de fuerza » son la declaratoria del levantamiento delas órdenes de captura de los delegados guerrilleros en la Mesa de La Habana y enseguida el Fiscal salió a decir que las FARC no podían salir de Cuba, demostrando así el pavor, el terror, que le tienen a las propuestas de las FARC. O será miedo a la « diplomacia » de las FARC ? Algo de eso hay. 

Ahora, con la invitación a los partidos políticos en el Congreso –incluída la U.P.-, los mismos parlamentarios del gobierno corren a colocarse ellos mismos la « camisa de fuerza » antes de que el gobierno se las ponga y sale el señor incumplido Barreras a decir que es el gobierno el que autoriza los viajes. Y claro, el gobienro, ni corto ni perezoso, mostrando una falsa –por qué siempre « falsa »- autoridad dice que como la Paz, dependerá del « momento oportuno ».

Imagino la risa que le habrán causado a las FARC esas poses –de puta enfurruñada- que pone JMSantos y demás politiqueritos con eso de estarle poniendo « inamovibles » a cuanta propuesta sale de las FARC. Acaso las FARC ha necesitado el « permiso » del estado colombiano para adelantar sus conexiones en todo el mundo ? Puede que a los corrompidos como Barreras o el hijo del de la voz aflautada, les tiemblen los calzones si de irse contra las propuestas del gobierno, pero a las FARC. Bah !

Se olvida JMSantos y demás pelafustanes que en La Habana se está conversando entre dos partes, que ninguna ha vencido a la otra, como dijo Calarcá, y que por tanto lo que se discute es cómo llegar a la Paz y parar el derrame de sangre colombiana, cosa que se ha podido adelantar –como en los procesos exitosos de otras partes del mundo- y se hubieran evitado « muertes innecesarias ».

Es necesario puntualizar –aclarando un editorial de El Espectador-, que el gobierno se ha sentado a la Mesa de Conversaciones impelido, obligado, por las FARC. Asï fue con Betancour, así fue con Gaviria –este por el contrario quiso aprovechar la instalación de la Constituyente para bombardear « Casa Verde » y acabar con el Secretariado de las FARC-, así fue con Pastrana –que se sentó obligado mientras adelantaba la re-ingeniería a sus fuerzas militares-narcoparamilitares-, y así ha sido con JMSantos. Nunca ningún gobienro se ha sentado en la Mesa de buena gana porque el « negocio » de ellos es la guerra, el asesinato de colombianos, para impner los planes económicos del imperio.

Será así cuando se acuerde la Paz ? Correrá el gobierno a colocarle « camisas de fuerza » a las FARC en todos los temas acordados ? Le colocará « camisas de fuerza » al acuerdo agrario porque la « ley », la ley que ellos mismos violan como lo prueba la apropiación de « baldíos » por parte de Facho Santos, Riopaila, Sarmiento Angulo, etc, les « impide » realizar un esfuerzo para resolver el problema de la tenencia de la tierra, la cual el 52% está en manos del 0,44% de lso terratenientes-ganaderos ?

Le pondrá la « camisa de fuerza » a las FARC cuando comiencen los « neo-narco-paramilitares », herederos de los narco-paramilitares y narco-para-políticos uribistas, a matara todos los miembros del nuevo partido que funden las FARC o de los otrospartidos que hagan alianza con ellos ? La « ley » les impide hacer nada, como les impidió hacer nada ante el exterminio, genocidio, de la U.P. ?

Hmm. « amanecerá y veremos », dijo un ciego.

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Amenaza de paramilitares a Gloria inés Ramírez, Iván Cepeda, Piedad Córdoba


Paramilitares amenazan a Gloria Inés Ramírez, Iván Cepeda, Piedad Córdoba y a otros congresistas y defensores de derechos humanos

El grupo paramilitar autodenominado “los rastrojos”, mediante un panfleto fechado el 10 de septiembre pasado, amenaza de muerte a Gloria Inés Ramírez, Iván Cepeda, Wilson Arias, a la exsenadora Piedad Córdoba y a todos los congresistas del Polo.


Además ponen como “enemigos y objetivos militares permanentes” a defensores de derechos humanos entre los que se encuentran: Alfonso Castillo, de Andas, Marcos Romero de Codhes, Rigoberto Jiménez, de la Coordinación Nacional de Desplazados, Carlos García, del Partido Comunista, Andrés Gil, Javier Cuadros, Alirio Gracía, Eberto Díaz y Huber Ballesteros del movimiento Marcha Patriótica.


También dicen que van por los miembros del Colectivo de Abogados, la Corporación Yira Castro, y el Comité de Presos Pólíticos.


Los criminales exigen a las organizaciones y personas amenazadas que abandonen antes de 72 horas los departamentos de Cesar, Magdalena, Atlántico, Valle, Chocó, Cundinamarca, Antioquia y Bogotá.


“Exigimos a estas organizaciones salir de las zonas mencionadas en un término de 72 horas por trabajar con las FARC Y ELN con el pregonar de defender los derechos laborales de la clase trabajadora y de los desplazados, difamando de la gente de bien y de las buenas y nobles intenciones del alto gobierno del doctor Juan Manuel Santos a favor de la paz y la prosperidad democrática”, dice un aparte de la amenaza.

Conclusiones de la Cumbre Agraria y Popular

¿Qué son las constituyentes por la paz? Los campesinos y mineros artesanales de Antioquia responden


Agencia Prensa Rural / Sábado 14 de septiembre de 2013 

La Inteligencia militar de Estados Unidos involucrada en el ataque químico en Siria

El exilio colombiano

Por Yezid Arteta Dávila, Revista Semana.

OPINIÓN. Muchos de estos colombianos ni se acuerdan de Colombia porque otros Estados les han resuelto sus necesidades básicas y la idea de volver les aterra.

Foto: SEMANA

El exilio político está asociado a los países donde se mata, encarcela o reprime por razones ideológicas. El asesinato como una de las bellas artes - citando a Thomas de Quincey - con fines políticos se practica en Colombia desde la creación de la república. 

Al mismí
simo Libertador estuvieron a punto de asesinarlo unas cuadras más arriba de la plaza que hoy lleva su nombre. Josep Conrad,  que parecía haberlo visto todo, quedó boquiabierto al observar la clase de demonios políticos incubados en el suelo colombiano. Así lo contó en Nostromo a propósito de la fuga de Panamá. 

Durante su exilio en Nueva York, relata un biógrafo, León Trotsky adquirió unos muebles a crédito. El dueño de la mueblería tuvo dificultades para cobrar la deuda y cuando por fin localizó la vivienda de Trotsky alguien le dijo que el inquilino se había ido a toda prisa para Rusia y allí se había convertido en el jefe del Ejército Rojo, la fuerza militar más grande del mundo para su época. Usted verá si va hasta allá y le cobra los muebles, le dijo con sorna el parroquiano al acreedor.    

No todos, pero si una parte de los exiliados políticos colombianos, están pensando en regresar al país donde nacieron. Quieren volver al suelo colombiano para seguir batallando por sus ideas. No a comandar un ejército, como lo hizo Trotsky. No están locos. Son gente sencilla que no aspira a misiones trascendentales. El exilio no les ha hecho perder la cabeza y tienen muy claro que cualquier proyecto asociado a la violencia es un disparate en la Colombia del siglo veintiuno.

Observan con expectativa las conversaciones entre el gobierno y la guerrilla en la capital cubana. Creen que un acuerdo de paz puede crear un ambiente favorable para el ejercicio de la actividad política. Piensan que la terminación del conflicto puede contribuir al aminoramiento del asesinato político. Piensan con el deseo. 

A muchos exiliados les quedan aún fuerzas para meterse en eso que los delegados del gobierno llaman “transición” y las FARC, en uno de sus comunicados, designan “postconflicto”. “Terminación de la violencia armada”, escribió un académico. A la hora del té es lo mismo vociferaba un viejo cascarrabias.  

No hay que echar mentiras. La mayoría de colombianos que se fueron del país lo hicieron para rebuscarse la comida en otra parte. Otros se vieron forzados a salir porque el panorama en sus comarcas pasó de Castaño a oscuro y para salvar el pellejo les tocó salir corriendo con lo que tenían puesto, más una gallina, una cucharada de sal y una olla para preparar el almuerzo por el camino. 

Otro combo se fue del país porque se los iban a cargar por sus ideas políticas y desecharon la posibilidad de enguerrillarse para defenderse porque estaban muy viejos para esos trotes o simplemente porque eran y siguen siendo pacifistas y no querían saber nada de fierros y otras vainas.           
Según las cifras, variables según la fuente, cerca de seis millones de colombianos viven en el exterior. Una población similar a la sumatoria de los habitantes de Medellín, Cali y Barranquilla. Como si fueran una obra de beneficencia o un gobierno en el exilio esta gente ha sostenido a sus familias radicadas en Colombia enviándoles billete. Miles de millones en divisas que han entrado a la extraña economía del país. 

¿Qué va a pasar con toda esa gente? Muchos de estos colombianos ni se acuerdan de Colombia porque otros Estados les han resuelto sus necesidades básicas y la idea de volver les aterra, más aún cuando relacionan al país con el pasado de miseria y violencia que les tocó vivir. 

Otros, en cambio, están malvendiendo los muebles para regresar al territorio colombiano porque los bancos europeos se quedaron con sus casas y los  ahorros de toda su vida. Hacen parte de los “desahuciados”, una nueva categoría socioeconómica incorporada al mundo de los desesperados.  

Una masa considerable, en su mayoría madres solteras, está recluida en las cárceles porque se cayeron en los aeropuertos con un kilo de cocaína en los intestinos. Entre Colombia y España, por ejemplo, hay acuerdos de repatriación de presos y - penosa ironía - son pocas los que quieren volver al país.

El argumento para no retornar es de que en las cárceles españolas les dan buena comida con postre al final, formación profesional gratuita, seguridad social y dinero por trabajo. Ni loca, dijo una compatriota en una entrevista, me voy a una cárcel colombiana donde se vive peor que en el infierno. Además, continuó, los vecinos me van a señalar con el dedo cuando regrese o dirán cuando les dé las espaldas: ojo, que esa vieja era una "mula" y estuvo pagando cana o puteando en las calles de Madrid.

Hay otra clase de exiliados que cuando están borrachos sueñan con retornos apoteósicos y cargos ministeriales. Cuando despiertan al día siguiente y con dolor de cabeza se olvidan de todo y se van resignados a recoger aceitunas en las plantaciones o se dirigen a las casas de sus vecinos para ocuparse de sus mascotas o de los abuelitos y abuelitas a cambio de una miserable paga en negro.  

Otro caso es el de los activistas políticos que vieron morir acribillados a sus amigos y lograron salvarse por un pelo. Los asesinatos pasaban con tanta velocidad que no alcanzaban a verlos. Esta categoría de exiliados pasaron muchos días en las funerarias y los cementerios de Colombia de tal modo que no les quedó tiempo para hacer el duelo o adquirir conciencia de lo que estaba pasando. Cuando encontraron la tranquilidad en otros mundos se les partió el alma y empezaron a llorar a sus amigos muertos y hubo casos de exiliados de esta índole que terminaron en el manicomio. 

A los que venían con esquizofrenia o creían ver enemigos por los cuatro costados, el exilio los fue calmando y con el tiempo se volvieron mansos y tolerantes. Estos paisanos educan a sus hijitos en el respeto hacia los demás, no botan basuras a la calle, comen muchas verduras, aprenden idiomas y siguen por Internet las frivolidades de la patria. Para este grupo de exiliados la nacionalidad colombiana fue un mero accidente.

Llaman la atención los exiliados que, apenas desempacaron en otro país, continuaron haciendo lo que hacían en Colombia: activismo político. Se insertaron en las organizaciones locales y algunos pertenecen a instancias de elección popular. Saben administrar recursos públicos y entienden que el arte de gobernar es distinto al oficio de agitar. Esta gente no pierde de vista a la realidad colombiana y pueden ser útiles para los proyectos políticos que se ven en el horizonte.

El presidente Mújica les ha pedido a todos los uruguayos represaliados durante la dictadura para que vuelvan del exilio, si lo desean. El Presidente Correa creo la Secretaría Nacional del Migrante y ha comenzado un ambicioso plan de repatriación llamado “Bienvenidos a casa” que ofrece trabajo seguro a sus compatriotas y que cuenta con recursos y ayudas para volver a Ecuador, un país en el que prosperan las oportunidades, la inversión social crece y la tasa de desempleo se reduce considerablemente. 

Aún es prematuro vaticinar quién gobernará a Colombia en los próximos años. Aún es prematuro asegurar que el fin del conflicto armado está a la vuelta de la esquina. Pero no es prematuro decir que hay millones de exiliados colombianos deambulando por los rincones del planeta y en ellos hay que pensar de cara a un eventual país en transición o como lo quieran llamar.

Las tales alianzas

Por: Alfredo Molano Bravo

EL MEDIO NUEVO GABINETE DE SANtos tiene mucha tela por cortar. Me ilusionan los nombramientos de Alfonso Gómez Méndez, en Justicia, y de Amylkar, en Minas.

Gómez Méndez es lo que se puede llamar un auténtico liberal chaparraluno, de la estirpe de Darío Echandía, Murillo Toro y del lamentado Reyes Echandía. Ha sido procurador y fiscal y en este cargo se dio la pela de echarle mano a Víctor Carranza. Sin duda, el hombre que va a resolver el problema de justicia, verdad y reparación en La Habana. Amylkar Acosta ha sido otro liberal; lo conocí como dirigente estudiantil en la Universidad de Antioquia en los duros años 70. Conoce mejor que nadie, por su sentido social, el conflicto minero y puede encontrarles salida a las brutalidades de una locomotora que, como la que se descarriló en Santiago de Compostela, no deje más que viudas y huecos. Contrasta este nombramiento de un crítico del gobierno de Santos con el de una empleada de confianza del Cerrejón y de Ecopetrol en el Ministerio de Medio Ambiente, del que fue especialista en el trámite de licencias ambientales. Quién sabe qué buscarán aprobar por este costado. Pero el peor nombramiento es el del señor Lizarralde, un gran empresario palmero del Magdalena Medio y un poderoso comprador de tierras en Vichada. Con estos títulos ya podemos saber para dónde va el Pacto Agrario. Un nombramiento muy poco afortunado después de un paro agrario como el que acabamos de ver y en medio de las negociaciones de La Habana. Lizarralde ha sido el renombrado promotor de dos nefastas instituciones agrarias: las cooperativas de trabajo asociado, que, en realidad, como ha sido bien sabido, son una fórmula para birlarles a los trabajadores sus derechos laborales a través de las tales alianzas productivas. Las cooperativas nacieron en las gigantescas plantaciones que tiene Indupalma en San Alberto, Cesar, región controlada, aún hoy, por el paramilitarismo acérrimo. La cosa fue así: los obreros habían logrado un gran poder y los empresarios decidieron liquidarlo para “hacer viables las compañías”. A raíz del secuestro de Hugo Ferreira Neira y del asesinato de Francisco Agámez Leal, las cosas se ensangrentaron y durante los 90 los renombrados jefes paramilitares Julián Bolívar, Camilo Morantes y El Panadero pusieron en orden los asuntos con la ayuda de la Fuerza Pública. Un reguero de sindicalistas resultó asesinado. Para sellar el proceso se crearon las cooperativas de trabajo asociado, que garantizaban mano de obra barata sin sindicatos. Como la cuestión no cedió porque el hambre y el desplazamiento de campesinos amenazaban por todas partes, se idearon las tales alianzas productivas. El esquema es simple. La compañía de palma —y en el futuro las de caucho, soya, caña, papa, etc.— firma un contrato con un campesino para que éste le venda toda la fruta de la palma durante 28 años, a precios determinados por la misma empresa, que además le presta plata para comprar un lote para sembrar palma y le vende las semillas, los abonos, los venenos y la asistencia técnica. Y hasta los uniformes, la harina, el aceite, la cerveza. El campesino queda amarrado como una gallina ponedora en un gallinero: no puede moverse. El tumbis está en que el precio de compra, aparentemente impuesto por el mercado, es en el fondo castigado en la calidad de la fruta entregada al único comprador, la empresa, que es la que se gana las economías de escala. El juez de esas calidades es el comprador. Mejor dicho: las alianzas productivas son la economía del “endeude”, usada ayer por los caucheros de la Casa Arana en Amazonas y por los “planteros” de la de coca hoy. Y esas tales alianzas productivas son la política agraria que el Gobierno prepara tras el paro agrario y que opondrá a las zonas de reserva campesina. El resultado de las tales alianzas arroja el siguiente resultado neto y nítido:
 
“Según los 38 usuarios de la Cooperativa de Palmicultores de Sabana de Torres (Coopsabana) —fundada por el hoy ministro—, desde que en 2007 se firmó la alianza productiva, Indupalma no ha pagado los porcentajes sobre la venta mensual del fruto, que en un principio se había solicitado del 50%, pero que en la actualidad se redujo al 20%”. Según el nuevo ministro, los palmeros tienen 380.000 hectáreas de palma, pero buscan poner en producción 3,5 millones. Es el plan agrario nacional. El hombre llegó con mucho trabajo por hacer.
  • Alfredo Molano Bravo | Elespectador.com


Un cuento

Por: William Ospina

ALGUNA VEZ LE DIJE A MI AMIGA TAnia Roelens que me entristecía un poco viajar por Francia, porque en un trayecto en tren entre París y Burdeos, unas cinco horas, no había visto una sola persona en los campos: sólo de pronto, allá, en la distancia, un tractor en movimiento por la llanura, y eso era todo.

Acostumbrado a andar por Colombia, donde se ve gente por todas partes, caminantes por las vías a cualquier hora, casas a orillas de las carreteras hasta en el páramo, me parecía desolador ese espectáculo de un mundo hermoso y vacío. Tania me dijo que yo exageraba, pero un día tuvimos la oportunidad de hacer juntos el viaje, y pudo comprobar que era verdad lo que le dije. Era otra estación, no recuerdo ya si otoño o primavera, pero igual no había nadie.

Acaso lo que me parecía triste era comparar los campos actuales con esos que vemos en los cuadros de Brueghel, las campiñas de Europa hace siglos, las rondas, las granjas, las partidas de caza, los niños corriendo por los sotos, los caballos, las carretas, un paisaje lleno de belleza natural y de conmovedora humanidad.

Me dije que a lo mejor era una fantasía del pintor: que la vida en los campos, en los escasos tiempos en que no había guerra, no podía ser tan animada, a pesar de lo que nos cuentan las leyendas, los cuentos de hadas, las novelas, los poemas de Joachim du Bellay, de Ronsard o de Víctor Hugo.

Pero un día tuve la oportunidad de visitar la Moldavia rumana, cerca de la frontera con Rusia, en un otoño espléndido que llenaba de amarillos y ocres y naranjas y rojos los bosques de hayas y castaños, de robles y arces, y descubrí que aquello que yo creía fantasía existía realmente.

En esos campos, que además están llenos de pequeñas capillas pintadas de colores, había campesinos amontonando el heno junto a las granjas, mujeres afuera de unas casas llenas de adornos, carretas cargadas de remolachas y de frutas, arrastradas por caballos enormes color de fuego, niños que saltaban por las cañadas, perros, pájaros: un colorido y una vida que no parecían realidad sino leyenda.

Le señalé esas cosas a un escritor europeo que iba conmigo y me dijo: “Son cosas premodernas, ya se acabarán”. Me aseguró que el futuro eran esos campos franceses con agricultura tecnificada, donde la gente no tenía que padecer las miserias, los sufrimientos del mundo rural. A mí ese mundo no me parecía tan triste como los campos tecnificados de Francia, ni tan tedioso, pero callé discretamente, porque estaba claro que yo pertenecía a una manera de ser y de mirar condenada a desaparecer.

Pero no he dejado de sentir, viendo cómo viven las personas incluso en las sórdidas banlieus parisinas, que no necesariamente este mundo urbano es lo más deseable, y parecen darme la razón los muchos habitantes urbanos que luchan por conseguirse una casa de campo y vivir lejos de los termiteros neuróticos, en la vecindad de unos duraznos, unos almendros y algún arroyo lleno de hojas.

Es verdad que la nostalgia nos hace idealizar el pasado, considerar deseables unas maneras de vivir que para muchos no fueron precisamente felices, pero también es cierto que a menudo las promesas de la modernidad no son más que señuelos, y en el horizonte desaforado de las metrópolis no se encuentra tampoco ese paraíso de confort y de plenitud que mienten los augures de la sociedad industrial.

En Colombia, en los años cincuenta, los teóricos de la economía hasta les recomendaban a los gobiernos estimular el éxodo de campesinos, porque la industria absorbería esa fuerza de trabajo desplazada. El futuro era la ciudad, sus servicios, sus espectáculos. Pero bien sabemos cuál fue el futuro que recibió a los campesinos en las ciudades, y si no lo sabemos podemos leer de nuevo la historia de la violencia urbana, de la exclusión, del hambre, de las mafias y el sicariato, de la delincuencia, tantas cosas que no aparecían en la cartilla de los augures.

En el futuro que están diseñando para Colombia estos gobiernos, no caben, ya se sabe, los campesinos, como nos enseñó a verlos la tradición. Alguien les contó a los funcionarios que en Estados Unidos ya no hay campesinado sino agricultura industrial, y ellos parecen convencidos de que hay que acabar rápido con la agricultura tradicional y con los campesinos.

También nos contaron que Colombia dejó de ser un país rural y se convirtió en un país urbano: “el 75 por ciento en las ciudades, el 25 en los campos”. El arroz y el maíz vendrán del norte, el café de Ecuador, la papa de Polonia o de Rusia, los peces contaminados de Vietnam. El pasado quedó atrás. Y así como en los años cincuenta la violencia expulsó a dos millones de campesinos, en los últimos 20 se expulsaron otros cinco millones y fueron arrebatadas cinco millones de hectáreas.

Este gobierno, frente al paro agrario, nombró un ministro de Agricultura que al parecer trae la intención de proponerles a los campesinos que olviden el viejo modelo y se hagan socios de la industria. Pero quedan más de 12 millones de campesinos: la población de Bogotá, Cali y Medellín juntas. Y así como en los años cincuenta los desterrados no encontraron en las ciudades esa industria acogedora que les ofreciera trabajo, sino hambre, rebusque y violencia, mucho me temo que ni este gobierno ni los siguientes van a convertir a esos millones de campesinos en prósperos empresarios, ni a Colombia en Francia.

Pero sí hay empresarios a los que les conviene echar ese cuento. Un cuento más increíble que los cuadros de Brueghel.
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