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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

RECOMENDADO CAMBIO TOTAL

[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

Hey loco, No dispares!

Vamos a Cuentiarnos la Paz

LOS RICOS NO VAN A LA GUERRA

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La Paz sin trampas

Allende La Paz, Cambio Total.

Hemos leído con atención que algunos medios han planteado sobre las trampas de la guerra y sus consecuencias. Sabido es que la guerra es todo un decálogo de ardides y engaños al contrario, al punto que la primera sacrificada a nivel social es la verdad. ​

Si la verdad es la primera damnificada en la guerra, pues ella debería ser la primera resarcida o reparada, como gustan decir ahora. Mas vamos a ver más en detalle la cuestión. La Paz como bien societal tiene que conllevar toda la carga de "creer en la sinceridad del otro", es decir, del contrario, o si no no es paz. Conocedores de cuán mentirosos han sido los funcionarios gubernamentales y estatales, que tan sincero sería el arrepentimiento de estos en un eventual Acuerdo de Paz?

Es precisamente en quienes juzgan o no las verdaderas intenciones de Paz, el pueblo, en quienes recae valorar la verdadera intencionalidad de los actores. Ese pueblo ha demostrado en encuestas y en hechos prácticos como las elecciones -que no por viciadas dejan de ser un termómetro-, su profunda desconfianza hacia las instituciones. Congreso, justicia, fuerzas militares, ejecutivo, todos son increíblemente mal calificados por los colombianos, en razón de razones vivenciales y prácticas.

Mas por que a pesar de esa mala calificación de las instituciones estatales y su gobierno los sectores en el poder siguen en este. Por qué? Por qué sigue el pueblo votando a los corruptos? Por qué siguen eligiendo a los que son los continuadores de la guerra? Por qué se elige a los les van a colocar la horca en el cuello o el plomo en el cuerpo? ​

Por qué esta trampa a La Paz? ​

Es que la intencionalidad de los sectores en el poder es bien escondida. Los perpetradores del Terrorismo de Estado no dicen que ellos lo van a desarrollar. Sus intenciones las esconden bajo una "piel de ovejas" y a veces a algunos se les suelta la lengua y esconden su ideología en razones como "razón de estado". Por ello, no dicen que la guerra es para implantar el neoliberalismo, para hambrear al pueblo, para asesinar a los líderes populares que mueven a su gente contra los TLC, los cuales sólo favorecen a las multinacionales y a los sectores oligárquicos en el poder. No.

Tramposamente dicen que es por que los "subversivos" quieren el poder para hambrear al pueblo, para implantar la anti democracia, para evitar la "libertad", siendo que son ellos los que hacen todo de lo que acusan a los sectores revolucionarios. Bien decía Héctor Abad Gómez que "de buenas intenciones esta empedrado el camino del infierno" , o sea, de esas mentirosas intenciones.

Si vemos las conversaciones en La Habana veremos que el presidente JMSantos habla de Paz -mentirosamente-, pero hace la guerra realmente. Nos preguntamos porque y para que armar más unas fuerzas militares-narcoparamilitares que tienen el más grande pie de fuerza de Suramérica y están dotadas de toda la tecnología de punta del imperialismo gringo, los cuales dirigen la guerra a través de sus "asesores militares" y miembros de las agencias como la CIA, FBI, DEA, etc?

Esta trampa a la Paz demuestra la carencia de una verdadera disposición de paz. Demuestra que los sectores en el poder realmente no quieren construir un nuevo país, sino continuar con el viejo país, pleno de corrupción y Terrorismo de Estado, es decir, el statu quo. Los colombianos de bien, o sea, el pueblo colombiano debe movilizarse este año para alcanzar una Paz sin trampas de ninguna índole. Una Paz verdadera, con justicia social, libertad, democracia, independencia y soberanía nacional. Sólo así alcanzaremos La Paz.





Familiares cercanos fueron torturados por haber cuidado a mi hija: Camila Cienfuegos


La situación de los hijos de los guerrilleros, el destino de esos niños nacidos en medio de la guerra, a veces en plena selva, no acapara grandes titulares y ni tan siquiera suele figurar en la agenda mediática. Pero esa realidad desconocida y relegada es también parte del conflicto en Colombia. En respuesta al cuestionario enviado por GARA, la guerrillera y delegada de las FARC-EP en La Habana y también madre, Camila Cienfuegos, retrata un escenario de persecución, amenazas, exilio e, incluso, muerte por «el mero hecho de ser hijo de guerrilleros».
La también delegada Victoria Sandino ha afirmado en alguna ocasión que renunció a tener hijos incluso antes de entrar en la guerrilla, por lo «arriesgado que es tener un hijo en la selva tanto para la madre como para el resto de compañeros».
La renuncia a tener hijos no es un caso aislado de una guerrillera, es de la mayoría, lo hacen para preservar la vida propia y de la criatura. A lo largo de la violencia, padres y madres, luchadores populares, eran asesinados con sus hijos en brazos, que muchas veces corrían la misma suerte que sus padres. No es una exageración, basta revisar los diarios nacionales y regionales de los años 80 y 90 por mencionar un periodo, para confirmar que ha existido una práctica constante del terrorismo de Estado en Colombia. Los hijos e hijas de guerrilleros y guerrilleras son utilizados como mecanismo de presión para lograr la ubicación de sus padres, y si no logran quebrantar la moral del combatiente no les importa la suerte del menor; incluso cuando son niñas adolescentes, ponen agentes de inteligencia para que las enamoren, les prometen matrimonio hasta que llegue el momento que se les contacte, y cuando va a visitar a su ser querido, en esos momentos valiéndose de la confianza y el enamoramiento, les introducen micro-chips, y en cuanto tienen la certeza de que están con su familia, llega el bombardeo. Así han muerto padre, madre e hija.
Así que, tener un hijo o hija produce dolor y angustia, no solo por la renuncia de verlos crecer, de criarlos, de incidir en su formación, sino por la suerte que corren, por la persecución constante, por la presión social de estigmatización y marginación, por la guerra mediática a la que se ven enfrentados sin la más mínima posibilidad de contrarrestarla. En definitiva, se tiene que renunciar a amar a los hijos e hijas, a sentirlos, protegerlos, para posibilitarle un pequeño espacio con las personas que las cuidan, en el anonimato y clandestinidad.
¿En qué circunstancias se autoriza seguir con el embarazo?
Cuando está muy avanzado, es decir, si a partir de los tres meses no se ha producido la interrupción se deja continuar; igual si no hay condiciones de atención profesional que garanticen la seguridad de la combatiente. También ha ocurrido que la pareja tiene condiciones a través de sus familias de garantizar la estabilidad de sus hijo. En tal caso solicitan el permiso para un embarazo, y es determinación de los organismos superiores concederlo o no. Hay casos en los que por la confrontación misma la guerrillera queda embarazada, y es imposible interrumpirlo, así que es menos arriesgado seguir con el embarazo. Toda la guerrillerada ama profundamente a los niños y niñas, a los hijos de todos, porque son la expresión de cada uno de nosotros, son nuestros hijos, sobrinos, nietos.
En una de las reflexiones publicadas en la página web de las mujeres guerrilleras se denuncia la aplicación del «delito de sangre». ¿En qué se traduce?
Delito de sangre es el nombre que se le ha dado a la persecución, la tortura, el encarcelamiento o el asesinato de familiares -fundamentalmente hijos e hijas- de los que dedican su vida a la construcción de una sociedad mejor. En algunos casos, estos familiares tienen algún tipo de relación con el proceso de construcción; en otros no, y aun así reciben los embates del terrorismo de Estado. En el caso de los niños, la situación es igual de cruda. Lo importante a señalar aquí es que el motivo para cualquiera de estos actos en contra de la condición humana es, sencillamente, un vínculo familiar, en otras palabras, de sangre. Por poner algunos ejemplos de materialización de este fenómeno podemos mencionar los montajes que realizan los grandes medios de comunicación a familiares de líderes guerrilleros. Hijos de algunos camaradas muertos en combate han sido echados del trabajo, de la universidad, han perdido a sus amigos, son blanco de palizas, insultos, llamadas acusatorias y, en el peor de los casos, han tenido que salir del país, cambiar su identidad, negar todo vínculo familiar para preservar al menos la vida.
Otro ejemplo está relacionado con el cumplimiento obligatorio del servicio militar. Hermanos, primos, hijos de combatientes de las FARC-EP son asignados en la primera línea de combate para el cumplimiento de su servicio militar, condenándolos a una muerte segura a manos de nuestra organización.
Diversas e injustas son las formas en las que se expresa la condena por el delito de sangre.
¿Qué significa para ese menor ser hijo de guerrilleros? ¿Y para el resto de familiares, especialmente, para quienes se han hecho cargo de ese menor?
Los hijos de los guerrilleros, si tienen la posibilidad de crecer en Colombia, viven en el anonimato. Reciben la influencia de los medios de comunicación que a veces logran convencerles de que sus padres son unos seres despreciables que los abandonaron a su suerte. Eso depende en gran medida de quién está cuidando al menor. Si son personas que tienen conciencia social, que entienden la situación de los padres guerrilleros y las motivaciones de ellos para estar en la guerrilla, se logra contrarrestar ese efecto nocivo de los medios y la presión sicológica que éstos ejercen sobre el menor. También hay muchos hijos de guerrilleros o guerrilleras que asumen la lucha revolucionaria, se vinculan al Movimiento Bolivariano, a las milicias o a las mismas filas guerrilleras.
Aparte de la carga emocional de no disfrutar de la presencia física de sus padres, tienen que soportar la persecución constante por parte de los servicios de inteligencia del Estado, quienes tratan de convencerlos, a punta de chantaje, amenazas o dinero, de entregar a sus propios padres, o de dar información sobre el paradero de ellos. Eso se extiende a las personas que están encargadas de criarlos y educarlos. Muchos de ellos han terminado en la cárcel, acusados de auxiliadores de la guerrilla, basándose en montajes judiciales o suposiciones. Muchas veces, el Estado hace allanamientos en las casas; cualquier cartica o fotico puede ser la prueba reina para mandarlos a la cárcel o, si no lo logran, aparecen los paramilitares para atemorizarlos y agredirlos físicamente. Muchos guerrilleros dan testimonio de sus familiares desaparecidos, secuestrados, torturados, por no querer colaborar con el Estado. En mi caso particular, el Ejército y los paramilitares han violentado mi familia. Algunos están en el exilio, otros fueron desterrados de sus tierras. Padres y hermanos muertos, una prima menor de edad fue desaparecida. Familiares cercanos fueron torturados y asesinados por el mero hecho de haber cuidado a mi hija cuando era bebé.
Afirman que «de ser hijo o hija de combatientes que tengan cierta vida pública, la presión aumenta». ¿En qué sentido?
Al ser una persona pública, se vuelve más importante para el Estado quebrantar su voluntad de lucha, lo que aumenta la presión sobre las familias. Pero ésta no es la única presión que sienten las familias; también aumentan la presión social de su entorno, el sentimiento de inseguridad y las agresiones físicas y verbales. En otras palabras, existe cierta exclusión social.
Al inicio de los diálogos hace un año, la delegación de las FARC denunció presiones por parte de policías a familiares de una guerrillera para que facilitaran información sobre el paradero de un guerrillero, amenazándoles incluso con quitarles la custodia de sus hijos. ¿Contribuyó la denuncia pública e internacional del caso a aminorar las presiones?
Es el caso específico de la guerrilla Mireya, las amenazas pararon a raíz de la denuncia pública. Sin embargo, este tipo de casos se siguen presentando con familiares de otros guerrilleros y guerrilleras. La denuncia pública sí ejerce cierto efecto, pero en la mayoría de los casos los familiares prefieren guardar silencio porque tienen miedo y no están dispuestos a salir de sus tierras, de los lugares donde trabajan, del país. El exilio es una consecuencia casi inevitable de una denuncia nacional e internacional y no todo el mundo está dispuesto a ello.
En el caso de las madres presas, ¿en qué condiciones están?
Las cárceles en Colombia, tanto de hombres como de mujeres, están en condiciones de hacinamiento, hay una situación sanitaria deplorable y una falta permanente de asistencia médica. En el caso de una embarazada que cae presa, esas condiciones donde existen todo tipo de agresiones se vuelven más duras.
Cuando cumplen tres años, los niños son separados de sus madres, algunas veces entregados al Instituto Colombiano Bienestar Familiar, si la prisionera no cuenta con familiares cercanos que se puedan hacer cargo de ellos. La situación es similar a la de los niños que tienen sus padres viviendo en la guerrilla, con el agravante de que cuando crezcan, adquieren conciencia de que sus madres están sufriendo. Hay un alejamiento calculado y sistemático de las prisioneras. Es decir, las trasladan a cárceles diferentes permanentemente para que los hijos (y otros familiares o amigos) no las puedan visitar, así pierden todo contacto.
Las llamadas telefónicas son constantemente monitoreadas y se convierten en elementos de chantaje a los hijos y familiares, como prueba de que son auxiliadores de la guerrilla. Todo esto genera una falta de estabilidad emocional para los niños y niñas; es un drama por el cual pasan todos los hijos de presos.

Atentado contra líder de proceso de restitución de tierras en Meta

Pacocol
El 15 de enero de 2014 a las 7:14 am, mientras Benjamín Sánchez se encontraba en el predio El Carpintero, en sus labores cotidianas, escuchó que lo llamaron por su nombre, al voltear observó a un hombre, con el rostro cubierto por una cachucha,  quien desenfundó un revolver y procedió a disparar en dos oportunidades sin lograr herir a Benjamín que se escondió detrás de una palma protegiéndose.
Por: MOVICE
Publicación: Sábado, 18 Enero 2014 04:17

El asesinato de Gloria Lara: una historia de un falso positivo judicial

Pacocol.


El 29 de noviembre de 1982 apareció en el barrio Bonanza de Bogotá el cadáver de Gloria Lara envuelta en una bandera con las siglas ORP. La entonces directora Nacional de Acción Comunal y asuntos indígenas había sido secuestrada cinco meses atrás. La cúpula militar arrebató la investigación a la justicia penal ordinaria y, solo un mes después de hallado el cuerpo, declaró culpables a una veintena de militantes de izquierda sin que el juez hubiera encontrado méritos para llamarlos a juicio previo y sin haber hallado pruebas que los sindicasen. Detenciones arbitrarias, tortura, clandestinidad, desapariciones; todos ellos vivieron un calvario que condujo a algunos al exilio.




El Ministro de Defensa, General Fernando Landazábal y el Director de la Brigada de Institutos Militares, BIM, General Hernando Díaz Sanmiguel irrumpieron el 28 de diciembre de 1982 en los medios colombianos para anunciar que tenían a los autores del secuestro y asesinato de Gloria Lara cuyo cadáver había aparecido un mes antes. El jefe de la BIM mostró un organigrama de militantes de izquierda y antiguos activistas de la Organización Revolucionaria del Pueblo, cuyas siglas, ORP, coincidían con las de la bandera que había envuelto el cuerpo inerte de Gloria Lara. El alto mando militar enseñó también ante las cámaras un video en el que un hombre joven, con importantes señales de tortura, confesaba pertenecer a la OPR y se auto implicaba y responsabilizaba a sus compañeros de militancia de haber perpetrado el horrendo crimen. Esa ORP, de la que efectivamente hicieron parte los acusados, no era una banda criminal sino una organización ligada al movimiento campesino liderado por la ANUC (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos) y que había desaparecido del paisaje político años atrás luego de una fuerte lucha política interna.




Hernando Franco, el supuesto autor intelectual.




Dígales a esos muchachos que pueden estar tranquilos, que la investigación va por otro lado, respondió el procurador Carlos Jiménez Díaz a un alto dirigente de FECODE (Federación Colombiana de Educadores) a quien habíamos contactado para esclarecer cualquier posible malentendido que nos vinculara con los autores de ese crimen porque la bandera de la ORP sobre el cadáver de Gloria Lara nos daba mala espina. Yo sí había pertenecido a la extinta ORP pero porque era un revolucionario, maoísta, que había estudiado en Francia y liderado el trabajo de organización campesina a nivel nacional, yo fui uno de los dirigentes de izquierda que a nombre de Democracia Popular participó en las elecciones del 82 junto a un mosaico de organizaciones marxistas, trotskistas e, incluso, liberales. En fin, yo no era un criminal y la ORP nunca fue una banda de secuestradores y asesinos sino una de las vanguardias del movimiento campesino..




Pero pocos días después de la cita con el Procurador ocurrió algo aterrador. Desapareció en Bogotá, Tadeo Espitia, un muchacho que hacía parte de nuestro trabajo de organización barrial. Los vecinos contaban que vieron como lo habían sacado de la casa y metido a la fuerza dentro de un taxi. Luego se supo que era el mismo vehículo que estaba bajo custodia de la Brigada de Institutos Militares y en el que secuestraron a Patricia Rivera, sus dos hijas y Marco Antonio Crespo, de 74 años, las únicas personas sin militancia alguna a las que también vincularon con este crimen y cuyos rastros desaparecieron para siempre.




Ahí empezó la caza de Brujas. Varios compañeros de nuestra organización política fueron detenidos arbitrariamente por los militares. Dos semanas después, el 28 de diciembre, vi a Tadeo Espitia en televisión, completamente desfigurado y confesando que yo era el autor intelectual del secuestro y homicidio de Gloria Lara. En esa puesta en escena que hizo la jerarquía militar sobre el caso, se decía que habíamos hecho el plagio en un Renault 4 blanco de mi propiedad y la verdad es que ese carrito yo lo había vendido muchos meses antes de ese secuestro. Dijeron que al principio guardamos a Gloria Lara en una casa de inquilinato y que luego la habíamos tenido en cautiverio en la casa de mi familia, con mi mujer y mis hijos. Imagínese eso, qué hace uno ante semejante relicario de calumnias insensatas dichas por los mas altos mandos militares!




Apenas tuve unas horas para avisarle a mi esposa Inés y a la madre de mi primer hijo que debía esconderme. Duré siete meses oculto en casas de amigos muy solidarios que arriesgaron su libertad y hasta sus vidas por ayudarme. Meses después pude estar con mi compañera pero, por seguridad, era imposible ver a nuestros hijos. Recuerdo que durante varios meses, vivimos prácticamente sobre la cama del cuartito de un amiga que nos escondía en su departamento. Como ella vivía sola, desde el momento en que salía a su trabajo y hasta que regresaba en la noche no podíamos hacer ningún movimiento que delatara a los vecinos nuestra presencia. Solo en un par de ocasiones pudimos tomar el sol camuflados entre las sábanas blancas que ella colgó en la terraza. 




-Por qué cree que los eligieron a ustedes para endilgarles ese crimen?




Las razones por las que la banda de Murcia –que son los verdaderos autores de este crimen-  escogió la sigla ORP en su bandera las desconozco . Pero cuando los militares vieron esas siglas sobre el cadáver de Gloria Lara decidieron utilizar el caso para tratar de recuperar su prestigio que estaba empañado por las graves acusaciones en su contra sobre los lazos con el narcotráfico y sus mafias. Así y por cuenta propia, los militares se volvieron los investigadores de un proceso civil. Fueron a sus archivos y ordenaron la captura de todos los que en ellos aparecían como miembros de la ORP. Y a los que lograron capturar, los torturaron y les hicieron confesar un guión lleno de errores y de contradicciones.




En el momento de los hechos, el gobierno de Belisario Betancourt se encontraba negociando la paz con el M-19. Los militares se oponían a este proceso. Así que nos usaron para mostrar al país que la izquierda era cruel y asesina y no digna de un proceso de paz.




Este caso lo utilizó y lo sigue utilizando la extrema derecha en el marco de lo que se podría llamar la «teoría de los dos demonios ». En ocasiones los militares admiten que han cometido atrocidades, pero nuestros opositores de izquierda han cometido peores, replican de inmediato y, entonces, nos citan. Aunque no hayamos sido nosotros y aunque en 1992 un juez nos haya absuelto de los cargos, se sirven de nosotros para excusar sus actos y para indignarse de la supuesta impunidad de la que goza la izquierda. Con nuestros nombres se exculpan de sus crímenes.




-Hace treinta años que Usted vive en exilio en Francia. Durante ese tiempo, un juez sin rostro dictó una sentencia absolutoria a favor de ustedes pero que, meses mas tarde, el Tribunal Superior de Orden Público revocó y remplazó por una condena a 28 años de cárcel para algunos y 12 para otros. En 1998, la Corte Suprema de Justicia cerró el caso por prescripción de la acción penal y dejó sin validez la condena del Tribunal. Es decir, ustedes son inocentes pero sin que se les haya declarado como tal.




- Sí, por eso es que recordar lo que nos pasó no es llanto de viuda. Se trata más bien de la denuncia de un emblemático falso positivo judicial. Pero sabe una cosa? A Nosotros nos pudieron quitar todo menos lo bailao. Y qué es lo bailao? En mi caso es ver a un pueblo humillado que se levanta a luchar,  hombres y mujeres armados de dignidad, a ellos los pude ver en el movimiento campesino. La otra cosa que no me pueden quitar es haber hecho parte de un “nosotros”, compartir con un colectivo los sueños, ese sentimiento de pertenecer a un proyecto común, saber que “en la calle, codo a codo, somos mucho más que dos”.




Miguel Ángel, el supuesto chofer.




A Miguel Ángel Vargas lo llamaban Petete sus compañeros de militancia política. Por la época en que ocurrió el secuestro de Gloria Lara, Miguel Ángel tenía 23 años y andaba pegando afiches, alfabetizando campesinos y echando discursos en las Plazas de los pueblos de Cundinamarca y en las asambleas estudiantiles. La noticia aciaga lo agarró sentado frente al televisor en la casa de unos amigos: “Descubierta la banda que asesinó a Gloria Lara: la ORP”. Miren, ese es Petete, gritaron los niños cuando reconocieron el rostro de Miguel Ángel señalado por el General Hernando Díaz Sanmiguel como el chofer del Renault 4 blanco en que fue secuestrada Gloria Lara.




Miedo. Sentí mucho miedo al ver en la pantalla a Tadeo, terriblemente golpeado, confesando que él le había pegado dos tiros a Gloria Lara dentro del automóvil que yo conducía. Después supimos que los once días en que Tadeo estuvo desparecido los pasó soportando la violencia de los interrogatorios en la Brigada de Asuntos militares y no en un juzgado frente a abogados – como lo indica el debido proceso- sino en presencia del juez 47 de instrucción criminal, Luis Eduardo Mariño. Supimos que Mariño había sido nombrado arbitraria y repentinamente y que fue Mariño quien, una vez nombrado, dictó las órdenes de captura de nuestros compañeros. Supimos también que Tadeo resistió a la crueldad de las torturas y vejaciones que le infligieron en la Brigada hasta el día que escuchó los gritos de una mujer suplicando que no la lastimaran más y sus verdugos le dijeron que era su madre. Entonces aceptó confesar todo lo que ellos le ordenaron que confesara mientras lo filmaban.




Con el tiempo y mientras andaba escondido o ya en el exilio, Miguel Ángel fue constatando las incoherencias y contradicciones de la versión en contra suya y de sus amigos elaborada por los mandos militares. En primer lugar,  hubo prejuzgamiento pues la cúpula militar los declaró culpables sin haber sido previamente procesados, juzgados, ni declarado en su contra sentencia alguna. Las únicas pruebas en que se basaron los militares fueron las inculpaciones “bajo tortura” de dos militantes de izquierda detenidos arbitrariamente (Tadeo Espitia y Freddy Rivera) y las declaraciones del detective José Vicente González quien aseguró que un informante “de identidad desconocida” le había revelado que los miembros de la ORP eran los autores del crimen de Gloria Lara.




En el expediente que alcanzó a llevar la justicia penal antes de que los militares se apropiaran de la investigación hay testimonios de testigos del secuestro de Gloria Lara que aseguran haber visto que la plagiaron en un Renault 12 azul seguido de un campero y, en ningún momento, mencionan el Renault 4 blanco del que hablan los militares que nos achacaron el crimen. El chofer de Gloria Lara dice que los secuestradores se dirigieron hacia el norte de la ciudad, que a él lo hicieron bajar a la altura de la calle 72 y que continuaron la ruta en la misma dirección. Según la versión que nos inculpó, tras secuestrarla nos dirigimos hacia el sur de la capital rumbo a la casa de Hernando e Inés. Los militares dijeron que Gloria Lara fue violada y que estaba embarazada, en el expediente de la justicia penal se descartan las dos situaciones. Los peritos comprobaron que recibió un tiro y no dos como se vio obligado a confesar Tadeo.




Tres meses llevaba escondido Miguel Ángel cuando fue secuestrado el funcionario de la Texaco Kenneth Bishop. Nuevamente la ORP reivindicaba el plagio. Y en la casa donde estuvo cautivo Bishop se hallaron banderas y pancartas de esa presunta organización de izquierda que también se había atribuido el secuestro de Gloria Lara. A partir de una denuncia, los organismos de seguridad dieron con los autores del plagio de Bishop: no eran militantes de izquierda sino una banda de delincuentes comunes liderada por el ex juez de Caicedonia, Iván Darío Murcia.




En el allanamiento a la casa del barrio las Ferias de Bogotá donde estuvo secuestrado Bishop se encontraron fotos de Gloria Lara, armas del mismo tipo que se utilizaron en ese crimen y una máquina de escribir que presentaba la misma falla en el teclado que aquella con la que se escribieron los comunicados enviados durante su rapto. En los 48 allanamientos que nos hicieron a nosotros, nuestras familias, los amigos y amigos de nuestros amigos nunca hallaron ni un arma, ni una sola prueba que nos vinculara al caso Lara. La amante de Iván Darío Murcia, que fue quien lo denunció, contó que cuando él se enteró que nos habían incriminado en el secuestro y homicidio de Gloria Lara decía entre risas burlonas “pobres güevones, ellos no tienen nada que ver con eso”. Después de ser liberado, Kenneth Bishop narró que los secuestradores le mostraron fotos de Gloria Lara y lo amenazaron con correr con el mismo destino que ella corrió si no pagaba por su rescate. Le dijeron también que estaba durmiendo en la cama que ella durmió mientras estuvo secuestrada. Además, pidieron la misma suma en los dos casos. Sin embargo, Murcia y sus secuaces están libres.




Las evidentes coincidencias entre el secuestro de Gloria Lara y el del funcionario de la Texaco fueron silenciadas por los militares y la Policía, al punto que en su columna publicada en El Tiempo, el 25 de agosto de 1983, el periodista Enrique Santos Calderón llamó a hacer una « revisión necesaria » del caso Lara insistiendo en que el F-12 no se atrevía a decir que los autores del secuestro de Bishop – delincuentes comunes de cuello blanco, dirigidos por un ex juez de la República – eran los mismos del de Gloria Lara, pues eso suponía reconocer la inocencia de las nueve personas ya condenadas por este último crimen y, peor aún, desmentir a la BIM. (ver columna Contraescape de Enrique Santos Calderón, publicada en El Tiempo el 25 de agosto de 1983).




En octubre de ese mismo año, el juez 16 superior de Bogotá, Enrique Alford Córdoba, decretó autos de detención contra los miembros de la banda del ex juez Iván Darío Murcia y derogó los autos de detención contra los imputados por los militares en el caso Gloria Lara ordenando también la libertad inmediata de los inicialmente implicados con este último crimen. Pasaron tres años antes de que empezara el juicio contra la banda de Murcia por el caso Bishop y el secuestro y asesinato de Gloria Lara, pero rápidamente el tribunal Superior rompió el vínculo entre esa banda de delincuentes comunes y el caso Lara. Poco después, Murcia escapó de la cárcel Modelo y otros dos miembros de la banda quedaron libres por vicios de procedimiento.




-Hay dos elementos singulares en esta historia. Primero, la banda de Murcia, que es pura delincuencia común, utilizó la sigla de la entonces extinta ORP que correspondía a una organización política de izquierda legal a la que usted perteneció. De otra parte, se trasluce un empeño ciego de los militares y cierto sector de la justicia por incriminarlos a ustedes.`




Mire, mi teoría es la del infortunio. Es posible que la banda de Murcia conociera de la existencia de la ORP y que hubiera recurrido a ella para reivindicar sus fechorías. Y pese a que la revista Semana había aclarado que la ORP era una organización disuelta del movimiento campesino y pese a que nosotros aclaramos que nuestra ya inexistente ORP no tenía nada que ver con el crimen de Gloria Lara, el infortunio hizo que los sectores militares enemigos de la paz que en ese momento se negociaba entre el Gobierno y el M-19 aprovecharan esa sigla para mostrar eficacia y desprestigiar a la izquierda presentándola como un sector capaz de cometer los más oprobiosos crímenes.`No hay que olvidar que el entonces Ministro de defensa, general Landazábal, el mismo que nos inculpó sin pruebas ante la opinión pública, fue el mas férreo opositor a ese proceso de paz a tal punto que el presidente lo llamó a calificar servicios.




Siempre se han servido de nosotros.. Recuerde que el ex presidente Uribe nos mencionó en varias ocasiones como un caso crapuloso para tapar las denuncias de asesinatos a líderes de izquierda que ocurrían en su mandato. Su hermano, Santiago, llegó a decir que Gustavo Petro estaba vinculado al caso de Gloria Lara. Y en el 2009, el procurador Alejandro Ordóñez solicitó a la Corte Suprema de justicia la reapertura del caso, que había prescrito diez años antes, por considerarlo delito de lesa humanidad y, en consecuencia, imprescriptible. Una demanda que la Corte Suprema rechazó.




Inés, la dueña de la supuesta “casa del pueblo”.




La casa quedaba en uno de esos barrios de la clase media bogotana de arquitectura homogénea, con grandes antejardines  y amplios patios traseros. Ninguna de las puertas tenía chapa porque hasta hacía poco había funcionado allí un jardín infantil y debía evitarse que los pequeños quedaran encerrados. En el patio de atrás, el abuelo había construido en madera una casita de muñecas del tamaño de la nieta, con huecos como ventanas,  una puerta sin cerradura y en la que no había espacio para un adulto. Dijeron que ahí habíamos mantenido encerrada a Gloria Lara. Cuando escuché esa calumnia sentí que nos habían profanado lo más íntimo, dice Inés Acosta al recordar el momento en que se enteró por los medios que estaba acusada de ser la dueña de “La casa del pueblo” donde supuestamente estuvo secuestrada Gloria Lara.




Hasta ese día Inés era una psicóloga dedicada al trabajo con mujeres campesinas y que tiempo atrás había dirigido con la Unicef y el instituto Bienestar familiar, ICBF, la creación de Hogares Infantiles a lo largo y ancho del país. Venía de una familia de dirigentes del Partido Comunista perseguidos que llegaron a Bogotá huyendo de atentados de muerte y de ellos había heredado  la rebeldía y la voluntad de justicia que la convirtieron desde edad temprana en una militante de izquierda. Pero de un momento a otro, el discurso castrense la transformó en una criminal.




Me quedé sola con mi hijita de siete años y mi bebé nacido un par de meses antes. A Hernando, mi compañero, lo acababan de acusar de ser el autor intelectual del crimen y, en cosa de horas, tuvo que esconderse. Los otros compañeros imputados injustamente hicieron lo mismo. Muchos de los amigos tenían miedo de ayudarnos y contactarlos resultaba, además, un peligro para ellos. Se decía que los militares estaban preparando una arremetida brutal… y así fue. Inés hace una pausa y empieza a narrar el horror vivido ese 28 de diciembre de 1982.




Tuve la suerte de contar con un amigo filósofo que me ayudó a sacar en la noche a los niños de la casa y llevarlos a donde mi madre. Horas mas tarde, los militares allanaron mi hogar, destruyeron todo y se llevaron para la Brigada de Institutos Militares a la niñera a quien encontraron, presa de pánico, escondida dentro de la alberca. En la madrugada, irrumpieron en el edificio donde vivía mi madre, pero ella, en un reflejo atávico de un pueblo que ha vivido siempre en guerra, alcanzó a tocar la puerta del vecino y él, sin preguntarle nada, la hizo entrar con rapidez para esconderla y camuflar a mi niña en medio de sus hijos que ya dormían. Los soldados encontraron en el departamento de mamá al resto de mi familia y a mi bebé. No sé quién, tal vez el mismo vecino, llamó a un pariente médico para alertarlo sobre la situación y éste se las ingenió para llegar con una ambulancia y rescatar al niño de manos de los militares argumentando que venía a llevarse a un bebé que se estaba deshidratando. Y le funcionó el cuento. Después supe que ese mismo día mi madre se fue a Cali en piyama, apenas cubierta con un abrigo y con mi niña agarrada de su mano. Allí estuvieron refugiadas mucho tiempo.




Inés pasó varios meses escondida de casa en casa de amigos mientras sus dos hijos aprendían prematuramente y por la fuerza de la desventura los avatares de la clandestinidad. Cuenta Inés que el pequeño, que apenas iba a cumplir un año, estuvo encubierto por varias semanas donde una tía y que, cada vez que la casa iba a ser allanada o que se evidenciaban movimientos sospechosos en la calle, ella pasaba al niño por el muro del patio a la casa vecina donde lo protegían hasta que se disipaba el peligro.




Me costó mucho hacerme a la idea de que debía abandonar el país pero me costó más aceptar que, por razones de seguridad, tenía que hacerlo sin mis hijos. Es que yo no concebía el exilio sin mis niños. Cuando me resigné a la idea, pedí verlos. Una amiga del alma nos prestó su casa y tuvimos que montar un estricto dispositivo de seguridad para ese cita. Llevábamos ya muchos meses separados y el reencuentro fue muy duro. Mi hija se había transformado en un ser dócil, no musitaba palabra y tenía la mirada de una niña regañada… es que estaba adiestrada a hacer todo lo que se le decía para burlar el peligro. El niño no me reconoció y se aferró a la falda de la abuela, pero giraba la cabeza en dirección mía cada vez que escuchaba mi voz. Era lo único de mi que había sobrevivido en sus recuerdos.




Hace treinta años que Inés salió del país y durante los primeros meses estuvo en un campo de refugiados en Paris lejos de sus hijos. Nunca ha regresado a Colombia seguramente porque todo ese tiempo no ha sido suficiente para borrar las secuelas que dejó en su alma la infamia de haber sido inculpada de un terrible crimen con el que nada tuvo que ver.




-Qué ha sido lo más duro de toda esta historia?




El impacto que tuvo en los niños. El ver a mi hija correr aterrorizada la primera vez que los bomberos llegaron a nuestra casa de Paris, durante su visita tradicional navideña, y ella creyó que venían a capturarnos. En los primeros meses, el más pequeño decía solo cinco palabras, la niña era taciturna y la maestra del hijo mayor de Hernando estuvo convencida de que se trataba de un niño mudo. Nuestros hijos perdieron la voz en medio de esa horrenda historia que padecieron y aquí tuvieron que recuperarla en una lengua diferente. Mire, cuando uno es una madre en el exilio se ve forzada a acomodarse a la brava a una cultura distinta, muchas veces adversa, y en esa lucha uno le exige mucho a los hijos. Es una experiencia muy dura e injusta para ellos.




Víctor Rojas,  culpado por intento de sospecha




Es la hora en que Víctor Rojas no sabe a ciencia cierta cuál es el cargo exacto que se le imputó en el crimen de Gloria Lara. Lo que si es cierto es que, desde que apareció en el organigrama de los culpables presentado por la cúpula militar, Víctor tuvo que dejar atrás el código civil colombiano, la dialéctica marxista, el trabajo barrial y las parrandas en Café y Libros para refugiarse en Suecia. A esa esquina fría del mundo llegó hace treinta años.




Algunos amigos míos y yo fuimos vilmente acusados por la cúpula militar colombiana de un crimen atroz. Los motivos de esa acusación aún no los puedo entender a pesar del paso del tiempo. Lo único claro es que con esa acusación nos obligaron a vivir una vida jamás soñada, lejos de nuestras familias. Y créase o no, todo lo que se hace obligado, por más fructífero que sea, siempre tiene el sabor de la derrota.




Småland quiere decir en sueco pequeño país. Es allí donde Víctor Rojas ha echado sus nuevas raíces escribiendo en un idioma ajeno que cada vez le pertenece más. Escribe historias de exilio,  burlonas y desenfadadas, que le han merecido un rosario de galardones literarios cuya última cuenta es el Premio de la Academia Sueca, el mas importante que otorga el país escandinavo a un escritor después del Nobel.




Hace un lustro que decidió contar su propia historia: la del adiós forzado por la calumnia. Y lo hizo como solo él puede hacerlo: a través de la literatura.  Acaba de poner el punto final a este relato que lleva por título “Juego de Escorpiones”. Es la palabra escrita que deja como prueba de su inocencia y la de sus amigos en el crimen de Gloria Lara. Eso me basta, dice Víctor.




Con la presentación de la novela doy por terminado el exilio. Quiero vivir donde me plazca, hacer las cosas que me gustan, actuar de acuerdo a lo que considero justo y noble… El exilio es el estado de derrota en el que viven los poetas. Y yo acá me despojo de mi capa de invierno zurcida con treinta derrotas, una por año. 





Jotaele, culpable por haber amado




Jotaele llegó a la izquierda llevado por el amor. Pero muy pronto abandonó  su corta militancia porque el amor por esa muchacha menuda de jeans y pelito rubio no le alcanzó para soportar las largas reuniones con los “compañeros” que hablaban de Mao, Lenin y otras palabrejas incomprensibles. Un día del mes de diciembre de 1982, cuando el trabajo de masas y los amoríos con “la monita” apenas si burlaban el olvido, los militares allanaron su casa, violaron la intimidad de ese hogar tan humilde como pueden serlo los del sur de Bogotá y, aunque no encontraron ningún indicio que vinculara a Jotaele con el crimen de Gloria Lara, se lo llevaron arbitrariamente para la Brigada de Institutos Militares.




Tres días después, la madre de Jotaele vio a su hijo en los noticieros de la televisión, con el rostro prácticamente desfigurado y sindicado de haber sido el hombre que condujo el automóvil en el que fue secuestrada Gloria Lara. El mismo cargo que le habían imputado a Miguel Ángel.




Aunque Jotaele no sabía conducir, a la madre le quedaba difícil creer que los militares mintieran y que en los noticieros se contaran calumnias como verdades. Llamó a su hijo mayor quien, ante el impacto de la noticia, sufrió un ataque que lo dejó sin conocimiento. Cuando lo recuperó, se vio tendido en una camilla de hospital, con una aguja aguijoneando su brazo y una máscara de oxígeno sobre el rostro. Quién sabe si fue el horror de verse allí sin recordar nada o el horror de recordarlo todo lo que hizo que saliera corriendo y se arrojase al vacío a través de un gran ventanal. La caída dejó al hermano de Jotaele paralítico de por vida y Jotaele perdió la razón para siempre a causa de los choques eléctricos, las palizas, las asfixias y el sinnúmero de torturas que le propinaron en la Brigada de Institutos Militares. Nunca se supo mas de él. Sus pasos se perdieron camino al exilio.



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