Nadie
los controla, son bastante independientes de la rama Ejecutiva y operan
según sus propios cronogramas, marcados por una formación
excepcionalmente anticomunista, que los lleva a ver el ‘enemigo’ en
todos lados. Son obsesivos por naturaleza. Así son algunos sectores de
las Fuerzas Mi
litares colombianas.
Las
revelaciones hechas por Semana.com sobre la existencia de un equipo
especial de intervenciones telefónicas ilegales, compuesto por militares
y civiles, dedicado a escuchar a los miembros del equipo negociador del
Gobierno en los diálogos con la guerrilla de las Farc en La Habana, es
una muestra fehaciente de la manera cómo sectores de las Fuerzas
Militares recaudan información para acceder a las discusiones internas
de los encargados de dirigir el país hacia una paz estable y duradera
con este grupo insurgente.
Es entendible el
comportamiento de determinados sectores de las Fuerzas Militares. Hace
parte de su formación académica e ideológica. Vienen de un
adoctrinamiento anticomunista que enquistó en sus conciencias un
profundo odio por todo lo que pueda representar una alternativa de
izquierda. Se les enseñó a ver en el otro distinto, con ideas liberales,
un potencial enemigo al cual hay que destruir, acabar, neutralizar, así
sean del propio gobierno. En ello radica su insubordinación. Y su
peligrosidad.
Tal como lo advierten algunos
analistas norteamericanos, “ejecutar operaciones de contrainsurgencia
requiere la dedicación de muchos recursos tanto humanos como
materiales”, y ello se refinó durante los dos cuatrienios del presidente
Álvaro Uribe Vélez, de cuyo gobierno, como Ministro de Defensa,
participó el actual mandatario, Juan Manuel Santos. Toda una paradoja.
¿Dónde
está la semilla del comportamiento de ese sector de las Fuerzas
Militares que hoy le teme a un proceso de paz con las Farc? Una revisión
de los manuales de contrainsurgencia que han sido diseñados por el
Ejército norteamericano darían las pistas suficientes para entender lo
que viene pasando en el país.
Lo primero es
determinar qué se entiende por contrainsurgencia. Según Ian Beckett, no
solo es un problema puramente militar, también requiere otros aspectos:
“la coordinación de ambos esfuerzos civiles y militares deben ocurrir en
todos los niveles así como aprovechar el suministro de inteligencia”. Y
así lo han entendido sectores poderosos de las Fuerzas Militares,
quienes detentan un poder superior en las filas y fuera de ellas.
Observando
los comportamientos de esos sectores insubordinados cobra vigencia lo
que conceptúa Thomas X. Hammes, coronel retirado del Cuerpo de
Infantería de Marina de Estados Unidos, quien centra sus análisis en
cómo combatir la insurgencia moderna. Según este ex oficial, “la guerra
contrainsurgente de hoy en día es una competencia entre redes humanas,
nuestras y suyas. Para entender sus redes, debemos entender los vínculos
preexistentes de las redes y el contexto cultural e histórico de la
sociedad”.
Ello explica, metodológicamente,
por qué se escucha al equipo negociador. A través de sus voces, de sus
análisis, de sus discursos, sectores militares profundamente
anticomunistas construyen la trayectoria que viene trazando el diálogo
con las Farc y para ello es útil determinar cómo se tejen las redes de
las decisiones. Una vez conocidas esas trayectorias, es mucho más fácil
torpedearlas. Y con ello afectar el curso de las negociaciones con las
Farc.
En ese sentido, cobra importancia lo
que escribieron Kyle Teamey y el teniente coronel Jonathan Sweet,
expertos norteamericanos en el tema de información durante conflictos
insurgentes: “El propósito de la obtención de inteligencia en la lucha
de contrainsurgencia es el de determinar cuáles son los factores que
impulsan a la insurgencia y proporcionar tal información a los
comandantes para determinar la manera en que pueden atacarlos o
mitigarlos”. Siguiendo esa línea de reflexión, no me cabe duda que a
los negociadores se les estaba escuchando con la intención de sabotear
el proceso de paz.
Teamey y Sweet reiteran en
sus reflexiones que el análisis de inteligencia en la contrainsurgencia
es un gran desafío: “Los analistas deben entender una compleja red
formada por la sociedad y el conflicto, las percepciones y la cultura,
el sinnúmero de personalidades, así como las relaciones entre los
actores claves (…) En muchas formas, el análisis en la contrainsurgencia
tiene más similitud con las actividades policíacas que con la guerra
entablada en un gran teatro de operaciones”.
Uno
de los aspectos relevantes en el caso de las interceptaciones reveladas
por Semana.com es el uso de civiles en las operaciones encubiertas. Y
no de cualquier civil, sino de expertos en el área de informática. ¿Qué
tanta responsabilidad penal recae sobre ellos? ¿Qué les ofrecieron para
participar en ese proyecto?
Esa combinación de “esfuerzos civiles y
militares” de los que habla Beckett ya se probaron, con extrema
crueldad, durante las décadas del ochenta, noventa y buena parte del dos
mil cuando surgieron las fuerzas paramilitares, apoyadas por sectores
de la Fuerza Pública. Lo que se observa hoy es una modernización de las
estrategias, pero el fondo no cambia mucho: lo ilegal lo hacen los
civiles, sea cual sea su experticia.
Expertos
en actividades y estrategias militares indican en sus análisis que la
“inteligencia fluye desde abajo hacia arriba en la contrainsurgencia, y
todos los escalones son tanto productores como consumidores de
inteligencia”, por tanto no creo que en el caso de la operación
‘Andrómeda’, el flujo haya sido distinto y lo escuchado se haya quedado
entre los que hacían las escuchas. Algo tiene que haber más allá y son
muchas las explicaciones que deben darse.
Al
respecto, es pertinente preguntarse: ¿Qué tipo de detalles en las
conversaciones estaban extractando como relevantes? ¿Qué proyecciones
pretendían hacer con los datos recaudados? ¿Qué modelos de análisis
estaban empleando para procesar la información? ¿Quién y dónde estaban
procesando los datos obtenidos? Y más importante aún: ¿El fin de estos
análisis era sabotear el proceso de negociación con las Farc? Son
muchas las dudas que surgen cuando los militares hacen lo que les dé la
gana.
*Periodista y docente universitario.