Las
manifestaciones convocadas, en especial por Leopoldo López, son una
apuesta por unir al sector de la oposición en torno a las vías de hecho y
a la idea de reeditar el experimento de un golpe de Estado, como el que
sucedió en abril del 2002. En ningún caso se trata de un movimiento
nacional o multitudinario, no porque la oposición no sea un sector de
población importante en Venezuela, sino porque no todos los sectores de
oposición se recogen en las protestas.
Andrés Felipe Parra
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Fuente: www.bbc.co.uk |
Los recientes hechos violentos en
Venezuela han sorprendido a la opinión pública y han sido interpretados
por los medios nacionales como un estallido social que se está gestando
contra el gobierno. Sin embargo, una mirada al contexto venezolano de
los últimos meses puede asegurar una perspectiva más holística de los
acontecimientos.
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Es perfectamente plausible entender las protestas que han surgido en
Venezuela como una maniobra política interna del sector radical de la
oposición. En meses atrás, con ocasión de las elecciones presidenciales
de Venezuela, habíamos dicho que Capriles iba a tomar una vía
institucional para hacer política a mediano plazo. Un discurso negativo y
destructor hacia el gobierno sólo puede tener acogida en las clases
medias altas y altas de la sociedad venezolana que ven en la palabra
“Cubanización” la presencia del mismo demonio. De hecho, el éxito de la
campaña de Capriles estuvo en apropiarse discursivamente de ciertos
símbolos tradiciones y propuestas del chavismo, en disputar el papel de
presidente post-Chávez junto con Maduro, que cayó infantilmente en el
juego; no en tener el discurso clásico de oposición que confronta el
socialismo y la revolución cubana.
Esta hipótesis se confirmó plenamente con las elecciones municipales
en las que Capriles promovía un plebiscito acerca de la continuidad del
gobierno cayendo en el clásico discurso de confrontación anti-comunista.
Aunque la oposición ganó alcaldías en plazas importantes, en número de
votos la diferencia fue casi de diez puntos por debajo del oficialismo.
La razón es que un discurso agresivo contra el gobierno que diga que
Venezuela se está transformando en Cuba o que el país va directo al
abismo del comunismo sólo es aceptado con vehemencia por un sector
minoritario de la sociedad. Esto lo entendieron algunos sectores del
tradicional partido COPEI, que milita en la Mesa de la Unidad
Democrática, cuando después de las elecciones de diciembre llamaron
fuertemente la atención al propio Capriles abrazando la idea de un
cambio en el discurso combativo por uno más conciliador para poder
obtener votos de los sectores chavistas.
La actitud de Capriles cambió radicalmente después de las elecciones,
hasta el punto de que fue a la reunión de gobernadores de oposición que
Maduro convocó a comienzos de este año para discutir el problema de la
inseguridad. Esta nueva actitud, en la que Capriles explícitamente
acepta las vías institucionales y propone un diálogo nacional para
afrontar los problemas del país, le ha costado permanentes peleas y
rencillas con otro sector de la oposición, coordinado por María Corina
Machado y Leopoldo López. En una entrevista en el canal privado Televen,
de tendencia opositora, Capriles acepta entre risas que hay cuchillo
entre los mismos sectores de la MUD haciendo una referencia a las peleas
con Machado y López.
A partir de esta distancia con la vía institucional adoptada por
Capriles, Machado y López comienzan un trabajo de agitación en el
movimiento estudiantil de oposición venezolano, haciendo llamados a
“articulación de métodos no pacíficos” y promoviendo “la salida del
gobierno de Maduro”, aprovechando la inconformidad que suscitó entre
estudiantes de la Universidad de los Andes en Táchira la detención de
estudiantes por participar en disturbios y destrozos en las semanas
pasadas. La razón de López para hacer todo esto es más que obvia: se
trata de mostrar que sus vías directas y de hecho son más efectivas que
la opción institucional y conciliadora mostrada por Capriles en las
últimas semanas.
La distancia entre ambos sectores se selló cuando durante los
disturbios y después de ellos Capriles mostró su rechazo a las
manifestaciones diciendo a los estudiantes que “no se dejen dirigir por
sus extremos”, es decir, por López y Machado.
En este sentido, lo primero que hay que decir de las protestas
venezolanas es que han sido sobredimensionadas por los medios. Primero,
robaron una imagen de una multitudinaria procesión de la Virgen en el
Táchira para hacer creer a la opinión pública internacional que se
trataba de una marcha concurrida. Robaron también imágenes de represión
en Chile, de marchas antiguas en Venezuela e incluso pusieron fotos de
heridos chavistas en la red social Twitter para denunciar la represión
del gobierno. Los medios de comunicación, nacionales e internacionales,
han sido víctimas de la inmediatez y de la rapidez del twitter y han
publicado fotos falsas, lo cual antes que culpar a los medios de
malintencionados debe abrir el debate sobre la inmediatez y el tipo de
información que necesita una democracia. En segundo lugar, se trata de
una marcha que no apoya toda la oposición en su totalidad.
Antes que nada, las manifestaciones convocadas, en especial por
Leopoldo López, son una apuesta por unir al sector de la oposición en
torno a las vías de hecho y a la idea de reeditar el experimento de un
golpe de Estado, como el que sucedió en abril del 2002. En ningún caso
se trata de un movimiento nacional o multitudinario, no porque la
oposición no sea un sector de población importante en Venezuela, sino
porque no todos los sectores de oposición se recogen en las protestas.
Los medios han confundido el deseo de Leopoldo López con la realidad
venezolana.
Sin embargo, si las protestas no se deben sobredimensionar tampoco se
deben ignorar. Quizá se trata del último cartucho de la vida política
de Leopoldo López que por sus declaraciones irresponsables dio la
oportunidad perfecta para que la justicia venezolana le impute cargos de
incitación a delinquir, destrucción de propiedad pública, incendios en
edificios públicos, etc. Después de este episodio es muy posible que
López termine exiliado en Miami o en nuestro país, como se rumora y, al
mismo tiempo, ha sido desmentido por algunos miembros de la cúpula de
Voluntad Popular. Por esta razón, por ser su último cartucho, es que
López tratará de dirigir a quienes participan en los disturbios a ir
hasta las últimas consecuencias para poder sacar la mejor tajada. El
mejor escenario es un derrocamiento del gobierno de Maduro, lo cual es
poco probable, pues ni siquiera toda la oposición lo apoya. Lo que sí
puede pasar es que la confusión y los sesgos de los medios
internacionales y nacionales de Venezuela ayuden a formar la idea en la
opinión pública de que estamos frente a un gobierno monstruoso que
asesina manifestantes. Todo ello puede justificar una intervención
contra Venezuela en el mediano o largo plazo si se dan las condiciones.
En este último aspecto parece que el último cartucho de López ha sido
bien utilizado. Algunos titulares de prensa hablan de “tres opositores
muertos” en la marcha. Ha circulado también un video en internet en
donde Bassil Dacosta, que es un estudiante opositor, cae asesinado, del
cual es muy difícil dudar de su autenticidad, contrario a lo que sucede
con las fotos.
Al respecto, debemos tener una mirada más amplía que permite
contextualizar mejor los hechos y prevenir juicios apresurados como los
que hace tanto la oposición como el chavismo. No se trata de una mirada
neutral ni objetiva, sino de una interpretación que propone una forma de
entender los acontecimientos. En primer lugar, no es cierto que haya
tres opositores muertos en la marcha. Hay un chavista asesinado, quien
era un reconocido líder del barrio 23 de enero en Caracas, llamado Juan
Montoya, amigo personal del presidente Maduro. Al parecer, según el
informe de balística, el chavista pudo haber sido asesinado con la misma
arma que Bassil Dacosta. Un segundo joven fue asesinado en las horas de
la noche, después de que los disturbios habían disminuido en la zona
oriental de Chacao por motociclistas, también en Caracas.
En segundo lugar, hay un antecedente de crucial importancia que debe
tenerse en cuenta para mirar los hechos actuales. Se trata del golpe de
Estado en abril del 2002, en donde hubo alrededor de 19 muertos
repartidos entre chavistas y opositores. El 11 de abril de ese año, en
el marco del paro patronal, la oposición convocó a una marcha que tenía
como destino la sede de PDVSA en el oriente de la capital venezolana. El
mismo día estaba programada una concentración chavista en los
alrededores del palacio presidencial de Miraflores como forma de apoyo
al gobierno. Las marchas estaban planificadas y permitidas a una
distancia de al menos 11 kilómetros para evitar cualquier confrontación,
pero los dirigentes opositores decidieron alrededor del mediodía
dirigir a los manifestantes hacia Miraflores, en donde estaba la
concentración chavista. Cuando las marchas estaban a punto de
encontrarse, unidades blindadas de la Policía Metropolitana de Caracas
comenzaron a disparar a los manifestantes chavistas concentrados cerca
de Miraflores. Cayeron tres manifestantes y los medios privados
venezolanos interpretaban las muertes como desmayos por el calor. Luego
francotiradores atacaron la concentración de la oposición y hay imágenes
que prueban también la participación de la policía metropolitana que,
dado que Venezuela es un país federal, no depende del gobierno central.
Finalmente, después de las 4 pm del día 11 de abril, los francotiradores
ubicados en los edificios laterales al “puente Llaguno” arremetieron de
nuevo contra los manifestantes chavistas.
Es fácil darse cuenta que el haber disparado a ambas manifestaciones
buscaba generar caos y confusión para aumentar el nivel de la
confrontación entre las dos marchas. Todo el escenario del 11 de abril
se complica aún más si tenemos en cuenta el testimonio de Otto Neustald,
quien fue corresponsal de CNN en Caracas en la fecha del golpe de
Estado. Neustald asegura que los militares golpistas, antes de dar la
declaración en donde llamaban a la insurrección de las fuerzas armadas y
policiales, ensayaron en tempranas horas de la tarde un guion en el que
aseguran que hay varios muertos a manos de francotiradores en las
manifestaciones. Aunque Neustald es ambiguo en su testimonio y asegura
que el gobierno venezolano lo utilizó políticamente, admite que él
estuvo reunido con los militares dos horas antes de que comenzara la
alocución de Chávez (3:45, pues Chávez comienza su alocución diciendo
que “falta, según mi reloj, un cuarto para las cuatro”), es decir, a la
1:45 pm. El primer muerto por francotirador se registra después de las
3:30 pm, según la hora de un transeúnte que recoge el cadáver y es
grabado por una cámara, que recoge el documental “Puente Llaguno: claves
de una Masacre
1”. Aunque el periodista no culpa a los
militares insurrectos de las muertes del 11 de abril, y mantiene su
postura opositora de culpar al gobierno porque era responsable de
impedir el golpe de Estado (…), la pregunta de por qué los militares
insurrectos sabían que iban a existir muertos y el modo en que iban a
ser asesinados, sigue quedando sobre la mesa. También asegura –y de esto
no se arrepiente en una rueda de prensa posterior que ofrece
denunciando al gobierno venezolano- que el día 10 en la noche le
avisaron los hechos del golpe de Estado con antelación y le solicitaron
cubrir la noticia. Así se expresó el periodista:
“El día 10 en la noche me llaman por teléfono y me dicen Otto, mañana
11 viene un video de Chávez, la marcha se va hacia el palacio de
Miraflores, va a haber unos muertos y aparecen 20 militares de alto
rango pronunciándose en contra del gobierno de Chávez y pidiéndole la
renuncia al presidente. Esto me lo dicen el día 10 en la noche".
El día 11 de abril, el periódico El Nacional saca una edición
especial en donde reluce el titular “la batalla final será en
Miraflores” cuando apenas la marcha opositora estaba en curso hacia el
centro de la ciudad. Parece que los militares golpistas y cierta prensa
privada conocían de antemano los hechos. Al menos, lo de los militares
no es descabellado pensarlo, pues si iban a declarar la insurrección
debían tener a su mando unidades militares y policiales dispuestas a
arremeter contra ambas manifestaciones para crear el caos; por lo menos
dispuestas a desobedecer las órdenes el gobierno central.
Algunos periodistas afines con el proceso revolucionario en Venezuela
han declarado que lo que está aconteciendo en estos días no es otra
cosa que el mismo guion de abril del 2002. La coincidencia con ciertos
hechos del 2002 hace pensar que esa idea es cierta, sin embargo es un
juicio apresurado. Hay coincidencias pues el escenario es el encuentro
de dos marchas, de oposición y de gobierno, que celebran el “día de la
juventud”. Otra coincidencia es que hay muertos de ambos bandos. Sin
embargo, decir que se trata del mismo guión es apresurado porque no cabe
esperar un golpe de Estado en lo inmediato. Hay similitudes en que el
gobierno venezolano ha tenido siempre problemas en controlar a la
policía y en este aspecto las relaciones con el cuerpo policial no son
las mejores. No es casual, entonces, que hayan sido unidades de la
policía las que dispararon contra manifestantes de ambos bandos en el
2002.
En el video que registra la muerte de Bassil Dacosta
2 con
dos cámaras sincronizadas se muestra a unidades enchaquetadas de negro,
con cascos negros, de las cuales es difícil reconocer su pertenencia,
que disparan contra los manifestantes que corren. Estas unidades
recuerdan los motorizados que en las manifestaciones opositoras del 15
de abril fueron a barrios chavistas en el Estado Miranda (a cargo de
Capriles) y asesinaron al carpintero, militante del PSUV, José Luis
Ponce y a Johny Pacheco, además de otros 11 muertos, entre quienes se
encontraba una niña de 12 años que celebraba junto a su familia la
victoria de Maduro y fue atropellada y espichada –junto a dos personas-
por una camioneta de procedencia desconocida, en Maracaibo. En esa época
se denunció que la policía de Miranda no atendió a las llamadas
telefónicas que denunciaban la presencia de motociclistas armados.
Un testigo
in situ de la marcha del 12 de febrero asegura que
no pudo reconocer si quienes disparaban y asesinaron a Dacosta eran
policías, militares o miembros del servicio de inteligencia bolivariano.
La culpa de las muertes, según la oposición, debe atribuírsele a los
militares, al servicio de inteligencia o a los chavistas civiles que van
armados. Cada opositor tiene su propia versión por lo que es difícil
asegurar a través de las imágenes existentes el culpable del asesinato.
Por otra parte, la composición de las bandas que cometieron los
asesinatos a chavistas el 15 de abril, es inexacta e indeterminada por
lo que culpar a “las bandas”, como lo hacen los chavistas, sin saber
quiénes son en concreto es lo mismo que no decir nada. Aunque los
chavistas dicen que se trata de bandas fascistas (lo cual es cierto), es
algo demasiado obvio y por ello es insuficiente pues no ayuda a
esclarecer su procedencia, financiación, estructuras, etc. En ningún
caso hay un culpable concreto e identificado.
Si los culpables son unidades militares o policiales desobedientes,
tal y como parece haber sucedido en abril del 2002 donde quienes
dispararon estaban a cargo de altos cargos militares y policiales
golpistas, no se debe expugnar al gobierno venezolano de toda culpa. La
opinión chavista dominante que culpa a Leopoldo López, gracias a sus
declaraciones que incitan irresponsablemente a la violencia, aunque sea
comprensible y tenga sustento en los antecedentes en el golpe del 2002,
no es la mejor forma de afrontar el problema. Incluso si el escenario
es, como el mismo Maduro lo denunció, el de un golpe de Estado en germen
en una tendencia a mediano plazo, el gobierno debe investigar a sus
propias unidades y hacer las sanciones pertinentes, ya que los Estados
son también culpables por omisión. Aunque el ministerio público
venezolano ya inició las investigaciones y dice tener indicios para
identificar a algunos sujetos armados durante las protestas y a algunos
motociclistas que dispararon en horas de la tarde y la noche, la opinión
chavista debe tener la altura de no conformarse con una aprehensión a
López que, por ahora, parece inminente. Todo ello debe tenerse en cuenta
si se es consciente del escenario de inseguridad que padece Venezuela
en donde se han evidenciado alianzas entre bandas criminales que se
dedican a la delincuencia ordinaria y algunos sectores de la policía.
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1http://www.youtube.com/watch?v=fkrAI72ct-I 2http://www.youtube.com/watch?v=NL_0SqXkEG8