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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

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[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

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Si desaparece la guerra... Habrá postconflicto ?

Domínico Nadal, Cambio Total.

Alguien muy versado en eso de la guerra -el viejo Chema- me preguntaba por estos días... Si desaparece la guerra...

Nos quedamos los dos pensando, y la sorpresa fue sin igual. Vimos al unísono que no podemos estar pensando en « pajaritos preñados » cuando la realidad que se nos muestra es totalmente dantesca.
Realidad « anormal » o « normal » de los « falsos positivos » (ejecuciones extrajudiciales), de las desapariciones, de las masacres, de las torturas, de los desplazamientos forzosos... y la recurrente realidad de las políticas gubernamentales que so pretexto de la guerra le han impuesto al pueblo el neo-liberalismo recetado por el imperio que produce un 17 por mil de mortalidad infantil (mientras ese mal ejemplo de Cuba –un país bloqueado y pobre- muestra una cifra de 4 por mil, por encima de Estados Unidos y Canadá !), carencia de salud y paseos de la muerte decretadas por la ley 100 de César Gaviria y sucedáneos, descuadernameinto de la educación, carencia de viviendas (1 millón 500 mil familias carecen de ella, dice en el Ministerio), mortalidad materna de las más altas de lationamérica, y desde luego una pobreza y un desempleo galopante que sólo en las cifras de los encargados por el gobierno disminuye, pero en las calles y los barrios vemos un « ejército » de desocupados, que si se pusieran las pilas y escucharan ya hubieramos hecho un nuevo país en ruta hacia el Socialismo.

Amén del Terrorismo de Estado que se evidencia en las consuetudinarias y persistentes violaciones de derechos humanos, está el terrorismo de las chuzadas, avaladas por la Ley de Inteligencia que ha permitido « chuzar » hasta a su creador político, el presidente. Tenemos la « boca rajada » de estarle diciendo a los gobernantes que el fascismo, una vez se entroniza, se convierte en un quiste maligno difícil de erradicar (Así dice tu médico, cierto Chema ?). y ahí esta a la vista lo dicho. A Uribhitler –cuando el caso de « te doy en la jeta, marica », que sabía que lo tenían « chuzado » porque él mismo dio la orden de que lo chuzaran- y ahora al presidente Santos –en adelante el presidente Santos porque el otrico Santos nunca lo será-, que también ahora salen conque a él también.

Señores, hay que ser serios. No nos crean tan palurdos ! Sabemos que hay una lucha al interior de la oligarquía –como dice Allende- entre el sector narco-paramilitar de los militares y la extrema derecha (encabezados por Uribhitler de quien Piedad Córdoba dijo « Todos los caminos del narcoparamilitarismo conducen a Uribe »), y el sector también militarista de los militares y sectores de la derecha (encabezados por el presidente Santos y los empresarios nacionales).

Ambos están peleándose y ya hemos visto como el sector narco-paramilitar y de extrema derecha se ha pasado por la faja todas las leyes colombianas –igual a como hacia Uribhitler cuando estuvo de inquilino en la « Casa de Nari »-, y aprovechando una ley de Inteligencia y Contrainteligencia –copia de la ley gringa-, le tiene –todavía hoy les tiene- chuzados al sector de derecha del presidente Santos para saber que piensan, cómo se « acuestan » con sus mujeres, si cumplen con su « deber matrimonial (a Uribhitler nunca lo chuzaron porque él hace mucuuuucho rato ya no se ocupa de esos menesteres), y si les van a « dar el ladito a las odiosas FARC ».

Lo cual significa, según la estrecha y troglodita visión de la extrema derecha- que en las Conversaciones de La Habana va a « salir un Nuevo País », que –eso « nunca lo permitirán »- tocará el manejo latifundista-ganadero de la tierra, las prebendas y los « derechos adquiridos » -ellos si tienen derechos adquiridos y los pobres no- en 60 años de guerra, las prebendas de jubilación con la mitad del tiempo que lo hace un trabajador normal, y mucho menos van a permitir que « modernicen » las fuerzas militares y les quiten de un tajo el « quiste » del aumento del pié de fuerza (para qué 500.000 soldados ?), amén de los miles de miles de dólares que les entra por la guerra y les permite la conformación de « mafias » al interior de las fuerzas militares, es decir, los Carteles de la Contratación en las fuerzas militares.

La cúpula militar no permitirá ese « Nuevo País » porque no quiere « dejarse quitar la marrana » y por ello, si matan tantos colombianos de a pié -966.000 víctimas mortales-, por qué no van a asesinar a cualquier mortal que se les atraviese por muy oligarca que sea, por muy Santos que sea. Total, si asesinaron a Álvaro Gómez Hurtado –de la crema y nata oligárquica conservadora-, creen que no se atreverán con un santico ?
Así, ante esta realidad, Chema y yo nos horrorizamos de la espiral de violencia que bañará de sangre inocente los campos y ciudades colombianas. Así no podemos pensar todavía –todavía !- en un post-conflicto. Defintivamente, no. Ay, pobre Colombia...

Militares chuzados

 
NO CAUSA NINGUNA SORPRESA EL hecho de que la esposa de Róbinson González Del Río —un coronel preso hace dos años por falsos positivos—, le diga a su marido que tiene que ponerse las pilas para no perder un contrato de morrales para el ejército, y le cuente que un oficial amigo, a quien parece irle muy bien con las palancas, ya tiene varios carros de lujo.
Por: Lisandro Duque Naranjo
Lisandro Duque NaranjoMenos de extrañar es que de ese coronel “preso”, que se pasea por centros comerciales acompañado de escoltas y sale de vacaciones a Cartagena,  sea tío un general, también a la sombra —aunque no tras las  rejas—, por crímenes de lesa humanidad, de nombre Rito Alejo. Ni que tan aventajado sobrino,  luego no solo de las acciones horrendas por las que fue juzgado, y de haber sido pillado en flagrancia hace tres meses, conversando con un magistrado venal  que le ayudaba a gestionar su absolución a cambio de cuantiosas dádivas en plata,  apenas ahora sea “llamado a calificar servicios” por el actual ministro de Defensa, hijo a su vez de un general ya retirado.   No es el único caso de esposas, hijos y sobrinos  aprovechados: dicen que el coronel Alfonso Plazas Vega, convicto   por una sola desaparición —raro, cuando hubo tantas—, durante la retoma del Palacio de Justicia,  en la que él jura todavía que salvó a la democracia,  tuvo por tío al general Miguel Vega Uribe, el mismo que siendo ministro de Defensa conminó, hace 29 años,  al presidente Belisario Betancur,  para  que se quedara quieto y callado mientras él resolvía a su modo la toma de ese palacio por el  M–19. “Su modo” provocó un holocausto que rayó a perpetuidad, o al menos hasta el momento, la memoria de muchos colombianos.

Esas son apenas evidencias parciales de cómo se   heredan e irrigan entre familiares algunos de los privilegios del  presupuesto insaciable de 27 billones de pesos con que cuenta el ministerio de Defensa, muchos de cuyos rubros se ejecutan sin auditoría bajo la figura de “fondos reservados”.

Por supuesto esa endogamia no es el peor problema de nuestras fuerzas armadas, pues   ni siquiera es representativa en una institución en la que la parentela no es la única que se disputa favores: un exdirector americano de la DEA en Colombia, el señor Leo Arreguin, hace también  transacciones muy jugosas con el ejército para proveerlo de equipos.  Ahí quedó en su plata ese americano bueno combatiente contra el vicio. Hay que sospechar de gente tan virtuosa.   Arreguin, obviamente, debe ser apenas la cabeza de turco de una mano de contratistas rapaces, de aquí y de afuera,  que engordan su caudal con las utilidades de la guerra y les pasan su tajada a socios en los batallones.

Nuestras fuerzas armadas se crecieron numéricamente —tiene los mismos efectivos que el  Brasil, un país cinco veces mayor en población y seis en  territorio—,   mientras que el modelo de conducta que imparte a sus hombres —oficiales, suboficiales y soldados—, sigue siendo el mismo de cuando la guerra fría, idéntico al de la escuela de Las Américas, y por supuesto fiel a  la doctrina sucia del Bush de las torres gemelas. 
“Heroísmo” y “Patria”, así,  con mayúsculas, constituyen la retórica de nuestros oficiales para los actos públicos y los micrófonos, pero fue importante haber escuchado esas grabaciones que divulgó Semana para no olvidarse de lo mal hablados y déspotas que son muchos de ellos en los cuarteles o en privado. 

Ojalá el escándalo de esta semana le haya servido al presidente para convencerse, por fin, de la existencia de las tales fuerzas oscuras sobre las que lo hicieron rectificar en la encerrona de hace ocho días. 

El Pepe Mujica


Por Enrique Milanés León
José Mujica no descarta volver a dedicarse a vender flores cuando concluya lo que él llama “la changuita de ser presidente”. Proyecta, además, instalar en su casa una escuela de oficios agrarios dirigida a formar a niños de familias humildes. En marzo de 2015 entregará la banda presidencial a un sucesor y desde ya se ha elegido a sí mismo para adoptar, como un uruguayo corriente, a unos 30 o 40 “gurises pobres” que vivirían con él y aprenderían a entenderse con la tierra.
El plan es apenas un botón de muestra del pensamiento de un político que desconcierta a quienes “descubrieron” —¡oh, raro hallazgo en estos tiempos!— al hombre de pueblo en el hombre de Estado. La gran prensa y las redes sociales le han colocado el rótulo de “el presidente más pobre del mundo” y hasta el de “el más excéntrico de América Latina”, porque en este planeta, desdichadamente, la modestia se ha vuelto medio exótica.
Mujica replica con su verdad: él no es pobre, porque no necesita mucho para vivir, prefiere andar ligero de equipaje, y la austeridad le ayuda a “mantenerse libre”. Tales argumentos, sin embargo, no hacen más que multiplicar el asombro de una humanidad más orientada a la golosina de la cebolla.
Oyéndole sus discursos improvisados (el reciente en La Habana fue simplemente magnífico) uno aquilata la riqueza de este presidente que dona el 87 por ciento de su salario para su partido y para programas sociales de construcción de viviendas y que nunca se ha mudado de su humildísima chacra (granja) de Rincón del Cerro, a unos 10 kilómetros de Montevideo, haciendo público desplante a la cómoda residencia presidencial.
En una época en que, por fortuna y elección, América Latina cuenta con varios líderes valiosos, destaca en el conjunto la oratoria fresca de este anciano que habla con la ternura de un niño, la poesía de la naturaleza y el recio alerta de un sabio.
Aunque siempre audaz, Mujica no siempre fue manso. Su cuerpo supo de seis balas y su expediente de guerrillero tupamaro le hizo pasar 14 años en prisión. En los peores tiempos, la cárcel era un agujero en el piso. Estuvo más de un año sin poder bañarse y siete sin leer nada; sus únicos amigos eran entonces unas ranas, unas ratas y las hormigas que se ponía en las orejas, para entretenerse. Con ellas compartía migas de pan.
Contrario a lo que suele ocurrir, la prisión le multiplicó la humildad, le enseñó a “galopar para adentro” y le armó la certeza de que el odio no sirve en la política. Miles de uruguayos lo esperaron en el otoño de 1984, a la salida de la cárcel; en 2010, cuando asumió como presidente, pudo entenderse mejor qué habían visto en aquel recluso que recobraba la libertad.
Desde entonces se ha hecho evidente que sus maneras no cuadran en el molde. Aclaró bien temprano que la corbata no le hacía falta para trabajar. Vendió, en bien del país, la residencia de vacaciones presidencial de Punta del Este. Siguió en su casita gaucha con su mujer, la senadora Lucía Topolansky, usando, para ir al trabajo de jefe del país, un carro VW escarabajo del año 1987, todo una pieza museable en la almidonada etiqueta internacional. Mujica vive como un vecino más, hábito del cual muchos se autodespojan no más recibida la banda ejecutiva.
Todavía siembra flores, les regala sus mejores lechugas a los vecinos y se aparece fuera de agenda en un bar de personas sin nombre a medir cómo va el mundo a esa hora. Todavía invita al barbero a pelarlo en la casa y Manuela, su perra coja —tullida en un accidente con el presidente durante una de las jornadas de este como operario de tractor—, parece más agente de seguridad personal que los dos policías que, tras mucha resistencia del estadista, fueron apostados en una garita a velar aquella descorchada casa de tejas metálicas situada a la vera de una calle de tierra. Decididamente, José Mujica es demasiado para los cánones de hoy.
Pese a estos años en el cargo presidencial, los vecinos aun le llaman El Pepe. Y El Pepe tiene anécdotas dignas de incluirse entre las lecciones políticas que habrán de salvar el mundo. Cierta vez unos futbolistas de segunda división le hallaron junto con Manuela en una ferretería de barrio adonde fue a comprar la tapa de un inodoro, y acabaron reunidos en una animadísima charla deportiva con el presidente, flanqueado por la perra, asido al singular accesorio.
Otro día fueron a dar a su casa, sin previo aviso, unos ciudadanos argentinos que editan una revista comunal, y el mandatario les dio la entrevista que le pidieron. Y en septiembre del año pasado se apareció en sandalias al juramento de su nuevo ministro de economía.
Hay más. No hace tanto, la seguridad paraguaya le impidió entrar al almuerzo que dio el entonces recién electo presidente Horacio Cartes. ¿La causa? Su atuendo. “Sabíamos que era austero, pero no tanto”, dijeron los guardianes que cuidan al vecino rico.
Como todos, El Pepe tiene detractores y simpatizantes. Entre los últimos se cuentan personas del mundo entero, y no han faltado quienes lo propongan para el Premio Nobel de la Paz. “Están locos —ha comentado Mujica—; un premio de esos podría arrimar unos pesos más pa’ hacer casitas pa’ las mujeres pobres. Pero la paz se lleva dentro”.
Él dirá lo que quiera, sin embargo hay actos suyos que parecen contradecirlo porque merecen el Nobel de la autenticidad. En 1994 José Mujica fue al Congreso a jurar como diputado. Llegó en su vieja moto Vespa vestido con ropa de gimnasia y el guardia que cuidaba el parqueo, temeroso de que arribaran los elegantes senadores, le preguntó:
—Señor, ¿se va a quedar mucho tiempo?
—Si no me echan antes… cuatro años –fue lo único que El Pepe respondió.
(Tomado de Progreso Semanal)
 

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