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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

RECOMENDADO CAMBIO TOTAL

[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

Hey loco, No dispares!

Vamos a Cuentiarnos la Paz

LOS RICOS NO VAN A LA GUERRA

Blog ESTADÍSTICAS

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La Paz, bien supremo fundamental, está por encima de todo

Cambio Total.

Ya lo habíamos dicho y reiterado mil veces en Cambio Total y Anncol que nuestros viejos –esos que conocen la historia porque la han vivido en carne propia- dicen que se viven hoy los tiempos del laureanismo porque “El Uribismo es igual al Laureanismo”. Ese mismo laureanismo que –desde que se aposentó en nuestras tierras hace más de 200 años- desató “La Violencia” porque el partido conservador era partido minoritario y había que tratar de equilibrar las cargas electorales, como en efecto sucedió con el Frente Nacional, con la repartición burocráticia milimétrica entre liberales y conservadores, y pretenden seguir sumiéndonos en la guerra porque para ellos es la fórmula perfecta, un partido minoritario que tiene el mismo número de ministros que el mayoritario y sigue untándose de “mermelada” estatal, robándose los billones de pesos del erario público, aupado, claro, en los laureanistas de nuevo tipo, los uribistas.

Es la razón por la cual la extrema derecha, los ”enemigos de la Paz”, siempre mienten en sus propósitos. Dicen querer la Paz cuando lo que plantean únicamente es la guerra y el dolor de las familias colombianas. Desean seguir la guerra ya que es la “feria de impunidades” de un individuo que violó hasta la Constitución Nacional para seguir aferrado al poder. La Yidis-política y su “co-hecho”,  la narco-para-política uribista, Carimagua y Agro Ingreso Seguro, el remedo de paz entre narco-paramilitares y gobierno, el cual pasó por la extradición de los capos del narco-paramilitarismo para que no hablaran, para que no “prendieran el ventilador”, para que no dijeran las verdades que sabíamos y que esperábamos reconocieran como exorcismo contra las otras violencias oligárquicas; el “carrusel de contratos” a vigencias futuras dejando endeudado al estado por más de 30 billones de pesos a vigencias futuras, o sea, si se muriera Uribhitler ahora mismo –házme el milagrito, señor!-, los colombianos después de muerto ese esperpento de la raza humana, tendríamos que seguir pagando su “obra” de gobierno, entre otras cosas “el gobierno más corrupto de la historia colombiana”.

Mas los “enemigos de la Paz” ya se dejaron contar. Son menos de 3 millones y ellos no arrastrarán más incautos hacia la guerra. Los amantes de la Paz somos 42 millones de colombianos. Por ello, los colombianos de bien persistiremos en la búsqueda de la Paz. No importa quien gane las elecciones. Siempre persistiremos, consuetudinariamente, en la búsqueda de una solución política al conflicto interno, incluso en contra de los agenciadores de la guerra, la oligarquía y el imperio, porque la Paz es nuestro derecho fundamental.

Es evidente que nuestro pueblo los ha mantenido aislados. Los “enemigos de la Paz” militaristas nunca han elegido un parlamentario en la historia de Colombia lanzándose de frente, con sus tesis retrógradas. Siempre como el lobo de Caperucita Roja se “camuflan” para que no se conozcan sus verdaderas intenciones. Por ello la máxima en Colombia de “los enemigos agazapados de la Paz” tiene todo su rigor científico. Con razón nuestro pueblo se pregunta: “Hay algún intelectual uribista?”. Muy pocos. Por ahí peló el cobre un escritorzuelo que debe devolver los premios que le habían dado porque se basaron en la mentira. Y la literatura es evidencia histórica –así sea producto de la imaginación- y contraria a la mentira. Mas el nazi-fascismo es capaz de seducir a algunas mentes obtusas y carentes de análisis científico.

Sabemos que la oligarquía juega con todo el mundo, incluso hasta a sus madres sacrificarían. Mas hoy, el derecho que nos quieren conculcar es  el derecho a la Paz. Nuestro derecho. Ellos quizás tendrían derecho a hacer la guerra, pero no a nuestra costa. Si quieren guerra que vayan los Uribhitler y sus hijos, los Santos y sus hijos, los Lleras y sus hijos, los Laureanos y sus hijos, los Ospinas y sus hijos, los Rojas y sus hijos, a hacer la guerra, que vayan al frente de batalla y no se escondan como cobardes en las espaldas de un pueblo aguerrido que equivocadamente se ha dejado arrastrar a una guerra fratricida. Nuestro pueblo tiene que decir “Basta Ya! y echar a andar”.

Por la Paz hasta la vida misma.

Un día sin guerra en Colombia

Revista Cambio Total

agosto 29, 2012

Un día sin guerra en Colombia hubiera significado que no se hubieran desaparecido 7 personas, que se hubiera evitado el asesinato selectivo de 11 personas, que se hubiera evitado el asesinato fuera de combate de 31 personas, que no se hubieran desplazado forzosamente 602 personas en el 2006, que no hubieran muerto en combate 6.981 colombianos en el 2002

Un día sin guerra (18,9 millones de dólares, o sea, 41.610 millones de pesos) hubiera significado… ¿cuántas escuelas construídas? ¿Cuántos puestos de salud? ¿Cuántos acueductos rurales? ¿Cuántos alcantarillados? ¿A cuántos niños se les hubiera podido alimentar adecuadamente?

Con lo gastado en trece días en la guerra se hubiera podido pagar la deuda de todos los hospitales públicos de Colombia (535 mil millones de pesos).

Con lo gastado en 1,77 días en la guerra se hubiera podido pagar la deuda de los hospitales del Valle (74 mil millones de pesos).

Con lo gastado en 1,32 días en la guerra se hubiera podido pagar la deuda del hospital Ramón González Valencia de Bucaramanga (55 mil millones de pesos). Con lo gastado en 6,27 días en la guerra se hubiera podido pagar la deuda del hospital San Juan de Dios y el Materno-Infantil de Bogotá (261 mil millones de pesos).

Con lo gastado en 1.514 días en la guerra se hubiera podido pagar la deuda del Instituto de Seguros Sociales –ISS-, la cual asciende a 63 billones de pesos.

Con lo gastado en un día en la guerra no se hubiera muerto ninguno de los niños víctimas de los ‘paseos de la muerte’.

Con lo gastado en un día en la guerra con seguridad no hubieran muerto de hambre los niños del Chocó.

Uribe  prometió el final de una guerra que dura ya más de 50 años, los resultados reales de su administración no pueden ser más negativos. Al inicio de su presidencia, en 2002, Colombia era el cuarto país más desigual de América; hoy es el primero. El Gobierno reconoce que un 46 % de la población está en la pobreza, el 65 % entre los campesinos. Según la CEPAL la cifra podría elevarse al 71 % si se suman los pobres y a los que están en riesgo de serlo.

JMSantos dice que nos imaginemos Colombia en Paz. Los civiles que acompañamos a las FARC-EP en sus esfuerzos por la Paz la hemos imaginado desde 1964 cuando lanzaron el ataque a Marquetalia y la guerrilla publicó su primer manifiesto por la Paz. Mas primero lo primero. Primero acabar la guerra y al unísono comenzar la construcción de una Colombia en Paz con justicia social, libertad, democracia, independencia y sobreanía nacional.

La Colombia que imaginamos en esos años era la mirada de un niño que todavía inocente dibujó la Paz.


ALP

Colombia: El costo de la guerra

Cambio Total.

Los colombianos hemos soportado durante más de 50 años la única política estatal que los gobiernos tienen para el pueblo. Ella comenzó mucho antes del asesinato de J.E. Gaitán y se remonta a la Masacre de las Bananeras y la ley Heroica, la cual ha sido muy bien descrita en el libro ”Colombia Laboratorio de Embrujos” de Hernando Calvo Ospina.

Esa política estatal de guerra se ha traducido en más de 966.000 víctimas mortales (cifra actual), de las cuales el gobierno apenas acepta 220.000 según el Informe Basta Ya. Esas víctimas fueron causadas por el más espantoso Terrorismo de Estado (de la Seguridad Nacional) practicado por las fuerzas militares-narcoparamilitares estatales que daba –y da- un tratamiento represivo de guerra a toda protesta social bajo el ”san benito” de la guerra, primero contra el ”comunismo”, después contra el narcotráfico y ahora contra el ”terrorismo”.

Esas víctimas fueron victimizadas mediante las modalidades delincuenciales de la ejecución extrajudicial, las desapariciones forzadas, las masacres, las torturas y el desplazamiento forzado. Los 2´500.000 litros de sangre derramados por las víctimas fue la cuota que la oligarquía le ha cobrado al pueblo por su posición digna, enhiesta, que procuraba defender el derecho a la vida hasta con la vida misma. Además, la expoliación más salvaje a través de la política del narco-paramilitarismo y su tierra arrasada y el robo de 6,5 millones de hectáreas, siendo los desplazados los que entraron a engrosar las millones de pobres e indigentes que deambulan y sobreviven de cualquier manera en algún rincón del país.

Además al pueblo le han cercenado sus derechos y ha sido obligado a vivir en condiciones paupérrimas porque lo más importante para los gobiernos oligárquicos era la ”defensa” de un supuesto ”enemigo interno” creación de las asesinas mentes de los centros de poder de Washington y Bogotá. Así los rubros de inversión social fueron cada año reduciéndose y esos dineros fueron a parar a la maquinaria infernal de las fuerzas militares-narcoparamilitares que como un monstruo iba engullendo porcentajes cada vez más altos del PIB hasta llegar a ubicarse en 6,3%. Esa reducción se patentizaba en el abandono de las responsabilidades del estado con sus conciudadanos, al calor del neoliberalismo implantado desde la administración Barco, la cual alcanzó su clímax durante la administración de Gaviria y su ”apertura económica”.

Los dineros de inversión social cada vez eran el lado más flaco del presupuesto en tanto se robustecía el de ”defensa”, con prebendas para los miembros de las fuerzas militares como el que se jubilaban con la mitad del tiempo, entre otras. Se comienzan a ver, así como las figuras dantescas del ”sicario en moto”, los ”Mochacabezas”, el ”asesino de la MotoSierra”, las escuelas derruídas y los tristemente famosos ”paseos de la muerte”, cuyas víctimas principales eran los níños los cuales eran -y son- víctimas de la desnutrición infantil y el hambre que nos mantiene con una mortalidad infantil en menores de 5 años del orden del 17 por mil nacidos vivos (Cuba tiene 4 por mil), niños asesinados por la ”violencia de las estructuras” del aparato estatal colombiano.

Al tiempo de ir aumentando un paquidérmico pié de fuerza, las exigencias fiscales eran mayores para los potentados que se vieron obligados a rascarse el bolsillo para pagar el ”impuesto al patrimonio” durante muchos años con la promesa gubernamental de vencer a las guerrillas, y se creyeron el cuento de que los narco-paramilitares eran su tabla de salvación ante el avance de las guerrillas, pero ”el remedio resultó peor que la enfermedad”.

Después de 14 años de desplegamiento del Plan Colombia, la guerrilla de las FARC no solo lo contuvo, sino que lo ha superado y vencido, al punto que ya ni los medios de comunicación en poder de la oligarquía lo mencionan. Esa derrota del Plan Colombia es una de las razones fundamentales para que el gobierno se haya visto en la necesidad de sentarse a la Mesa de conversaciones de La Habana. La otra es lo oneroso que resulta la guerra para la propia oligarquía ya que en los últimos diez años se malgastaron 235 billones de pesos en la guerra y se preveé que en la siguiente década necesitan 215 billones de pesos más.

Así las cosas, estamos en un punto de quiebre importante para el futuro del país. La oligarquía tiene que pensar que la guerra sólo ha ”tocado” mortalmente al pueblo y a ellos solamente les ha esquilmado el bolsillo. Aguantarían diez años más... no lo creemos. En cambio el pueblo está remozado, como lo demostró en el Paro Agrario y Popular.

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Publicado en CambioTotalRevista el 9/23/2013

¿De quién es Saludcoop? La guerra como forma de enriquecimiento...

Por: Periódico El Satélite / Pacocol. Circula en la red una denuncia pública según la cual, la esposa del expresidente Uribe, Lina Moreno, es la principal accionista de Saludcoop, inclusive desde cuando su esposo era el Presidente.

El derecho a la Paz es un derecho fundamental


A votar por Juampa


Alfredo Molano Bravo 14 Jun 2014 - 9:00 pm

Soy de los que creen que en las elecciones de hoy domingo se decide entre la paz —que está al alcance de la mano— y la guerra, que está que se mete por la puerta de atrás, por donde siempre entra la extrema derecha.
Por: Alfredo Molano Bravo
Ochenta años de codicia y de sangre no parecen ser suficientes para que la derecha fascista calme sus ganas de poder. Es una fuerza gaseosa que se concentra como mano negra, como laureanismo, como rojismo, como turbayismo, como uribismo. Cambia de leyenda y de caudillo, pero es la misma, tiene los mismos intereses, los mismos métodos y logra los mismos resultados: 240.000 muertos registró la Comisión para el Estudio de la Violencia en 1958 y otros 240.000 —una cifra cabalística— contó el Centro de Memoria Histórica que publicó el ¡Basta ya! hace unos meses. Esa extrema derecha ha chantajeado al país para robarle la vida y mantenerlo al borde de la miseria. Detuvo a balazo limpio las reformas liberales de medio siglo, impuso el Frente Nacional como condición para desarmar a los chulavitas y atemperar a la fuerza pública, y ha sostenido excluida del sistema político a la izquierda, criminalizándola y obligándola a dividirse o a enmontarse. En última instancia, lo que se abre con Santos es la posibilidad de que en adelante nuestras diferencias sean tramitadas políticamente. En realidad, no se trata de liquidar los conflictos sino de civilizar las armas, de un lado, y de hacerlas innecesarias, del otro. Los conflictos sociales son la cuna del Estado; suprimirlos es ensangrentarlos. La derecha fascista vive y se alimenta de esa sangre, la reproduce y la llama orden.

Las campañas electorales que hemos visto, pese a la trascendencia de la decisión que se juega, han sido pandas y tontas. El uribismo ha tomado como lema su brutal “le rompo la cara, marica”. Fue lo que casi hace Zuluaga con Santos en el último debate televisado. Un paso más fuera del atril y le pone la mano al presidente, que, la verdad, toreaba con la frialdad que lo caracteriza al energúmeno uribista. La loca de las naranjas es la fiel imagen de lo que nos espera si gana Zuluaga. Así fue su campaña: comenzó en voz baja y terminó gritando y disparando naranjazos. A Santos lo salvó el video que la gente con malicia ha llamado de la tía de la loca de las naranjas: una verdadera muestra del ingenio del pueblo raso, sin gomina, sin afeites, sin maquillaje. La tía dejó seco a Zurriaga, lo enmudeció, y sacó a los medios a Uribe a gritar que le van a robar las elecciones, un recurso clásico del talante laureanista, argumento con el que incendió el país.

Lo interesante, lo verdaderamente valioso del enfrentamiento electoral, ha sido la gran fuerza que se ha ido creando alrededor de la paz, que podría llegar a constituirse en un verdadero contrato social.

Las adhesiones del Polo —con la excepción consabida—, de un sector de los Verdes, de otro de Marta Lucía, desencadenaron una avalancha de apoyos a la candidatura de Santos: campesinos, indígenas, negros, mujeres, financistas, cacaos, obreros, artistas, judíos, gitanos, intelectuales, elegetebistas, sindicatos, maestros, camioneros, hip-hoperos, nos fuimos sumando no sólo contra la guerra, sino a favor de una paz de contenido social. Es lo que Santos estará obligado a sacar adelante. De otra manera, lo que escribe con la mano lo borraría con el codo y volveríamos a las mismas. Por primera vez, la izquierda decide en cabeza de mujeres. No es suficiente la paz, es necesario un profundo y sólido “acuerdo sobre lo fundamental” que impida volver a la guerra, que la derrote para siempre.

Corrupción al interior de Fuerza Pública: El capítulo del hacker, militares y policías - Revista Semana

Andrés Sepulveda.

Foto: SEMANA.

Cambio Total: La corrupción al interior de las fuerzas militares-policialees está cada vez más evidente y clara. Seguirán lloriqueando por el Fuero Militar que es más bien el Fuero de Impunidades?

Revista Semana.

¿Cuáles son los vínculos con Andrés Sepúlveda que tienen que aclarar algunos miembros de las Fuerzas Armadas?

El pasado miércoles 11 de junio la Fiscalía citó a una entrevista a varios oficiales de la Policía. El próximo no será un encuentro de rutina. Ahora varios uniformados deben explicar si tuvieron o no algún tipo de relación con el hacker Andrés Sepúlveda. La cita está prevista para este jueves 19 de
junio. Los oficiales que deberán ir son el general Luis Eduardo Martínez, actual jefe administrativo de la Policía, el coronel Jorge Vargas, jefe de inteligencia (Dipol) y el coronel Hoover Laverde, jefe de Planeación de Telemática de la Policía de Bogotá.

Se trata de una asunto de trámite dentro de las investigaciones que adelanta la Fiscalía por el tema del hacker y sus presuntas relaciones con miembros de la Policía, la Fuerza Aérea, inteligencia del Ejército y la Dirección Nacional de inteligencia, entidad que reemplazó al DAS.

La situación de los oficiales ha dado para versiones confusas. En el caso del general Martínez, la razón se deriva de una reunión que le pidió Rafael Guarín en su condición de ex viceministro de Defensa el año pasado. Guarín apareció en el comando de la Policía Metropolitana acompañado del hacker, a quien presentó como un experto en informática, interesado en proporcionar un programa para que fuera utilizado por la Policía contra la delincuencia.

Según el testimonio del general Martínez, su sorpresa fue mayúscula. ¿La razón? Guarín, dice el oficial, nunca informó que iba con alguien y, cuando el general vio el motivo de la visita, simplemente los remitió con el jefe de telemática quien a su vez descartó el ofrecimiento del hacker.

En el caso del jefe de la Dipol, el tema radica en que el hacker intentó contactarse con esa dependencia para ofrecer información. Sepúlveda fue entrevistado por suboficiales quienes consignaron en los informes que se trataba de una fuente “dual”, es decir, poco confiable. Por esto lo descartaron de plano. 

Otras versiones aseguran que el hacker tuvo contacto telefónico con el director de la Dipol. Este hecho se ha ido descartando pues no existen registros de comunicaciones entre ellos. Otro hecho por el que serán consultados los oficiales, tiene que ver con el hallazgo en la oficina del hacker de documentos con el nombre de la Dipol. Se trata de formatos falsos que no corresponden a los utilizados por esta dependencia.
Otro elemento que pretende esclarecer la Fiscalía tiene que ver con un video grabado por el español Rafael Revert, socio de Sepúlveda en donde aparecen dos policías quienes reciben un dinero por parte del hacker. Los uniformados, según se ha establecido, no son agentes de inteligencia, sino policías adscritos a la Seccional de investigación judicial de la Policía Metropolitana de Bogotá.

Estos últimos uniformados también deberán entregar sus explicaciones y esclarecer qué hacían con el hacker y qué tipo de información entregaron o recibieron. Así como estos policías deberán dar su versión a la Fiscalía, también tendrán que hacerlo miembros de la inteligencia militar y del comando general de las Fuerzas Militares.

Se trata de un capítulo más del hacker que fue recapturado este martes. En efecto, Sepúlveda, vinculado con la campaña presidencial de Óscar Iván Zuluaga, había sido puesto en libertad por una jueza tras casi un mes de prisión preventiva al considerar que existían irregularidades en su imputación.

Tras la puesta en libertad y la anulación de cargos, la Fiscalía solicitó una nueva imputación y medidas de aseguramiento contra el hacker que derivó en una nueva orden de detención dictada por un juez y su recaptura en su residencia. Luego fue trasladado a prisión en una página más de un hecho que conmocionó a la campaña política y que a pesar de que esta termina el domingo con la elección del presidente, parece que continuará y seguirá

Las 'mamás chillonas' que destaparon el escándalo de los 'falsos positivos'

 elDiario.es.
  • La lucha de un grupo de mujeres de Soacha, una ciudad cercana a Bogotá, terminó con el asesinato de civiles inocentes por parte del Ejército colombiano.
  • Uno de los ejemplos más brutales de la política del expresidente colombiano Uribe y que afecta directamente al actual, Juan Manuel Santos, entonces ministro de Defensa.

"Lo sacaron de la fosa. Dios quiera que nunca le suceda una cosa tan horrible en la vida”
En 2008, el Ejército secuestró al hijo de Luz Marina Bernal, lo asesinó y lo disfrazó de guerrillero, todo para inflar las cifras de combatientes abatidos. Buscando pistas sobre el paradero de sus hijo, Luz Marina conoció a otras madres en la misma situación. Lograron destapar el escándalo y conseguir las primeras detenciones/ Foto: M.C. Y E.G.
En 2008, el Ejército secuestró al hijo de Luz Marina Bernal, lo asesinó y lo disfrazó de guerrillero, todo para inflar las cifras de combatientes abatidos. / Foto: M. C. Y E. G.

El 16 de septiembre de 2008, Luz Marina Bernal recibió una llamada. Una voz le decía que ya podía ir a identificar unas fotos de un cadáver, posiblemente su hijo, en Ocaña.

—¿En Ocaña? —Luz Marina necesitaba confirmar la información.

Ocaña está a casi 700 kilómetros de Soacha, una población de 700.000 habitantes en la periferia de Bogota. Se tarda 12 horas en llegar. ¿Cómo podía ser que hubiera acabado tan lejos? Fair Leonardo Porras Bernal tenía una discapacidad y, aunque su apariencia era la de un apuesto chico de 27 años, “por dentro era un niño de nueve”, recuerda su madre. No había aprendido a leer ni a escribir, no conocía el valor del dinero.

Meses atrás, cuando su hijo desapareció, la Fiscalía no aceptó la denuncia, así que Bernal inició un peregrinaje por cárceles, hospitales, albergues y morgues. Su hijo trabajaba en la construcción y hacía recados a los vecinos. En el barrio todo el mundo lo echó de menos. Era “amable e ingenuo”, describe su madre. Cuando fue a recoger su cadáver a Ocaña, la conversación con el fiscal no podía ser más inverosímil.

—Su hijo era el jefe de una organización narcoterrorista. Portaba un arma en la mano derecha.
—¿Cómo un muchacho con una discapacidad del 53% va a mandar a un grupo de hombres narcoterroristas? Además, ¡mi hijo era zurdo! —le espetó al fiscal.

Un negocio bien lucrativo

Bernal se dio cuenta de que su caso no era el único. Tenía constancia de que al menos otros 16 muchachos habían desaparecido en similares circunstancias entre diciembre de 2007 y agosto de 2008. Cuando a otra vecina de Soacha, María Ubilerma Sanabria López, le dijeron que habían encontrado a su hijo Jaime Estiven Valencia también en Ocaña, Bernal se ofreció a acompañarla.

“Lo sacaron de la fosa. Dios quiera que nunca le suceda en la vida una cosa tan horrible”, explica desgarrada Sanabria. Su hijo tenía 16 años, quería ser veterinario y que a su madre no le faltara de nada. También quería ser músico. El oído le venía de familia. Sanabria entona las primeras estrofas de un corrido que ha compuesto y que resume su historia.

Señoras y señores, vengo a contarles la historia de los muchachos de Soacha
 que fueran asesinados en el año 2008
en el mandato de Uribe y su ley de democracia
Los llevaron para Ocaña con propuestas de trabajo.
Lo que ellos nunca supieron,
que fueron víctimas de Estado,
siendo ministro de Defensa el hoy en día presidente Santos.
El Gobierno los llamó los falsos positivos.
Como los muertos ya no hablan,
fue un negocio bien lucrativo.

Las Madres de Soacha habían destapado uno de los más macabros escándalos de la historia reciente de Colombia, los llamados “falsos positivos”. Como advirtió Philip Alston, relator especial sobre Ejecuciones Extrajudiciales de la ONU, los casos de jóvenes secuestrados por el Ejército en Soacha eran “simplemente la punta del iceberg”.

¿Cuántas de las 3.084 ejecuciones extrajudiciales cometidas entre 2002 y 2009 fueron “falsos positivos”? La Fiscalía estudia más de 1.700 casos, pero el total se desconoce. Gracias a los informes de Alston y de organizaciones de derechos humanos, lo que sí se conoce bien es la manera en la que se perpetraban los asesinatos.

Los muchachos eran engañados por personas vestidas de civil, a menudo con promesas de trabajo. “Con los 200.000 pesos [86 euros] que me dieron por llevarlo a Ocaña le pagué una deuda a un prestamista –explicaba el secuestrador de Fair Leonardo–. El único requisito es que no fueran mujeres ni viejos”. Cuando los jóvenes desaparecían, las familias acudían a presentar la denuncia, pero la Administración les negaba asistencia.

En marzo de 2008, Ana Delina Páez enseñó la foto de su hijo Eduardo Garzón Páez, de 32 años, a los funcionarios, que contestaron entre risas: “Con esa pinta, ese man está con alguna vieja”. Eduardo siempre iba muy “pintoso”, recuerda Ana Delina. Con apoyo de un alto funcionario de Soacha y la ONU, las familias empezaron a indagar por su cuenta. 

Ana Delida Paez fue la primera de las madres en conseguir una condena, en julio de 2011. En su casa de Bogotá, enseña una fotografía de su hijo Eduardo, secuestrado y asesinado por el Ejército./ Foto: M.C. Y E.G.
Ana Delina Páez fue la primera de las madres en conseguir una condena, en julio de 2011. En su casa de Bogotá, enseña una fotografía de su hijo Eduardo, secuestrado y asesinado por el Ejército. / Foto: M. C. Y E. G.

Las investigaciones acabaron confirmando que muchos de los asesinatos fueron llevados a cabo por la Brigada Móvil nº 15 y el Batallón de Infantería nº 41 del Ejército.

Para escenificar que se había producido un combate y que los muertos eran guerrilleros o paramilitares, a los cadáveres se les quitaba cualquier identificación y se les vestía con ropa de camuflaje. A veces la puesta en escena era tan burda que, misteriosamente, las balas no habían agujereado la tela o el uniforme estaba puesto encima de la ropa de calle. Junto a los cuerpos, armas ya inservibles. En las manos de los supuestos combatientes, ni rastro de pólvora, porque sencillamente no habían disparado.

Según denuncia un informe de la organización pro derechos Fedes, “para dar visos de legalidad”, se falsificaron multitud de documentos, informes de inteligencia y actas de operaciones, “todo un aparato en función del encubrimiento de estos crímenes en contra de la población civil”. Pero ¿para qué?

"La guerra se mide en litros de sangre"

Uno de los militares implicados en las desapariciones contaba cómo la presión por conseguir “positivos” en combate se elevó a partir de 2002, cuando Uribe llegó a la presidencia: «Nos dijo mi coronel Ramírez: '[...] la guerra se mide en litros de sangre, el comandante que no tenga resultados de muertos por mes tendrá la sanción correspondiente'”.

Unos años más tarde, dos leyes impulsadas por el que fuera ministro de Defensa Camilo Ospina y puestas en práctica por su sucesor, el actual presidente Juan Manuel Santos, recogían ascensos, pagos en metálico y vacaciones como premio por las bajas obtenidas. Según la Federación Internacional de Derechos Humanos, el fenómeno de los falsos positivos estuvo tan extendido que se puede concluir que estaba apoyado por los más altos mandos del Ejército.

Ni Álvaro Uribe ni Juan Manuel Santos recibieron a las Madres de Soacha. Las tacharon de “mamás chillonas” que no admitían que sus hijos pudieran ser delincuentes: “No hay muerto malo ni hijo feo”, les decían. Los juicios que habían interpuesto las familias se postergaban una y otra vez. En enero de 2010, 46 militares quedaban libres por vencimiento de términos. Para festejarlo, el Ejército organizó una fiesta para los encausados y sus familias.

"No hay hijo feo, pero tampoco crimen perfecto"

Desde el principio, las familias de los desaparecidos sufrieron amenazas. Y no sólo amenazas. John Nilson Gómez fue arrojado por un puente cuando intentaba esclarecer la muerte de su hermano. Sobrevivió de milagro, pero fue asesinado poco después.

Pero no contaban con su “berraquera” –su valentía, su tozudez–, mantiene María Ubilerma Sanabria. “No hay muerto malo, ni hijo feo; pero tampoco crimen perfecto”, replicaban las Madres en uno de los encuentros que organizaron para recordar a sus hijos. Con apoyo de colectivos colombianos, como la Ruta Pacífica de las Mujeres, e internacionales, como Mujeres de Negro o las Madres de Plaza de Mayo, las Madres de Soacha siguieron adelante con los juicios.

La primera condena llegó en julio de 2011. Fue en el caso de Ana Delina Páez, por su hijo Eduardo, y de Kelly Joana Ruiz, por su esposo Daniel Andrés Pesca. En el proceso, ocho exmilitares fueron condenados a penas de entre 28 y 55 años de prisión. “Dios bendiga a ese fiscal y a esa juez, porque se dio justicia –dice Páez mirando por la ventana–. Falta conseguir a los grandes. ¿Cómo comenzó esto y por qué? Si hubieran sido uno, dos, tres, pero ¡es que son miles!”.

Dos años después, el Tribunal Superior de Cundinamarca condenó a seis militares involucrados en el asesinato de Fair Leonardo a penas de entre 53 y 54 años de prisión. También, en un gran avance para la lucha de las Madres de Soacha, lo calificó de crimen de lesa humanidad.

La sentencia reconocía la naturaleza sistemática y generalizada de las ejecuciones, así como su carácter discriminatorio, ya que todas las víctimas eran jóvenes humildes. Para la abogada Gloria Silva, representante de Bernal, se trata de un fallo “histórico” porque abre la posibilidad de que el resto de los casos sean considerados de igual manera.

Como consecuencia del escándalo de los falsos positivos, 27 altos mandos fueron destituidos. Según explica la abogada, se trata sólo del principio: este fallo permite “llegar hasta quienes promovieron esa estrategia”. Con una sonrisa llena de berraquera, María Ubilerma Sanabria llega a las últimas estrofas de la canción:
Y que quede comprobado que a todos estos desgraciados ¡este corrido se les ha terminado! 


Grabación sobre el terreno: María Ubilerma canta el corrido que narra el escándalo de los 'falsos positivos'.

Crónicas del estallido

Esta y otras historias de victorias de movimientos sociales están recogidas en el libro Crónicas del estallido, escrito por Martín Cúneo y Emma Gascó y publicado en noviembre de 2013 por la editorial Icaria. Más información, en cronicasdelestallido.net

La masacre de Mapiripán: entre la justicia y la impunidad

por Prensa - Colectivo de Abogados

 “…considero yo que si los paras han venido desde tan lejos, no ha sido precisamente para deleitarse con el paisaje de la región, pronostico en los próximos días una serie de matanzas y asesinatos”. Así el Mayor Orozco alertó sobre la inminente masacre al General Uscátegui, y él le ordenó cambiar el texto del oficio y, en todo caso, no dio ningún aviso a otras autoridades civiles o militares, ni realizó ninguna acción para prevenir los hechos. Esta grave omisión, además del reconocimiento de la CSJ de su jurisdicción militar, hace recaer en cabeza del general la responsabilidad penal por la ocurrencia de la masacre. Esto es lo que el derecho penal denomina Comisión por Omisión.


El Colectivo de Abogados “José Alvear Restrepo”, Cajar, frente a la decisión del 10 de junio de 2014 de la Corte Suprema de Justicia, CSJ, en que se confirma la sentencia a 37 años de prisión del General Jaime Humberto Uscátegui Ramírez, manifiesta:

El máximo órgano de la justicia penal en Colombia reconoce que efectivamente se produjo una masacre contra la población civil de Mapiripán en la que actuaron, en unidad de designio, importantes miembros de las FFAA y los grupos paramilitares, conforme lo establece la sentencia de 2005 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra el Estado de Colombia.

En la confirmación de la condena contra el General Uscátegui, como comandante de la VII Brigada del Ejército Nacional, la Corte Suprema de Justicia reconoce que sí tenía mando operacional sobre el batallón “Joaquín París”, conforme lo respaldan pruebas documentales que reposan en el expediente.

La condena contra el general Uscátegui, por omisión impropia de los homicidios agravados y secuestros simples cometidos con ocasión de esta matanza, deja en evidencia la responsabilidad que le incumbe a los altos mandos de la fuerza pública de prevenir y actuar para proteger a la población civil al ser inminente un ataque en contra de la misma, cuando tenga jurisdicción o haya tenido conocimiento sobre la inminencia de los hechos.

Tal y como lo señala la Corte en su comunicado, el General Uscátegui: “incumplió el deber de protección a la población civil pese a tener la posición de garante institucional que le asigna la Constitución Política a los miembros de la Fuerza Pública”. Como señala el acervo probatorio, el General Uscátegui tuvo conocimiento previo a través de su subalterno, el entonces mayor Hernán Orozco Castro, sobre la presencia de los paramilitares en el casco urbano de Mapiripán provenientes de Córdoba y Urabá.
“…considero yo que si los paras han venido desde tan lejos, no ha sido precisamente para deleitarse con el paisaje de la región, pronostico en los próximos días una serie de matanzas y asesinatos”. Así el Mayor Orozco alertó sobre la inminente masacre al General Uscátegui, y él le ordenó cambiar el texto del oficio y, en todo caso, no dio ningún aviso a otras autoridades civiles o militares, ni realizó ninguna acción para prevenir los hechos. Esta grave omisión, además del reconocimiento de la CSJ de su jurisdicción militar, hace recaer en cabeza del general la responsabilidad penal por la ocurrencia de la masacre. Esto es lo que el derecho penal denomina Comisión por Omisión.

El propio general Uscátegui en el curso del juicio resaltó la responsabilidad que le incumbe al general Rito Alejo del Río, entonces comandante de la Brigada XVII en Urabá, que permitiera la salida de los dos aviones transportando armas y hombres de las “Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá, ACCU” hacia San José del Guaviare. Pese a las pruebas que lo comprometen, el general Del Río sigue sin ser vinculado a la investigación.

La masacre del 15 al 20 de julio ocurrida en Mapiripán no fue la única en la región. Los paramilitares de las ACCU cometieron otra masacre en el sitio de Cañojabón, el 4 de mayo de 1998, contando con la protección que les brindaron oficiales de la fuerza pública quienes deben ser investigados por estos crímenes.

No ha habido una investigación de estas masacres por parte de la Unidad de Contexto de la Fiscalía General de la Nación, pese a que el Cajar así lo solicitó, considerando que el mensaje de terror de Carlos Castaño de que “habrán muchos más Mapiripanes”, se reflejó en una estrategia de despliegue y consolidación del proyecto paramilitar a nivel nacional, que contó con el apoyo del Estado y del Establecimiento.

El Cajar espera que la compulsa de copias de la Fiscalía 28 de la Unidad de Derechos Humanos de febrero de este año a las fiscalías delegadas ante la Corte Suprema de Justicia, se materialice en una investigación de contexto donde se establezcan las responsabilidades penales que le incumben al alto mando militar de la época, a los civiles, políticos y empresarios que contribuyeron a la consolidación de ese proyecto paramilitar a nivel nacional.

El Cajar llama al general Uscátegui a que contribuya al esclarecimiento pleno de estos hechos para que se materialice el derecho de las víctimas y de la sociedad colombiana a la verdad, la justicia y la reparación integral. Sus aportes podrían tener como escenario un tribunal de justicia transicional que vincule a máximos responsables civiles y militares de graves violaciones a los derechos humanos sobre una fórmula que establezca garantías ciertas de no repetición de los crímenes, como una contribución a la paz que Colombia reclama.
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