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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

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[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

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Un reencuentro con el dolor en aras de la reconciliación y la búsqueda de la Paz

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Sesión especial de la Mesa de Conversaciones
Con motivo del recibimiento y bienvenida a la primera delegación de víctimas del conflicto, el segundo segmento del ciclo 27 de conversaciones de Paz para Colombia empezó con una sesión especial de la Mesa de Conversaciones de La Habana.
Fue un recibimiento solemne, respetuoso, muy abierto al diálogo y a encontrar los caminos que conduzcan a la solución de los orígenes, las causas y los efectos de la confrontación, con miras a buscar la reconciliación, el fin del conflicto y la construcción de la Paz.
La jornada desarrollada el día de ayer, comenzó desde las 9 AM, hora en que arribaron las víctimas al Salón de Protocolo del Laguito. Minutos antes, lo habían hecho los integrantes de las delegaciones del Gobierno y las FARC-EP, quienes se aprestaron a recibir a los visitantes. La sesión fue confidencial y se extendió hasta las 15:00 horas. En medio de la jornada, los asistentes sacaron tiempo para compartir un almuerzo-bufete en un ambiente de total distensión.
El encuentro de la delegación de víctimas del conflicto con los medios de comunicación en La Habana
“Las flores significan memoria, las flores significan esperanza en que este proceso de Paz culmine”, dijo una de las participantes al preguntarles por qué el recinto estaba decorado con tantas flores.
Medios internacionales como Al-Jazeera, La Agencia Reuters y Telesur, entre otros, además de los medios nacionales como Caracol, el portal Las 2 Orillas y el equipo de prensa de las FARC-EP se hicieron presentes en el lugar que se adecuó para la rueda de prensa convocada por los organizadores para que las víctimas fuesen escuchadas públicamente.
La rueda de prensa inició a las 18:00 y tuvo lugar en una de las salas del Salón de Protocolo.
La primera intervención la hizo el representante de la Organización de las Naciones Unidas en Colombia, Fabrizio Hochschild, con la presentación de un comunicado redactado por los organizadores del encuentro, una síntesis arrojada de la reunión cerrada entre las partes con las víctimas.
Por su parte, las víctimas iniciaron su intervención con un comunicado, el cual fue elaborado luego del encuentro con las delegaciones de las FARC-EP y el Gobierno colombiano, según contaron.
En el comunicado leído a varias voces, el primer grupo de víctimas del conflicto consideran como un gesto de reconocimiento en favor de la Paz, la reconciliación y la garantía de los derechos de las víctimas haber sido invitadas a participar en el encuentro.
De igual forma, valoraron el esfuerzo realizado por las Naciones Unidas, el Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de la Universidad Nacional, La Conferencia Episcopal Colombiana, los países garantes Noruega y Cuba, los países acompañantes Chile y Venezuela, al tiempo que resaltaron la hospitalidad de Cuba como país anfitrión.
Por otro lado, dieron fe de haber dispuesto de total libertad al momento de expresar sus experiencias, planteamientos y propuestas; también dejaron claro que no pretenden representar el total de las víctimas; pero garantizaron sí, “haber compartido el compromiso por la verdad como base de la Paz”, dijo una de ellas.
La comisión de víctimas del conflicto social y armado hizo un reconocimiento a las demás víctimas y las invitó a unirse en una causa común. Al mismo tiempo manifestaron su decisión de continuar trabajando arduamente para que todas sean escuchadas; de igual manera, demandaron el acompañamiento de la sociedad en su conjunto en la reivindicación de sus derechos como víctimas y por la consecución de la Paz.
También exigieron de las partes, de los medios de comunicación y de los demás estamentos de la sociedad involucrados en la solución del conflicto, el respeto por la actividad que ellos como víctimas vienen desarrollando, del mismo modo, exigieron garantías de seguridad “evitando tergiversaciones, señalamientos y estigmatizaciones”.
La comisión de víctimas celebró el ambiente de respeto y la valoración de su participación por parte de las dos delegaciones, Gobierno y FARC.
Finalmente, dijeron quedar a la espera de la materialización del compromiso expresado por las partes en el sentido de establecer un mecanismo de seguimiento que dé respuestas, a la vez que haga efectiva la materialización de las distintas propuestas y planteamientos presentados por el grupo.
Ronda de intercambio con los medios de comunicación
Una reflexión para los militares y el Ministro de Defensa: “Unas fuerzas armadas defensoras de los Derechos Humanos no necesitan fuero militar, no tienen nada que esconder. Establecer el fuero militar es un reconocimiento de que son victimarios” dijo una de las víctimas del Estado.
En la sesión de intercambio entre la comisión de víctimas del conflicto y los medios informativos, pudimos ver a un grupo de personas conscientes de la urgente necesidad que la sociedad asimile mejor el momento histórico por el que atraviesa el país y se involucre decididamente en la construcción de la Paz con Justicia Social, como único medio de reparar las injusticias generadoras de la estela de violencia que ha azotado a Colombia durante décadas.
Personas respetuosas, propositivas y llenas de dignidad. Una de ellas expresó: “(...) Vinimos con propuestas, no solo con dolor... hemos venido con ansias de verdad, de esclarecimiento”. De este modo consideran fundamental la creación de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas..
“En virtud de que desafortunadamente la verdad ha sido una de las principales afectadas en Colombia, no solo como consecuencia del conflicto, sino por el interés de sectores en particular de la sociedad colombiana por tergiversar el origen, las causas y las consecuencias del mismo, generando un esquema de pensamiento y de incomprensión funcional a la reproducción de la guerra en Colombia”, puntualizó uno de los participantes.
“Hemos venido a proponer una Subcomisión de la Verdad sobre las Desapariciones Forzadas, que las partes nos digan dónde están las tumbas, las fosas clandestinas, que nos digan que hicieron con ellos y ellas” dijo una mujer con voz firme.
Todos coinciden en que el dolor de las víctimas es uno solo, sea cual sea el actor, en que se establezca la verdad y la justicia real. Expresaron también que existe una posibilidad, aun no explorada, conformar un movimiento único de víctimas como movimiento social en el país, lo que demandaría la firma de un acuerdo de Paz en Colombia, “una democratización real que garantice a estos movimientos poder manifestarse sin ser reprimidos”.
Del mismo modo, insisten en la unidad, ya que “todas las movilizaciones de los trabajadores, de los campesinos, de los afros, en Colombia están llenas de víctimas...ésta es una muy buena oportunidad para que en este espacio se reconozca el papel de organizaciones y movimientos de víctimas que existen en el país a los que nosotros reconocemos y representamos”.
“Llegamos con miedo, con angustia, con zozobra, pero vimos ese gran afecto de parte de ellos en escucharnos, eso es un gran paso para lograr la paz. Es un primer paso en la forma como ellos se dirigieron hacia las víctimas”. “Las víctimas somos el fundamento del proceso de paz en Colombia, las víctimas somos visibles, tenemos voz, tenemos dignidad y fuimos escuchadas de una forma muy respetuosa. Vimos un acto esperanzador”, manifestaron.
Queda claro que aunque las víctimas están unidas por el mismo sentimiento de dolor, que coinciden en que su único anhelo no es solo encontrar la verdad sino parar la violencia en todas sus manifestaciones, cada uno tiene puntos de vista distintos en cuanto al resarcimiento y la justicia que debe ser aplicada.
Éste es fue un certamen histórico.

Ver rueda de prensa
Duración: 1:01:56

Alberto Pinzón Sánchez - La partera de la sociedad nueva

Es en el dramático capítulo 24 del primer tomo del Capital, en donde Carlos Marx describiendo las terribles y violentas condiciones históricas de la “acumulación originaria del capital” y del surgimiento del modo de producción capitalista (capitulo que recomiendo leer actualmente a todos los colombianos letrados) recurre a la metáfora de la gravidez social y concluye el párrafo con la famosa sentencia: “La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica”.
Frase que ha tenido múltiples traducciones; unas bien intencionadas y otras no tanto (recordemos aquél aforismo latino “tradutore, traditore”) por ejemplo en las palabra alemana “schwanger” que se puede traducir perfectamente por preñez, si se es médico por embarazo o si es lírico por grávida de un ser que lleva en sus entrañas, o la palabra compuesta “gebursts helfer” que literalmente significa ayudante-de-parto y ha sido traducida una veces como partera, otras como comadrona y ahora los postmodernos con tanta tecnología de guerra que existe la traducen como “obstetra”.
Marx por ejemplo nunca escribió que la violencia es la partera de la historia, ni que la violencia fuera una fuerza ciega en sí misma o absoluta, ni menos aún que la violencia engendrara una nueva sociedad; sino que dejó bien claro su papel como ayudante- de-parto, y a continuación de la primera frase, de la cual no se puede separar sin adulterar completamente su pensamiento, le otorgó su sentido histórico como “Ökonomiche Potenz”, es decir como una potencia en el sentido de fuerza económica.
Pero será F. Engels junto con los demás pensadores de la filosofía de la praxis, quienes con valiosos aportes adquiridos en carne propia, a lo largo de todas las guerras y violencias políticas habidas durante el violento siglo XX y parte del actual XXI, enriquecieron la concepción originaria de Marx ampliando este sentido de fuerza política, económica y social inseparable del Poder del Estado y de las clases que lo dirigen y que; como fuerza político social y económica puede llegar a convertirse en un proceso autónomo, complejo y contradictorio, cuyo final nunca estará garantizado de antemano: la sociedad que ha sido dada a luz puede ser progresista, pero también como lo ha demostrado abundantemente la historia universal hasta la fecha, de acuerdo a circunstancias socioeconómicas y políticas concretas, puede también tomar un rumbo regresivo que lleve a un nuevo conflicto violento.
Ha llegado el momento en Colombia en que debemos mirar la finalización del conflicto social y armado con perspectiva Histórica y de acuerdo a la mirada de la filosofía de la praxis, para sacar algunas enseñanzas concretas:
1- Lo primero que debe quedar claro es el postulado marxista de que la violencia política está íntimamente relacionada (durante toda la Historia de Colombia hasta la fecha) con el Poder del Estado y las clases minoritarias que lo han dirigido siempre.
2. En Colombia el ejercicio histórico de la violencia política durante las guerras civiles del S XIX hasta mediados del S XX, ha estado asociada con las luchas entre las facciones de las clases dominantes por el control del aparato estatal y del tesoro público, y fueron siempre resueltas mediante pactos político-económicos en las alturas de Poder dominante.
3. La violencia política que los historiadores del régimen fechan arbitrariamente en 1964 con el ataque militar colombo-estadounidense a Marquetalia y denominan “violencia subversiva”; en la práctica ha sido una “contra-violencia popular”, consecuencia de condiciones socio-económicas y políticas determinadas. En el entretanto, la política económica trasnacional (neoliberalismo militarista) preñó o embarazó a la sociedad colombiana con una nueva sociedad que está pujando por nacer asistida por esa misma violencia política que ha hecho las veces de partera, dándole toda la razón a Marx.
4. Esta contra-violencia, partiendo de la idea marxista de que la violencia política no es un fin en sí mismo, ni un absoluto, ha desarrollado un cuerpo teórico-práctico denominado “Solución Política al histórico conflicto social armado colombiano para construir una nueva Colombia, en Paz con Justicia Social, Democracia verdadera y Soberanía”, como instrumento con el cual el movimiento social se abra camino por calles y carreteras de Colombia y supere la vieja sociedad. Es decir para que la nueva sociedad vea la luz plenamente.
5. Pero también, debe estar claro que el parto de la nueva sociedad que se está dando actualmente con la finalización del conflicto armado colombiano, asistido por la partera de 60 años de violencia contrainsurgente apoyada por el gobierno los EEUU, puede no necesariamente ir en la vía del progreso social y la democracia verdadera, y, por el contrario puede ser abortada en su fuente amniótica por las fuerzas “oscuras” del militarismo oligárquico y el nacional- catolicismo colombiano, ahora unidos en su cruzada regresiva o reaccionaria de conservar las formas ya agotadas y caducas de la sociedad colombiana.

Extractivismo, enclaves y destrucción ambiental - Renán Vega Cantor


En las últimas décadas se impuso un modelo primario exportador, similar al que conoció el país en la segunda mitad del siglo XIX, lo que ha venido acompañado de la desindustrialización, la penetración renovada del capital extranjero, principalmente de las multinacionales imperialistas, la expropiación de bienes comunes y la imposición del dogma de las ventajas comparativas, como criterio que justifica nuestra especialización en producir bienes primarios. Cada uno de estos aspectos ameritaría un análisis detallado, pero nos limitamos a mencionar los aspectos generales del capitalismo extractivista que se consolidó en el país, y que se constituye en un factor importante para explicar lo que acontece en Colombia en estos momentos.

Características

El extractivismo no se refiere solamente a la explotación de minerales o hidrocarburos, sino que incluye a diversas actividades económicas que se realizan en el país. El extractivismo se podría definir como el conjunto de actividades económicas –con sus correspondientes derivaciones militares, sociales, políticas, ideológicas y culturales– que posibilitan el flujo de materia, energía, biodiversidad y fuerza de trabajo desde un territorio determinado (en este caso Colombia) hacia los centros dominantes en el capitalismo mundial, donde se consumen a gran escala para garantizar la reproducción del capital. El extractivismo tiene características que lo identifican como modelo económico y social, con unos mecanismos particulares de funcionamiento político, como se describe brevemente a continuación. 

En el extractivismo retornan las economías de enclave –un concepto que se creía enterrado en la historia latinoamericano y que hace unas décadas sonaba como un anacronismo–, en la medida en que las inversiones extranjeras de “tipo productivo” que se implantan en el territorio nacional (en las ciudades y en el campo) operan con la mirada puesta no en el mercado interno sino en el mercado mundial. En los enclaves no se efectúan procesos de acumulación de capital en el plano local y/o nacional –con los encadenamientos productivos que eso generaría– sino que las actividades se desenvuelven en consonancia con los intereses del capital transnacional, cuyo funcionamiento está ligado a los grandes mercados de los países centrales. Como enclaves operan los agronegocios, la minería pero también las zonas turísticas, los parques naturales, y los espacios urbanos que están vinculados el capitalismo mundial. Como economía de enclave de tipo extractivista funciona la producción de flores en la sabana de Bogotá, que supone el traslado de agua al mercado mundial. Son enclaves las maquilas, las zonas francas, los puertos y también los eslabones de la “economía ilegal” (una noción cada día más difícil de usar por la hibridación con lo legal), ligados a la trata de personas– al tráfico de especies animales, al comercio mundial de estupefacientes, al blanqueo de divisas… 

Las relaciones laborales que se imponen en los enclaves borran los derechos de los trabajadores, puesto que anulan sus conquistas históricas e implantan la flexibilización y la precarización como norma dominante. Aparte de que generan poco empleo, y este es efímero, aumentan los niveles de explotación de la fuerza de trabajo, con la finalidad de incrementar la tasa de ganancia de las inversiones efectuadas. Los parámetros laborales que se imponen en toda la economía replican lo que sucede en los enclaves, que viene a ser la generalización de los salarios chinos, no importa si se trata de actividades propiamente primarias, o del sector servicios, o de lo que queda de industria. Al mismo tiempo, se eliminan los sindicatos y se obstaculiza la lucha colectiva de los trabajadores, a la par con el incremento del trabajo informal, la terciarización laboral, y la eliminación de los derechos de los hombres y mujeres que viven de su trabajo. La degradación laboral se convierte en una de las cartas de presentación que ofrece el Estado y las clases dominantes locales para atraer inversiones extranjeras, quienes argumentan que en este país existe una fuerza de trabajo barata, capacitada y sumisa dispuesta a dejarse explotar por los inversores extranjeros que quieran invertir su capital en nuestro territorio. 

El Estado es el garante de la imposición de estas condiciones laborales, las que se usan como un gancho que atrae a los emprendedores extranjeros. En lo esencial, el Estado es un peón al servicio del imperialismo y de sus empresas, y toda su política está destinada a presentarse como el “alumno más aventajado de la clase” a escala regional, es decir, el que está dispuesto a dar lo que sea sin contraprestación alguna e incluso pagándole a las multinacionales para que se llevan nuestras riquezas naturales. Al respecto, el estudio Minería en Colombia: fundamentos para superar el modelo extractivista afirma que entre el 2005 y el 2010 “las empresas mineras pagaron en promedio $878 mil millones anuales por concepto del impuesto a la renta”, pero en ese período “tuvieron deducciones, descuentos y exenciones que representaron un gasto tributario para el país de $1,78 billones. Es decir, por cada $100 efectivamente pagados por este concepto, las empresas mineras tuvieron descuentos que terminaron representando pérdidas para el Estado de más de $200. Esto significa que por cada peso que pagan esas empresas, el Estado les concede dos, que provienen de los dineros que los habitantes comunes y corrientes le cancelamos al Estado por concepto de impuestos. En síntesis, las ETN vienen a un territorio de Colombia, expulsan a las comunidades que allí habitan, destruyen los ecosistemas, contaminan las aguas, dejan luego de pocos años un tremendo cráter de miseria y destrucción, y aparte de todo les pagamos para que hagan todo eso. 

Los enclaves vienen acompañados de la militarización de los territorios, porque el Estado se compromete a proteger las inversiones extranjeras, con el pretexto de que esa es la condición que garantiza la permanencia de esas inversiones. Por esto observamos que en los últimos años se ha presentado un crecimiento exponencial de las fuerzas represivas del Estado para resguardar las zonas de extracción de minerales e hidrocarburos, y los lugares donde se siembran los cultivos de exportación. La militarización no solamente la efectúan las fuerzas legales, sino los grupos paraestatales que son un componente esencial del modelo extractivista, creadas, financiadas y auspiciadas tanto por el Estado como por empresarios locales y transnacionales, como lo demuestran los ejemplos del banano en Urabá, del carbón en la costa caribe, de la palma aceitera en el Choco y en la costa pacífica. Los enclaves no generan modernización ni innovación tecnológica propia, sino que allí se implantan, cuando se hace, la tecnología que es producida y controlada por las multinacionales. 

En concordancia la economía y el territorio colombianos se han convertido en una especie de basurero para la chatarra producida por las multinacionales, algo que se acentúa con los Tratados de Libre Comercio, que facilitan el ingreso de las tecnologías que ya se consideran obsoletas en esos lugares, como sucede, por ejemplo, con las armas, aviones y máquinas de guerra que el Estado colombiano le compra a Estados Unidos, la Unión Europea o a Rusia. Adicionalmente, nuestro territorio se convierte en el basurero de los residuos contaminantes que se exportan desde los centros imperialistas, lo cual se legitimó en términos legislativos en los últimos años con la Resolución 809 de mayo 10 de 2006, que autorizó el ingreso a Colombia de residuos tóxicos y peligrosos para la salud y el medio ambiente. Los Tratados de Libre Comercio rematan la arquitectura institucional en el plano interno del país, para consolidar la lógica extractivista, lo cual se fundamente con dispositivos jurídicos que protegen al capital transnacional. Estos tratados se sustentan en la teoría de las ventajas comparativas que revive el esquema de división internacional del trabajo del siglo XIX y que nos condenan irremediablemente a abandonar cualquier intento de construir una economía propia y autónoma y nos obligan a vivir prisioneros de la exportación de materias primas agrícolas y minerales.

En términos de la propaganda, adquieren fuerza el imaginario de enclave y la mentalidad extractivista (propio del colonialismo interno) que se basa en el prejuicio de pensar que el comercio internacional en sí mismo es la garantía de acceder al progreso, la modernización y la prosperidad. Ese mentalidad extractivista domina todas las actividades, como el deporte, la educación o la salud, por lo que no sorprende que los padres quieren que sus hijos sean exitosos futbolistas que conquistan el mercado europeo, o que el objetivo de los dueños de las universidades sea la competitividad, para lo cual preparan fuerza de trabajo barata y sumisa que le sirva al capitalismo transnacional en distintos frentes. Con el imaginario de enclave se impone la idea que el modelo exportador constituye la tabla de salvación del país, y quienes se oponen –trabajadores, campesinos, indígenas y afrodescendientes- son considerados como enemigos del progreso y del bienestar que se supone genera el libre comercio. 

Consecuencias

El extractivismo tiene consecuencias nefastas en el ámbito social y ambiental. En el plano social destruye y desestructura a las comunidades locales, introduce nuevos hábitos y pautas de consumo, genera una mentalidad rentística y obliga a los habitantes de un territorio a subordinarse a los intereses de fracciones minoritarias de las clases dominantes que se articulan con el mercado internacional y se apropian de algunas migajas que les deja el libre comercio. El extractivismo aumenta la pobreza, la dependencia, la destrucción de los bienes comunes de tipo natural, que replican la eterna paradoja de la pobreza y la desigualdad en medio de la riqueza de recursos. Al mismo tiempo, se destruyen a las comunidades indígenas, y las que sobreviven son incorporadas brutalmente a la lógica extractivista, como acontece en Arauca, Boyacá, los Llanos Orientales, para mencionar algunos casos. 

La destrucción de los ecosistemas por el extractivismo forma parte de la historia de la actual Colombia desde la época de la dominación española. Ahora, el extractivismo contemporáneo acelera esa destrucción en la medida en que involucra a todas las actividades económicas y cubre la totalidad del territorio nacional. La puesta en marcha de megaproyectos mineros y agrícolas altera en forma inmediata y, en la mayor parte de los casos, de manera irreversible la riqueza natural de nuestros suelos y subsuelos. Los ejemplos abundan, como se comprueba con el impacto negativo de desviar ríos, como en el Quimbo (Huila), en Ituango (Antioquia), o en la Guajira (con el río Ranchería), para satisfacer el apetito de las empresas que extraen bienes naturales. 

Otro ejemplo de actualidad es lo que sucede en Paz de Ariporo (Casanare) –el segundo municipio más grande del país, con una extensión mayor que departamentos como Quindío. Risaralda, Atlántico y Sucre- en donde hace pocas semanas murieron miles de chigüiros, babillas, y otras especies de la fauna local, como resultado de la confluencia de diversas actividades depredadoras, entre ellas las de tipo extractivo. Según el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC) los acontecimientos trágicos de Casanare son un resultado de la combinación funesta de por lo menos “cinco pecados”: impacto destructivo en los páramos de alta montaña, donde nacen los ríos que surten al Casanare, por la introducción de cultivos y ganadería; una ganadería intensiva que compacta los suelos y obstruye la infiltración de aguas lluvias y escorrentía; una baja capacidad de retención de humedad debido a la textura arenosa de los suelos; una limitada capacidad productiva de los suelos; y, la utilización de aguas subterráneas por parte de las empresas petroleras, que agrava una situación local que ya se encuentra afectada por las modificaciones climáticas. 

En cuanto al impacto de las actividades petroleras, debe recordarse que en el Departamento de Casanare operan las compañías Geopark, Perenco, Pacific Stratus Energy, Parex, New Granada Energy, Cepcolsa, Petrominerales, Ecopetrol, Canacol, Interoli, Adventage. En toda la Orinoquía colombiana estas empresas extraen diariamente 720 mil barriles de petróleo y 15 millones de barriles de agua, un dato que en sí mismo indica la magnitud del hidrocidio en marcha. En este contexto destructivo, resulta tragicómica la declaración del viceministro de Energía Orlando Cabrales, quien aseguró al conocer la magnitud del ecocidio del Casanare que las empresas petroleras no eran responsables y, en un verdadero oxímoron, aseguró que “agua y petróleo no son antagonistas. Son el futuro y el gran desafío que tiene este país para impulsar el desarrollo sostenible y mejorar la calidad de vida de todos los colombianos”. 

La mortandad de animales, y la escasez de agua que se empieza a percibir en el territorio mencionado es el resultado de un desequilibrio en el ciclo hídrico, por la destrucción de paramos y humedales, el aumento en la demanda y consumo de agua para la exploración y explotación de petróleo, junto con la ganadería que seca los suelos y la demanda de agua por cultivos como el arroz y la palma aceitera. Según el profesor Orlando Vargas de la Universidad Nacional, “la sequía se origina en el mal manejo del suelo, la destrucción de las zonas de recarga acuífera y la falta de planificación del territorio”. 

Dicha tragedia ambiental está ligada en forma directa al extractivismo y al libre comercio, un vínculo criminal del que se tienen nefastos antecedentes históricos a nivel mundial, tal y como aconteció en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se presentaron los holocaustos de la era victoriana, que en un determinado momento fueron considerados como una derivación inmediata de los cambios climáticos que produce el fenómeno meteorológico de El Niño. Pero estas alteraciones no se dan en el vacío sino en condiciones económicas y sociales específicas, que aumentan el impacto destructor en la medida en que la producción local, que permite la subsistencia de los pequeños productores, ya no se dedica a alimentarlos sino que se exporta al mercado mundial. O también que la utilización del agua para propiciar la exportación de productos al mercado mundial destruye las fuentes hídricas y los ecosistemas, con lo que se garantiza la muerte de plantas y animales nativos, como un resultado directo del imperialismo ecológico. En concreto, en el período mencionado se presentaron terribles hambrunas que dejaron, como mínimo, 32 millones de muertos en India, China, Brasil y otros lugares del mundo, como resultado de la vinculación directa, por la vía del libre comercio impuesto a sangre y fuego por Inglaterra, entre la producción local de alimentos y su destino al mercado mundial. Mientras que los campesinos morían de inanición, el trigo y otros cereales que habían producido con sus manos y en sus tierras llenaba las arcas de los exportadores mundiales de alimentos que iban con destino principal a Europa. 

Esta referencia histórica sirve para recordar que hoy las condiciones climáticas son peores que hace un siglo y por lo tanto sus efectos son más destructores, porque un trastorno climático en marcha afecta al mundo entero, pero que impacta de manera inmediata a ciertas regiones. Investigaciones recientes recalcan que las zonas tropicales (en donde se encuentra Colombia) son las primeras afectadas, básicamente por su estabilidad climática y por su biodiversidad. El último informe del Panel Intergubernamental sobre el cambio climático señala que uno de los países más afectados es y va a ser Colombia, por la deforestación, la contaminación hídrica, la minería y la ganadería extensiva. Algunos hechos lo indican con preocupante contundencia. Por ejemplo, los glaciares están muriendo aceleradamente ante nuestros ojos y al ritmo actual los que quedan van a desaparecer en las próximas décadas: en los últimos 60 años el área de los glaciares se ha reducido en un 60% y de 19 glaciares que teníamos en nuestro territorio en 1900 hoy sólo existen 6. Así mismo, de los 34 paramos que posee el territorio de Colombia (donde se encuentra el 49% de todos los que existen en el mundo) 22 están en grave riesgo de destrucción, como resultado de la ganadería, las quemas, la explotación minera y la expansión de la frontera agrícola. 

Hoy las condiciones son más adversas que en la época victoriana –un momento en que hasta ahora estaba despegando la explotación del petróleo, rodaban los primeros automóviles en algunas ciudades de los Estados Unidos, en el mundo existían 1.650 millones de personas y la mayor parte de la gente vivía en el campo–, a la hora de considerar la retroalimentación entre el trastorno climático a escala global (que está en marcha en forma acelerada e irreversible) y los fenómenos locales (como el de Paz de Ariporo), que están relacionados con el funcionamiento del capitalismo extractivista. Además, lo acontecido en Paz de Ariporo indica a nivel micro y por anticipado cómo van a ser las guerras climáticas, en las cuales la sed insaciable de materia y energía del capitalismo destruye los hábitats locales al tiempo que exacerba la lucha por la supervivencia de los más pobres, que ya no tienen acceso ni siquiera al agua, y condena a la extinción a especies animales y vegetales, junto con la destrucción de la biodiversidad y de los ecosistemas. En este sentido, lo que sucede en Casanare es una terrible advertencia de lo que nos espera con el trastorno climático. 

Luchas

En diversos lugares del territorio colombiano se han presentado protestas, resistencias y rebeliones contra el extractivismo y sus variantes. Según un estudio realizado para el Atlas Global de Justicia Ambiental, en estos momentos en Colombia se presentan 72 conflictos socio-ambientales. En Tolima, Santander, Cauca, los Llanos Orientales y otros lugares de Colombia se han desplegado notables protestas y la gente se organiza de múltiples formas para enfrentar la “locomotora minera” y los proyectos extractivistas. Entre esas luchas se destacan las libradas por los habitantes de Cajamarca y San Turban contra la minería del oro, y también las de los trabajadores petroleros en Puerto Gaitán contra la Pacific Rubiales., aunque tienen sentidos diferentes. Mientras los trabajadores petroleros están interesados en mejorar las condiciones de trabajo, sin cuestionar la misma extracción de petróleo, y las organizaciones laborales, como la Unión Sindical Obrera (USO) propenden por la nacionalización de los hidrocarburos y su explotación por parte del Estado, las comunidades locales, campesinas e indígenas, buscan que no sean extraídos esos bienes comunes de las entrañas de la tierra. Esto último se expresa en la lucha de los pobladores de El Tolima, que saben lo que implica la apertura de una descomunal mina de oro. Por eso, llevan años denunciando ese crimen social y ambiental, como lo ratificaron en la consulta de Piedras, donde el 99% de los votantes dijeron no a la AngloGold Ashanti. 

La oposición al extractivismo en Colombia ha tenido un mayor calado en aquellas regiones en donde las comunidades locales sienten directamente afectadas sus condiciones de vida y de subsistencia y lo hacen, además, a partir de una defensa del territorio en donde entran en juego otras nociones de territorialidad, producidas por y para las mismas comunidades. Esto indica que, en contra de la propaganda de la globalización que nos anuncia el “fin de los territorios”, éstos adquieren una renovada fuerza para el capital y, por lo mismo, en esos lugares concretos es donde se ponen en juego las estrategias de lucha y de construcción de nuevas alternativas, desde abajo y desde el sur, como ha aflorado en los últimos años con los paros agrarios. 

Gran parte de los conflictos ambientales se ubican en zonas habitadas por comunidades indígenas y pueblos afrocolombianos, como acontece en la Costa Atlántica en donde grupos étnicos soportan y se enfrentan al impacto negativo de la explotación de carbón, la expansión de la Ruta del Sol, la construcción de represas (Ranchería y Puerto Brisa) y los proyectos turísticos en el Parque Nacional Tayrona. 

Aparte de los impactos económicos, sociales y ambientales del extractivismo en la vida cotidiana de las comunidades se despliegan un conjunto de antivalores (¿como cuáles?) que destruyen sus formas organizativas, sus tradiciones y sus relaciones ancestrales con sus territorios, tal y como lo demuestran los Awá, para quienes el petróleo es la sangre de la tierra y por lo tanto nunca debe ser extraído de las entrañas del suelo. Los conflictos socioambientales se constituyen en una respuesta de las comunidades al extractivismo, como se pone de presente con el hecho que hayan aumentado desde el momento en que se incrementó la concesión de títulos mineros durante los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos. 

Notas:

Luis Jorge Garay (Director), Minería en Colombia. Fundamentos para superar el modelo extractivista, Contraloría General de la República, Bogotá, 2013. 


IGAC, Estos son los “cinco pecados” que podrían haber desencadenado la tragedia ambiental en El Casanare, en http://www.igac.gov.co/wps/wcm/connect/ 

Orlando Cabrales, “Agua o petróleo: un falso dilema”, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13826183 


Mike Davis, Los holocaustos en la era victoriana tardía. El Niño, las hambrunas y la formación del Tercer Mundo, Universidad de Valencia, Valencia, 2006. 

Ver: “El alarmante informe sobre cambio climático”, Revista Semana, marzo 31 de 2014. 

IDEAM, Glaciares de Colombia: más que montañas con hielo, Bogotá, 2012; Greempace Colombia, Cambio climático: Futuro negro para los páramos, Bogotá, noviembre de 2009. 

Harald Welzer, Guerras climáticas. Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI, Katz Editores, Buenos Aires, 2010. 

Colombia es el país con más conflictos ambientales de América Latina, http://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/mapa/30830


(*) Renán Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los libros Marx y el siglo XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; Gente muy Rebelde, (4 volúmenes), Ed. Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo: mito y realidad; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta, 1999; Capitalismo y Despojo, Ed. Pensamiento Crítico, Bogotá, 2013, entre otros. Premio Libertador, Venezuela, 2008. Su último libro publicado es Colombia y el Imperialismo contemporáneo, escrito junto con Felipe Martín Novoa, Ed. Ocean Sur, 2014.

Artículo publicado en papel en la Revista CEPA No. 19, Bogotá 2014, que acaba de entrar en circulación. Rebelión lo ha difundido con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Paros Cívicos y Conflicto Social - José Antonio Gutiérrez D.

La luna de miel de Santos con los movimientos populares ha comenzado a agotarse. Pasado el entusiasmo en la lucha electoral contra los uribistas y habiendo quedado atrás el momento en que la “paz” parecía ser una tolda en la que cabía todo el mundo, la política de Santos para su segundo período se revela calcada a la del primero: apagar incendios cuando estalla alguna crisis, mamar gallo a la protesta social con negociaciones que no lleven a ninguna solución real, reprimir la protesta legítima y militarizar los territorios, criminalizar a los movimientos populares. Todo esto mientras se sigue avanzando a todo vapor con la locomotora minero-enérgica y la entrega de los recursos naturales del país, con el consecuente despojo en contra de las comunidades. Ya no hay cabida para las vanas ilusiones de sectores de izquierda que, ignorando la naturaleza del santismo, creían que podrían dar un giro “progresista” a la gestión del presidente. Incluso aquellos que se imaginaron en algún cargo burocrático, han visto sus esperanzas destrozadas, al constatar, con la nominación del gabinete, que la mermelada no alcanza para todos.
El encantador de serpientes muestra su cara real, nuevamente; se evidencia la manera en que Santos se burló de los sectores populares para aplacar el descontento acumulado contra su gestión y garantizar un clima de gobernabilidad conducente a su re-elección. Los dirigentes de la Cumbre Agraria ya han protestado que el gobierno no les cumplió nada de lo prometido cuando se desactivó el paro agrario de finales de Abril y principios de Mayo, y amenazan nuevamente con salir a la calle [1]. Pero Santos ya ganó su re-elección así que podrá reprimir tranquilo, todo lo que quiera, sin mayores consecuencias políticas en lo inmediato.
Sin embargo, pese a las vacilaciones, al desgaste y los equívocos de la dirigencia de izquierda, el pueblo colombiano, con la persistencia de ese viejo topo que mencionara Marx, sigue socavando, de manera casi imperceptible, las bases del régimen. Es la dinámica misma de la lucha de clases, no la política de aparatos en la estratosfera, la que va iluminando los caminos para forjar una alternativa popular, libertaria, en la actual coyuntura. Los paros cívicos que han sacudido al Putumayo, al Pacífico nariñense y caucano, a la Guajira y al Urabá, son síntomas visibles de este malestar profundo que recorre al país desde la periferia, que se expresa en una resistencia multiforme, tenaz, valiente y creativa.

Urabá
En esta región se vivió un paro de trabajadores bananeros y platanicultores del 4 de Agosto al día 6, convocados por Dignidad Platanera, entre otras cosas, por la reducción del pago de la caja de plátano de 9 a 8 dólares, situación económica que se agravó por el vendaval de Julio que afectó 5.000 hectáreas de plátanos. Como si eso fuera poco, empresas comercializadoras multinacionales como Unibán y Banacol no han pagado a 5.000 productores, a algunos hace incluso 11 semanas, adeudando un total de $2.200.000. Todo lo cual se suma a una situación de abandono absoluto de la región y la falta de servicios básicos como la electricidad [2] (ver Apéndice 1).
El bloqueo de miles de personas en protesta finalmente logró hacer que el gobierno decretara la emergencia, así como algunos paliativos, subsidios y apoyos económicos con los cuales mantener a flote el sector en medio de la crisis [3] . También lograron que los pulpos de Banacol se comprometieran a pagar ¾ partes de lo adeudado para poner fin a la protesta, comprometiéndose a pagar el resto en un plazo de tres meses [4]. Sin embargo, el precio que tuvo que pagar el pueblo urabeño para lograr esta victoria parcial fue altísimo: 24 heridos, 14 de ellos por impacto de bala (entre ellos cuatro menores de edad), y un joven de 23 años, muerto de un disparo al tórax, en el corregimiento de Currulao (Mutatá), así como 23 capturados que han quedado en libertad como parte del acuerdo de levantamiento del paro [5] .

Pacífico (Nariño y Cauca)
En ocho municipios del Pacífico de Nariño ( El Charco, La Tola, Olaya Herrera, Santa Bárbara de Iscuandé, Mosquera, Barbacoas, Magüi Payán y Roberto Payán ) y tres del Pacífico de Cauca (Guapi, Timbiquí y López de Micay), con epicentro en Iscuandé, se viene desarrollando desde el 10 de Agosto un paro cívico convocado por las organizaciones afrodescendientes y campesinas, cuyo principal eje articulador ha sido exigir que se investigue y sancione a las autoridades corruptas. Pero el movimiento no solamente denuncia la corrupción estructural del aparato estatal, sino que además ofrece como salida la asamblea nacional constituyente y la creación de mecanismos de democracia directa y participativa que permitan una fiscalización permanente de la comunidad hacia las autoridades. Llaman también la atención y exigen respuesta a la situación social calamitosa de esos municipios en temas como salud, infraestructura, vivienda y educación. Por último, también el movimiento exige la paz con justicia social, un fin a la militarización de estos municipios, cese al fuego bilateral y protestan contra la presencia de multinacionales en sus territorios (ver Apéndice 2). Unas 240.000 personas se han sumado a este movimiento que ha paralizado totalmente la Costa Pacífico en estos departamentos [6] .
Aún cuando todavía no se presentan actos de violencia física contra los manifestantes, medios alternativos señalan que se ha bloqueado de manera premeditada la señal de Internet en esta región para aislar su voz del resto del país [7] .

Putumayo
Desde el lunes 11 de Agosto 52 comunidades y cuatro cabildos indígenas del corredor Puerto Vega-Teteye se han declarado en paro cívico protestando la ampliación de las licencias ambientales para las petroleras a expensas de los derechos de las comunidades, así como la militarización del territorio y la política de erradicación forzada de cultivos ilícitos, que en opinión de las comunidades movilizadas, busca “aburrir al campesino” para desplazarlo y así despojarlo de su tierra para ponerla a disposición de la locomotora minero-energética[8]. La propuesta de las comunidades se resume a tres puntos: derogatoria de la licencia ambiental para las petroleras, fin de las fumigaciones y respeto a los derechos humanos[9] (ver Apéndice 3).

Guajira
En una entrevista con Semana, la pediatra norteamericana Alicia Genisca decía que “la experiencia de desnutrición en Colombia es igual que en Etiopía” [10] . La situación de la Guajira es una de las más catastróficas en este panorama: el departamento cuanta con 37.000 niños desnutridos, siendo este un problema de carácter crónico; 30% de los niños menores de 5 años están desnutridos y mueren dos niños al día por falta de atención, deshidratación o hambre. Es decir, por pura pobreza. Y lo peor es que aún estas alarmantes cifras son un subregistro: el mismo reportaje de Semana cuenta el caso de un wayú Francisco Uriana ha perdido cinco hijos por física hambre y no ha reportado ninguno a las autoridades por las dificultades que existen para movilizarse desde las zonas rurales [11] . Como él, hay miles de casos.
La reciente sequía, que causó la muerte de 23.000 cabezas de ganado, ha vuelto explosiva la crisis permanente en que vive ese departamento. Pero esta crisis ambiental es expresión de la profunda desigualdad, la falta de acceso a recursos o a infraestructura adecuada, así como el impacto a largo plazo, ambiental y socio-económico que ha tenido la megaminería, particularmente la explotación carbonífera en la región, donde están las explotaciones del Cerrejón. Esto motivó que desde el 11 hasta el 12 de Agosto miles de guajiros se declararan en paro cívico exigiendo que se atendieran sus demandas: mejoras en la provisión de servicios e infraestructura, que el 20% de las regalías que genera el departamento se queden para financiar la inversión social, apoyo a proyectos productivos sostenibles –principalmente de carácter agropecuario y turístico-, mayor planificación en la utilización de los recursos naturales y creación de un fondo especial para pagar la deuda social del gobierno con el departamento [12] (ver Apéndice 4).
Después de dos días de paro cívico, con un saldo de diez heridos a manos del ESMAD y varios detenidos, se logró concretar un acuerdo con las autoridades. Como resultado de este acuerdo, los detenidos fueron puestos en libertad y no serán judicializados. También se creará una comisión que operará desde el 20 de Agosto para negociar el pliego del Comité Cívico de la Dignidad por La Guajira. Pero están claros que sentarse a negociar no es lo mismo que solucionar los problemas agudos del departamento, como lo declara Felipe Rodríguez, vocero del comité cívico, cuyas declaraciones reflejan el déficit de credibilidad de un gobierno que el pueblo ve como tramposo: “ como no confiábamos mucho en la palabra del presidente J.M. Santos, ni en el gobierno central, por ello estamos en un proceso de movilización para que la presión popular sea la que demuestre su fuerza, implique y obligue al gobierno a sentarse, dialogar y cumpla con los acuerdos a que lleguemos [13].
En resumen, se ve que, pese a que no exista una coordinación entre estos movimientos, sí hay problemas estructurales, de fondo, que atraviesan estos cuatro paros: la falta de apoyo a la producción campesina; las multinacionales y las locomotoras santistas que arrasan todo a su paso; la militarización que reprime y desplaza. En realidad, todo es parte de un modelo depredador de desarrollo, un modelo rentista y parasitario que ve al campesino, a las comunidades, como un estorbo para el gran Capital transnacionalizado, buscando encuadrarles manu militari. La integración de este modelo rentista-depredador con formas de violencia pública y privada, nos recuerdan que no se puede disociar el conflicto social del armado. La militarización se está utilizando para desplazar comunidades en beneficio de las multinacionales y para acallar la protesta social en contra de este modelo de acumulación por despojo. Por eso no se equivocan las comunidades del Pacífico cuando dicen en su pliego que la paz, para ser efectiva, sólo puede ser con justicia social; es decir, con transformaciones de fondo en las estructuras opresivas que reproducen una violencia estructural, sorda, constante, letal, sistemática, que si no mata a balas mata de hambre. Pero de que mata, mata. No es que la “justicia social” sea algo sencillamente deseable, pero no imprescindible, en la lucha por la paz; por el contrario, es su condición sine qua non.
Quizás el problema más grande para los sectores populares es el de pensar la paz en clave de cambios sociales profundos, y no como si negociaciones y transformación social fueran dos procesos paralelos, confusión que se generalizó en el contexto de la segunda vuelta presidencial [14]. De la mano de fórmulas equívocas como “estamos con Santos sólo por la paz, pero no con lo demás”, se fue desvinculando la justicia social como un aspecto integral de la apuesta de paz de los de abajo. La paz, en realidad, está íntimamente ligada a “todo lo demás”. La paz, vista como un concepto elástico, demasiado amplio, ignora las concepciones disímiles y hasta antagónicas que existen respecto a ella en el mundo popular y en los círculos de poder. Son esas concepciones opuestas de paz las que deben aflorar, evidenciarse, polarizar si es necesario, en lugar de crear consensos tan artificiales como superficiales en base a fórmulas vagas. El anhelo de paz no nos une con Santos, como algunas figuras de izquierda han dicho. Él anhela una paz con injusticia social, paz para que las multinacionales despojen y se apropien de los recursos a su antojo, sin resistencia. Nada más alejado de la visión de paz que han desarrollado durante décadas diversas expresiones del movimiento social.
Otra cosa es la defensa del espacio de negociación como mecanismo de superación del conflicto armado, pero esto no debe ser visto como sinónimo de apaciguamiento del conflicto social, como lo entiende el liberalismo y los sectores de izquierda que le siguen a la cola: antes bien, la mesa de negociaciones, al plantear visiones disímiles del tipo de sociedad que se quiere construir para superar el enfrentamiento armado, es un espacio más de lucha y confrontación. La paz es un proceso en disputa y el conjunto del pueblo debe abrirse un espacio en él. Un espacio el cual el movimiento popular debe conquistar desde la movilización social, desde la articulación de esas demandas ignoradas por siglos, rechazando enérgicamente que el Estado utilice las armas para seguir acallándolas -hecho que originó, en primera instancia, la resistencia armada, mutación del conflicto social ahogado en sangre. Ni la elección de Santos (ni de nadie) es garantía de paz, ni las reformas estructurales están garantizadas de antemano, sino que dependen de la capacidad de lucha de los sectores populares. Por eso es tan importante insistir en eso de que hay que “meterle pueblo al proceso”. De esto son conscientes los propios insurgentes como lo deja en claro un revelador artículo del comandante de las FARC-EP Carlos Antonio Lozada: “Sabemos que la culminación exitosa del proceso, así como la profundidad y el alcance de las trasformaciones económicas, políticas y sociales que se acuerden, dependen de la capacidad de movilización del pueblo colombiano. Nunca hemos creído que la salida a la encrucijada nacional pueda encontrarse sin contar con el concurso de las más amplias mayorías, única garantía de poner freno a las fuerzas que abogan por la continuidad de la guerra” [15]. Guerra que se hace en función de preservar un determinado modelo económico, social y un determinado tipo de Estado.
Lo hemos dicho una y mil veces: lo que decide es la lucha. Estos paros comienzan a marcar pauta de lo que será la resistencia popular al modelo que defenderá Santos en su nuevo mandato, a su agenda de prioridades, así como al concepto de paz con injusticia social que tratará de imponer. Al calor de estas luchas ojalá que veamos forjarse nuevos liderazgos colectivos y nacer propuestas políticas frescas, como las demandas de democracia directa en el Pacífico. Como siempre, los de abajo, los burlados de siempre, están demostrando que su resistencia es fecunda y creativa.

NOTAS:
[14] http://anarkismo.net/article/27091 Paradójicamente, la actitud adoptada por sectores de la izquierda en la segunda vuelta, que aparecieron haciendo campaña por Santos como si fuera candidato propio, y hasta tomándose foticos sonriendo juntos, facilitó que hoy sea el uribismo quien aparezca ante la opinión pública, de manera totalmente espuria, como la “oposición”. Quizás esperaban algún cargo burocrático y una dosis más o menos generosa de mermelada, pero nada: el gabinete santista no les dio cabida a la hora de repartirse el botín de los cargos público. Esta paradoja política fue reflejada mejor que nadie por una figura del uribismo, Juan Carlos Vélez Uribe, quien dijo hace un par de días en su cuenta de Twitter que “Así no haya representantes de la izquierda en gabinete de Santos esta tendrá que responder por resultados de dicho Gobno porque votó por él” http://www.semana.com/nacion/articulo/el-gabinete-de-santos-que-se-quedo-sin-afrocolombianos/398888-3 Triste pero cierto, y aunque los dirigentes de izquierda no lo quieran ver así, esta asociación quedó grabada en amplios sectores sociales.
 

Apéndice 1
COMUNICADO A LA OPINIÓN PÚBLICA, ENTIDADES GUBERNAMENTALES Y COMUNIDAD INTERNACIONAL
Turbo, julio 15 de 2014
Los productores de plátano de Urabá – Darién – Caribe Colombia, ante la decisión de las comercializadores (UNIBAN, BANACOL, BANUR, CONSERBA) de rebajar en un dólar (US$ 1.0) a partir de la semana 27 del presente año, el precio de compra de la caja de plátano de 25 Kg (primero US$ 0.20 y ahora US$ 0.80) la restricción en los altos cupos para recibir la fruta producida en las fincas, sumado a la devaluación de dólar, el alto costo de fertilizantes e insumos; los transportes, y además, los efectos de la naturaleza (sequia, vendaval, invierno, inundaciones, plagas y enfermedades), y el no pago de BANACOL a sus productores, con 9 semanas atrasadas, suma aproximada a los 2 millones de dólares (US $ 2´0), unos $ 4.000´000.000 millones de pesos, manifestamos a la opinión pública y al gobierno nacional nuestra gran preocupación e inconformidad por la situación que estamos padeciendo los platanicultores, quienes estamos en riesgo de desaparecer en estas condiciones, debido a la descompensación entre costos de producción y el precio de venta, sin que contemos con apoyo alguno por parte de las entidades gubernamentales y de la comunidad internacional que se alimentan con nuestros productos.
Ante esta situación y el silencio de cada una de las instancias tanto públicas como privadas, comprometidas en este mercado alertamos a la comunidad en general sobre este hecho, que afecta, de manera directa, a por lo menos 15.000.000 familias campesinas que derivamos nuestro sustento de este cultivo, e indirectamente de un número considerable de mano de obra, quienes además padecemos de la falta de seguridad social, la carencia de los más elementales servicios públicos como son agua potable y saneamiento básico, vivienda digna, atención integral en salud, educación y asistencia técnica para la producción; vías de acceso y en general la falta de infraestructura de servicios, que nos permitan vivir de manera digna.
Lo que está en juego hoy es la estabilidad económica de 15.000 familias platanicultores de Urabá a quienes se les quiere sacar del bolsillo casi cinco millones de dólares (US$ 5’0), aproximadamente, diez mil millones de pesos ($ 10.000’0), por la rebaja de un dólar por caja, casi 5’0 millones de cajas para la exportación desde Urabá, (4’8 millones de cajas en 2013, según cifras de Augura), la garantía del mercado para nuestros productos, hoy hay restricción en los cupos sobre la producción de las fincas que cada día es más frecuente, aun no estando en cosechas y la afectación, aun mayor, a minino vital del sustento de las familias a quienes BANACOL, adeuda 9 semanas de embarque, somos pequeños productores que derivamos el sustento del producido semanal de nuestro trabajo.
Se está castigando así a los pequeños productores para que asumamos las cargas de la supuesta descompensación del mercado al decir de las comercializadoras, sin la mínima garantía del derecho a defendernos; por estas razones nos declaramos en alerta máxima, en espera de que el Gobierno Nacional, en cabeza del Sr. Presidente de la República, Minagricultura y Mincomercio, nos den una respuesta oportuna y satisfactoria a nuestras peticiones en tal sentido, de lo contrario tendremos que proceder con acciones de hecho y de derecho para lograr de que se nos reconozca la descompensación en los costos de producción, se nos permita sacar nuestros productos directamente por el puerto de Urabá y se nos cancele las deudas atrasadas, por eso solicitamos el apoyo de todos los productores agrícolas de la región, de todas las fuerzas vivas, del sector comercio, transporte y fuerza laboral en general, nos acompañen en esta justa petición de nuestro gremio, tendiente a exigir nuestros derechos como productores Colombianos, dignos de todas las garantías constitucionales y legales que nos debe garantizar el Estado.

COMITÉ CENTRAL PRODUCTORES PLATANEROS DE URABÁ – DARIEN – CARIBE  



Apéndice 2

MANDATO CONTRA LA CORRUPCIÓN EN LA COSTA PACÍFICA


1. Exigimos una asamblea nacional constituyente que garantice la transparencia de las administraciones públicas. Revocamos los mandatos de los actuales gobiernos y su régimen municipal, caracterizados por la corrupción e ilegitimidad; como también las personas que hayan ejercido las alcaldías o cualquier cargo administrativo y se les haya hecho cuestionamientos por corrupción; no podrán volver a aspirar a ningún cargo público. En este orden de ideas imponemos la ejecución de peculado con toda la fuerza de la ley.

2. Todo Esquema de Ordenamiento, Plan básico, Plan de desarrollo o actividad que use recursos públicos tienen que ser creados, aprobados y vigilados por asambleas populares en cada municipio; en conjunto con el concejo municipal o alcalde municipal según sea el caso. La asamblea tiene la función de vigilar, suspender, revisar, revocar y exigir toda información, con el objeto de hacer cumplir con el mandato establecido en la asamblea popular.

3. Prohibimos el ingreso de transnacionales a nuestros territorios, declarando que nuestras comunidades tiene autonomía propia para hacer uso del suelo y del subsuelo del país.

4. Declaramos que la paz tiene que ser con justicia social, donde todos los colombianos y colombianas se nos garantice de forma equitativa y real frente a los derechos fundamentales establecidos en la Constitución Política de Colombia y el Derecho Internacional Humanitario. Apoyamos los diálogos de la Habana y demandaremos del gobierno que se firme un acuerdo de cese bilateral al fuego mientras se logra un acuerdo de paz.

5. El pueblo en su autonomía de elegir a sus mandatarios y funcionarios públicos, evaluará los resultados administrativos de los mismos por medio de asambleas populares, respetando la soberanía declarada constitucionalmente para todos los colombianos y colombianas. Y con libertad tomará todas las medidas del caso cuando no se cumpla a cabalidad con las funciones públicas.

6. Las fuerzas armadas retomarán las funciones para las cuales fueron creadas: “Salvaguardar la soberanía del pueblo colombiano con respeto de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario” y saldrán de los cascos urbanos y rurales cercanos a la población civil. Basta ya de represión estatal y violaciones de derechos humanos, herramientas utilizadas por el estado para respaldar la debilidad e impotencia administrativa de los gobernantes de turno, frente a la libre expresión del descontento de pueblo con las administraciones corruptas.

7. Ordenamos al gobierno nacional que brinde las garantías y recursos necesarios para la difusión, socialización y educación de la ley 70 de 1993 de las comunidades negra a nivel de la región pacífica Colombiana.

8. Ordenamos al gobierno nacional que reglamente la ley 70 de 1993. Es de prioridad para el desarrollo de nuestras comunidades la definición de los mecanismos legislativos que consoliden una eficaz y equitativa normativa que permita la plena autonomía en la toma de decisiones de peso para el desarrollo estratégico integral de nuestra región.

9. En nuestro territorio se respetará el derecho a la consulta previa, libre e informada, plasmado en la ratificación del artículo 169 de la OIT, la ley 70 de 1993 y el Decreto 145 de 1995.

10. Las condiciones de cambio y revolución las generamos nosotros mismos desde estos espacios. Nadie nos otorga la libertad y la igualdad que son nuestras y que establecen nuestra dignidad, soberanía y autonomía, reclamadas y luchadas desde el tiempo del libertador.

Compañeros y compañeras el llamado es hacia la lucha organizada por la transformación de nuestra sociedad.

POR UNA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE PARA ACABAR CON LA CORRUPCIÓN, HOY LEVANTAMOS NUESTRA VOZ EN UNIDAD DE LUCHA POR UN PACÍFICO MEJOR EN CONTRA DE LA CORRUPCIÓN.

Apéndice 3

Razones del paro cívico en Putumayo

Les damos a conocer a todas las comunidades del corredor Puerto Vega – Teteye el por qué nos encontramos en esta manifestación. Le ponemos alma, corazón y vida a la situación actual que vive nuestro corredor. Estamos preocupados por:
1. La ampliación de la licencia ambiental 0551 de 30 de mayo de 2014. Esta licencia presenta muchas inconsistencias, declarando que en este territorio no hay indígenas, afrodescendientes y mucho menos campesinos. Nos vimos en la necesidad de organizarnos y salir a la vía con el propósito de paralizar la empresa petrolera que opera en este territorio, queremos manifestar que no estamos de acuerdo con la ampliación de esta licencia ambiental ya que pretende el despojo del territorio.
2. La erradicación forzada: el gobierno nacional con esta política nefasta pretende acabar con lo poco que produce nuestra tierra con el objetivo de aburrir al campesino. No es un secreto que si el objetivo no resulta de la acción de los erradicadores, entran a operar las fumigaciones de manera indiscriminada para que el campesinado se desplace y abandone el territorio, para con ello poder aplicar la política minero energética (explotación minera de oro, coltán, petróleo, entre otros) y ampliar la explotación en 148 pozos solo en nuestro corredor.
3. La violación a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario: Falsos positivos, judicializaciones, intento de homicidio, señalamientos, empadronamientos, ametrallamientos, bombardeos, amedrentamientos y allanamientos ilegales y ocupación de caseríos, escuelas y casetas comunales por parte de la fuerza pública.
Días antes, cuando las comunidades presentaron el pliego de peticiones que manifiesta su inconformismo, la respuesta del gobierno nacional fue enviar más fuerza pública y ordenó la militarización de las vías y campos para defender el negocio de las petroleras.
No al saqueo de nuestros recursos naturales, los campesinos del corredor Puerto Vega Teteye en pie de lucha por la defensa del territorio
Acompañemos esta movilización: el agua, el oxígeno y la tierra son patrimonio universal.
¡Defendámoslas entre todos, vamos a recuperar nuestras tierras!


Apéndice 4

PUNTOS CENTRALES DEL PLIEGO DE PETICIONES: POR LA DIGNIDAD DE LA GUAJIRA
1.- Creación del Fondo de Desarrollo y Compensación por la Dignidad de la Guajira, mediante el cual, el Estado Colombiano pagará la centenaria e inmensa deuda social que tiene con el pueblo guajiro y en el que, las multinacionales explotadoras del carbón y el gas pagaran los inmensos e irreversibles pasivos ambientales, sociales, económicos y culturales al pueblo guajiro de casi 30 años de explotación minera, lo mismo que, adquirir los seguros de responsabilidad social tendientes a cubrir las eventualidades que se presenten en la explotación de los recursos naturales no renovables.
2.- Planificar el manejo y aprovechamiento de los recursos naturales, para garantizar su desarrollo sostenible, su conservación, restauración o sustitución, previendo y controlando los factores de deterioro ambiental, imponiendo las sanciones legales y exigiendo la reparación de los daños causados.
3.- Plan de choque para la reactivación, el impulso y la promoción de proyectos productivos para los sectores agropecuario, industrial, acuícola, y de turismo, con el fin de generar empleos productivos y estables y garantizar la soberanía alimentaria departamental.
4.- Mejorar la calidad de vida de las comunidades guajiras, de tal manera, que la riqueza generada por la explotación de los recursos económicos se comparta y todos los agentes sociales tengan beneficios en empleos dignos, servicios públicos de calidad, alimentación, salud, educación y vivienda.
5.- El Estado Colombiano debe garantizar el goce pleno de la democracia a los guajiros, al igual que la promoción y uso de derechos y libertades públicas.

8 de Agosto de 2014

(*) José Antonio Gutiérrez D. es militante libertario residente en Irlanda, donde participa en los movimientos de solidaridad con América Latina y Colombia, colaborador de la revista CEPA (Colombia) y El Ciudadano (Chile), así como del sitio web internacional www.anarkismo.net.  Autor de "Problemas e Possibilidades do Anarquismo" (en portugués, Faisca ed., 2011) y coordinador del libro "Orígenes Libertarios del Primero de Mayo en América Latina" (Quimantú ed. 2010). 


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
 

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