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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

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Falsa democracia

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[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

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La crítica de la crítica y la transformación del mundo

Por Gabriel Ángel. 
Preferimos atender el clamor de un pueblo por la paz. Es él quien la reclama, alistándose para una batalla política de grandes proporciones e invitándonos a ponernos al frente de ella.

image-23893-26536_full.jpgRepasando la historia de las lucha de los dominicanos en los años sesenta, vuelvo a estremecerme con el histórico episodio de abril de 1965 y la actitud asumida por el Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, cuando ante la conminación del embajador norteamericano a la rendición, y la subsiguiente renuncia del gobierno constitucionalista del doctor Molina Ureña, se paró frente al gringo y le expresó, Permítame decirle que continuaremos la lucha, suceda lo que suceda.
Entonces el Presidente Johnson ordenó el desembarco de 42.000 marines en Santo Domingo con el propósito expreso, según él, de impedir que un gobierno comunista semejante al cubano se instalara en la República Dominicana. Resultó gloriosa la resistencia de los dominicanos con Caamaño al frente, quien declaraba firme, Estamos decididos a luchar hasta el último hombre. También diría, No daremos un paso atrás, pese a la fuerza militar que nos amenaza.
Ofensivas de los constitucionalistas, como la del 19 de mayo, terminaron en un fiasco y costaron la vida a valiosísimos cuadros de la lucha patriótica y democrática. Intentos salvajes de los norteamericanos por hacerse al control de la zona constitucionalista de la ciudad, terminaron con la muerte y las heridas de numerosa población civil. El Coronel Caamaño expresaba dolido ante el genocidio, Defenderemos nuestros derechos y lucharemos hasta el fin, si es necesario.
caamano_6.jpgFinalmente no fue necesario. La situación se definió a fines de agosto con un acta institucional, por cuenta de una misión mediadora de la OEA, que había dado su respaldo previo a la invasión norteamericana e incluso autorizado una misión militar integrada por personal de varios países. Se reconoció un gobierno provisional que convocó a elecciones al año siguiente, el Coronel Caamaño renunció a la Presidencia y unos meses después partió como agregado militar a Londres.
El 16 de febrero de 1973 murió fusilado por tropas oficiales en las montañas de la Cordillera Central, cuando libraba la lucha guerrillera por la verdadera democracia en su país. En rebeldía contra el golpe militar que derrocó a Juan Bosch en 1962, el Movimiento 14 de junio se alzó en las montañas dominicanas en noviembre de 1963. Menos de un mes después, su líder Manolo Tavarez Justo y 32 dirigentes y militantes más perecieron por manos enemigas.
La rebelión armada fue sin duda más que justa en todos los casos mencionados. No se puede negar que ella constituye un sagrado derecho de los pueblos. Lo cual no significa que sea un asunto fácil, que pueda decidirse al calor de emociones encendidas. Manolo Tavarez Justo advertía de su posible alzamiento en las escarpadas montañas de Quisqueya, A ellas iremos, y en ellas mantendremos encendida la antorcha de la libertad, de la justicia, el espíritu de la revolución. 
Pero pese al vigor de su discurso acalorado, murió con los suyos demasiado pronto. Son bastantes los ejemplos en solo Nuestra América, incluido desde luego el más simbólico y doloroso, el del gran Ernesto Che Guevara en Bolivia, que enseñan que eso del alzamiento en armas para derrocar a un gobierno requiere, si se anhela de veras terminar victorioso, de mucho más que el deseo de vencer o perecer en la lucha. Hay que estar acorde con las realidades. 
Sea como sea, el recuerdo de los emotivos sucesos reseñados apunta a la reflexión sobre ciertos aspectos. El Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, después de haberse puesto a la cabeza de la insurrección que abogaba por el regreso del Presidente legítimo Juan Bosch y la Constitución defenestrada, y luego de asumir la resistencia contra la invasión norteamericana, terminó por llegar a un acuerdo con la comisión mediadora de la OEA que estaba del lado de los invasores. 
Salta a la vista que con dicho acuerdo no se consiguió la salida inmediata de los invasores norteamericanos.  Y que tampoco constituyó propiamente una victoria de los constitucionalistas, que incluso perdieron las elecciones del año siguiente. Su invalorable mérito estriba en haber impedido la consumación por los marines del atroz genocidio del pueblo dominicano, que apoyaba dignamente la causa constitucionalista. Por sí solo, eso enaltece la grandeza de Caamaño.
Por otra parte, la posterior inmolación del propio Coronel en las montañas, en un alzamiento guerrillero fallido, así como el doloroso final de los combatientes del movimiento 14 de Junio a fines de 1963, también debe llamar la atención acerca de la pertinencia de insistir en una forma de lucha concreta, cuando las condiciones objetivas no son las más propicias al éxito. La rebeldía armada no constituye por sí sola la fórmula mágica de una revolución triunfante.
Eso podemos asegurarlo desde las FARC sin ninguna vacilación. Claro que la apelación a la lucha armada resulta correcta cuando los pueblos no tienen otra alternativa frente a los atropellos de un poder abusivo e injusto. Pero si resulta posible, incluso gracias a ella, abrir caminos distintos para la lucha popular, mucho menos dolorosos, bien vale la pena considerar su oportunidad. Sobre todo cuando la guerra se ha prolongado por décadas y décadas sin el resultado esperado.
Fue lo que expresó con toda sinceridad nuestro comandante Timoleón Jiménez en sudiscurso del pasado 23 de junio en La Habana. El Estado colombiano, pese a todo el apoyo internacional, resultó incapaz de vencernos tras cincuenta y dos años. Pero a su vez las FARC tampoco pudimos derrotarlo y hacernos al poder. Nada en la realidad objetiva indica que esa ecuación pueda cambiar en muchos años. ¿Es entonces un pecado mortal construir una alternativa distinta?
Las FARC no estamos combatiendo en la geografía rusa de 1917, ni en la alemana de 1918, ni en la China de 1949, ni en la vietnamita de 1954 o 1975. Ni nos hallamos inmiscuidos en los eternos debates teóricos en torno a las contradicciones al interior de cualquiera de las internacionales comunistas del siglo XX. Estamos en la Colombia de hoy. Y recordamos de Marx aquello de que la cuestión revolucionaria no consiste en la crítica de la crítica, sino en la transformación del mundo.
Hay quienes desde altísimas galerías nos incitan a persistir en la guerra, en consonancia desafortunada con los peores enemigos del pueblo de Colombia, de su democratización y su lucha de masas por un futuro mejor. Algunos a nombre del más puro marxismo, el que nos invitan a estudiar con profundidad para corregir nuestros errores. Desconocemos cuántas revoluciones victoriosas han dirigido o en cuántas guerras revolucionarias han combatido.
Preferimos atender el clamor de todo un pueblo por la paz. Es él quien la reclama, alistándose para una batalla política de grandes proporciones e invitándonos a ponernos al frente de ella. Me decía en estos días un curtido comandante guerrillero, vale preguntarle a nuestros críticos cuándo se vienen para las montañas, y si pueden traer con ellos su fusil y un puñado de combatientes armados y dispuestos, o con cuántos misiles antiaéreos pueden colaborarnos. 
Quizás entonces apelarían a todo tipo de disquisiciones filosóficas, económicas, sociales, culturales y antropológicas a fin de probarnos que ese no es su papel. Recuerdo ahora a aquel político de la antigüedad que desbarató una insurrección de los desposeídos, comparando la sociedad con el cuerpo. La cabeza estaba hecha para dirigirlo todo, mientras los brazos y piernas debían trabajar. No, señores, las luchas pertenecen a los pueblos, ningún sabio puede dirigirlas a distancia. 
La Habana, 20 de julio de 2016.

URL corto: is.gd/aA8Qc3

¿Por qué tanto empeño en constitucionalizar el estado de emergencia?

Acabar el anti-comunismo

Allende La Paz, Cambio Total.

Son tantas las tareas que tiene la sociedad colombiana ante la inminencia de la firma del Acuerdo General que nos toca ir tomando una por una para no “engolosinarnos”. Una de ellas es desterrar del imaginario del Bloque Dominante en el Poder el “chip” que los gobiernos de Estados Unidos les han implantado en el cerebro. Ese ”chip” que hay que borrar-delete es el Anti-comunismo.

Los anti-comunistas criollos son herederos de aquellos que durante la guerra de Independencia (hace ya 206 años) se declaraban seguidores del rey español, “realistas”, pero querían su gobierno propio. Así es hoy. Se sienten cómodos conque los gobiernos de Estados Unidos mantengan la injerencia en los asuntos internos colombianos y les “ayuden” a solucionar problemas internos (Guerra) y se roben nuestros recursos naturales, pero que los dejen repartirse la “marrana” estatal. O sea, que les toque una partecita, así sean migajas, y se puedan “gobernar” ellos solos.

En anteriores ocasiones hemos abordado en un Especial las Doctrinas que dan pié para adelantar el más aberrante anticomunismo, así quienes lo practican nunca han leído la teoría comunista. Sólo han escuchado de tercera y cuarta mano lo que es el comunismo, con toda la deformación que va de un emisor malintencionado a un receptor desinformado. Les recomiendo accesar al Especial http://cambiototal-terrorismodeestado.blogspot.se/ para que se den un empapada sobre el tema. También recomiendo el artículo de Gustavo Gallón El informe de Renán Vega Cantor para la CHCV” en El Espectador del 20 de julio de 2016 y a éste autor en artículo publicado en un portal alternativo que evidencia los manejos non santos que se han dado en la CHCV.

Desde luego que ese anticomunismo “criollo” ha sido inyectado por los gobiernos de los Estados Unidos como muchos analistas lo han señalado, y ha tomado diversas formas propagandísticas y concretas. El Terrorismo de Estado de la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN) y sus desarrollos en la DDCBI y Documentos Santa Fé son una muestra.

Ese anticomunismo del Terrorismo de Estado está ”vivito y coleando” y se sigue practicando en Colombia como se evidencia en las cifras de violaciones de derechos humanos de los colombianos pobres. Más de 534 activistas populares han sido asesinados entre 2011 y 2015, además de las otras modalidades criminales de ese Terrorismo de Estado cuya responsabilidad estatal va desde 83% en masacres (casi 4 mil masacres en nuestro acumulado), 83,2% en ejecuciones extrajudiciales (más de 110.000 víctimas), 97,7% en desapariciones forzadas (más de 25.000 víctimas), y más de 7,5 millones de desplazados forzados y el robo de más de 7,5 millones de hectáreas por parte de los ”empresarios del campo”, multinacionales, ganaderos, terratenientes, y testaferros.


Si el gobierno de JM Santos persiste en ésta práctica anticomunista del Terrorismo de Estado y no da pasos concretos en su finalización el actual proceso de paz desembocará al final en un estruendoso fracaso.

El informe de Renán Vega Cantor para la CHCV

Reproducimos éste artículo para avivar el Debate sobre las Causas que dieron -y dan- origen al Conflicto Interno Colombiano. Cambio Total:
Según Renán Vega Cantor, en su informe para la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas (CHCV), Estados Unidos ha tenido en el conflicto armado colombiano una injerencia “constante y directa desde finales de la década de 1940”, tanto en la ayuda militar al Estado, como en las políticas de contrainsurgencia.
Por: Gustavo Gallón, El Espectador.

Por ello, considera a los gobiernos de ese país como “responsables directos en la perpetuación del conflicto armado en Colombia” y en el bloqueo “a las vías no militares de solución a sus causas estructurales”.
Quizás es una conclusión demasiado general, que pasa por alto matices de diferenciación en el comportamiento de actores dominantes en una y otra nación. Así, por ejemplo, Estados Unidos no solamente ha suministrado asesoría militar a Colombia, sino que su Congreso la ha condicionado al cumplimiento de obligaciones en derechos humanos. De otra parte, no parece justo culpar a la administración Obama de bloquear la solución negociada del conflicto.
Pese a ello, el estudio contiene dos observaciones valiosas. En primer lugar, advierte acertadamente que en Colombia ha existido una “contrainsurgencia nativa” desde comienzos del siglo XX, “con el fin de reprimir las protestas sociales y destruir los emergentes movimientos políticos de izquierda, que en principio no tuvo ningún influjo extranjero ni sistematización doctrinaria”. Como producto del miedo al pueblo y a la democracia, la dirigencia colombiana habría convertido en enemigo “a un conjunto variopinto de sectores sociales, entre los que se incluye a sindicatos, asociaciones campesinas y, en general, a aquellos que demanden reivindicaciones para mejorar sus condiciones de vida”. A ese enemigo lo llamó comunismo, aun antes de “la emergencia de cualquier movimiento que se denominara comunista y en idéntica forma la contrainsurgencia surge antes de que existan los movimientos guerrilleros”. En esa clasificación estigmatizante cayeron desde las huelgas de la Costa de 1918 hasta las autodefensas campesinas de Marquetalia en 1964, pasando por el partido comunista proscrito en 1954, el movimiento de las Bananeras y su masacre en 1928 o el gaitanismo y el asesinato de su líder en 1948.
En segundo lugar, también con acierto, el informe pone en evidencia las convergencias entre esa contrainsurgencia nativa y el anticomunismo desarrollado por Estados Unidos en la Guerra Fría. Como producto de esa convergencia sobresaldrían la participación de Colombia en la Guerra de Corea, el reforzamiento de la asesoría militar estadounidense luego de la revolución cubana y la asimilación de prácticas irregulares, surgidas de la doctrina de la contrainsurgencia, como la tortura y el paramilitarismo (aunque ya se conocían). Antes de ello, incluso, el Gobierno colombiano autorizó al Ejército y la Marina de los Estados Unidos “para operar en o sobre territorio colombiano y en o sobre aguas territoriales colombianas sin previo permiso especial”, según un “acuerdo de caballeros” celebrado en junio de 1942.
Urge superar a fondo tanto la contrainsurgencia nativa como su convergencia con el anticomunismo de posguerra, violador de derechos humanos, si se quiere lograr una paz sólida en nuestro país. Gracias, profesor Vega Cantor.
*Director de la Comisión Colombiana de Juristas (www.coljuristas.org).
 

Dossier Álvaro Uribe Vélez

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