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Colombia: Falsa Democracia

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Falsa democracia

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[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

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Las Farc y la cuestión étnica

El escritor Alfredo Molano Bravo entrevistó al jefe guerrillero "Pastor Alape", integrante del Secretariado de las Farc, para conocer los puntos de vista de su organización respecto a las comunidades negras e indígenas.
Por: Alfredo Molano Bravo - El Espectador.

Las zonas veredales de concentración y normalización han creado una interesante polémica —no exenta de conflictos peligrosos— entre comunidades étnicas negras e indígenas con las Farc, alrededor de la presencia civil de este movimiento, que está cerca de la firma de un tratado de paz y dejación de armas con el gobierno colombiano. Es de suma importancia conocer cuál es la posición de un miembro del Secretariado, el comandante Pastor Alape, con relación al tema, que ha sido manoseado y tergiversado por la oposición al acuerdo.
¿Cómo van a resolver el problema de los territorios de paz donde viven desde hace 300 años comunidades negras ancestrales?
El asunto comienza a despejarse al mirar la historia del movimiento guerrillero en regiones como el Naya, el Atrato o el San Juan. El Quinto Frente se funda en 1972, antes de la Séptima Conferencia en 1978, y extiende su presencia desde el norte de Urabá hasta el sur de Córdoba y el norte de Antioquia. Eran zonas de colonización chilapa que estaban siendo arruinadas por la compra o despojo de las mejoras de colonos para fundar grandes ganaderías, que se transformaron en empresas bananeras. Es un proceso que se va extendiendo hacia el sur: Tierralta, Valencia, Juan José, alto San Jorge, a donde llega el Epl, y a Valdivia, Ituango, donde tiene fuerza el Eln. Del Quinto Frente de las Farc nace el 18, que operará en Córdoba y el norte de Antioquia. El Quinto se fortalece en el Eje Bananero y llega a Riosucio, Mutatá, Jiguamiandó, Curvaradó, y por ahí sale a Salaquí y Cacarica. Toda esta acción es anterior a la Ley 70 del 93. Llegué a Urabá en el 86, en desarrollo de la política de desdoblamiento de frentes. Se estaba creando el 34, que controló la zona costera: Unguía, Santa María, Zapzurro o Tutumate, hasta la Serranía del Darién, zona de colonización paisa. Al Atrato medio llegamos por Dabeiba, Urrao, Frontino, o sea, por el río Murry. Ya existían resguardos indígenas en Dabeiba y Riosucio. También estaba Maderas del Darién, que usaba hacheros nativos, tractores y barcos para sacar maderas finas hacia Cartagena. El Frente 34 fue formado casi por afros. Las comunidades ancestrales se organizaban por ríos y familias extensas. El Partido Comunista tenía un trabajo pequeño en Ungía. Aun así, comienza la matazón de gente de la UP y también de colonos que no tenían nada que ver con el movimiento.
¿Cómo se formaron los sindicatos del Eje Bananero?
Hubo sindicalistas que venían de luchar en la zona bananera de Santa Marta, pero también llegaron braceros del río Magdalena, obreros de Barranca, campesinos de Puerto Berrío. En Urabá se estableció la Federación de Trabajadores de Antioquia (Fedeta), filial de la CSTC. Llegaron dirigentes campesinos que tenían experiencias de lucha desde las épocas de Viotá, del sur del Tolima, del Sumapaz, del Quindío —hasta parientes lejanos de Timochenko—, y muchos eran desplazados que en Urabá se volvieron colonos. Tenían visión de Partido. Así que hubo una convergencia de sindicalistas y campesinos desplazados que fueron creando corriente sindical hasta la formación legal de sindicatos de obreros bananeros y de campesinos bananeros.
Y después del Quinto Frente, ¿cómo se desarrollan las cosas?
Como queda claro, el Frente 34 se mueve por el noroccidente y el suroeste de Antioquia: occidente de Chigorodó, occidente de Mutatá, occidente de Dabeiba, Santa Fe de Antioquia, Urrao, Frontino, Murindó y Vigía del Fuerte. Se fundó el 18 con mando sobre Tarazá, Ituango, Tierralta, y sur de Córdoba, Puerto Libertadora, Monte Líbano. El 34 tenía tres columnas: unas de negros, otras de paisas y otras de negros y paisas. La mayoría de los mandos eran paisas venidos de Urabá, y chilapos. Había un comandante negro. En el año 90 se funda el Frente 57, que sale del Frente 34 y que actúa al occidente de río Atrato y cabeceras del río Baudó. Más tarde, hacia el río San Juan se desprende el 30, que viene del Frente 6. O sea, del Cauca. Más al sur, sobre el occidente, actúan ya el 19 y el 8, que llegan a Buenaventura, el Naya. En esas épocas la base de nuestro trabajo eran las Juntas de Acción Comunal. La gran pelea fue contra Maderas del Darién y contra las compañías comercializadoras de banano. Pero también los campesinos resistían el avance del latifundio ganadero. De otro lado, contra el Gobierno y el latifundio peleaban los resguardos indígenas. Apoyamos la constitución de los resguardos de Dabeiba, de Vigía del Fuerte, Murindó y Urrao. Trabajé en esa misión en el año 86, después de un acuerdo con el CRIC y la ONIC. Llegué a Urabá a “socializar” esos acuerdos. Los resguardos, para nosotros, han sido lo más cercano a la visión que tenemos sobre el uso de la tierra. La tierra es un medio de producción colectivo, y en los resguardos encontramos una figura de lo que podría ser el comunismo, el socialismo.
Usted sabe que existe cierto temor de que las Farc, al desmovilizarse, ejerzan de hecho una autoridad contraria a la indígena. ¿Qué opina?
Esa imagen está montada por estructuras que tienen otra visión del proceso que estamos viviendo. Lo primero es que no vamos a llegar armados. Más aún: no vamos a llegar porque estamos ahí. Pero cuando dejemos las armas no nos vamos a excluir del proyecto político regional. Las comunidades le van a apostar también a no excluirse de los beneficios económicos, culturales y políticos de la paz. Afirmar que las Farc vamos a llegar a ejercer el poder armadas no es correcto, ni coherente con nuestra trayectoria. Las Farc hemos estado desde 1978 en el Pacífico. No vamos a imponer ideas sino a construir la paz con las comunidades. Todo proyecto de vida lo vamos a hacer de común acuerdo. En esas comunidades, los insurgentes tenemos padres, abuelos, hijos, hermanos. Los guerrilleros seremos excombatientes, y en eso no nos distinguiremos del resto de la comunidad, porque somos parte de ella.
¿Por qué ellos no pueden trabajar en programas de vida como trabajan hoy muchachos y muchachas que pertenecen a ONG o a órdenes religiosas?
Toda esa campaña de que vamos a llegar a imponer el poder y la violencia está olvidando la relación histórica de las Farc con las comunidades agrarias. Con ellas, la insurgencia ha entretejido aspiraciones, sueños, formas de organización que no se van a abandonar sino que seguirán desarrollándose en las nuevas condiciones creadas por la dejación de armas y el paso de la guerrilla a la vida civil.
¿Y cuál fue el origen de las diferencias que existen con el movimiento indígena?
El desacuerdo se creó porque las Farc ejecutaron a unos indígenas que eran informantes del Ejército en Murindó. Para resolver el problema, se hizo una reunión en Uribe con representantes de la ONIC y del CRIC y se llegó a un acuerdo, que se socializó. A mí me enviaron a hacerlo en el Atrato medio en el año 86. Hablamos con las comunidades y con la gente para decirles que las Farc ratificaban el respeto de las organizaciones indígenas a su territorio y a sus normas, pero que, en contraprestación, las comunidades indígenas se comprometían a no asumir posición contrainsurgente.
Los territorios negros han sido demarcados a la sombra de la Ley 70 de 1993, pero en algunas zonas se teme que las Farc desconozcan esas conquistas. ¿Cuál es su opinión?
Las Farc no van a llegar a los territorios negros por que ya están allí, como movimiento guerrillero y político, desde antes de la Ley 70. No vamos a llegar, ahora de civil, a imponer nada, sino a construir conjuntamente, y ese propósito se basa en que gran parte de las unidades guerrilleras son negras, tienen familia negra, tienen río, pertenecen a un consejo comunitario.
¿Será que ellos, por haber estado luchando, no tienen derecho, ahora que viene la paz, a trabajar por ella con sus hermanos de sangre e historia?
La única diferencia cuando se establezcan las zonas campamentarias y veredales será que todos sabrán dónde estamos. Estarán mirando lo que hacemos. En primer lugar, la Misión de Observación y Verificación de las Naciones Unidas. Trabajaremos con los Consejos Comunitarios, las Juntas de Acción Comunal, las zonas de reserva campesina o las empresas privadas.
Y cuando las zonas campamentarias se acaben, ¿cómo ven ese futuro?
Seremos para entonces una fuerza política reconocida legalmente y defendida por la Constitución. Trabajaremos en defensa de la democracia y la convivencia pacífica. En ningún momento hemos planteado llegar a ser una fuerza hegemónica. La política es el arte de combinar fuerzas para sacar adelante ideas. Tenemos que ponernos de acuerdo en cómo erradicar el hambre y la mortalidad infantil. Ese objetivo les interesa a las comunidades, a la Iglesia, a los partidos políticos, a las guerrillas todas, incluyendo, claro está, el Eln, a las ONG, a los ciudadanos.
¿Por qué no trabajar juntos?
No será aceptable que, con el pretexto de combatir minería ilegal, un gobierno llegue a desconocer una actividad ancestral basada por normas de carácter consuetudinario, para entregar esos territorios a las empresas transnacionales. Los títulos mineros que den los gobiernos deben respetar la actividad ancestral. Ese es un derecho territorial de las comunidades negras o mestizas. La explotación del oro en Antioquia no fue exclusiva de los negros. Desde principios del siglo XIX también fue llevada a cabo por comunidades libres y pobres de mazamorreros. La minería debe proteger el medioambiente.
Hay una figura polémica creada por la Ley 169 de 1994, las zonas de reserva campesina. Los empresarios se han opuesto a ellas, los gobiernos de Uribe la persiguieron, pero ahora no son de buen recibo por algunas comunidades negras, siendo una iniciativa de naturaleza y origen campesino. ¿Cuál es la posición de la Farc sobre este asunto?
Ese es otro cuento para deslegitimar nuestras banderas. En el Chocó no hay solicitud de creación de zonas de reserva campesina, a pesar de que existen regiones mestizas o campesinos que han sido expulsados por terratenientes de Córdoba, Sucre o Magdalena Medio. Pero entiendo que hay interés de hacerlo en el alto San Juan, en el alto Sinú, en Peque y en Apartadó. En la mesa de La Habana se están discutiendo casos como el de Cauca, donde hay zonas en las que se traslapan colonizaciones campesinas antiguas y comunidades indígenas. Hay resguardos que quieren expandirse por razones demográficas. Los indígenas del Cauca han peleado sus tierras contra terratenientes, han sido perseguidos y golpeados por gobiernos, han sido asesinados por el paramilitarismo, y en esas luchas, los campesinos los han apoyado. Pero ahora, algunos sectores radicales quieren desconocer derechos adquiridos por campesinos que llevan trabajando tierras de colonización desde hace muchos años. Es un asunto que las comunidades campesinas e indígenas deben resolver. Ahí las Farc no tenemos nada que hacer.

Si usted marchó y es mujer: ¡Tiene huevo!

pardo efecto 2
Endiablo viejo.

Canadá, 1917. Estados Unidos, 1920. Uruguay, 1927. Ecuador, 1929. Puerto Rico, 1929. Brasil, 1932. Chile, 1934. Cuba, 1934. Bolivia, 1938. El Salvador, 1939. Panamá, 1941. República Dominicana, 1942. Jamaica, 1944. Guatemala, 1946. Trinidad y Tobago, 1946. Venezuela, 1946. Argentina, 1947. México, 1947. Surinam, 1948. Costa Rica, 1949. Barbados, 1950. Haití, 1950. Guyana, 1953. Honduras, 1955. Nicaragua, 1955. Perú, 1955.
¿Y Colombia? 1957, de los últimos países de América en dar ese paso.
A principios del siglo XX, muchos años después de La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (Francia, 1789), seguían existiendo, por su género o por su raza, millones de seres humanos sin derechos políticos ni civiles en todo el mundo.
En cuanto al género, la discriminación era total, brutal, aplastante. Hoy lo vemos como una viejera que no nos toca, pura cantaleta de feministas intensas, pero eso fue hace nada, fue ayer. A los bebés nacidos con órganos reproductores femeninos los consideraban unas cosas con dueño que debían usar la preposición “de” seguida del apellido del marido una vez se casaban. Todas eran inferiores. Las casadas, las solteras, las negras, las blancas, las mestizas, las hijas de pobres, las hijas de ricos. Pasaban de la potestad del padre a la potestad del esposo. No podían trabajar, ni salir de casa sin permiso, ni estudiar, ni opinar, ni tener dinero en cuentas bancarias, ni planificar, ni viajar solas, ni tomar decisiones propias, ni elegir a sus gobernantes, ni ocupar cargos. Relegadas a los oficios domésticos, a las cocinas, las mujeres eran, en el mejor de los casos, unos floreros decorativos con incubadora incorporada, diseñadas por Dios para procrear, parir, alimentar a su prole y atender al hombre de la casa. La sumisión femenina era necesaria para mantener a la familia en pie, así lo predicaban los curas en sus iglesias. “Porque no olviden: La mujer edifica su hogar”. Así lo decreta La Biblia, es palabra sagrada. Cualquier otra cosa que se saliera de esa estructura tradicional de hombre proveedor y sometedor y mujer felizmente subyugada iba en contra del orden natural de las cosas, de lo moralmente aceptable, de lo correcto, de lo bueno, del designio divino.
La esclavitud ya había sido abolida y los hombres negros tenían, aunque no se les respetaban del todo, derechos iguales a los de los hombres blancos. El racismo, no hay cómo negarlo, ha sido uno de los peores cánceres padecidos en América. Pero lo peor no era nacer negro en esa época, lo peor en realidad era nacer negra. Porque ser mujer en el siglo XX era una desventaja y ser un hombre un claro privilegio. Mujer y negra, ¡vaya! La cosa entonces era cuesta arriba en todo sentido. Por eso recordamos año tras año a Rosa Parks, esa barraca mujer negra que en 1955 se negó a cederle su puesto a un hombre blanco en un autobús en Montgomery, Estados Unidos. Fue juzgada y encarcelada por ese acto de pura y física rebeldía. Pero valió la pena su arrojo. Gracias a ella, más de un año después, se abolió la ley local que decretaba la segregación de blancos y negros en el transporte público. Ahí se sembró la semilla que llevó a Obama, un afroamericano hijo de una pareja interracial (parejas prohibidas hasta hace nada), a la Casa Blanca. Fue gracias a Rosa, a la valentía de esa mujer cansada de la discriminación a la que ella y los suyos eran sometidos a diario, que hoy el mundo es un poco más justo con esa raza, más igualitario.
Así que no nos debe sorprender que al cargo más importante del mundo haya llegado primero un hombre negro y no una mujer negra o una mujer blanca, aunque las mujeres llevemos ya décadas preparándonos igual que los varones. En todo caso, los negros y las mujeres, históricamente hemos ido ahí, parejos, tratando de romper el cristal para llegar a lo que podemos ver a través de él, pero que no logramos alcanzar a pesar de los esfuerzos. La lucha sigue porque la violencia de género continúa cobrando víctimas, porque el racismo perdura, porque la igualdad no se ha logrado del todo, pero los avances son indiscutibles.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos -ya no de los hombres ciudadanos sino de todos los humanos, hombres y mujeres de cualquier raza, credo, ideología- se dio en Francia apenas en 1948. La ONU es su gestora y el organismo al que le tocó exigirle a los países que no querían salir de su zona de confort que se adaptaran al Nuevo Orden Mundial. En la lista de países americanos del inicio de este texto lo que se aprecia son los años en los cuales esas naciones permitieron que sus mujeres votaran. Algunos lo hicieron antes de que la ONU existiera, los que van a la vanguardia; otros, por el contrario, modificaron sus Constituciones para cumplir con la orden de Las Naciones Unidas, por obligación.
¿Qué pasó en Colombia?
Pues en Colombia, a pesar de que las mujeres desde 1945 ya eran consideradas ciudadanas, el sufragio femenino seguía absolutamente prohibido porque ningún partido quería darse la pela y enemistarse con la Iglesia Católica. Hasta que en 1954, por fin, y en el colmo de la paradoja, un militar no elegido democráticamente, es decir, un dictador, elevó a derecho constitucional el que las mujeres pudieran elegir y ser elegidas (la Constitución cambió ese año, pero las mujeres votaron por primera vez tres años después). En las calles hubo marchas multitudinarias para impedir que se violara el derecho de la sociedad colombiana a mantener los valores familiares intocables, la estructura de papá en la calle que decide todo, y mamá en la casa que obedece. Desde los púlpitos, los curas católicos presagiaban el fin de la familia si se le daban a la mujer derechos civiles y políticos. Hicieron todo lo que estuvo en sus manos para impedir que las mujeres ejerciéramos nuestro derechos como ciudadanas. Eso fue apenas 17 años antes de que yo naciera. Ayer.
¿A qué se les parece? El país hoy debe acatar otro fallo histórico, esta vez no de la ONU, sino de la Corte Constitucional. Fallo según el cual en ningún colegio del país, sea público o privado, católico o adventista o laico o de la religión que sea, de ricos o de pobres, puede volver a presentarse casos de matoneo que lleven al suicidio de menores homosexuales o lesbianas. Para ello, la sentencia obliga al país a modificar la manera como se está educando a nuestros niños en los colegios en cuanto a género se refiere (incluir en los manuales de convivencia reglas claras para que los colegios sean ambientes seguros libres de discriminación), porque es obvio que un menor al que no se le enseña desde pequeño respeto por la diversidad y por los derechos de las minorías, no sabrá cómo lidiar adecuadamente con los niños LGBTI de su entorno escolar y es posible que incurra en prácticas discriminatorias que desencadenen en casos de bullying. Resultado: así como en los cincuenta salieron a marchar en contra de los derechos de las mujeres, esta semana salieron a marchar en contra de esos niños (entre el 5% y el 10% de la población escolar) esgrimiendo en la mano el mismo libreto trillado, escudándose detrás de la religión, de la fe, de la moral, de Dios, de las buenas costumbres, de los valores familiares, exhibiendo las mismas pancartas. Así de ciego es el miedo. Y así de olvidadizo. Y así de desvergonzado.

Entonces, mujeres marchantes por los valores indestructibles de la familia consignados en Las Sagradas Escrituras, ¿saben lo que hicieron el miércoles? Darse unas puñetazos en la cara ustedes mismas. ¿No lo ven? El 10 de agosto los nuevos chivos expiatorios fueron los menores miembros de la comunidad LGBTI en edad escolar. Son ellos ahora a quienes se les obliga a vivir en la sombra, los inferiores, los abominables, los peligrosos, los sucios, los que van en contra de Dios, de la naturaleza, del orden original de la familia. Hoy el odio recae sobre sus cabezas, los radicalismos, el bullying, la discriminación. Ayer éramos nosotras las apartadas, las señaladas, las segregadas, las peligrosas, las que si no seguíamos enclosetadas acabaríamos con la familia y sus valores y sus principios. Hoy, mientras los niños LGBTI ocupan nuestros lugares de ese pasado no muy lejano, algunas de nosotras, tristemente, se pasaron a la orilla de los matoneadores y persisten en la idea de criar de esa manera a sus hijos. Como Dios manda.

La Historia, o se conoce, o se repite.
 

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