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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

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[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

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Se acerca el fin de la guerra. Ya viene la Paz

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo.
Se acerca el fin del fin. No fue a través de los balazos. Fue a través del diálogo que se logra encontrar una salida política a la guerra que ha padecido el pueblo por más de 60 años.

FARC-EP: Anuncio de terminación de conversaciones y Cierre del Acuerdo


El gobierno de Colombia y las FARC listos para anunciar este miércoles la conclusión de las negociaciones de paz

Image copyrightDespués de casi cuatro años de negociación, esta foto de los equipos negociadores anticipó el inminente anuncio de conclusión de los acuerdos entre el gobierno de Colombia y las FARC.

El gobierno de Colombia aseguró este martes que las negociaciones en Cuba con la guerrilla de las FARC están a punto de llegar a su fin.
Las autoridades colombianas adelantaron que esperan poder hacer un anuncio desde La Habana este mismo miércoles.
"Se acerca el día... Vamos camino a La Paz", anunció el martes a través de su cuenta de Twitter la Oficina del Alto Comisionado de Paz, que también compartió una fotografía en la que se puede apreciar a los negociadores de ambas partes sonrientes y de pie.
Y las FARC publicaron también en la misma red un mensaje que dice: "¡El día se acerca! #VamosPorLaPaz", que fue repetido luego por su máximo líder, Rodrigo Londoño Echeverri, alias Timochenko.
"Estamos a las puertas de importantes anuncios que nos acercan al acuerdo final #VamosPorLaPaz", escribió el líder guerrillero.
Grupos negociadores del gobierno colombiano y las FARC en La Habana, CubaImage copyrightREUTERS
Image captionLas negociaciones de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC se celebran en La Habana, Cuba, desde hace casi cuatro años.
Posteriormente, sin embargo, uno de los negociadores de las FARC decidió mostrarse un poco más cauteloso.
"Responsablemente debo insistir en que el acuerdo final no se ha cerrado", escribió en la red social Twitter Seusis Pausivas Hernández, mejor conocido como Jesús Santrich,
"Mucho ojo que estar cerca no es haber llegado", agregó el negociador guerrillero.
Pero el corresponsal de BBC Mundo en Colombia, Natalio Cosoy, recibió confirmación de que ya se alcanzaronacuerdos en todos los puntos sustanciales en la agenda del diálogo.

Lo que falta

Según Cosoy, antes de que se haga un anuncio formal en La Habana faltan unos elementos técnicos que deberían resolverse este mismo miércoles.
Y nuestro corresponsal también destacó que el esperado anuncio no supone todavía la firma definitiva de un acuerdo de paz que vendría a ponerle fin a más de 50 años de conflicto interno.
Soldado colombianoImage copyrightAFP
Image captionEl presidente colombiano le pedirá al Congreso que convoque un plebiscito para que la ciudadanía se exprese sobre el acuerdo de paz.
El presidente colombiano Juan Manuel Santos ha dicho que quiere que la firma del acuerdo, que se ha estado negociando por casi cuatro años, tenga lugar en Colombia, pero la fecha todavía no se ha precisado.
Pero después del anuncio de este miércoles el mandatario ya le podrá pedir al Congreso que convoque un plebiscito para que los ciudadanos expresen si están de acuerdo o no con lo que se ha negociado.
La negociación, que se rigió por el principio de que "nada está acordado hasta que todo esté acordado", comenzó en la capital cubana en noviembre de 2012.
Y después de casi cuatro años gobierno y guerrilla parecen haber finalmente llegado a acuerdos en los temas de tierras y desarrollo rural, participación política, cultivos ilícitos, víctimas y fin del conflicto, así como el mecanismo de refrendación de lo pactado.
Las FARC empezaron a combatir al gobierno colombiano en 1964 y son las principales protagonistas de un conflicto que ha causado la muerte de casi 220.000 personas y millones de víctimas, incluyendo al menos 6,9 millones de desplazados.
Pero no todos en el país están de acuerdo en lo pactado con las FARC, y el movimiento del expresidente Álvaro Uribe ya anunció que hará campaña a favor del "No" en el referendo.

Senado suspendió del cargo a Pretelt y lo dejó en manos de la Corte Suprema

Unai Aranzadi, un periodista que promueve el cambio social, habla del proceso de Paz en Colombia

FIPU.

Unai Aranzadi es un galardonado documentalista y fotoperiodista autónomo, especializado en conflictos armados y derechos humanos.

Lleva más de 20 años viajando a países que se encuentran en conflictos bélicos: Palestina, Irak, Afganistán, Colombia, entre otros… Sus documentales independientes sobre los conflictos mundiales actuales están elaborados desde una perspectiva periodística alternativa, que utiliza los medios de comunicación para promover un cambio social: una vida mejor en un futuro mejor para todos.

Por: Andrés Rodas | FIPU Press
Fotos: cortesía Unai Aranzadi

Andrés Rodas: Hoy Colombia vive un momento trascendental en su historia; después de casi sesenta años de guerra, el Gobierno y la guerrilla de las FARC se sientan a dialogar para poner fin al conflicto armado, proceso que necesita aprender de las experiencias vividas en otros lugares del mundo. Desde la Federación Internacional de la Prensa de los Pueblos (FIPU) consideramos muy importante el conocimiento que tienes de conflictos, procesos organizativos, propuestas de paz  en diferentes contextos y países, como aportes para la construcción de la Paz en este país latinoamericano.

Colombia Invisible es un documental que se convirtió en referente dentro de los movimientos y organizaciones sociales en Colombia, ¿de dónde surge la iniciativa de hacer este documental, y de qué forma el resultado de éste cambia la visión que se tenía del país?

Unai Aranzadi: Llevaba muchos años trabajando en Colombia desde los frentes menos cubiertos, que históricamente han sido los de las guerrillas y los de las víctimas de crímenes de Estado. Había estado en la montaña con el ELN, también con las FARC-EP e incluso con el Ejército Nacional y algunos paramilitares en “zona roja”. Gracias a todas estas experiencias, la fundación vasca Mundubat me planteó la posibilidad de hacer un documental crítico y riguroso sobre lo que sucede en las regiones de Colombia, y yo me puse manos a la obra feliz de recibir este encargo, que era algo que ya llevaba años queriendo hacer. La idea era dirigir un documental sobre todos aquellos hechos que no se suelen ver en la televisión, e incluso sobre todos aquellos crímenes de Estado que no se ha documentado bien. Gracias a un largo y exhaustivo trabajo de investigación en el terreno, conseguimos documentar aspectos de gran crudeza,  como el impacto de las multinacionales españolas en la población indígena. También filmamos un falso positivo de principio a fin, que era algo jamás filmado, e incluso forzamos al general Reyes a reconocer que mataron a un civil y no a un supuesto guerrillero... Pero más allá de esta labor de documentación y denuncia, también queríamos dar espacio a lo constructivo, es decir, como autores queríamos ser un activo en pos de la solución política, por lo que también dimos voz a los personajes que llevan una vida entera arriesgándolo todo por aportar ideas que faciliten la paz con justicia social. Así las cosas, ¡mira hoy en qué punto estamos! En aquel año no pensábamos que la posibilidad del cambio estaría tan cerca. Fue quizás nuestro granito de arena a esto que está sucediendo en La Habana.

A.R.: Respecto al conocimiento que tienes de distintos países en Latinoamérica y el mundo, ¿cómo ves a Colombia en términos sociales, económicos y políticos?

U.A.: Colombia es, junto a Brasil, el país con más desigualdad de todo el continente americano. Pocas manos con mucha tierra, y muchas manos con poca tierra. Es un país en el que la familia del actual presidente, Juan Manuel Santos, decidía sobre el rumbo político que el país debía  tomar a través de su periódico, El Tiempo, y en definitiva, un país que jamás se emancipó de las potencias coloniales, pues tras los españoles llegaron nuevos actores, que de la misma forma se han dedicado a saquear las riquezas naturales del país junto a la oligarquía local. Sin embargo Colombia también es un país que no ha sido derrotado por la guerra. Es un pueblo muy digno, que se sabe sobreponer una y otra vez, con ejemplos humanos de una generosidad inaudita en la historia. Es creativo, audaz, inteligente, y repito, muy resistente. No sé, para mí es un pueblo raro, contradictorio y misterioso. Algo tendrá que gusta a todo el mundo que lo conoce.

A.R.: ¿Qué opinión tienes del proceso de paz que se está llevando a cabo actualmente entre el gobierno colombiano y las FARC-EP?

U.A.: Soy contenidamente optimista porque a día de hoy, lo cierto es que el conflicto armado ya ha bajado de intensidad en muchos territorios del país. También porque hay que apostarle a la paz, que no es fácil, y toda victoria es hija de al menos un intento. Las FARC-EP lo están intentado con todas sus fuerzas, y eso es digno de respeto y elogio. Han sido muy valientes. Por otro lado soy muy escéptico. Creo que Santos y todo su enorme gabinete de asesores estadounidenses lo han hecho muy bien, y de haber un lado de la mesa al que le ha ido mejor, es el suyo sin lugar a dudas. A escasas jornadas de la dejación de armas tenemos un montón de papeles firmados, pero falta todo por demostrar, especialmente en las regiones, donde los gamonales no han cambiado ni un ápice su forma de actuar. Yo dudo de que la relación con las empresas transnacionales vaya a cambiar, y dudo también de que el paramilitarismo vaya a desaparecer a corto y medio plazo. Son dos cuestiones decisivas, y no pintan bien a futuro, lamento decirlo.

A.R.: ¿Qué enseñanzas crees que Colombia debería tener en cuenta de otros proceso de paz llevados a cabo en el mundo?

U.A.: Puede haber rasgos comunes, pero yo diría que cada proceso de paz es único y de difícil extrapolación a otros. Aquí al menos se ha dado la disposición a negociar por ambos lados. En el País Vasco, de donde vengo yo, ni eso. Y sacando a colación mi pequeño país, allí la izquierda vasca han hablado más de “proceso democrático” que de “proceso de paz”. Creo que es interesante el matiz, y bueno, creo que es lo que la insurgencia colombiana ha tratado de hacer en Cuba, es decir, democratizar la relación de los colombianos con sus riquezas, básicamente. Los procesos de paz, han de ser eso, procesos que sumen participación popular, que nadie se quede fuera en la búsqueda de soluciones comunes. La apuesta del ELN en este sentido es bella y ambiciosa, no sólo por incluir a los movimientos sociales en el proceso, sino porque ellos quieren que se avance según se vayan implementando los acuerdos en el terreno uno a uno, pero lamentablemente dudo que el Estado jamás aceptará algo así, aunque sería lo ideal, claro.

A.R.: ¿Cuáles consideras tú que son los principales riesgos a los que se enfrentan los países en la etapa de pos conflicto?

U.A.: En el caso de Colombia el paramilitarismo es uno de ellos. La guerrilla lo sabe, y así me lo han dicho sus comandantes, tanto en La Habana como en uno de sus campamentos del Perijá. Otro riesgo es el obvio, es decir, que simplemente no se cumplan los acuerdos firmados porque el Gobierno tiene la sartén por el mango, y porque las consecuentes quejas de la guerrilla no tendrían incidencia en la sociedad, al carecer de medios de comunicación eficaces para hacer llegar su mensaje a las masas. Y un tercer riesgo es que la violencia mude de ropa, y continúe como un hecho ligado al pago de vacuna, al narco, la minería o el sicariato, como ha sucedido en Guatemala y El Salvador después de sus respectivos acuerdos de paz en los noventa.

A.R.: ¿Cuál es tu punto de vista acerca de los medios de comunicación en Colombia y el desarrollo de la prensa alternativa? 

U.A.: Los medios de comunicación colombianos están tan sujetos a las lógicas neoliberales como casi cualquier otro negocio mediático del mundo. Su función es hacer dinero como medio, y además hacer que otros actores del sector privado también hagan dinero. Empresa privada y, llámesele grandes partidos políticos u oligarquía, juntos hacen un todo que llamamos “sistema”. Su función es proteger el status quo, que es lo que les hace ricos. Por eso los medios comerciales coinciden todo el rato con la clase dirigente, porque sus intereses son los mismos, de ahí que critiquen cualquier idea de cambio, mucho menos propuestas de reparto equitativo, participación política o redistribución de la riqueza. Frente a esta maquinaria desinformativa, la llamada prensa alternativa trata de contrarrestar la enorme incidencia que estos latifundios mediáticos tienen, pero no es fácil, y no lo es porque los que están fuera de la clase dominante no tienen los medios suficientes para llegar a las masas. Por eso algunos analistas decimos que en un sistema de capitalismo desenfrenado como el actual no hay verdadera libertad de expresión, porque sólo es efectiva y tiene impacto real cuando se tiene dinero.

A.R.: ¿Cómo se ve desde Europa a nivel general, el actual proceso de paz colombiano?

U.A.: La sociedad europea ve a Colombia como un país con mucha violencia en el que la droga lo corrompe todo, lo cual en cierta medida es cierto, pero es una foto incompleta. Saben de las guerrillas, y debido a la prensa las ven como peligrosas, pero desconocen que estas tuvieron que echarse al monte para salvar la vida, e igualmente desconocen que la propuesta de las guerrillas es repartir democráticamente los recursos de todos los colombianos, mientras es el gobierno y su terrible brazo paramilitar quien quiere continuar dejándolo todo en el bolsillo de unos pocos. Además tampoco saben que en Colombia es el Estado el principal violador de los derechos humanos, como te lo reconoce ya la práctica totalidad de las organizaciones internacionales. Pero por encima de todo, la sociedad europea asocia paz a cese del fuego, y eso, a medio plazo no es bueno ni para Colombia ni para el mundo. 


A.R.: Muchas Gracias Unai, esperamos verte pronto en Colombia, ojalá trabajando un nuevo documental, ahora en un  contexto de paz.

La firma de la paz y la historia de Colombia

razónpública.com

A veces el fragor de las noticias no deja ver los cambios hondos que está viviendo una sociedad, pero la firma de una paz negociada entre el Estado y la primera fuerza insurgente será el comienzo de una nueva época en la historia de Colombia.   

Medófilo Medina*

El Presidente Santos junto a la Delegación de Paz del Gobierno Nacional.

Adioses que no se dieron

La paz es hoy el centro de la agenda nacional. El interés en ella subirá de punto a medida que se acerque el plebiscito. Y está bien que así sea.
Pero en el curso de los últimos decenios, Colombia ha estado ante unas ocurrencias verdaderamente históricas sin que al parecer la opinión se hubiera percatado de ellas:
Las emanaciones tóxicas de la guerra sin reglas y de la violencia difusa fueron invadiendo  la cultura colombiana. 
  • Desde mediados de la década de 1980 el café dejó de ser la vértebra del sector externo y el factor central de la economía y la sociedad. Esto había sido cierto durante más de cien años. ¿Qué consecuencias trajo el cierre de ese ciclo  prolongado? ¿Fue reemplazado el café por el petróleo,  o por el azúcar, las flores, el banano y la palma? Ciertamente que no.  ¿Fue reemplazado por las  economías subterráneas? Y en este caso ¿a qué costo ético, cultural y político?
  • Con  el bipartidismo liberal–conservador sucedió algo parecido. Solo que en este campo las cuentas no son de cien años sino de doscientos. A mi juicio los dos partidos nacieron en la Convención de Ocaña de 1828, se fraguaron en la Guerra de Los Supremos (1839-1841) y se formalizaron en 1849. Protagonizaron las guerras civiles del siglo XIX y la Violencia de 1945 a 1964. El bipartidismo dejó de existir como sistema con independencia de que sigan existiendo un partido liberal y un partido conservador que viven de sus tajadas burocráticas.
Y aunque no quepa la nostalgia por la desaparición del bipartidismo, resulta inevitable constatar que aún no se ha conformado un sistema moderno y democrático de partidos, y que tras siglas nuevas asoman las orejas del viejo clientelismo y se advierten las manifestaciones de la parapolítica y la prolongación de las patologías que desde mucho antes escoltaban el ejercicio de la política.
En contraste con los fenómenos anteriores, el proceso de paz no corre el riesgo de pasar desapercibido pues, en primer lugar, se trata de un movimiento planificado u originado en decisiones políticas explícitas. Pero existe la posibilidad indeseable de que no se pondere con  suficiente profundidad el significado de la firma del acuerdo, o de que las crispaciones del momento impidan asimilar la densidad histórica que implica la cesación convenida de la guerra entre el Gobierno y una parte decisiva de la insurgencia.

¡Más de 50 años!

Combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de los Llanos Orientales en 1953.
Combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de los Llanos Orientales en 1953.
Foto: Wikimedia Commons
Con frecuencia se repite sin pensarlo mucho que lo que ahora se denomina el conflicto interno cumple más de cincuenta años. En verdad cumple bastantes más,  porque ya en 1949 en Sumapaz, Sur del Tolima y Norte del Cauca estaban con las armas en la mano algunos de los  protagonistas de las guerrillas actuales: las autodefensas de entonces habían surgido para defender  ante todo la vida de los campesinos y no apenas sus tierras.
Si el núcleo del conflicto interno ha sido el enfrentamiento entre el Estado y las fuerzas militares insurgentes orientadas por un programa político  y social, en su transcurso se fue configurando una red de vasos comunicantes con los cultivos ilícitos y el narcotráfico. Dentro de este espacio de entrelazamiento surgieron otras ramas nefastas de la violencia, como el paramilitarismo.
Nacido como fórmula contrainsurgente, el paramilitarismo recibió el apoyo de sectores terratenientes y ganaderos así como el estímulo de brigadas del Ejército Nacional. Cuando pareció decaer, la asociación con los capos del narcotráfico le permitió un nuevo aire y asumir una escala mayor de organización y acción. A esas alturas los paras encontraron la manera de hacer compatibles sus fines contrainsurgentes con su reconfiguración como grupos autónomos dedicados a la acumulación económica.
En el rio revuelto de la violencia avanzó la historia muy conocida de monopolización de tierras, ensanchamiento de ganaderías,  fomento de la silvicultura y la agricultura industriales y con ellos se precipitaron las consecuencias inevitables, en primer lugar  el desplazamiento masivo de la población en diversas regiones. En esa pesca también participaron  empresarios que encontraron maneras de evadir el cumplimiento de demandas laborales de los trabajadores o de impedir la creación de sus sindicatos, o de  destruirlas en algunos casos.

Matrimonios malditos

En el ejercicio desbocado de una guerra sin reglas las guerrillas se fueron distanciando de las exigencias que les planteaba su propia plataforma ideológica y política. Las contravenciones se asumían como inevitables efectos secundarios de una medicina que debía seguirse administrando. A su turno las Fuerzas Armadas cohonestaron el debilitamiento de su misión de representar y ejercer el monopolio legítimo de la fuerza y el sustento de la pacificación normativa sobre la cual se ha afianzado el Estado moderno en diversos países.
El gamonalismo de estirpe decimonónica alimentó las alianzas nefastas que condujeron a la parapolítica y con ellas a nuevas élites regionales que jugaron un papel importante en la escogencia del primer mandatario. Operación que invariablemente se justificaba en nombre de la lucha contra la insurgencia.

Contrarrevolución cultural

Los Senadores del Centro Democrático José Obulio Gaviria, Alfredo Rangel y Álvaro Uribe.
Los Senadores del Centro Democrático José Obulio Gaviria, Alfredo Rangel y Álvaro Uribe.
Foto: Centro Democrático
Las emanaciones tóxicas de la guerra sin reglas y de la violencia difusa fueron invadiendo  la cultura colombiana. Ellas inundaban el lenguaje político y circulaban como moneda sana en los medios de comunicación -tanto en los noticieros como en ciertas telenovelas y dramatizados-.  
Aquella frase de escolar impulsivo: “Te rompo la cara marica” pudo presentarse como una muestra de elocuencia espontánea y no como una amenaza o un insulto. Esas ocurrencias no deben verse como piedrecillas de un anecdotario costumbrista que acabaría cubriéndolas bajo velos de simpatía. Forman parte de un fenómeno orgánico que he propuesto estudiar bajo el apelativo de una contrarrevolución cultural.
Entiendo el concepto no como restauración regresiva sino como anticipación preventiva. Antes que presentar una definición menciono algunos de los componentes de esta “contrarrevolución”, que examiné con algún detalle en mi libro El rompecabezas de la paz (Bogotá: La Carreta Editores, 2014):
  • Pautas de pensamiento y acción que se orientan y buscan legitimarse bajo la  conocida divisa de que el fin justifica los medios.
  • El sintagma del pragmatismo amoral.
  • La aceptación social del uso de la violencia en las relaciones entre las personas.
  • El culto al militarismo, bien sea el estatal, el insurgente o el paramilitar.
  • El recrudecimiento del autoritarismo y de las diversas formas de la intolerancia.
  • La exasperación de los sentimientos de revancha y castigo en el discurso público.
  • La expansión en ciertos medios sociales de la estética del Kitsch traqueto.
En virtud de la hegemonía cultural de un tipo de catolicismo funge como epítome de los anteriores componentes lo que K.W Deutsch presenta como la compatibilización inextricable entre valores de muerte y valores legítimos.
En la cultura de cualquier país pueden encontrarse algunos de los elementos anteriores, pero en el caso colombiano lo que inquieta es su presencia simultánea. 
La existencia de esa contracultura que ha echado raíces en tantos sectores sociales explicaría la facilidad con la cual se despliega un sistema de afinidades electivas entre manifestaciones que parecen diferentes. Es el caso de las manifestaciones recientes que fueron promovidas por un improvisado frente homofóbico y los que se muestran dispuestos a votar por el no en el plebiscito por la paz. El entrecruce de consignas y estigmatizaciones no debe dejarse sin estudio. Los ataques contra la ministra de Educación Gina Parody  con el pretexto de la revisión de los manuales de convivencia de los colegios y que contó con el infortunado pero sintomático concurso de sectores de la iglesia católica son parte de las grietas que atraviesan al mundo espiritual de los colombianos.

Desafío de época

He recordado el contexto y factores importantes del la guerra en Colombia y he esbozado elementos de orden cultural para llamar la atención sobre la necesidad de ver el conflicto interno como un sistema con historia.
También la búsqueda de la paz ha trazado su propia historia como algo que ha hecho camino al andar mediante la acción frecuentemente contradictoria de  gobiernos y guerrillas. Hay mucha distancia de por medio entre la Mesa de la Habana y los torpes movimientos iniciales de la paz como fueron la Ley 37 de “amnistía condicional” o la configuración de la primera y efímera comisión de paz, presidida por el expresidente  Lleras Restrepo en 1981 bajo la administración de Turbay Ayala.
Existe la posibilidad indeseable de que no se pondere con  suficiente profundidad el significado de la firma del acuerdo.
He presentado consideraciones sobre la cultura o culturas de los colombianos y colombianas sólo para presentar el orden de magnitud histórica en el que hoy se presenta el proceso de paz. Estamos ante un proyecto nacional con un potencial mega-incluyente que va más allá de los seis puntos de la agenda.  Esto es cierto  aún sin aludir al potencial para resolver el gran tema mal resuelto unas veces, aplazado otras de la articulación nacional del país mediante la incorporación democrática y equitativa de las regiones tan castigadas y a la vez promovidas por el conflicto interno.
Hoy los colombianos y colombianas estamos frente a la paz como una oportunidad de iniciar la construcción de un país distinto del que hemos conformado tanto nosotros como quienes nos antecedieron. Esa posibilidad nace de la centralidad creada por intereses o permitida por inercia del conflicto interno a lo largo de decenios. ¡El desafío es entonces de época!

*Cofundador de Razón Pública. Para ver el perfil del autor, haga clic en este enlace.

El “correíto” de EE. UU. sobre Uribe

Del mismo modo que hace diez años el industrial Fabio Echeverri Correa descubrió el “articulito” que se requería derogar para que Álvaro Uribe fuera presidente de Colombia por segunda vez consecutiva, la última columna de Daniel Coronell podría estar aportando el “correíto” que el país necesitaba para descubrir el verdadero rostro del expresidente y hoy senador Álvaro Uribe Vélez.
Por: Jorge Gómez Pinilla - El Espectador  8 SEP 2015
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Dossier Álvaro Uribe Vélez

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