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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

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Falsa democracia

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[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

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Petroleras, listas a retomar zonas afectadas por la guerra

La actividad petrolera se reactivará en zonas de violencia. / AP
Los atentados contra la infraestructura de transporte de Ecopetrol han ocasionado el derrame de más de 4 millones de barriles de hidrocarburos.
Por: Redacción Negocios y Economía - El Espectadór. 
Después de años de sufrir los ataques de los grupos al margen de la ley y de los reclamos de las comunidades y grupos étnicos, la industria petrolera empieza a ver un nuevo horizonte con la firma de la paz anunciada por el gobierno del presidente Santos y las Farc. Una cifra aterra a los petroleros: en los últimos 30 años la infraestructura de transporte de hidrocarburos fue dinamitada en más de 2.500 oportunidades.
Con la puesta en marcha del programa Estrategia Territorial del Sector Hidrocarburos, las autoridades apuestan por el progreso territorial en las zonas con activa presencia exploratoria.
Multinacionales, medianas y pequeñas petroleras manifestaron que se quedan en el país. “Si estuvimos en Colombia en los momentos más conflictivos en materia de orden público, ahora mejor cuando vemos la luz al final del túnel”, manifestaron los representantes empresariales, según el presidente encargado de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), Orlando Velandia. “La mejor noticia para el sector petrolero es la firma de los acuerdos de paz”.
En los últimos tres años, el país ha invertido más de $20.000 millones en el desarrollo de la estrategia territorial, considerada un modelo de paz. Con este programa se han impedido por lo menos 150 vías de hecho en contra de la actividad de los hidrocarburos, que le hubieran significado pérdidas al país por más de $200.000 millones. “La guerra había impedido evaluar” la prospectiva geológica de muchas regiones que ahora empiezan a ser liberadas para la exploración petrolera, señaló el presidente de la estatal Agencia Nacional de Hidrocarburos.
Costos de ataques
Los atentados contra la infraestructura de transporte de Ecopetrol han ocasionado el derrame de más de 4 millones de barriles de hidrocarburos, precisa un informe de la petrolera colombiana. El oleoducto Caño Limón-Coveñas ha sido la estructura más afectada, con más de 1.300 atentados. El segundo lugar lo ocupa el oleoducto San Miguel-Orito (OSO), con 598. En 2013 fue el que registró más ataques dinamiteros, con 635. En 1987 se registraron 10. Ese fue el período de menores acciones terroristas contra el sistema de transporte. Octubre de 2013 ha sido el mes con más atentados, cuando la infraestructura fue atacada 150 veces, con un promedio de tres atentados diarios. En 2015 se registraron 80 atentados contra la infraestructura de Ecopetrol y los costos de reparación llegaron a cerca de $60.000 millones.
Voceros de Ecopetrol señalan que el dinero invertido en las reparaciones del oleoducto supera los $500.000 millones. Estos recursos habrían servido para construir 50 megacolegios o cerca de 5.800 viviendas de interés social.
“El principal reto que se desprende del acuerdo de paz es lograr el entendimiento con estas fuerzas que van a pasar de los fusiles a la política, para que entiendan que nosotros podemos hacer nuestra actividad con los mejores estándares en beneficio de todos los colombianos”, dijo el presidente de la compañía petrolera colombiana, Juan Carlos Echeverry. Ecopetrol ha operado con dificultad en zonas como el Catatumbo, Arauca, Caquetá y Putumayo, donde tradicionalmente hay presencia de guerrilla.
El sector de hidrocarburos ha generado desarrollo en las regiones productoras y los recursos necesarios para los programas sociales que necesita el país. “Sólo en 2015 logramos aportar alrededor de $10 billones entre impuestos y regalías”, recordó el ministro de Minas y Energía, Germán Arce.
La nueva estrategia se realizará en la región Caribe (La Guajira, Córdoba y Sucre), Norte de Santander, Arauca, Casanare, Meta, Magdalena Medio, Putumayo, Huila, Tolima y Caquetá, atendiendo de igual forma las diferentes regiones del país.

“La justicia internacional no exige pena de prisión”: Gustavo Gallón

“Los falsos positivos no son delitos relacionados con el conflicto, sino violaciones de DD. HH.”: Gallón.
/ Jonathan Ramos.
El fundador y director de la Comisión Colombiana de Juristas (CCJ), analiza el capítulo de justicia especial del acuerdo de paz sellado esta semana entre el Estado y las Farc, y responde a las críticas sobre presunta “impunidad” hechas por el director de la prestigiosa ONG Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, en cuanto a castigos para los delitos de guerrilleros, militares y civiles.
Teniendo como marco de referencia el exigido por los estándares internacionales de justicia, ¿cómo califica el acuerdo de paz colombiano en cuanto a la justicia especial que se aplicará a los actores del conflicto que hayan delinquido en desarrollo de la guerra?
Es un acuerdo valioso. Se advierte un esfuerzo serio de las partes de respetar, ante todo, los derechos de las víctimas y de cumplir las exigencias del derecho internacional de los derechos humanos y del derecho penal internacional, así como las del derecho colombiano desarrolladas por la Corte Constitucional y la Corte Suprema. Lejos de traducirse en impunidad —lo que suele ocurrir en los acuerdos de paz—, este proceso crea un sistema judicial especial que puede ser decisivo para superar la inmensa impunidad (calculada entre el 97 % y 99 % por los expertos) existente en el país en relación con los delitos vinculados al conflicto armado e, incluso, con los restantes delitos en la medida en que debería descongestionar la justicia ordinaria.
No obstante, los críticos insisten en que las sanciones restrictivas de la libertad y de derechos para quienes delinquieron en desarrollo del conflicto son obligatorias.
Las exigencias que menciono arriba establecen que no es posible, hoy, que un Estado deje de impartir justicia en aras de la paz, como se pensaba que podía hacerse en el pasado. Pero también establecen que es posible flexibilizar la sanción, uno de los elementos del derecho a la justicia, si se garantizan plenamente los otros cuatro elementos del mismo derecho: verdad, reparación, garantías de no repetición y declaración judicial de responsabilidad. Eso es lo que hace este acuerdo, y es admirable que tanto el Gobierno como la guerrilla hayan logrado convenir la creación de un escenario judicial en el que se impartirá justicia a guerrilleros, agentes estatales y civiles que hayan cometido, en el conflicto armado, delitos no amnistiables ni indultables y que, como dije, hoy se encuentran en la impunidad, con poquísimas excepciones.
Aunque en el texto del acuerdo que se publicó hay un aparte para definir cuáles delitos se pueden amnistiar y cuáles no, alguien tan prestigioso como José Miguel Vivanco (director de Human Rights Watch para las Américas) ha insistido en que en este pacto “no hay justicia. Lo que hay es impunidad”…
Es muy respetable la opinión del doctor Vivanco. Sin embargo, creo que su mirada se fija más en el análisis de cada delito considerado separadamente que en el conjunto del proceso. Eso lo conduce a concluir que, debido a la sanción sin cárcel, prevista como un beneficio para quienes colaboren con el sistema especial de justicia, el acuerdo sería violatorio del principio de proporcionalidad de las penas, también previsto en el derecho internacional. Pero si la mirada se fija más en el conjunto del proceso, podrá advertirse que el resultado principal del acuerdo sobre justicia conducirá a hacer realidad los derechos de las víctimas, derechos que en los últimos 50 años han sido nulos en la mayoría de los casos. Es decir, pasaremos de una situación de impunidad generalizada a otra en donde habrá mayor justicia.
A cambio de cárcel, ¿cómo serán sancionados los responsables?
Hay penas alternativas previstas en el acuerdo, y éstas no son irrelevantes, pues consisten en la realización de trabajos de reparación y restauración de conformidad con un plan serio y riguroso, aprobado y vigilado por los magistrados. Y tienen restricciones de libertades y derechos, como la libertad de residencia y movimiento hasta por ocho años. En estas circunstancias, ¿puede considerarse desproporcionado que no vayan a la cárcel los perpetradores que colaboren con el cumplimiento de los derechos a la verdad, reparación, garantías de no repetición y declaración judicial de responsabilidad? En mi modesta opinión, no lo creo.
Precisamente, Vivanco opinó: “Creo que castigar a criminales de guerra confesos y condenados con penas de servicio a la comunidad es una sanción grotescamente desproporcionada…”. Supongamos que el Tribunal de Paz impone a los exguerrilleros la tarea de barrer calles. ¿Se puede considerar “el pago de una condena”?
Barrer las calles no está previsto como modalidad de pena válida. Entre las 14 consideradas expresamente en el acuerdo están: la construcción y reparación de infraestructuras (escuelas, carreteras, centros de salud, etc.), programas de acceso a agua potable y construcción de redes o limpieza, y erradicación de restos explosivos de guerra y otros. La definición de las labores estará sujeta a la aprobación del Tribunal de un proyecto detallado individual o colectivo, con indicación de obligaciones, objetivos, horarios, lugares de ejecución y un mecanismo de consulta con los representantes de las víctimas. La supervisión será ejercida también por el Tribunal.
El trabajo realizado como parte de una condena, ¿merecerá remuneración?
No. Y por supuesto que tales condiciones de trabajo no remunerado, concertado con las víctimas y supervisado por los jueces, solamente caben en el contexto del pago de una condena. Sin intervención de los jueces, podría ser también un trabajo realizado por comunidades misioneras. En cualquier caso, aquí hay, sin lugar a dudas, un motivo y un contenido de expiación que puede resultar, además, muy positivo para la generación de condiciones de convivencia y reconciliación hacia el futuro.
Sobre el mismo tema, en el texto del acuerdo (subcapítulo II de justicia, numeral 25) se lee: “no se permite amnistiar (o condonar) los crímenes de lesa humanidad…”. Pero el director de HRW advirtió que se admite “que los miembros de las Farc que confiesen su crímenes (de guerra) puedan evitar penas de prisión o medidas equivalentes”. ¿La justicia internacional exige prisión tradicional para quienes cometieron los delitos más graves?
La justicia internacional no tiene ninguna exigencia expresa sobre la necesidad de imponer pena de prisión para ningún delito. A esa conclusión se llega por vía de la interpretación del principio de proporcionalidad de las penas. En consecuencia, lo que corresponde es interpretar si son desproporcionadas o no las penas previstas en el sistema para el juzgamiento de todos los delitos que no pueden ser amnistiados o indultados, y que serán aplicadas por magistrados de altas calidades escogidos por un cuerpo especial de cinco miembros designados por el papa y el secretario general de la ONU, entre otros. Ese tribunal contará con una unidad especial de investigación y acusación que será supervisada por la Corte Penal Internacional, por Naciones Unidas y por el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, además de organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales y las víctimas, en especial.
Pese a esa composición del tribunal, de tan alto nivel, Vivanco no parece tener fe en la bondad judicial del acuerdo. ¿Cuánto daño le pueden hacer las críticas de WRW al proceso de paz, siendo su director un personaje de prestigio?
Espero que tanto él como su importante audiencia puedan apreciar mejor los elementos del acuerdo orientados a hacer realidad el derecho a la justicia, de tal forma que admitan que este acuerdo no es violatorio del principio de proporcionalidad de las penas y que no habría sido factible ni deseable celebrar un pacto que incluyera cárcel para combatientes que colaboren plenamente con la justicia.
De otra parte, quienes, en Colombia, se oponen al acuerdo de paz consideran que una sanción obvia que debería aplicarse a los guerrilleros que delinquieron en el marco del conflicto es la suspensión de sus derechos políticos, pero eso no está contemplado. ¿Vicia este punto el acuerdo?
Las obligaciones internacionales en materia de justicia no contienen ninguna exigencia expresa con relación a la suspensión de derechos políticos como sanción penal.
A propósito, el acuerdo dice en otro numeral: “La imposición de cualquier sanción en el Sistema (de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición) no inhabilitará para la participación política ni limitará el ejercicio de ningún derecho, activo o pasivo, de participación política…”. ¿Qué sentido tiene una sanción que no implica un castigo?
Es lógico que un acuerdo de paz no implique la pérdida de derechos políticos, pues lo que se pretende con un pacto de este orden es precisamente la realización de tales derechos, entre otros aspectos.
Pues el partido del expresidente Uribe y el mismo procurador plantean, precisamente, lo contrario: que se les prohíba o limite la actividad política. ¿Por qué un pacto de paz no va de la mano con la restricción de esos derechos?
Los conflictos armados tienen dos posibilidades de terminación: uno, la derrota de una de las partes; ordinariamente esto implica hasta la pérdida de derechos políticos. Dos, un acuerdo de paz que supone, necesariamente, el reconocimiento de los derechos políticos de quienes han hecho la guerra para obtenerlos o para recuperarlos.
En el mismo subcapítulo de justicia (art. 30) se dice que “los delitos no amnistiables ni indultables deben ser objeto del componente de justicia del sistema acordado por las partes”. ¿Qué alcance le da a esta condición?
El sistema prevé que tales delitos deben ser juzgados y que serán sancionados con pena no privativa de libertad para quienes colaboren plenamente con el Tribunal. Quienes no lo hagan desde el principio, pero sí antes de sentencia, podrán ser beneficiados con una reducción de su pena de prisión, para quedar en ocho años. Quienes se nieguen a colaborar y sean encontrados culpables por el Tribunal, serán condenados a prisión hasta por veinte años. La realización del derecho a la justicia se refuerza además con la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, así como con la Unidad para la Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas, que son dos mecanismos que también crea el acuerdo y que funcionarán además del Tribunal o de la Jurisdicción Especial para la Paz. En otros países sólo ha habido comisión de verdad, sin tribunal judicial, como en Sudáfrica.
Tal vez no se ha divulgado lo suficiente, pero la Jurisdicción Especial de Paz no sólo abarcará los actos delictivos cometidos por los exguerrilleros sino los cometidos por civiles que colaboraron voluntariamente con los paramilitares. ¿Hay antecedentes en procesos de paz de otras naciones con este alcance?
No conozco. Pero sí puede afirmarse que las medidas tomadas y las realizaciones logradas en materia de justicia en procesos de paz de otros países son ínfimos comparados con los contenidos en este acuerdo.
También hay un párrafo que se refiere a los militares: “El componente de Justicia se aplicará respecto de los agentes del Estado que hubieren cometido delitos relacionados con el conflicto armado y con ocasión de este, aplicación que se hará de forma diferenciada... En dicho tratamiento deberá tenerse en cuenta… la presunción de que el Estado ejerce de manera legítima el monopolio de las armas”. ¿Significa que podrían amnistiarse o recibir condena reducida los autores de los falsos positivos?
El acuerdo no lo prevé así, pues la Jurisdicción Especial para la Paz se aplicará a los delitos cometidos en relación con el conflicto, y sólo a esos delitos. Los falsos positivos (asesinatos ejecutados por agentes estatales contra civiles, que luego fueron presentados falsamente como guerrilleros muertos en combate) no son delitos relacionados con el conflicto sino violaciones de derechos humanos y actos de corrupción ejecutados aprovechándose de la existencia del conflicto. En estricto sentido, entonces, no caben en la Jurisdicción Especial para la Paz. Pero, sin duda, más de un perpetrador de estos crímenes intentará hacer valer su caso allí. Es una eventualidad a la cual habrá que prestarle mucha atención.
Ha pasado desapercibido otro texto que parece tener nombre propio, aunque sin alusión directa: “La creación y el funcionamiento de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) no modificarán las normas vigentes aplicables a las personas que hayan ejercido la Presidencia de la República... En caso de que ante la JEP obre una información que comprometa a una persona que haya ejercido la Presidencia, dicha información se remitirá a la Cámara de Representantes para lo de su competencia…”. ¿Por qué y para quién se dejó explícita esta salvedad?
Dicho párrafo hizo explícita una disposición constitucional que el acuerdo no podía modificar, cual es la competencia de la Cámara de Representantes. Con independencia de que uno esté de acuerdo o no con esa norma, se hace explícita como una confirmación más de la forma en que se esmeraron las partes para respetar las exigencias jurídicas al celebrar este acuerdo de paz. Eso no quiere decir que, inevitablemente, habrá impunidad en tales casos. Habrá que hacer un esfuerzo grande para que la Cámara de Representantes, y el Congreso en general, se reivindique del grado de inoperancia al que había llegado con el encubrimiento delictivo provisto por la mal llamada Comisión de Acusación. Tal parece que el Congreso quisiera superar esa ignominia en esta nueva etapa de nuestra historia, a juzgar por la decisión tomada en relación con el magistrado Pretelt el mismo día en que se firmó el acuerdo de paz.

El expresidente

Adolfo Zableh Durán - El Tiempo.
El Andrés Pastrana de hoy reúne además dos rasgos de sus predecesores: el bombardeo incansable de Uribe y la condición cachaca de Santos.
Andrés Pastrana es de los míos, un superado. Llegó mucho más lejos de lo que sus habilidades se lo permitían. Lo veo y me veo. Durante mi adolescencia yo era un tarado. No sabía qué hacer con mi vida, perdía todas las materias en el colegio y en la universidad, no hablaba con nadie y me la pasaba pegado a un walkman. Un día mi padre, que no era muy dado a hablar de los problemas de la familia, no soportó más el cuadro y me preguntó si estaba en las drogas.

Consciente de mis limitaciones, las convertí en herramientas y me dediqué a escribir, que es un oficio bien solitario. Es ahí donde los caminos de Pastrana y mío se separan. Incapaz de ayudar a los demás, elegí una labor donde le jodiera la vida al prójimo lo menos posible. Él, en cambio, se entregó a la vida pública y a sacar adelante un país, tarea complicada, incluso, para personas extraordinarias.

Otra diferencia es el padre que tuvimos. El mío no era nadie. Me corrijo, no era nadie para lo que yo quería. Que estuviera en el negocio de la refrigeración industrial no me iba a conseguir trabajo en periodismo. Pastrana no habría llegado a mucho sin su padre. Si es hijo de presidente y no ha dejado de dar tumbos, ahora imagine haber sido un ciudadano más. Y no está mal ser hijo de alguien importante; al revés, qué delicia nacer con algo de terreno abonado. A mí me habría encantado porque me parece que el sacrificio y el esfuerzo están sobrevalorados. Está bien trabajar por nuestros sueños con constancia, pero remar contra la corriente para lograrlos es desgastante, no debería ser tan celebrado.

El Andrés Pastrana de hoy es el de siempre, liviano, pero reúne además dos rasgos de sus predecesores: el bombardeo incansable de Uribe y la condición cachaca de Santos. Del primero hemos hablado montones y sabemos que por una cuestión de ego se está llevando por delante no al proceso de paz ni a Santos, sino a Colombia entera. Porque esa es la otra, un político, en especial un expresidente, es más vanidoso que una estrella de cine. El segundo tampoco eligió nacer en una familia poderosa y ha ido en coche toda la vida, pero está haciendo las cosas mejor que Pastrana.

Porque Santos y Pastrana son comparables, pertenecen a ese linaje que como costeño clase media advenedizo en la capital me causa envidia: el bogotano rico. Este país centralizado se ha manejado desde una capital aislada por montañas y con un clima diferente, lo que hace que los nacidos acá se comporten como si fueran de mejor familia. Cuando salen de su entorno dicen que van a tierra caliente, como si el resto de Colombia fuera su finca. A un colombiano de otro lado le toca esforzarse montones para llegar a lo que el cachaco con medios puede acceder por el solo hecho de respirar.

Por eso no es la paz sino la igualdad de condiciones lo que tenemos que lograr, el equilibrio social es lo que nos va a llevar a la tregua, y es a eso a lo que Pastrana parece oponerse. Coincido con él en que el acuerdo con las Farc es cojo, amañado, deja muchas preguntas sin responder y no representa el final de la violencia, pero creo también que es hasta ahora el mejor chance que hemos tenido y que podemos corregirlo sobre la marcha. Por estos días me cuesta entender a Pastrana cuando critica un proceso que él fue incapaz de sacar adelante, aunque mi descontento no se acerca al de quienes votaron por él en 1998. Cuando lo veo veo también a Francisco Santos, versión aumentada. Que Pastrana haya sido presidente es la prueba de que Santos, Francisco, no debe pisar nunca la Casa de Nariño. Eso hasta Uribe lo sabe.

Igual, Andrés Pastrana no deja de sorprendernos y está siendo peor como expresidente que como presidente, tarea que en el papel le iba a quedar bien difícil. Hace poco la venezolana Lilian Tintori dijo que su país debería tener un presidente como él. Se lo regalamos si quiere, ese señor no debió ser ni gerente de ferretería.

Adolfo Zableh Durán

El Cartel de los UZUGA (Uribe-Zuluaga-Gaviria)

Domínico Nadal, Blog El Cuento de la Semana.

Un nuevo Cartel ha aparecido en Colombia. Es el Cartel de los UZUGA. Así fue bautizado por un navegador en el ciber-espacio. Este Cartel malévolo estaría comandado por el narco-paramilitar No 82 ex-presidente y hoy senador (buscando así “blindarse” de la justicia colombiana e internacional), Álvaro Uribe Vélez, conocido en el argot delincuencial como AUV (por su similitude con AUC) o como Uribhitler. Sus antecedentes son de sobre conocidos y se pueden refrescar en el artículo de Allende La Paz, los Innombrables.

Como jefe del Cartel de los UZUGA, Uribhitler ha realizado acciones criminales como la Masacre de El Aro, su “Amistad” con el “Don” Pablo Escobar Gaviria –quien también soñaba con ser “presidente de la república”- ha sido denunciada por una periodista amante del “Don”. Además es responsable del asesinato de Pedro Juan Moreno –simulando un accidente de una avioneta, no tan aberrante como el derribamiento de un avión de Avianca por parte del “Don”-. Además es responsable de haber privatizado la Salud de los colombianos al presenter por encargo del gobierno de entonces del Proyecto de Ley 100.

Su más excrable delito ha sido la violación de los derechos humanos de los colombianos, consistentes en desapariciones forzadas, masacres, las ejecuciones extrajudiciales, el desplazamiento forzado, etc.

Sobre las desapariciones forzadas nos señalaba Allende La Paz: “Las frías estadísticas nos dicen que el 96,54% de las desapariciones forzadas son cometidas por miembros de las fuerzas militares y narco-paramilitares (según la Comisión Colombiana de Juristas). Durante las últimas cuatro administraciones oligárquicas (Virgilio Barco Vargas, César Gaviria Trujillo, Ernesto Samper Pizano, Andrés Pastrana y Alvaro Uribe Vélez ) han sido desaparecidas forzosamente 8.003 personas. Lógicamente estas cifras adolecen de incompletitud porque no todas las familias denuncian la desaparición”. Además un informe de la Fiscalía de enero 2011 muestra que al menos 250.000 personas desaparecidas. Del informe de Medicina legal y del de la Fiscalía se deduce un promedio de 13.000 desaparecidos al año, entre fuerza pública y herramienta paramilitar”.

Las Ejecuciones extrajudiciales –llamadas “falsos positivos para disminuirles la gravedad- se contabilizan casi 4.000 jóvenes ajusticiados en su gobierno por el afán de mostrar buenos resultados en la lucha contra las FARC-EP, con un aumento del 60% en relación con administraciones anteriores.

El desplazamiento forzado de campesinos e indígenas, cuyas tierras eran robadas por los grupos de “amigos” del narco-paramilitar No 82 y entonces presidente, que las cifras recopiladas por CODHES muestran alrededor de 2´700.000 desplazados durante los ocho años de Gobierno de Uribe Vélez, prácticamente la mitad del total de los colombianos desplazados desde finales de la década del noventa.

La persecución que sufrieron los colombianos impidió que las reales cifras de violaciones durante el gobierno de Uribhitler sean todavía hoy incompletas, pero si podemos mostrar que fueron desaparecidos 36 sindicalistas y que “durante el período comprendido entre julio de 2002 y junio de 2006, por lo menos 11.084 personas fueron asesinadas o desaparecidas por fuera de combate, a consecuencia de la violencia sociopolítica. En promedio, más de siete (7,7) personas fueron asesinadas o desaparecidas cada día, durante la primera administración del presidente Álvaro Uribe Vélez. Los otros miembros de alta relevancia en el Cartel UZUGA son el ex-candidato Zuluaga y el ex-”asesor” presidencial conocido como JOG, José Obdulio Gaviria –primo hermano del capo ”Don” Pablo Escobar Gaviria, puestos que quizás se han ganado por la entrega incondicional al capo del Cartel.


Esto no es cuento, es la realidad pura a la que sometió Uribhitler a todos los colombianos duarante su actividad política. Queremos los colombianos revivirla? Evidentemente que no, pore so decimos SÍ a la Paz.

Sólo 90 compañías, responsables del 60 % del cambio climático

El geógrafo Richard Heede puso en aprietos a las principales empresas del mundo al contabilizar sus emisiones de gases de efecto invernadero. Sector de hidrocarburos, principal culpable 
Por: Redacción Medio Ambiente - El Espectador.

Richard Heede es un tipo metódico. Alguien a quien le gusta “poner atención a los detalles”. Era una cualidad necesaria a la hora de calcular las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por las principales compañías del mundo. Durante años, con pocos recursos, Heede se dedicó a escarbar en archivos y reportes desde la era industrial hasta hoy. Cuando terminó la tarea, concluyó que tan sólo 90 compañías originaron dos terceras partes de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Y, por lo tanto, son responsables del cambio climático.
Heede nació en Noruega pero se crio en Estados Unidos. Cuando estudiaba geografía en la Universidad de Colorado, como lo contó el periodista Douglas Starr en la revista Science, comenzó a interesarse por los subsidios que el gobierno de Ronald Reagan concedía a la industria de combustibles fósiles y la eliminación de apoyo para las energías renovables. Así comenzaba a sumergirse en uno de los mayores desafíos que enfrenta el planeta: el cambio climático.
En 2003, el gobierno municipal de Aspen, Colorado, lo contrató para que calculara todas las emisiones de CO2 de esa localidad. Heede diseñó una metodología y comenzó a recopilar los datos. Calculó el número de emisiones generadas por todos los viajes en avión realizados por los habitantes de la ciudad. También las toneladas de CO2 correspondientes a todos los desplazamientos de los cerca de 13.000 vehículos de Aspen.
Ese trabajo llamó la atención de Peter Roderick, del programa de Justicia Climática de Greenpeace. Roderick le pidió que calculara las emisiones de CO2 generadas en toda su historia por la compañía Exxon. Después de quince meses, en los que escarbó en archivos desde 1870 en dos continentes, concluyó que la compañía petrolera, directa e indirectamente, era responsable de 4,7 % a 5,3 % de las emisiones de gases de efecto invernadero de la humanidad.
Sus datos comenzaron a incomodar. Para una parte de los expertos, su enfoque es equivocado. No se puede culpar a las empresas por una responsabilidad que recae en todas las personas. Otros creen que cuando la responsabilidad es de todos, no es de nadie. Heede ha dicho que la mayor parte de los ciudadanos simplemente no tienen la opción de elegir. Sus decisiones ya están determinadas por esas industrias y el sistema económico.
Como lo contó Starr en su reportaje, la siguiente tarea que Greenpeace le comisionó a Heede fue calcular las emisiones de las compañías de hidrocarburos más grandes. En 2013 publicó sus resultados en una revista científica y alborotó el debate sobre la justicia climática. Entre 1791 y 2011, 90 compañías eran responsables por el 63 % de las emisiones globales. Tan sólo las ocho más grandes daban cuenta del 20 %.
Hace un mes, Heede fue citado a la Cámara de Representantes de EE.UU., porque algunos de sus miembros creen que hace parte de una conspiración para afectar la imagen de esas empresas. “Se trata de una campaña para intimidar y detener la investigación científica”, le contó Heede a Science.
 

Dossier Álvaro Uribe Vélez

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