Y de cómo la Corporación Nuevo Arco Iris se hace pasar por respetable.
Por Gabriel Ángel
Mencionan en algunos medios de comunicación, con evidente sorna, la
desbordada profusión de lagartos de la paz, para referirse al cúmulo de
personas y organizaciones que a última hora se disputan afanosamente un
puesto de privilegio en el escenario de los diálogos. Es cierto que
existen y se multiplican rápidamente en la medida que se acercan las
conversaciones de La Habana. Pero es innegable que los mismos medios
contribuyen a posicionarlos ante la opinión pública. Importantes
intereses dentro del Establecimiento recomiendan impulsarlos. El dicho
de los desmovilizados y renegados adquiere cierta importancia en el
momento presente.
La voz de las guerrillas es silenciada deliberadamente. Y en su lugar
se difunde la opinión de contritos reinsertados de otras épocas, y
hasta la de quienes sin haber sido alzados, traicionaron impunemente la
lucha legal en defensa de los intereses de los trabajadores de la
ciudad y el campo. Lucho Garzón, quien fue vocero del movimiento
sindical en el Caguán, y ahora lo es sin el menor sonrojo del gobierno
neoliberal de Santos, es uno de losbufones de paz frecuentemente
consultados, como lo son Antonio Navarro, Gustavo Petro o León Valencia,
para no referirnos al triste cascarón del Vicepresidente, enfermo como
aquellos por figurar en la hora.
Su discurso se puede resumir de este modo: las FARC no tienen ningún
futuro, son una organización descompuesta al borde del derrumbamiento,
que perdió por completo cualquier respaldo popular y no tiene ni la más
mínima posibilidad de triunfo. Y añaden: su sobrevivencia se explica
únicamente por el narcotráfico, actividad condenada a muerte a mediano
plazo. Así que lo mejor que pueden hacer es aceptar la generosa oferta
del gobierno Santos y desmovilizarse cuanto antes. Con notable
presunción, invitan a valorar las ventajas de ésta,la última oportunidad
que obtendrán.
Y aconsejan con malicia: aún es posible conseguir algún tipo de
perdón para los crímenes,ganar la oportunidad de participar en política
electoral. En eso sí que podrían ayudar ellos, desde sus posiciones
oficiales, sus oenegés y sus fundaciones por la paz. Habría mucho dinero
de por medio, en proyectos para los desmovilizados, para las víctimas,
para la asistencia social. Europa aportaría muchos euros y los Estados
Unidos gran cantidad de dólares. Todos ganaríamos y nuestro país se
convertiría en modelo.Si lo sabrán ellos, que empezaron a vivir de eso
hace años.
De esa manera se fortalece la propaganda oficial, la matriz de
opinión, la idea que se persigue quede flotando en la mente de todo el
mundo: la terminación del conflicto significa únicamente que los
rebeldes desistan de su lucha armada y acepten reincorporarse a la
institucionalidad tal cual es. Contarán con garantías y por eso se apela
a todos esos personajes como ejemplo. En caso de que se nieguen,
estarán renunciando solitos a la forma civilizada de solucionar el
problema, y condenándose por necios a que la salida no sea otra que su
exterminio ejemplarizante.
Sin darle más vueltas al asunto, he allí el triste papel al que
quedaron reducidos todos esos renegados del pasado. Por eso no resulta
extraño que gran parte de ellos tenga serios problemas con el alcohol o
las drogas, haya preferido opciones sexuales diversas y escandalicen a
muchos por su vida licenciosa. Es obvio que el dinero no garantiza la
felicidad, entre otras cosas porque siempre se querrá más. La traición
envilece y descompone. De allí su desespero por ganarse un lugar en el
seno de la alta clase social que los desprecia. Y que por sus serviles
oficios les asignó el sospechoso mote de izquierda democrática.
Mención especial merece la llamada Corporación Nuevo Arco Iris, una
de esas oenegés puestas de moda recientemente por los monopolios
informativos. Pese a que sus estudios especializados son financiados con
cuantiosos recursos externos, como en el caso de la famosa
investigación sobre la parapolítica que convirtiera en estrella fugaz a
Claudia López, salta a la vista la pobreza científica de sus
conclusiones. Tanto en ese, como en sus demás vacuos estudios, jamás se
realiza un examen objetivo e imparcial sobre el papel de los intereses
económicos de clase en la problemática analizada.
Es así como la parapolítica terminó siendo una especie de cáncer que
afectó una porción del Estado, debido a la intromisión de la mafia
narcotraficante empeñada en consolidar un poder regional con algunas
redes nacionales, y a la que había que denunciar y combatir,
curiosamente tras comenzar su retroceso por los virajes uribistas hacia
la desmovilización.Nada tenía que ver el paramilitarismo con el Estado
colombiano, ni con su modelo de democracia, ni con su tradicional
política de seguridad. Tampoco con las políticas norteamericanas de
dominación e intervención en América Latina y Colombia en particular. En
resumen, un fenómeno accesorio y temporal de corrupción.
Como miran también al conflicto armado colombiano. Una lucha entre un
Estado que se excede a veces en su labor represiva, y unas guerrillas
insensatas que sólo contribuyen al crecimiento de la espiral violenta.
Es decir un conflicto sin raíces sociales ni políticas, un conflicto sin
historia, sin vinculaciones con la lucha de los campesinos por la
tierra o los trabajadores por mejores condiciones de vida. Un conflicto
situado por fuera del régimen terrorista que impera en Colombia, que
nada tiene que ver con la ausencia de democracia ni la persecución
política. Un conflicto que puede solucionarse mediante una simple
desmovilización negociada si las guerrillas acceden por fin a ella.
El dudoso prestigio que le confiere a esta corporación la gran
prensa, la anima a lanzar periódicamente especies a las que otorga un
certificado de veracidad, sin tener ningún tipo de comprobación real,
muy al estilo de la labor de propaganda negra o guerra sicológica que
emplea la inteligencia militar. No en vano León Valencia sustituyó en
sus columnas en varios medios a Alfredo Rangel, probado agente pago del
Ejército colombiano. La falsa versión de Arco Iris sobre el
fusilamiento de Granobles a manos de las FARC por no sé cuántos
pillajes, constituye apenas su más reciente infamia, la cual pone
nuevamente en evidencia su papel provocador.Lástima por aquellos que
alguna vez le atribuyeron seriedad.
Paradójicamente, Arco Iris enarbola la bandera de la solución
política aduciendo la inviabilidad de la salida militar. No hay que
llamarse a engaños. Desde ya sus responsables se saborean con los
jugosos proyectos y contratos que intuyen surgirán de la promocionada
reinserción de las guerrillas. Loaprendierondesde 1994, cuando brotaron
de la desmovilización de la Corriente de Renovación Socialista. Nadie
como ellos para saber de los negocios que pueden hacerse con recursos
internacionales. Y de cómo sirviéndoles de modo transversal, puede
obtenerse el progresivo reconocimiento de las clases dominantes.Y
parecer respetables, pese a su mediocridad.