Parafraseando a
Monterroso: cuando despertó de la pesadilla, el dinosaurio todavía
estaba allí vivito y coleando. Cierto, la pesadilla continua
inexorablemente. De una realidad cruenta a un hiperrealidad violenta.
Como si fuese una película sin fin del cine de gánsteres –cine-verdad (
cinéma vérité)–;
de gánsteres políticos. Vivimos una realidad dramática, cual si fuese
una cinta de Moebius, de una sola cara; la de la violencia soterrada o
abierta, endémica y terrible. La palabra dinosaurio proviene del griego:
deinos significa terrible y
saurus significa lagarto; lagarto terrible. Nuevamente, cual si fuese un ciclo fatal, estamos en las fauces del dinosaurio político.
Hoy
día es imposible explicar la verdadera naturaleza autoritaria del
Estado mexicano sin establecer la relación en las últimas décadas
neoliberales con la naturaleza histórica y social de la mafia. El
concepto de narco-estado es vigente para ayudar a caracterizar algunos
rasgos fundamentales de ciertos estados latinoamericanos, pues sabemos
bien que medio mundo de la política está metido en el narco y medio
mundo del narco metido en la política. La lumpenburguesía en el poder.
La violencia estatal a flor de piel en esta simbiosis. Roberto Saviano
nos cuenta en su excelente libro
Gomorra lo que actualmente es la
mafia napolitana y la globalización de las redes del crimen organizado.
Saviano nos describe magistralmente a la camorra en sus dimensiones
económicas, empresariales, sociales y ambientales. “El libro se propone
contar los mecanismos con los que el mundo camorrista… ha extendido sus
horizontes de negocios a nivel internacional, con la complicidad de la
clase política y empresarial.” A su vez, el eminente historiador
siciliano Salvatore Lupo en su magistral
Historia de la mafia. Desde sus orígenes hasta nuestros días (FCE),
nos describe perfectamente la articulación orgánica histórica entre el
poder del crimen organizado y el poder político como violencia estatal
organizada. Lupo analiza en detalle que la provincia de Palermo fue el
centro de esa organización que se proyectó sobre el resto del mundo: “La
mafia trafica, pero no es una banda de traficantes; trata con
políticos, pero no es un partido político; es una organización criminal,
pero no es sólo crimen organizado.” También habla sobre el poder
político, los negocios y el dinero, los mecanismos y red de influencias
que se tejen en torno del crimen organizado que está presente en todo el
mundo. Lupo dice que "es verdad que han existido (y existen) hombres de
negocios bastante ricos, que sin pertenecer de manera directa a la
mafia, le han ofrecido sus servicios y sus favores, además de
recibirlos." A tales ricos, sin duda, habría que añadir a muchos
integrantes de la elite en el poder; siguiendo el viejo axioma
priísta-hankista: “un político pobre es un pobre político”.
Lo
que en realidad distingue la naturaleza de los regímenes políticos
capitalistas, las formas históricas del Estado burgués, es la magnitud
de la aplicación práctica de la violencia; de las formas e intensidad de
los mecanismos coercitivos y, por ende, represivos. Hasta los
intelectuales burgueses como Max Weber admiten que el Estado se sostiene
esencialmente sobre la base de la violencia, aunque sin conferirle un
contenido de clase.
Lo que llevó a emplear la violencia estatal
organizada con las tropas militares –y los paramilitares como el
Batallón Olimpia– al régimen priísta diazordacista en la matanza del 2
de octubre de 1968 en Tlatelolco, políticamente en esencia no es tan
diferente como la que se utilizó en los últimos años con los regímenes
panistas y como la que inaugura Enrique Peña Nieto, empleada brutalmente
contra el pueblo de San Salvador Atenco, siendo él gobernador del
estado de México. El flamante presidente, ilegítimo, comandante supremo,
aseveró que el Ejército seguirá en la calle… pero eso sí, “respetando
los derechos humanos”. “El regreso del Ejército a los cuarteles será
gradual…” En tal sentido no hay ninguna diferencia con su antecesor
panista, y la cuestión es que tan gradual será éste retorno: ¿Los
próximos seis años? ¿Son de verdad las fuerzas armadas “factor de
estabilidad social y de confianza social”? ¿Qué debemos entender por
estabilidad y confianza social? ¿La represión, “la paz de los
cementerios” y las encuestas ficticias?
Las protestas
antipeñistas, acordes al derecho constitucional, se manifestaron en las
principales ciudades, pero el retorno del PRI al gobierno federal se ha
dado con un despliegue inaudito de fuerzas represivas. La violencia y el
terrorismo estatales en su mejor versión priísta que nos recuerda los
nefastos años de Díaz Ordaz y Echeverría, incluidos los grupos
infiltrados y paramilitares: del Batallón Olimpia al actual Grupo
Relámpago. Los hechos violentos están orientados a la criminalización de
la protesta social y la satanización de movimientos legítimos como el
YoSoy132.
El PRI y Televisa presentaron demandas en contra de
los manifestantes por los “daños” ocasionados a sus edificios; daños
ocasionados por infiltrados gubernamentales. Pero ¿y los daños
histórico-estructurales al pueblo mexicano por el PRI: las matanzas, las
catástrofes económicas sociales, económicas y educativas? ¿Y las
educativo-culturales ocasionados por Televisa? Díaz Ordaz y Echeverría
quedaron impunes, al igual de Peña Nieto y Fox en San Salvador Atenco ¿Y
el embrutecimiento por la enajenación cultural por décadas a “los
jodidos” los ha pagado Televisa?
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