Bahar Kimyongür, Tomado de rebelion.org.
Unos minutos más tarde, me encontraba en el despacho de una comisaría de la ciudad. Nueve policías de paisano se movían alrededor mío. La voz de mi esposa y la de mis hijos me llegaban a ratos entre el tintineo de los teclados, las preguntas de los detectives, las conversaciones entre agentes y el registro de mis efectos personales.
Aunque mis hijos se encontraban en una habitación adyacente, se me prohibió verles y se me obligó a quedarme sentado. Tendría que esperar cinco días y mi vuelta a Bruselas para verles de nuevo, consolarles, tranquilizarles.
El sufrimiento de ver e imaginar a mis hijos soportar tal violencia psicológica y la ira que sentía hacia los actores de esa puesta en escena grotesca me carcomió durante los cuatro días en que fui privado de libertad de forma arbitraria.
Estaba aún mas encolerizado al saber, al instante de mi detención, que todo ese guión de cine se debía a la señal de Interpol lanzada por la Inquisición erdoganiana por mi participación hace trece años a un abucheo en el Parlamento Europeo de Bruselas.
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Unos minutos más tarde, me encontraba en el despacho de una comisaría de la ciudad. Nueve policías de paisano se movían alrededor mío. La voz de mi esposa y la de mis hijos me llegaban a ratos entre el tintineo de los teclados, las preguntas de los detectives, las conversaciones entre agentes y el registro de mis efectos personales.
Aunque mis hijos se encontraban en una habitación adyacente, se me prohibió verles y se me obligó a quedarme sentado. Tendría que esperar cinco días y mi vuelta a Bruselas para verles de nuevo, consolarles, tranquilizarles.
El sufrimiento de ver e imaginar a mis hijos soportar tal violencia psicológica y la ira que sentía hacia los actores de esa puesta en escena grotesca me carcomió durante los cuatro días en que fui privado de libertad de forma arbitraria.
Estaba aún mas encolerizado al saber, al instante de mi detención, que todo ese guión de cine se debía a la señal de Interpol lanzada por la Inquisición erdoganiana por mi participación hace trece años a un abucheo en el Parlamento Europeo de Bruselas.
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