Por: FARC-EP.
12/08/13
¿Acaso cuando el presidente Santos
habla de paz con justicia social, está pensando en reversar las
locomotoras infames y depredadoras que tienen a la Colombia rural al
borde del estallido? ¿Estará dispuesto, a manera de muestra, a acceder a
la conformación de la zona de reserva campesina en el Catatumbo,
contrariando la oposición declarada de su ministro de la defensa?
Una es la paz que se anuncia en los
carteles de campaña electoral.Y otra la que interesa de verdad a la
gente humilde de Colombia.
Cualquiera diría que el 7 de
agosto el Presidente de la República se jugó todos los restos por el
proceso de paz que adelanta con las FARC en La Habana.
Al
menos así se deduciría de su discurso con ocasión del 194 aniversario de
la Batalla de Boyacá, en el cual asumió la defensa de la búsqueda de la
paz por la vía de las conversaciones.
La prensa destacó su
casi virtual confesión de que dar de baja a la totalidad de los mandos
de las FARC llevaría por lo menos a treinta años más de confrontación.
De
donde derivó que lo más conveniente es insistir en la vía de la
solución política al conflicto. Lo confirman sus duras críticas a
quienes se oponen sin razón a los diálogos de La Habana.
Dentro
de ellas señaló que no podía ponerse por encima de la justicia social
el asunto de la seguridad, identificándose públicamente con la posición
popular de paz con justicia social.
De modo que tenemos un
Presidente de la República que al tiempo de sugerir su intención de
lanzarse a la reelección levanta las banderas de la paz y la solución
política contra viento y marea.
Firmar por fin la paz. Qué
más quisieran las guerrillas, la izquierda, la oposición democrática y
popular, el movimiento social y seguramente la inmensa mayoría de los
colombianos.
La idea de trabajar incansablemente por hacer
posible y próxima la concreción de un anhelo nacional de semejante
dimensión tiene las características de una poderosa fuerza de gravedad.
No
cabe duda del enorme impulso centrífugo que aspira a materializar el
Presidente con su planteamiento. Mal podría expresarse su oposición a
él, ni por demagógico que fuera.
Todos soñamos con la paz,
las FARC llevamos 49 años clamando por una solución política. De hecho
en las últimas tres décadas hemos sido protagonistas de varios ensayos
por alcanzarla.
Con esa convicción estamos ahora dialogando
en La Habana. Y francamente creemos que el gobierno nacional demoró
mucho en salir a defender el proceso de manera abierta y valiente.
Enhorabuena
que el propio Santos salga a hacerlo ahora. Escuchar tal decisión en
los labios de un genuino representante de la más rancia oligarquía
militarista colombiana resulta alentador.
Compete ahora al
pueblo colombiano determinar cuánto del discurso presidencial
corresponde a la verdad y cuánto hace parte de un esfuerzo por captar la
voluntad popular para su reelección.
Porque lo que muestra
la experiencia del país, remontándonos incluso a los comuneros del
Socorro, es que los gobernantes prometen e incumplen cuanto se acomode a
su conveniencia.
¿Acaso cuando el Presidente Santos habla de
paz con justicia social, está pensando en reversar las locomotoras
infames y depredadoras que tienen a la Colombia rural al borde del
estallido?
¿Estará dispuesto, a manera de muestra, a acceder a
la conformación de la zona de reserva campesina en el Catatumbo,
contrariando la oposición declarada de su ministro de la defensa?
La
vocación sincera de poner la paz con justicia social por encima de
cualquier rebuscada consideración sobre la seguridad, implicaría el
acuerdo inmediato de un cese el fuego bilateral.
¿Por fin va
Santos a concertarlo? Se lo agradecerían en el alma las comunidades del
nordeste antioqueño, Arauca, Meta y tantas otras regiones bombardeadas
indiscriminadamente por la FAC.
Como aplaudiría la nación
inconforme la abolición del sanguinario ESMAD y la prohibición del trato
militar a la protesta, que dejan impunemente más muertos y heridos del
pueblo cada vez.
¿Será que ahora sí aceptará el gobierno
nacional la discusión en la Mesa en torno al latifundio y la
concentración de la propiedad rural en pocas manos? Son temas
elementales de justicia social.
Las políticas neoliberales de
flexibilidad laboral, privatizaciones y apertura económica, que son lo
que el gobierno llama modelo económico, y que multiplican la injusticia,
¿serán modificadas?
La doctrina de seguridad nacional y la
militarización escandalosa del país, responsables del paramilitarismo,
la guerra sucia y el terror antidemocrático ¿serán desmontadas en aras
de la paz?
Hasta el momento, lo que se ha visto del presente
gobierno es la profundización del modelo injusto y el incremento de la
represión. Cosas que el Presidente se niega a discutir.
Y a
las que llama prosperidad, seguramente porque hacen más ricos a los más
ricos. La guerra fratricida continúa al tiempo que se anuncia su
refuerzo con más pie de fuerza, aviones y drones.
De donde
parece que para el Presidente la paz es igual a la victoria, a la simple
rendición y entrega de las FARC en la Mesa de La Habana. Nosotros y el
pueblo colombiano pensamos distinto.
Justicia social es poner
fin a la inequidad y la explotación, es atender los clamores de quienes
sufren por causa del sistema, es crear una democracia verdadera.
Eso
es paz, desterrar para siempre el empleo de la violencia y el miedo
contra la oposición política. Que se pueda disentir sin sufrir la
amenaza, la desaparición, la cárcel o la muerte.
Propósitos
que aunque quisiéramos se realizaran hoy, no podemos desechar porque no
se hayan alcanzado en determinada fecha. En nuestro parecer no importa
el tiempo que lleve lograrlos.
La paz es un asunto muy serio,
en el que hay que trabajar con los sentidos bien despiertos. Ni
nosotros ni el pueblo podemos olvidar el riesgo de que nos metan un buen
gato por liebre.
Una es la paz que se anuncia en carteles de
campaña electoral. Y otra la que interesa de verdad a la gente humilde
de Colombia. Está bien claro cuál es la del gobierno. Y cuál es la de
las FARC-EP.