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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

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[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

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Diomedes Díaz, un análisis de clase

Cambio Total.

Colombia ha producido unos incomparables portentos en diferentes ramas, aún a pesar del abandono en que la oligarquía ha sumido a su pueblo. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que « el pueblo ha sido superior a sus dirigentes oligárquicos ».

A los « Kid » Pambelés, « Rocky » Valdés, Bernardos Caraballos, « Lucho » Herreras, Catarine Ibarguen, « Tino » Asprillas, y los miles de miles de muchachos que a golpe de patadas y/o puños –su físico- le han ganado la existencia a una oligarquía que mantiene su « nivel de vida » a costa de la explotación de sus semejantes pobres.

A nivel musical no estamos exentos de esos portentos. A José A. Morales, José Benito Barros el « rey de la cumbia », Arnulfo Briceño, se suman los « juglares vallenatos » que dieron origen al « boom » musical de nuestra tierra, los cuales con su cultivo armonioso y armónico han hecho sonar bien alto los aires musicales colombianos allende nuestras fronteras. Y desde luego, hay ejemplos entre la llamada « Música culta » como el maestro Gerardo Arellano, Francisco Zumaqué –apellido indígena-, y otros que se escapan en el momento.

Hoy 25 de diciembre será enterrrado en Valledupar uno de esos portentos. Diomedes Díaz. El cual evidencia su extracción de clase desde la más tierna infancia –es el « espantapájaros » enviado al campo por el « patrón » dueño de la finca en que trabaja su padre para que le cuide la cosecha de los pájaros que se la comen (trabajo infantil sobre el cual los medios y periodistas burgues ven como « normal »)-, cultivando a más de su trabajo y amor por la tierra –hijo de proletario agrícola pues carece de tierra para ganarse el sustento diario-, su voz por vocación ya que nunca tuvo un « maestro » que le enseñara y su « don » fue cultivado como cultivan su canto los « vaqueros » en sus cantos de vaquería (también proletarios que tienen que venderse al « patrón » para poder subsistir).

La « vocación » de cantante y canta-autor de Diomedes Díaz lo lleva a la cumbre, mas en su interior sigue siendo un muchacho humilde, que apenas tuvo el dinero suficiente compró la finca en que trabajaron él y su padre, y se la regaló a éste último, tratando de subsanar un estado de cosas que le hizo vivir carencias y penalidades porque « la vida es un baile y hoy le damos la vuelta ». Como dice un músico popular muy nuestro, « Diomedes era un campesino (por convicción) y un artista por vocación ».

Con la fama, el dinero y la gloria, en este sistema capitalista narco-paramilitarizado que vivimos en Colombia, llegaron aparejadas las males compañías y los vicios (el capitalismo todo lo prostituye). Los excesos en la vida son casi que propios en las personas que el estado no ha preparado para el éxito y la gloria. Nunca Diomedes recibió del « estado burgués » una formación intelectual, política, ideologica, que lo enfrentara con éxito a los « cantos de sirena » que sonaban a su alrededor. Hasta un candidato presidencial –y posterior presidente-, por recomendación de sus amigos « narco-paramilitares » le solicitó una « parranda con Diomedes » a un capo mafioso de la Costa Caribe con quien estaba negociando su apoyo en las elecciones.

Mas Diomedes siguió demostrando lo que era. No importaban los vicios y las malas compañías, él era el « cacique » que nada lo alejaba de lo realmente importante en su vida : su vocación y su convicción. Un artista que componía canciones –aunque se dice que muchas de las canciones registradas por él no eran de su autoría y tenía dos o tres « diomedes » que le componían (algo usual entre los vallenatos)-, y se entregaba totalmente a su público. Su « ser social » lo hacía sentir realmente realizado en la tarima, con su público, y a él se entregaba por horas y horas para desgaste de los músicos de su conjunto. 

Diomedes tenía una capacidad interpretativa tal que su estilo lo acomodaba al acordeonero de turno, sin perder su esencia, y le sacaba lo mejor que éste tenía. Ahi era el « cacique », el manda-callar de la música vallenata. Con él tocaron los mejores acordeoneros y algunos no tan buenos sobrevivían a su lado. La lista es larga como cientos o miles son sus logros. Éxito total.

Los excesos de la cocaína y el alcohol le pasaron factura. El corazón lo mató. « El que por amor nació por amor se muere ». El cuerpo de Diomedes será enterrado hoy en Valledupar, en la eterna paradoja de la música vallenata que se nutre de todos los pueblos que componían la tribu « chimila » y « roba » los talentos a esos pueblos (Incluso la música vallenata traspasó fronteras). Ese robo es el designio trazado por la oligarquía vallenata que para defender sus privilegios de clase ha abrazado el narco-paramilitarismo, la estrategia contrainsurgente del estado colombiano, y hacia esa estrategia conduce a todo aquel que asimilan o cooptan.

Mas no podrán decir que Diomedes era de su clase. No. Jamás. Como los Alejos Durán, los Luis Enrique Martínez, los « Pacho » Radas, los Alfredo Gutiérrez, los Ismael Rudas, los Rafael Orozcos, y cientos más, todos de extracción humilde que interpretan una música hecha por indígenas y negros en su principios, después continuada por el mestizaje, Diomedes era un alma humilde, de pueblo. Y ahí está su pueblo despidiéndolo, llorándolo, escuchándolo.

La vida efímera se acaba, mas los seres de valía dejan su obra y su impronta. Diomedes Díaz deja su obra para deleite de los cultores de la verdadera música vallenata y, por qué no, para deleite de todos los melómanos. Algún día en la Nueva Colombia le daremos el sitial que se merece. Q.e.p.d. Vamos, "Cacique"!
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¡Constituyente ya!

Por: Luz Marina López Espinosa / Pacocol.
No es apenas una consigna política o una proclama que desde el anonimato y el silencio griten las paredes. Bien podría también ser sólo eso, y ya sería una voz atendible por la alcurnia del sujeto al que alude. Es en todo caso mucho más que eso, sin que la residencia del impulsor de la iniciativa en las montañas y en la resistencia a la creciente precariedad de un Estado y de una democracia cada vez más eslogan y hueca de contenido, le quite respetabilidad a la consigna. Es más: penoso ha de ser para  las clases hechas al manejo del Estado, que sea desde la orilla de la ilegalidad –y de la ilegitimidad según ellas-, de donde provenga las más ilustre de las apelaciones: la que convoca al de otra parte y tanto tiempo escarnecido y manoseado pueblo. 

Como habrán reparado los lectores, lo anterior a propósito del debate  acerca del modo de refrendar los eventuales Acuerdos a los que lleguen la insurgencia de las FARC-EP y el gobierno de Colombia presidido por Juan Manuel Santos en el marco de las negociaciones para “terminar el conflicto y construir una paz estable y duradera”. Que por la trascendencia histórica sin igual del momento,  la posibilidad de terminar negociadamente una confrontación de sesenta años -no resuelta por la vía de las armas valga la precisión-, con su secuela de muerte, destrucción,  despilfarro de ingentes recursos y degradación de las partes en especial de aquella que invoca como razón de su intangibilidad su superioridad moral y jurídica,  es algo que se debe revestir del más sólido de los blindajes. Y ninguno más fuerte ni genitor de mayor legitimidad, que el emanado de una Asamblea Nacional Constituyente. No se trata entonces de una bandera del grupo armado. Es una bandera de la razón y de la nación.

La convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente no sólo la amerita la indiscutida importancia del asunto y el momento, verdadero parteaguas en la historia de Colombia, sino que lo impone un hecho de riguroso pragmatismo jurídico-político: los acuerdos a los que lleguen las Farc. y el gobierno nacional, si es que en verdad son como tienen que ser, para ponerle fin al conflicto, tienen una entidad tal, que su implementación mediante la  introducción de reformas a la institucionalidad vigente, superan la misma omnipotencia que en nuestro Estado tiene el presidente de la república. Y desbordan su marco de representación de la sociedad , y el temporal de su mandato aún contando con la reelección.

De modo que resulta inevitable considerando además la rabiosa oposición  de los influyentes sectores enemigos de la paz, que la institucionalidad adoptada goce de ese blindaje que la haga “más o menos” inamovible. Y decimos “más o menos”, porque cualquier cosa puede pasar: ¿acaso la celebrada Constitución de 1991 promocionada como un  Tratado de Paz suscrito por la nación toda, no ha sido objeto de cerca de treinta reformas, la mayoría con el carácter de “contrarreformas”? Qué sería entonces de las innovaciones que se introduzcan en este momento si ellas descansan en apenas leyes, decretos, directivas presidenciales, o promesas juradas de  cumplimiento, expresiones estas de la voluntad del Estado que según es uso en Colombia, son simples comodines de ocasión, siempre temporales y fungibles?

Los peligros que se ciernen sobre el proceso de paz que se adelanta en La Habana no partenprincipalmente –dura paradoja- de los reconocidos sectores abanderados por el ex presidente Uribe Vélez que inclusive han tenido la osadía de hacer  de la cancelación de ese proceso su principal oferta para las elecciones presidenciales que se avecinan. El mayor peligro y que mantiene la mesa de negociaciones  todos los días a punto de naufragar, viene quién lo creyera, del gestor de ella, el presidente Juan Manuel Santos. Y es que cada día el presidente da claras y desconcertantes muestras de querer congraciarse con el hipertrofiado poder militar que lastra sobre el país, como haciéndose perdonar de él y de los sectores militaristas que constituyen el núcleo duro del bloque  en el poder, el pecado de adelantar unas negociaciones que sabe el mandatario, a pesar de explicaciones y la presentación que les hace  como de una rendición, son vistas por aquellos con verdadera indignación.


No es de  poca trascendencia lo anterior. Insistimos: es la más grave conjura que puede haber contra el proceso de paz, la que cada día lo cubre de incertidumbre. Y las muestras de esa actitud presidencial conspirativa muy en la línea de Uribe Vélez  y su facción extremista, son públicas y ostensibles, como midiéndole al interlocutor su tolerancia frente a las condiciones inaceptables e incompatibles con la negociación que en los escenarios más diversos les lanza. Y como calibrando la disposición que tenga de resistir a insultos y provocaciones verbales. Sólo en esta perspectiva se comprenden y adquieren sentido las frecuentes exhortaciones del presidente a la fuerza pública para que cada día y sin desmayar un instante redoblen su cruzada de exterminio contra la insurgencia en diálogos. Y sus reiteradas precisiones en cuanto foro gremial o ceremonia de ascenso miliar hay, de que en La Habana no se está   negociando absolutamente nada: ni el modelo económico-social, ni la política internacional, y muchísimo menos la doctrina militar basada en los conceptos de la seguridad nacional, el enemigo interno y la protesta social como asunto de orden público.  Y las groseras descalificaciones del ministro de defensa como ventrílocuo del poder militar, descalificando de tajo cualquier posición o declaración plausible  de las FARC sobre la paz, adjudicándoles  de paso terribles y por fortuna frustrados “atentados terroristas”.

La última salida del presidente Santos en esa línea que sólo da lugar a sospechar que mira el proceso con la misma frivolidad y falta de lealtad con las que lo haría un  jugador de póker para quien la palabra principios no tiene asiento en el tema,  fue su intervención en el congreso del partido Cambio Radical, cuando volvió a garantizarle a la alianza derechista gobernante, que allá en La Habana no se estaba negociando absolutamente nada del estado de cosas tan favorable al auditorio, y que lo único que se  estaba haciendo era “tratar de acordar con esa gente que cambie las balas por unos puestos”. Demasiada porfía del gobierno nacional en querer presumir “pensando con el corazón”, que las FARC-EP están en un proceso de rendición, dispuestas a ser cooptadas y a ingresar al Establecimiento. El gobierno y el bloque en el poder saben, deben saber, que la guerrilla busca integrarse a una institucionalidad sí, pero para ejercer sin armas su derecho a resistirla y transformarla.

 Ya antes y muy en el centro del clamor que este artículo recoge,  había incurrido el presidente en una grave violación, verdadera burla, del Acuerdo General suscrito por las partes para sentarse a negociar, en cuyo punto Sexto se estipula la discusión de los mecanismos de refrendación de los acuerdos a los que se llegue. Repudiando lo acabado de suscribir, el gobierno en una no disimulada muestra de desconfianza hacia el constituyente primario, con toda malicia se adelantó a  imponer en el Congreso la aprobación de una ley que adopta el Referendo como mecanismo de refrendación de esos acuerdos. El presidente nunca ha tomado en serio aquello de que se trata de una negociación en la cual ambas partes tiene voz y voto en tanto iguales en la mesa.

Olvida –o simula olvidar-  el presidente, que la insurgencia dialogante reclama en el nuevo escenario de la paz, no una mezquina dádiva del Estado, no un mísero espacio de presencia política que les permita dar por bien justificados ante los suyos los miles de sacrificados que quedaron en el camino, sino que lo que demanda es mucho más que ese espacio con plenas garantías al que de por sí tendría derecho: es primero que todo y ante todo, la adopción de reformas institucionales al inicuo modelo económico, social y político que fue lo que sin discusión, dio lugar al levantamiento armado primero, a su escalamiento después, y a su arraigo en vastos núcleos poblacionales y que le ha permitido pervivir por sesenta años.

¿Por qué tanta insistencia del Establecimiento en presumir no saber eso?


El que a estas alturas del levantamiento y de la negociación para ponerle fin, tenga la insurgencia que precisarle al presidente que por lo que se levantaron hace sesenta años y  pusieron miles de muertos, heridos, mutilados y encarcelados no fue para lograr unas curules en el senado, unos escaños en algunos  concejos municipales y unas cuantas alcaldías de pueblos, es algo que obliga a preguntarse sobre la sinceridad del primer mandatario con eso de “alcanzar una paz estable y duradera” según reza el Acuerdo suscrito.

El gobierno de Colombia debería reconocer que el grito de las paredes ¡Constituyente ya!, está recogiendo el proceso constituyente que ya, sin permiso del gobierno, se está dando a todo lo ancho y largo del territorio nacional con las docenas de constituyentes populares de carácter sectorial que se han realizado, y con las miles de propuestas que desde los cabildos indígenas, las juntas de acción comunal, los estudiantes universitarios, los de bachillerato, los sindicatos, el movimiento de derechos humanos y los partidos y movimientos políticos de izquierda, se han hecho llegar a La Habana recogiendo la multiforme voz de eso que esta vez sin falsificaciones se puede llamar “el pueblo”.

Y a esa Constituyente Popular auto convocada y en marcha,  se acaba de sumar otra que nadie había avizorado ni pudo programar, magnífica muestra de que el pueblo se está apropiando de eso de la soberanía popular de la Constitución de 1991, hasta hoy escamoteada: la formidable respuesta popular a la destitución del Alcalde de Bogotá Gustavo Petro por el reaccionario Procurador General. Muy dura la tiene este funcionario y el presidente Santos que se frota las manos, ante la posición del constituyente primario que se ha volcado a las calles y las  plazas, dando la orden: “al alcalde lo puse yo, y mi voto vale. Petro se queda”.

Alianza de Medios por la Paz

La Guerra del Fracking

Un documental de sobre la explotación de petróleo no convencional [88 min.]
Cine Sur S.A.

"La Guerra del Fracking" es el séptimo largo documental de Pino Solanas sobre la Argentina contemporánea. Como los anteriores Tierra Sublevada -Oro Impuro y Oro Negro- continúa la búsqueda de un cine-ensayo -de fusión de géneros- donde se alternan crónicas y recreaciones con emotivas historias de sus protagonistas: trabajadores, ingenieros, pobladores. 

A través de un viaje hacia el yacimiento Vaca Muerta, en Neuquén, con el especialista Félix Herrero y la investigadora Maristella Svampa, se recogen reveladores testimonios de los pobladores y técnicos sobre los efectos contaminantes del nuevo proceso de explotación de petróleo y gas no convencional. El fracking, destruye el subsuelo y contagia las napas de agua con cientos de sustancias químicas nocivas. En los EEUU está causando uno de sus mayores daños ambientales y ha provocado la protesta de las poblaciones afectadas y de miles de artistas, científicos e intelectuales. En las provincias argentinas, decenas de municipios han prohibido la instalación de estos pozos, declarándose libres de fracking. 

El gobierno nacional perdió el autoabastecimiento de gas en el 2005 y en lugar de enfrentar la crisis desarrollando las cuencas petroleras no exploradas o las energías renovables, optó por la explotación con fracking, la más costosa de todas. YPF acaba de firmar un acuerdo por 35 años con la americana Chevron --heredera de la Standard Oil- para explotar Vaca Muerta uno de los yacimientos mas ricos del mundo. Se trata de la más grave entrega de recursos patrimoniales realizada en estas décadas. Además de violar la ley de hidrocarburos, el convenio no ha sido tratado por el Congreso Nacional y se lo negaron a la justicia. El 28/8/13 una movilización de 10.000 personas en Neuquén, marchó hacia la Legislatura para protestar por el acuerdo y fueron violentamente reprimidos. 

Las alternativas energéticas argentinas son múltiples: además de sus cuencas territoriales cuenta con las oceánicas apenas explotadas y tiene uno de los mayores potenciales del mundo en las energías eólica y solar térmica, cuyo rendimiento económico es muy superior al fracking, no dañan el ambiente ni contribuyen al cambio climático. Hoy la civilización del petróleo está llegando a su ocaso: después de impulsar la sociedad de consumo, los hidrocarburos son la principal causa del cambio y daño ambiental.



Produce Cine Sur S.A con la colaboración de Asociación civil Proyecto Sur Cultural

Productor delegado: Fernando Solanas

Guión y Dirección: Fenando Solanas

Asistencia de Dirección: Nicolás Sulcic - Juan Pablo Olsson

Imagen y Cámara: Fernando Solanas - Nicolas Sulcic

Dirección segunda unidad: Nicolás Sulcic

Cámara segunda unidad: Andrés Bar

Montaje: Fernando Solanas- Alberto Ponce- Sebastián Agulló- Nicolás Sulcic- Juan Pablo Olsson

Asistente de montaje: Silvia Lanza

Musica: Mauro Lázaro

Sonido (diseño y mezcla): Santiago Rodriguez

Colorista: Nahuel Srnec

Efectos, animaciones y gráfica: Sebastián Lábaque - Guillermo Llull

Asistencia de producción: Marina Cane Solanas - Flexa Correa Lopes 

Administración: María Marta Solanas - Elida Romero

Estudio Contable: Patricia Kronig

Estudio Jurídico: Julio Raffo

Duración: 88 minutos

El imperialismo asesina guerrilleros... y presidentes

Por Lilliam Oviedo
Rebelión


Es deber de conciencia apoyar al Gobierno de Ecuador en la disputa contra la petrolera Chevron; pero la multinacional se debilita denunciando la ilegitimidad del poder que la sostiene. Siendo así, los principales funcionarios del Gobierno de Ecuador no deben suscribir la definición de terrorismo que ha impuesto el poder imperialista. ¿Acaso es terrorismo enfrentar el poder que ha cometido los más horripilantes actos de genocidio registrados?

La Chevron, al enfrentar al gobierno de Ecuador por un conflicto de intereses, refuerza la labor de las agencias oficiales yanquis, que realizan su trabajo conspirativo organizadas por líneas de acción.

Los funcionarios ecuatorianos tienen que tomar en cuenta esta amenaza permanente y no deben pronunciarse como si no existiera.

El Comando Sur, como cuerpo del Ejército de Estados Unidos, realiza una labor militar y también política, y es por eso que, en este momento dice que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, tienen fuerte presencia en Ecuador.

“Jamás permitiremos que grupos ilegalmente armados estén en nuestro territorio, ya sea por apoyo logístico o porque están traficando con droga”, dice el ministro de Seguridad de Ecuador, Homero Arellano.

Por otra parte, el canciller Ricardo Patiño, atribuye al diario The Washington Post el ser parte de una conspiración contra los diálogos de paz y contra la unidad latinoamericana, y dice que por eso dio a conocer la existencia de un proyecto conjunto entre la CIA y el Gobierno de Colombia para matar dirigentes de las FARC.

¿Por qué responde de este modo los funcionarios de Ecuador, si es obvio que la amenaza contra el avance político en su país procede del Norte y encuentra apoyo en sus fronteras de quienes dirigen los grupos “legalmente armados”.

¿QUÉ EXPLICACIÓN TIENE SANTOS?

Las FARC figuran en una lista de grupos que el “antiterrorista” Gobierno de los Estados Unidos de América y los organismos de dirección de la Unión Europea califican como terroristas. Cuando el Comando Sur las vincula con el Gobierno de Ecuador, actúa en la línea de traspasar a ese Estado el mismo calificativo.

Pero el ministro de Seguridad de Ecuador no puede olvidar que fueron los grupos “regularmente armados” de Colombia los que perpetraron el ataque en Sucumbíos en marzo del año 2008.

Como no puede olvidar el canciller Patiño que la principal fuente de conspiración contra la construcción de la Patria Grande es la instalación de gobiernos de ultraderecha en el continente. ¿Acaso no son esos gobiernos la garantía para la operación de las bases militares estadounidenses y para la acción de las agencias civiles de la misma factura con distintas denominaciones?

Ante la revelación de que existe (se trata de un proyecto en marcha, aunque las agencias de prensa hablan en pretérito) un proyecto conjunto de la CIA y el Gobierno de Colombia para matar guerrilleros de las FARC, es el Gobierno de Colombia el que debe dar explicación.

Juan Manuel Santos, su antecesor Álvaro Uribe y el sector cuya representación ellos se disputan, deben dar explicaciones sobre la subordinación a Estados Unidos y, en particular, sobre un capítulo más comprometedor y abominable que el propio Plan Colombia, que ellos han mantenido en secreto.

¿Con qué derecho se asocian dos gobiernos para asesinar? ¿Con qué derecho Estados Unidos dirige asesinatos selectivos en América Latina? ¿Quién garantiza que solo los jefes de las FARC pueden ser víctimas de esas acciones?

Iván Cepeda, un legislador del Polo Patriótico, anunció que formalizará su demanda de explicación al jefe de Estado de Colombia.

El congresista dijo que es necesario que se conozca toda la verdad sobre la información publicada este domingo por The Washington Post, en el cual se reveló la colaboración de la agencia de inteligencia estadounidense en los operativos contra varios miembros del grupo guerrillero, entre ellos alias ‘El Negro Acacio’ y ‘Raúl Reyes’, que hacían parte del secretariado de las FARC.

“Ahora es necesario que se sepa que alcances ha tenido esa intervención, cuáles han sido sus modalidades y, eventualmente si además de operaciones militares ha habido otra clase de espionaje”, dice Cepeda.

LO “LEGAL”

Iván Cepeda demanda explicación, porque es ilegal que el presidente de Colombia y sus funcionarios comprometan al Estado en acuerdos de ese tipo a espaldas del pueblo y sin consultar siquiera a los organismos legislativos.

Aceptando ese tipo de ilegalidpad, no se allana el camino para la construcción de la Patria Grande.

Entre las acciones recientes del imperialismo hay que citar el impulso a un golpe de Estado en Honduras y la consumación de un golpe de Estado en Paraguay, y en ninguno de los dos casos pudo mencionar siquiera el nombre de las FARC.

¿Por qué pensar que, en Ecuador y en la Venezuela sometida a una guerra económica sin cuartel, solo usando el nombre de las FARC podría hacer un intento similar?

Someterse a la “legalidad” imperialista, además de constituir un acto vergonzoso, es inútil.

La CIA, la NSA y otras agencias yanquis, han alimentado la guerra en Colombia, y tratan de mantenerla. Además, el poder imperialista mantiene la apuesta por una América dividida. Pero el mejor aporte que pueden hacer a la integración los gobiernos progresistas es fortalecer la legitimidad que los ha sostenido y vincularse con firmeza a las organizaciones revolucionarias.

Es la única fórmula para frustrar los proyectos conspirativos, muchos de los cuales incluyen planes de magnicidio… Para detener el avance político en América Latina, el imperialismo mata guerrilleros; pero, por su trayectoria, es obvio que también es capaz de matar presidentes… Y Rafael Correa, Evo Morales y Nicolás Maduro (para solo citar tres), no son bien vistos por los halcones…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 

Dossier Álvaro Uribe Vélez

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