Headlines News :
Con tecnología de Blogger.

Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

RECOMENDADO CAMBIO TOTAL

[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

Hey loco, No dispares!

Vamos a Cuentiarnos la Paz

LOS RICOS NO VAN A LA GUERRA

Blog ESTADÍSTICAS

BLOG DESTACADO

Los maestros y la calidad de la Educación en Colombia

Cambio Total.

Es evidente que la educación juega un papel de primerisimo orden en la superación de los problemas de una sociedad determinada. Pongamos dos ejemplos. La Unión Soviética transformo el país desde un feudalismo monárquico a un socialismo, primera fase del comunismo (al cual ningún país ha llegado aún). La China que recibió Mao Tse Tung después del triunfo de la revolución era una nación también profundamente atrasada y feudal y el gran Timonel se dio a la tarea de rehacer la vida de su pueblo. Ambos pueblos jugaron un papel fundamental en esa creación histórica y se afianzáron en la necesidad de combatir las secuelas feudales: analfabetismo, falta de escuelas, carencia de una pedagogía revolucionaria, etc.

La Isla de la Revolución -Cuba- también tuvo que desarrollar su método para vencer las taras que había dejado el capitalismo-feudalismo y emprendió con todo el entusiasmo revolucionarioucion la inmediata superación de las taras del capitalismo en el campo educativo: Analfabetismo, carencia de profesores, etc. Tamaña tarea revolucionaria sólo pudo ser encarada por un pueblo abrazado estrechamente a su revolución y vencer el analfabetismo significó la movilización de todas las fuerzas humanas, la cual contó entre otras cosas con la participación entusiasta de la juventud comunista y hasta los pioneros se sumaron a este esfuerzo.

Hoy, quien podrá negarlo, esos tres países, a pesar de haber continuado por sendas disímiles, se han inscrito entre los países con altos estándares sociales, entre ellos el de la Educación. En nuestra amada Cuba no hay analfabetismo y su método es usado por muchos países a los cuales viajan los pedagogos cubanos a enseñarlos a combatir este vergonzoso flagelo. Además, la educación cubana tiene estándares que en mucho supera los estándares de ciertos países capitalistas-imperialistas.

Contrario a estos tres ejemplos, en Latinoamérica, por ejemplo, vemos que el analfabetismo es una inmensa joroba cargada por los presidentes de turno, quienes no han privilegiado la inversión en educación desconociendo que lo que se invierte en educación se convertirá en estímulo para la superación de la pobreza y la delincuencia. Colombia, por ejemplo, ocupa los lugares de cola del tren educativo en las dos últimas pruebas de este año, y en la última ocupa el deshonroso último lugar!

Ello nos demuestra, evaluando esta situación con la de los tres países arriba mencionados, que se necesita un pensamiento revolucionario que revolucione las estructuras y superestructuras a fin de vencer las taras del feudalismo-capitalismo preponderante en Colombia. No es solamente culpa de Uribhitler y Santos el estado calamitoso y vergonzante de la educación, sino de todos los presidentes, amén de sus ministros de educación, ya que al aplicar el Terrorismo de Estado de la DSN han convertidos en objetivo militar a los educadores de todo el país, y a los que no pueden silenciar sicarialmente -Alfredo Correa de Andreis por ejemplo- lo judicializan como ha pasado por estos días con destacados maestros-pedagogos -Miguel Ángel y Francisco Toloza-.

La visión obtusa de los inquilinos de la "Casa de "Nari", acompañadas de las mentes más trogloditas y atrasadas de los militares y del procurador- ha permitido que los recursos caquecticos destinados a la educacion sean malversados en la guerra y bajo una fementida "universalizacion" se trata de mesconder el estado deplorable en que esta la educación, igual como hacen con las otras necesidades sentidas de los colombianos.

Sabemos que educación, pobreza, salud y empleo van de la mano en el camino de la vida de un pueblo. Esperamos no sea necesario

Así se enriquecen los terratenientes: El hombre del billón de pesos

Indalecio Dangond B. 4 Abr 2014 - 11:00 pm
No cayó nada bien en las organizaciones campesinas del país el nombramiento del cuestionado ex presidente de Finagro, Cesar Pardo, como Gerente del Pacto Agrario.
Por: Indalecio Dangond B.
Indalecio Dangond B.En la columna pasada informé al ministro de agricultura de la inconveniencia de esta designación por las razones que a continuación expongo.

El año pasado el Contralor Delegado de la Unidad Anticorrupción de la Contraloría General de la Republica, José Miguel Char, en el Proceso de Responsabilidad Fiscal No. 80183-064-629, firmó un fallo contra Cesar Pardo declarándolo fiscalmente responsable a titulo de culpa grave por la suma de $2.834.599.645, por haber desarrollado una gestión fiscal antieconómica e ineficiente generando un daño al patrimonio de Finagro cuando se desempeñaba como presidente de dicha entidad. 

En la entrevista del pasado 29 de marzo al Espectador, el señor Cesar Pardo, afirmó que ese fue un “proceso absurdo en el que se le vinculó después de haber salido de la presidencia de Finagro en octubre de 2005, cuando los hechos investigados eran de noviembre y diciembre de ese año”. Ver entrevista. http://www.elespectador.com/noticias/politica/un-nombre-polariza-gerente-del-pacto-agrario-articulo-483634. 

Claramente, el señor Cesar Pardo le mintió al país, a las organizaciones campesinas y al inocente ministro de la cartera agraria, porque según consta en el fallo proferido por el Delegado Anticorrupción de la CGR, si fungía como presidente de Finagro para la época de los hechos en cuestión (12 de octubre de 2005). Si bien es cierto que el proceso prescribió por vencimiento de términos, ello no lo exime de la censura moral.
En dicha entrevista, también pretendió restar importancia a la investigación y formulación de pliegos de cargos que le ordenara la Procuraduría General de la Nación cuando fue presidente del Banco Agrario por la presunta irregularidad en la vinculación de personal con violación a la legislación laboral contenida en el articulo 6 del Código Sustantivo del Trabajo y los artículos 3 y 77 de la Ley 50 de 1.990. La investigación señala que a través de la figura  de vinculación directa y empresas temporales se contrataban trabajadores por seis meses prorrogables, encontrando personal vinculado por mas de 4 años cumpliendo actividades que no eran ocasionales, sino, que correspondían a funciones propias del objeto del banco. Extrañamente la investigación fue archivada.
Pues esta es la persona que el ministro de Agricultura, Rubén Darío Lizarralde a designado para ejecutar el billón de pesos que el Gobierno del Presidente Juan Manuel Santos ha destinado para invertir en lo que resta del año, en proyectos campesinos para mejorar el bienestar, ingreso y capacidades para el desarrollo rural y agropecuario. Delicado encargo.
El mecanismo que escogieron para la ejecutar el billón de pesos -que aportamos los colombianos con el impuesto del 4x1000-, son los ineficaces y cuestionados Consejos Municipales de Desarrollo Rural (CMDR) y Consejos Seccionales de Desarrollo Agropecuario (Consea), unos burócratas expertos en gastarse los dineros públicos en proyectos agrícolas y ganaderos ineficientes y poco rentables.
La solución es instituir los POT rurales para establecer el uso y vocación de los suelos de los municipios y organizar las escuelas de emprendimiento rurales que proporcionen a los jóvenes campesinos contenidos útiles que ellos puedan aplicar en la corrección de sus propias ineficiencias y que den prioridad al entrenamiento y desarrollo de habilidades más que a satisfacer intereses individuales de negocio.
Si el Gobierno Nacional no revisa este delicado tema, el año entrante veremos el billón de pesos invertidos arrumes de tractores desbalijados, cultivos ineficientes, campesinos igual de pobres y al gerente del Pacto Agrario envainado nuevamente con los organismos de control.
@indadangond

Opinión de los militares: Las minas antipersonal, ¿terrorismo o guerra asimétrica?

[Cambio Total]

Abajo publicamos un artículo que devela la posición de los militares sobre la guerra y el uso de minas antipersonales. Léalo, analíselo con cuidado y saque sus conclusiones.

El artículo dice así:

"Colombia debe renunciar al Tratado de Ottawa, y recuperar su capacidad para fabricar minas antipersonal. Esto es fundamental para el desarrollo de una guerra asimétrica, que nos permita enfrentar a enemigos militarmente superiores.
 
Tras la firma de los acuerdos de Ottawa, para la eliminación de las minas antipersonal de los inventarios militares de los países signatarios, desde 1999 el Gobierno de Colombia renunció a la elaboración, almacenamiento y uso de las minas antipersonal. ¿Hicimos lo correcto?

Una mina es un arma compuesta por una carga explosiva, un sistema de detonación, y un contenedor o carcasa. La mina terrestre está concebida para ser usada como un factor de contramovilidad, es decir, para detener o retardar el avance del enemigo. Las minas terrestres son de dos tipos: la antitanque y la antipersonal, la primera persigue inutilizar vehículos y la segunda afectar al personal que se desplaza a píe. Normalmente las minas se entierran, lo que ocasiona que la víctima detone el artefacto estando totalmente desprevenida.

Una mina que se activa tiene un efecto sicológico tremendo, por varias razones. En primer lugar, si se trata de una mina antipersonal, esta no busca matar a la víctima sino mutilarla, causarle graves heridas. De esta forma los gritos, la sangre y la visión del mutilado, desmoralizan gravemente a sus compañeros. Quienes además de quedar conmocionados al ver a su compañero/amigo en tales condiciones, deben auxiliarle, necesitándose al menos dos hombres para evacuarlo, de esta forma una mina deja fuera del combate a tres enemigos. La unidad militar afectada se detiene para evaluar si era una mina solitaria colocada aleatoriamente por el enemigo, o por el contrario se trata de un campo minado con múltiples minas, y de ser así deberán tomarse medidas para señalizar o desactivar dicho campo minado. En cualquier caso, lo importante para quien sembró la(s) mina(s) era detener al enemigo para poder escapar o por el contrario para atacarle una vez está detenido y concentrado, impedirle el paso por un sector, obligarlo a desviarse, dar un rodeo, o quizá canalizarlo a una zona de aniquilación. Las minas son armas de baja tecnología, implacables, no sienten compasión por nadie, y son capaces de detener por algún tiempo a un ejército enemigo superior, a un costo ínfimo.

¿Cómo obligas a un soldado a que avance, si él cree que al frente hay un campo minado?, ¿cómo borras de su mente la imagen desgarradora de su compañero sin piernas y bañado en sangre?, ¿cómo mantienes la moral en alto una vez que tu unidad ha sido víctima de las minas?, he ahí la efectividad de las minas terrestres en la guerra.

Desde el punto de vista estrictamente militar, las minas permiten que una fuerza organizada pueda superar a otra más numerosa. Lo que es el propósito fundamental en las guerras asimétricas o guerras de cuarta generación, y también el propósito de la guerra de guerrillas. También permiten asegurar amplias zonas de territorio con el mínimo uso de personal. Por esto último algunos países han usado miles de minas en sus fronteras para bloquear el paso por tierra a potenciales enemigos.

El problema con las minas es que no discriminan entre tropas amigas, enemigas, personal civil, niños, ganado, tanques o ambulancias. Una vez sembrada, la mina queda a la espera de que una víctima la active, algunas pueden estar a la espera por décadas. Es decir, que durante o después del conflicto, las minas pueden hacer daño a personas inocentes.

Hoy en día se considera que es inhumano causar sufrimiento innecesario al enemigo, por ello si el combate es inevitable, lo más “humanitario” es matar al enemigo sin que este sufra. Bajo esta premisa, y teniendo en cuenta además que las minas afectan también a la población civil, éstas son consideradas de lo peor. Es por ello que a la fecha y de acuerdo a un tratado internacional firmado en Ottawa, Canadá, 144 países han ilegalizado el uso y posesión de minas antipersonal por parte de sus ejércitos. Las únicas democracias occidentales que no las han prohibido son los Estados Unidos y Finlandia. Otros países, como China, Rusia, Israel y Corea del Norte -entre otros- continúan también fabricándolas y utilizándolas.

A pesar de que sembrar minas terrestres es relativamente barato y simple, la tarea de detectarlas y retirarlas es típicamente cara, lenta y peligrosa. Las razones son varias. Los campos minados generalmente se señalizan, y los ingenieros militares que los “siembran” elaboran detallados croquis o planos con la ubicación de cada mina. Sin embargo, con el pasar del tiempo, las lluvias, la erosión producto de las lluvias, o los deslizamientos de tierras, ocasionan que las minas se muevan de su lugar original, dejando inutilizado el croquis. Otro problema es cuando las minas se siembran por medios aéreos o usando proyectiles, las minas quedan dispersas y sin ningún orden o señalización. En cualquier caso, es posible que la utilidad táctica del campo minado se pierda en poco tiempo, pero el problema de tener que desminar el terreno persiste, junto con el peligro para las propias tropas y para la población civil.

EL TRATADO DE OTTAWA

El tratado de Ottawa entró en vigor el 1 de marzo de 1999, siendo el resultado de una campaña internacional para la prohibición de las minas terrestres que comenzó en 1992, y que ganó el premio Nobel de la Paz en 1997. Sus firmantes se comprometieron a no usar, desarrollar, fabricar, almacenar o comerciar con minas antipersonal. Las existencias debieron ser destruidas en los cuatro años siguientes a la firma del tratado. Fue firmado originalmente por 122 países en 1997. Entre los países que no han firmado, los más grandes son la China, la India, los Estados Unidos y Rusia.

Se afirma que EE. UU. se niega a firmar el tratado para no permitir una "excepción coreana", ya que las minas terrestres son un elemento vital en la estrategia militar estadounidense en Corea. Según el gobierno estadounidense, el millón de minas de la zona desmilitarizada entre Corea del Norte y Corea del Sur ayudan a mantener la delicada paz al impedirle a Corea del Norte atacar a su vecino del sur. EE.UU. afirma estar investigando nuevas tecnologías capaces de reemplazar las minas en Corea.

Actualmente, sólo 15 países siguen fabricando (o no han renunciado a fabricar) minas antipersonal: China, Corea del Norte, Corea del Sur, Cuba, Egipto, Estados Unidos, India, Irán, Irak, Birmania, Nepal, Pakistán, Rusia, Singapur y Vietnam. La mayor empresa fabricante de minas antipersonal es Claymore Inc, en Estados Unidos, que produce las minas de su mismo nombre.

Algunas preguntas a las que deberíamos intentar dar respuesta son: ¿qué motivó a nuestro gobierno a renunciar a las minas, cuando esos otros países no lo hicieron?; ¿por qué esos otros países no renunciaron a las minas?, ¿cómo afecta este tratado nuestras capacidades de defensa?, entre otras.

ESTADISTICAS SOBRE LAS VÍCTIMAS DE LAS MINAS

Víctimas Minas Antipersonal en el Mundo

De acuerdo con información del Landmine Monitor 2011, en el año 2010 se reportaron un total de 4.191 víctimas de minas antipersonal en el mundo, en comparación con la 3.956 reportadas en 2009. Ello, significa un aumento del 6%. Del total de las víctimas, 2.952 (70%) son civiles, 962 (23%) son miembros de la Fuerza Pública, 131 (3%) son desminadores, mientras que de los 146 (4%) restantes no se tiene información. Así mismo, el 49% de las víctimas (2.059) fueron hombres, el 10% (420) mujeres y sobre el 41% (1.712) restante no se tiene información. En cuanto a la edad, 1.066 (25%) se reportaron como menores de edad, 2.498 (60%) como mayores de edad, mientras que sobre 627 (15%) no se tiene información.

Colombia: Víctimas Civiles y Víctimas de la Fuerza Pública por Mina Antipersonal (MAP) y Munición sin Explotar (MUSE)

De acuerdo con las estadísticas consignadas en el sistema de gestión de información del Programa Presidencial para la Acción Integral contra Minas Antipersonal (PAICMA), en el periodo 1990 – Marzo de 2012, se registraron un total de 9.786 víctimas por MAP y MUSE. De éstas, el 38% (3.695) son civiles y el 62% (6.091) miembros de la Fuerza Pública. Entre enero y marzo de 2012, se registraron un total de 131 víctimas, 65 (50%) civiles y 66 (50%) militares.

Del total de víctimas reportadas en el periodo 1990 – Marzo de 2012, el 79% (7.736) resultó herida y el 21% (2.050) murió. De los 3.695 afectados civiles, 2.967 (80%) resultaron heridos y 728 (20%) murieron. De los 6.091 miembros de la Fuerza Pública afectados, 4.769 (78%) quedaron heridos y 1.322 (22%) fallecieron. Entre enero y marzo de 2012, 55 civiles y 60 miembros de la Fuerza Pública quedaron heridos; 10 civiles y 6 miembros de la Fuerza Pública murieron.

En el año 2011 se reportaron un total de 538 víctimas de minas antipersonal en Colombia. Esto significa que en 2011 hubo en promedio 1,5 víctimas por día.

LAS MINAS DE LAS FARC

El arma más efectiva en manos de las FARC son las minas antipersonal. A pesar de todo el rechazo nacional e internacional que esto causa, a pesar de que el Gobierno Nacional haya firmado y ratificado el Tratado de Ottawa, a pesar de poner a desfilar en sillas de ruedas a los soldados y policías víctimas de minas antipersonal, a pesar de denunciar una y otra vez a las FARC ante los organismos internacional de derechos humanos, ellos no van a renunciar a su más efectiva arma, porque como ya se explicó:
a) Con estos artefactos explosivos se puede detener a una unidad militar más numerosa que la propia. Permitiendo a sus hombres emboscar unidades más poderosas, proteger zonas campamentarias, o escapar de una persecución de las tropas gubernamentales.
b) Al herir a un enemigo con una mina antipersonal, se necesita que al menos dos de sus compañeros se dispongan a evacuarlo, sustrayendo del combate a tres enemigos.
c) La unidad militar a la que pertenece el herido, queda temporalmente en shock y con la moral baja. Si no se controlan podrían cometer algunos excesos en busca de venganza. Lo cual -de ocurrir- dañaría terriblemente la imagen de las instituciones.
d) La evacuación de un herido por mina antipersonal, hace necesaria la movilización de helicópteros especializados, aviones ambulancia, así como la disposición sobre el terreno de hospitales de campaña. Todo esto implica costos para el Estado, en  equipos, combustible, personal, etc.
e) El herido sale de la guerra. En Colombia esto es un problema multidimensional, que incluye consideraciones económicas y tácticas, ya que no se trata de soldados conscriptos, sino de soldados profesionales, en los que se ha invertido mucho tiempo y dinero en entrenamiento.
f) El herido requiere cuidados especializados, así como terapia sicológica y fisiológica, hay que proporcionarle una prótesis, y hay que pagarle una pensión, pues resultó mutilado en actos del servicio. Si muere hay que indemnizar a la familia. Todo esto incrementa los costos para el Estado. Ya vimos que desde 1990 ha habido 6.091 víctimas de minas en la Fuerza Pública, pero es que a los 3.695 civiles también hay que atenderlos.
g) La visión del excombatiente mutilado da una impresión de derrota. No es frecuente ver a los mutilados de la guerrilla por lo que no hay forma de comparar.
h) Es posible que la muerte o mutilación de civiles debida a minas de la FARC, termine por darle a ese grupo cierto poder sicológico sobre la población, en especial la rural. Por ejemplo: bastaría con que un jefe guerrillero le dijera a la gente de un pueblo, “a este y este sector no vayan por que está minado”, para que automáticamente nadie se apareciera por allá. Pudiendo incluso no ser cierto que hay minas. Además,
i) La FARC ha desarrollado minas de fabricación artesanal, en varias versiones y para diferentes propósitos, incluyendo por supuesto minas antitanque y minas antipersonal, lo que les permite tener una dotación permanente de estas armas a pesar del Tratado de Ottawa. No dependen de proveedores de armas externos, adquieren los explosivos en el mercado negro, y los demás materiales se encuentran fácilmente en el mercado nacional.

Hay un problema al afirmar que el uso de minas es un acto propio de un terrorista, en el entendido de que hasta hace poco nuestro propio Ejército, compraba,  almacenaba y usaba minas antipersonal, e incluso la Industria Militar, INDUMIL, fabricaba una versión nacional. También hay un problema al considerar que nuestro principal aliado internacional, los Estados Unidos de América, es actualmente el principal productor y usuario de minas antipersonal.

Sin ánimo de ahondar en el espinoso tema de la acomodaticia terminología legal, aunque es claro para la mayoría que las FARC son un grupo terrorista, hay que aclarar que las minas no son “armas terroristas” per se. Y que a pesar de los daños que causan a la población civil, las FARC saben que esa es su arma más efectiva, ellos no han firmado ningún tratado contra las minas antipersonal, y jamás van a renunciar  a ellas.
Por ello, es perder el tiempo continuar con las denuncias sobe el uso de las minas antipersonal por parte de las FARC. Nuestros soldados deben continuar preparándose para neutralizar esas armas, desarrollando tácticas y técnicas para la guerra de minas, y deben mantenerse alertas, velando por su propia seguridad y por la de los colombianos inocentes que podrían ser víctimas de estas armas sembradas por los enemigos de la paz.

Además de perder el tiempo haciendo reclamos humanitarios a quienes no le interesan esos reclamos, es contraproducente porque estamos poniendo en la mente de nuestra propia población la idea de que las minas son algo malo y perverso -propio de un terrorista-, cuando en realidad son un arma que aunque ahora está en las manos equivocadas, es tremendamente útil para la seguridad nacional.

POR QUÉ NO DEBIMOS RENUNCIAR A LAS MINAS

Teníamos la capacidad de fabricar minas antipersonal en el país, teníamos la patente y las maquinarias, llegamos a fabricar y usar grandes lotes de dichas minas en la protección de bases militares ubicadas en lugares realmente peligrosos, con el tiempo podríamos haber reducido a cero la necesidad de importar estas armas al fabricarlas nacionalmente, pero por alguna razón decidimos renunciar a todo eso. Mi conclusión, es que los líderes de nuestro Gobierno lo hicieron para demostrar lo civilizados que son, en contraste con las FARC que aun usa esas “perversas” armas.

Supongo que esperaban mayores consecuencias para las FARC, pero más allá de alguna ocasional condena verbal, nada ha pasado, excepto que la FARC cada día usa más y mejores minas de fabricación artesanal,  y que ahora nuestras Fuerzas Militares no tienen en su arsenal estas baratas y valiosas herramientas para la defensa nacional, e Indumil ya no tiene la capacidad para fabricarlas.

A veces seguir la tendencia mundial no es lo adecuado, pues esa tendencia puede haber sido iniciada por intereses contrarios a los nuestros. Me explico. El tratado de Ottawa no surgió de repente, es el resultado de un proceso, de una campaña “internacional” que comenzó formalmente en 1992, y que encontró eco en muchas organizaciones humanitarias, de derechos humanos, y en millones de personas buenas, es de suponerse que ese era el propósito de dicha campaña. En 1997 la iniciativa gana el Premio Nobel de la Paz, dándole aun mayor realce, y en 1999 entra en vigor, obligando a los Estados firmantes a renunciar a las minas antipersonal. ¿Qué estaba pasando en el mundo en 1992?, ¿Cuál era el contexto en el que esta iniciativa nace y cobra fuerza? La Guerra Fría.

Canadá, país de la OTAN, vecino de los Estados Unidos, y una de las potencias occidentales enfrentada a la URSS y sus satélites del Pacto de Varsovia, lanza esta iniciativa esperando desarmar a los pequeños países adversos o potencialmente adversos a los propósitos de la alianza atlántica, permitiéndoles intervenciones menos cruentas. Está vivo el recuerdo de la Guerra de Vietnam, donde los vetnamitas hicieron un uso extensivo de las minas y trampas explosivas, causando una constante sangría a las tropas estadounidenses y a sus aliados, está vivo el recuerdo de Afghanistán, donde las tropas rusas hicieron un uso extensivo de las minas, para contrarrestar a los rebeldes apoyados por los Estados Unidos y otras potencias occidentales, está reciente el recuerdo de las guerras africanas y centroamericanas, donde las minas constituyen un factor imprevisible que causa bajas constantes a las tropas de las potencias occidentales y a sus aliados.

Teniendo todo lo anterior en cuenta, y considerándolo como parte de un complejo proceso que en muchos frentes buscaba el debilitamiento de los países comunistas, sus aliados, así como también de los países no-alineados, podemos concluir que las mentes maestras que lo pensaron, tuvieron éxito, tanto que terminaron logrando el colapso de la URSS, el alineamiento en la OTAN de los países de Europa Oriental que antes estaban adscritos al Pacto de Varsovia, y el posicionamiento estratégico de tropas en lugares que antes le estaban vedados a occidente. Y como si fuese poco, ahora pueden invadir a la mayoría de los países del mundo, con la certeza de que no encontrarán el estorbo de esas peligrosas minas antipersonal. Nosotros también caímos en la trampa.

Las alianzas y los intereses cambian continuamente. Nuestro Gobierno debería tener su mayor compromiso con su propio pueblo, con sus propias Fuerzas Armadas. En este sentido, de manera poco reflexiva -e incluso traidora-, a través de la firma de ese tratado se privó a nuestro Ejército de una herramienta fundamental para la guerra asimétrica, una herramienta que ayudaría a enfrentar a enemigos superiores que podrían llegar a invadir nuestro territorio. ¿Qué los demás tampoco tienen minas?, eso no interesa, el país que tenga la capacidad para invadirnos, no las necesita.

Renunciemos al Tratado de Ottawa, recuperemos nuestra capacidad para fabricar minas antipersonal, y creemos stocks estratégicos y reservas, que en un futuro nos permitan actuar contra potenciales agresores que tengan superioridad militar. O corramos el riesgo de que llegado el momento, tengamos que recurrir a las FARC para que nos ayude con el tema de las minas y la guerra asimétrica.

Sociólogo DOUGLAS HERNÁNDEZ
Editor de www.fuerzasmilitares.org
webmaster@fuerzasmilitares.org"

http://www.fuerzasmilitares.org/opinion/662-las-minas-antipersonal-terrorismo-o-guerra-asimetrica 

Colombia: El agridulce sabor de la muerte

“El pueblo colombiano no puede seguir paralizado por la inercia de Santos, sino que debe tomar la iniciativa reclamando por calles y carreteras de Colombia la convocatoria urgente a una Asamblea Constituyente salvadora de nuestro país”, comienza Alberto Pinzón su crónica esta semana.
Cuando hace cuatro años el país se anegaba en lluvia, estuvo de moda recurrir a la herencia garcia-marquiana del aguacero de 100 años en Macondo, para tratar de explicar (así fuera literariamente ya que no había otra aclaración) la ira de la naturaleza que se volcaba sobre los colombianos de una forma vengativa y hasta despiadada. Al fin de cuentas el exceso de agua lluvia no es tan mortífero como su ausencia.
http://cambiototalpinzon.blogspot.se/2014/04/colombia-el-agridulce-olor-de-la-muerte.html

La formación de una cultura traqueta en Colombia

Escrito por Renán Vega Cantor el 18-02-2014/ Publicado el 31-03-2014 en OjosparalapazColombia/

-Noticia relacionada: Polémica por música de "para" en fiesta militar-
En los últimos veinte años se consolidó en Colombia una cultura que puede ser denominada como traqueta, un término procedente del lenguaje que utilizan los sicarios del narcotráfico y del paramilitarismo en Medellín, el cual hace referencia al sonido característico de una ametralladora cuando es disparada (tra tra tra). Traqueteo era originalmente el miembro del escalón inferior en la pirámide delincuencial del bajo mundo paisa, que corresponde al matón a sueldo, al sicario que dispara a mansalva y a sangre fría a quien se le ordene, a cambio de una suma de dinero.

El traqueto resuelve cualquier asunto mediante la violencia física directa, pregona su acendrado machismo, hace ostentación en público —entre sus familiares y otros malandros— de los asesinatos cometidos, despilfarra en una noche de farra el pago que recibe por cumplir un “trabajo sicarial” o por haber “coronado” un cargamento de droga fuera del territorio colombiano, compra con moneda todo lo que esté a su alcance (mujeres, sexo, amigos ), aunque sea pobre odia a los pobres y, a nombre de la moral católica, detesta lo que huela a lucha social en el barrio, la escuela o el sitio de trabajo... 

Esta cultura traqueta salió́ de un marco restringido y perfectamente localizado, cuando el cartel de Medellín y los asesinos de las autodefensas se expandieron por el territorio colombiano. El traqueto, este producto de las subculturas del narcotráfico y del paramilitarismo, en poco tiempo se convirtió́ en el símbolo distintivo de la sociedad colombiana. ¿Cómo y por qué́ sucedió́?

La imposición de una cultura en la que sobresale el apego a la violencia, al dinero, al machismo, a la discriminación, al racismo, es un complemento y un resultado de la desigualdad que caracteriza a la sociedad colombiana. Para preservar la injusticia aquí imperante, las clases dominantes y el Estado forjaron una alianza estrecha con los barones del narcotráfico y con grupos de asesinos a sueldo, como viene aconteciendo desde comienzos de la década de 1980, cuando mercenarios de Israel adiestraron en el Magdalena Medio a los grupos criminales de las mal llamadas “Autodefensas”, con la participación activa del Ejercito, la Policía, políticos bipartidistas, terratenientes y ganaderos.

Estos grupos criminales, auspiciados por el Estado, tenían como objetivo erradicar a sangre, fuego y motosierra cualquier proyecto político alternativo que planteara una democratización real de la sociedad colombiana, como se evidenció en diversas regiones del país cuando las alcaldías y gobernaciones—luego de que fuera aprobada su elección directa— empezaron a ser ocupadas por dirigentes y militantes de izquierda, elegidos en forma legal. Los gamonales de los partidos tradicionales vieron en peligro su poder local y regional y para mantenerlo optaron por matar a sus adversarios.

Esto se ejemplifica, para citar solo un caso, con lo que sucedió́ en Segovia (Antioquia) en noviembre de 1988, cuando fueron asesinadas 43 personas y heridas otras 45. La acción criminal tenía como objetivo exterminar en el municipio a los miembros de la Unión Patriótica, el grupo político que había ganado las elecciones en marzo de ese mismo año. El responsable intelectual de la masacre, que ha sido condenado a 30 años de cárcel, un “distinguido” dirigente del Partido Liberal, utilizó a los sicarios y criminales de guerra de las “Autodefensas” para que le despejaran el camino de incómodos adversarios de izquierda y le permitieran mantener su feudo electoral.

La eliminación de quienes son considerados como enemigos de las “gentes de bien”, se sustenta en un visceral anticomunismo, que justifica a posteriori los crímenes de campesinos, dirigentes sindicales, profesores, estudiantes, mujeres pobres, defensores de derechos humanos, militantes de izquierda Los argumentos esgrimidos replican letra por letra lo que originalmente habían dicho Carlos Ledher, Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha (Alias el mexicano), o cualquiera de los barones del narcotráfico y del sicariato, que nunca ocultaron sus credenciales procapitalistas y su odio a cualquier proyecto democrático y de izquierda. Lo que éstos hacían y decían fue apoyado por diversas fracciones de las clases dominantes, (industriales, comerciantes, financistas, exportadores, cafeteros, terratenientes, ganaderos, propietarios urbanos ), junto con las jerarquías eclesiásticas, el mundo deportivo (recuérdese lo que ha sucedido con los equipos de futbol, cuyos propietarios están ligados a diversos clanes del narcoparamilitarismo), las reinas de belleza, los periodistas; todos ellos se convirtieron en sujetos activos y conscientes de la “nueva cultura” y de sus “valores”: violencia inusitada, enriquecimiento fácil e inmediato, endiosamiento del dinero y el consumo, destrucción de las organizaciones sociales y sus dirigentes, eliminación de los partidos políticos de izquierda (el caso emblemático es el de la Unión Patriótica), apego incondicional a los dogmas neoliberales y al libre mercado, posturas políticas neo-conservadoras sustentadas en una falsa moral religiosa mandada a recoger hace siglos (que condena el aborto, la homosexualidad, los matrimonios de parejas del mismo sexo...).

Después de dos décadas, estos patrones culturales se han hecho dominantes a escala nacional, sobre todo después del 2002, cuando desde el Estado se presentó́ como algo normal y tolerable aquello que identifica al traqueto y se convirtió́ en la lógica cultural hegemónica del capitalismo salvaje a la colombiana. Desde ese instante, la cultura traqueta, de orígenes mafiosos, salió́ del closet en el que estuvo recluida durante varios años y se hizo dominante en el imaginario de gran parte de los colombianos. Lo que antes era condenado adquirió́ prestigio y respetabilidad, porque desde la Presidencia de la República se exaltaban como grandiosas las actitudes y comportamientos delincuenciales propios de cualquier matón de barrio, y la misma Casa de Nariño se convirtió́ en un nido de víboras, ocupado por delincuentes de todo pelambre, empezando por los Jefes de Seguridad, que eran testaferros del paramilitarismo, como se ha confirmado recientemente.

La prensa y la televisión se encargaron de legitimar y de presentar como aceptable la criminalidad que se implantó en los altos órganos del Estado, en el que se incluye el Parlamento, el poder judicial y el Ejecutivo. Ahora se bendice la corrupción, el robo, el despojo, el enriquecimiento, el nepotismo, y se enaltecen como héroes y salvadores de la patria a los asesinos de cuello blanco y a sus sicarios y, al mismo tiempo, se fomenta el odio, el espíritu guerrerista, el clasismo, y se adora a los “nuevos héroes” de la muerte, entre los que sobresalen los jefes paramilitares, empezando por sus ideólogos presidenciables.

En la televisión se promociona la estética traqueta (Sin tetas no hay paraíso, Pablo Escobar, El Mexicano y otras series por el estilo), con la cual se convierten en valores dominantes el individualismo, la competencia, el culto a la violencia, la mercantilización del cuerpo, la prostitución, el sicariato, la adoración a la riqueza y a los ricos, el desprecio hacia los pobres... Futbol, mujeres desnudas, telenovelas, chismes de farándula sobre las estupideces que realizan las vedettes constituyen el menú́ de imágenes y sonidos que presenta la televisión colombiana y que configura el telón de fondo de la cultura traqueta que se erige como modelo de vida para millones de colombianos que jamás saben de la existencia de un libro, de un debate de ideas, de una obra de teatro, de un poema, y de todo aquello que ilustra y hace culto a un pueblo. Como nada de esto se le ofrece a la gente a través de la televisión, ya no se soporta algo que suponga razonar, pensar, cuestionar o dudar, sino que, como borregos amaestrados, los televidentes consumen la basura mediática que se les brinda a diario, que profundiza la ignorancia de todas las clases, y se vuelve normal la persecución de todos aquellos que piensen y actúen en forma diferente a los cánones traquetos establecidos.

Desde el Estado y la televisión se tornaron dominantes en el país algunas pautas culturales que antes eran excepcionales y localizadas y, en gran parte de los colombianos, se volvió́ costumbre “aprovechar cualquier papayazo”, eufemismo con el que se justifica lo que produzca réditos individuales, ganancias y beneficios a costa de los demás, sin importar los medios que se utilicen para alcanzar cualquier fin. Y de esto dictan catedra las clases dominantes de este país y el Estado, porque son las que roban a granel las arcas del erario (los Nule, los hijos de Uribe y compañía), despojan las tierras de los campesinos e indígenas a través de “prestigiosos” bufetes de abogados, como acontece con el Modelo Agroindustrial en los Llanos orientales, entregan los territorios y riquezas naturales y minerales del país a cambio de dadivas insignificantes o de un cargo en una empresa multinacional, se niegan a aplicar las decisiones de tribunales internacionales cuando les viene en gana, como sucede ahora mismo con la decisión de la Corte Internacional de la Haya.

Le “doy en la cara marica”, “fumíguelo a mi nombre”, “esa Negra Piedad hay que matarla”, “hay que aplicarle electricidad a los estudiantes” son algunas de las frases más infames de los últimos tiempos, que han sido pronunciadas por “notables” personajes desde el ámbito político o mediático, que son reproducidos en la vida cotidiana y se materializan en la violencia física y simbólica de todos los días contra mujeres humildes, indígenas y pobres en general, aunque muchas de ellas sean realizadas por pobres.

En dos ámbitos se destila cultura traqueta al más puro estilo de Pablo Escobar o Carlos Castaño: en la política y en el periodismo. En la política, ya no se necesita hoja de vida en que consten las realizaciones de un candidato en la esfera pública, sino que se exhibe un prontuario criminal sin pudor alguno, que incita a los electores a votar por los mafiosos de turno, como sucede entre la Camorra italiana.

Esto se confirma con la lista para el senado del Centro Democrático, cuyos nombres no tienen nada que envidiarle a cualquier catálogo de delincuentes y sicarios, empezando por el nombre que la encabeza. Algo similar sucede con el Procurador General de la Nación, quien muestra entre su palmarés la quema de libros con sus propias manos. Y lo peor del asunto estriba en que esos individuos, que además son terriblemente ignorantes, son respaldados por buena parte de la sociedad, para la cual esos crímenes no son reprochables sino un distintivo digno de ser imitado.

En el periodismo se ha impuesto el sicario de escritorio, que con impunidad condena a quienes no se pliegan a la lógica dominante —a muchos de los cuales sentencian a una muerte segura—, al tiempo que celebra las realizaciones de los traquetos de cuello blanco en el Estado o en cualquier actividad económica (como acontece con las multinacionales como Pacific Rubiales, La Drumond, Chiquita Brands, Nestlé... que cuentan con una cohorte interminable de plumíferos a su servicio) y aplaude y exalta cualquier estupidez, mentira o acción delictiva que realice alguno de los encumbrados personajes de la politiquería.

Al cabo del tiempo se entiende que se haya hecho hegemónica la cultura traqueta, algo así como la expresión superestructural del capitalismo gangsteril a la colombiana, el que no repara en utilizar todos los instrumentos (violentos, jurídicos, económicos) para mantener sus niveles de acumulación, que dependen de su postración ante el capital imperialista. Como esos procesos de acumulación de capital mafioso son en esencia violentos y recurren en forma permanente al despojo y a la expropiación (como se muestra con lo acontecido en la educación, la salud, la seguridad social, la tierra, el agua, los parques naturales), no resulta sorprendente que de allí se desprendiera, tarde o temprano, una cultura simétrica de tinte mafioso, en la cual se conjugan los antivalores propios del neoliberalismo económico y del neoconservadurismo político e ideológico con las pautas culturales de la delincuencia y del lumpen. Y, lo que es significativo, la cultura traqueta fue asumida por las clases dominantes de este país que abandonaron cualquier proyecto de la cultura burguesa que antes les proporcionaba una distinción cultural y un refinamiento estético —recuérdese no más aquello de que Colombia era un país de poetas, de escritores y de hombres ilustrados en el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX y que Bogotá́ era la “Atenas Sudamericana”—, y hoy en los encumbrados peldaños del poder económico (capital financiero, por ejemplo) predomina una vulgar lógica traqueta, que destella odio y violencia hacia los pobres.

Pero, a pesar de la represión, la censura, la persecución, en Colombia no sólo hay cultura traqueta, pues en muchos lugares de nuestro territorio, distintas comunidades preservan sus propios valores y con dignidad practican la solidaridad, la ayuda mutua, el desprendimiento, con lo que ayudan a sentar los cimientos de otro tipo de cultura y de sociedad. En esa dirección, el terreno cultural se convierte en un espacio de lucha, porque la construcción de otra sociedad requiere disputarle la hegemonía a la cultura traqueta e impulsar una contra-hegemonía, que afiance otros valores y formas alternativas de ver el mundo, tal y como sucede en otros lugares de nuestra América en donde se enaltece la vida digna y el buen vivir, como proyectos culturales en los que se enfrenta a la mercantilización, el individualismo, el consumismo exacerbado y el culto a la muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario en la entrada

Página de prensa alternativa, pensamiento crítico e información para romper el cerco mediático masivo.
Difusión de noticias necesarias y silenciadas por los MassMedia en Colombia.


Read more at http://ojosparalapaz-colombia.blogspot.com/2014/03/la-formacion-de-una-cultura-traqueta-en.html#aEHwYLZp8llAVKAZ.99
 

Dossier Álvaro Uribe Vélez

Colombia Invisible - Unai Aranzadi

Tendencias

.

Basta de Terrorismo de Estado

Support : Creating Website | Johny Template | Mas Template
Copyright © 2011. CambioTotalRevista - All Rights Reserved
Template Created by Creating Website Published by Mas Template
Proudly powered by Blogger