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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

RECOMENDADO CAMBIO TOTAL

[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

Hey loco, No dispares!

Vamos a Cuentiarnos la Paz

LOS RICOS NO VAN A LA GUERRA

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La Marcha Patriótica reversando una decisión tomada?

Domínico Nadal, Cambio Total.

Creía que estábamos claros que en estas elecciones la Marcha Patriótica no participaría. Que se definia este período como de acumulación de fuerzas tendiente a fortalecer las organizaciones, a la creación de nuevas, para en el futuro entrar a mostrarnos como lo que pretendemos ser, una alternativa al establecimiento burgués corrupto.

Hoy abro la página de la Marcha y encuentro un titular que me dejó estupefacto. “La Marcha Patriótica Tomará su decisión ante la segunda vuelta presidencial el fin de semana”. Y, entonces? Me pregunto: Ha cambiado la situación dramáticamente como para que le gastemos tiempo y recursos en una cuestión que ya –según mi parecer- ya estaba definida.

Ahora bien, que haya ganado el “títere” Zuluaga, en qué cambia la situación? No estaba eso contemplado en el juego electoral? O es que “no estamos” en, pero “por debajito” si estamos en? Si la Marcha Patriótica se “mete” ahora en el debate electoral –debate entre dos sectores oligárquicos (mafioso y tradicional)-, a qué va? A ser un convidado de tercera?

Otra cosa es entrar a analizar la situación política que se dará después de las elecciones. Desde luego que ambos –Santos o Zuluaga- seguirán la guerra. Ninguno ha dicho que aprobará por la parte oligárquica un Cese Bilateral de Fuegos, propuesta hecha por las FARC. No. Ambos seguirán la guerra de manera más inmisericorde si se quiere, asesinando todo lo que tengan que asesinar y más, para en caso de un eventual Acuerdo con la guerrilla la base social usufrutuaria de ese Acuerdo sea la menos posbile y no se pueda adelantar lo acordado. Así enlaza la oligarquía los diálogos en la Mesa de La Habana con el Terrorismo de Estado, a fin de cumplir lo acordado con el imperio.

Y olvidémonos de una vez por todas que la decisión de la oligarquía sea “vamos con todo por la Paz”. No. La oligarquía “va con todo” por la guerra, “va con todo” con el Terrorismo de Estado. Ello ha sido puesto en evidencia ya que el Terrorismo de Estado no ha parado ni un segundo y cada día se suceden las masacres, las ejecuciones extrajudiciales, las desapariciones, a pesar que las FARC sí ha decretado Cese Unilaterales de Fuego, que le han mostrado al pueblo las bondades de un eventual Acuerdo en la Mesa de La Habana.

Ahora bien, tampoco ninguno de los dos candidatos oligárquicos ha dicho que, en caso de ganar, cambiará la política económica, ni la social, ni que menos niños morirán en los “paseos de la muerte”, ni que menos niños tendrán acceso a la educación, ni que menos niños morirán víctimas de la mortalidad infantil, etc, etc. No. Los dos –neoliberales, mafioso uno, tradicional, otro, pero ambos neoliberales- aplicarán las recetas ordenadas por sus amos del Norte.

No juguemos con nuestro futuro. No hilemos tan delgado que lleguemos a romper la madeja sin haberla entorchado. Por el camino que íbamos, vamos bien. Dejemos que la oligarquía se despedace entre sus dos sectores, mafioso y tradicional.  Total, gane quien gane seguirá recetándonos plomo y más plomo. La Marcha Patriótica es un ejemplo de ello. Sus 48 muertos, asesinados por balas oficiales, nos muestran que seguirá el genocidio de cualquier organización que ose tratar de convertirse en alternativa a la oligarquía y al imperio.

Sigamos acumulando fuerzas. Sigamos organizándonos. Sigamos en la lucha de masas. Si seguimos así, estamos avanzando en el camino experanzador de, cuando tengamos la fuerza suficiente y la decisión para hacerlo, adelantar el “asalto al cielo”. Sigamos caminando por el camino correcto. No desesperemos...

Sólo la lucha decide

José Antonio Gutiérrez Dantón / Viernes 30 de mayo de 2014. 
 
Ya pasaron las elecciones. Desde el día siguiente, aparecieron por la izquierda y por la derecha los opinólogos de oficio a desentrañar el significado de las votaciones con análisis sacados del sombrero de un mago. Que la paz sí, pero Santos no; que el país está derechizado; que la derecha buena y la derecha mala; que el lobo uribista se viene; que las FARC-EP deben ser más autocrítica, que deben acelerar o desacelerar, opinar más u opinar menos; que cese al fuego unilateral o bilateral; que guerra o paz; que menos minas y más bombardeos; que mano más dura y a la vez más blanda. La triste realidad es que los resultados electorales son como un espejo mágico en el cual cada quien puede ver lo que quiera ver. En las próximas semanas, sin lugar a dudas, que tendremos más sesudas conclusiones escritas desde el “país político”, ríos de tinta que tratan de sacar conclusiones de donde no se pueden sacar muchas porque en realidad las elecciones no significan nada para la mayoría del país.

En verdad que estas elecciones demostraron, como pocas, el enorme abismo que hay entre el país político y el país nacional, para utilizar esa pertinente dicotomía desarrollada por Gaitán. Mientras algunos se quiebran la cabeza por descifrar el mensaje de los votantes, la realidad es que la inmensa mayoría del país no votó.
Desde la distancia, miraron las elecciones con asco, repugnancia, hostilidad, apatía o indiferencia. A veces con más de uno de estos sentimientos mezclados. Recorrimos, hace poco, varios puntos del país, hablando con organizaciones y comunidades sobre la situación de derechos humanos y sociales. Desde la costa, hasta el centro y el suroccidente. En casi todas partes escuchábamos a la gente del pueblo raso decir que no votarían. Por ninguno. Porque no creían en el sistema, porque les daban asco las instituciones corruptas, porque para qué. Cada cual tenía sus razones. Aclaro que no estamos hablando de gente apática, sino de gente con la suficiente conciencia, gente organizada, gente que ha luchado, que se ha movilizado, gente capaz de mamarse horas en una reunión. Y que miran con distancia a un país político del que, sencillamente, no se sienten parte.

Que un 60% de las personas habilitadas para votar no lo hayan hecho, es algo bastante diciente. Uno podrá valorarlo como quiera, decir que al pueblo le falta conciencia, que no entiende, pero lo cierto es que hay que ponderar esta situación y sacar de ella las conclusiones que hagan falta para seguir impulsando la lucha popular. Porque de eso se trata: de ver cómo con las fuerzas que se tienen, con la idiosincrasia realmente existente, logramos articular un proyecto de cambio viable y ambicioso, radical y realista a la vez.
En el último lustro se ha venido dando un escalamiento del conflicto social que no se tradujo en las urnas, pese al digno desempeño de la dupla López-Avella. Es más, en el contexto electoral, el alza de las luchas populares se desaceleró y perdió la iniciativa que venía demostrando hasta ese momento. Prueba de ello fueron los destiempos, descoordinaciones y la fuerza muy por debajo de lo anticipado que se vio en el pasado paro agrario. Que los resultados del paro puedan ser leídos como una victoria popular [1] , dicen más de la debilidad del régimen, que el movimiento popular supo explotar con habilidad política, que de la fuerza neta con la que se llegó al momento de lanzarse a las calles en mayo.

Esa misma sensación de pérdida de iniciativa política es la que me queda, como un sabor amargo en la boca, cuando leo artículo tras artículo, el debate sobre qué hacer para la segunda vuelta. Es como si la oligarquía estuviera dictando la agenda política para los movimientos. Cada cual tiene su parte de razón. Los que dicen que hay que votar por Santos porque es menos troglodita que Zuluaga, así sea que lo hagan con asco o con miedo. Los que dicen que votar por Santos no es apoyarlo a él, sino que votar por la solución política al conflicto. Los que dicen que los dos son igualiticos y que Santos es un traidor que en cualquier momento puede patear la mesa. Los que dicen que van a votar en blanco por dignidad –más valioso aún cuando la dignidad está tan pisoteada. Los que no se van a molestar en salir ese día a votar porque el que escruta elige, y los dados ya están echados. Todos tienen un poco de razón y son respetables, salvo los chantajistas iluminados que desde su pedestal declaran que quienes no voten por Santos serán responsables -por su supuesto egoísmo- del surgimiento del fascismo. Pero aunque en su mayoría los argumentos tienen todos un poco de razón, el problema en realidad es otro: en un día de comicios no se decide el destino de Colombia. Eso está bien claro tras dos siglos de historia republicana. Al final, se decidirá lo que sea conveniente para los EEUU y las élites colombianas, como se viene haciendo desde siempre en esta política cerrada, oligárquica, por arriba.

Por supuesto, cada cual es libre de decidir qué hará para la segunda vuelta, y sea lo que sea que se decida hacer ese día, habrá un poco de razón que acompañará esa decisión. Pero lo importante es tener conciencia de que lo que realmente decide es la lucha, no de un día, sino en un lapso más amplio, con ritmos distintos a los marcados cada cuatro años por los formalismos seudo-democráticos de fachada del régimen. La organización popular, desde abajo, desde los barrios, desde el campo, desde las escuelas, desde las empresas es lo que decide. Hay que alimentar ese ímpetu que ha caracterizado al movimiento popular y que cada quien ha tratado de capitalizar a su modo. En vez de llevar agua para el molino propio, debemos empujar a ese río manso para que poquito a poco se enfrente al mar. Debemos pugnar por recuperar y no soltar la iniciativa en el único terreno dentro del cual el pueblo puede decidir en Colombia: en el terreno de la lucha de clases. No hay que permitir que el adversario de clase decida cuál es el terreno en el que se libra la batalla. Desde luego que aparecerá gente en el mismísimo campo popular a decir que no es conveniente luchar, que hay que estar tranquilos y ver qué pasa. Probablemente saldrán hasta a dar, nuevamente, una tregua al nuevo presidente. Existe una sobrevaloración de lo superestructural en un sector influyente de la izquierda. Y ahí es donde el pueblo tiene que tener claridad de cuál es la naturaleza real de su lucha.

Claro, la lucha siempre es inconveniente, disruptiva, molesta, polarizante. Pero es que de eso se trata: de molestar, de confrontar los proyectos antagónicos, de fracturar el orden oligárquico insoportable y aplastante, para poder abrir espacios desde donde construir un orden alternativo. Las conquistas populares, sea la paz, sea lo que sea, hay que saber defenderlas en las calles porque las urnas jamás serán una defensa eficaz. Solamente así lograremos realmente conquistar el corazón de ese 60% del país nacional que mira a la distancia las elecciones. Solamente la lucha decide, esa es la gran verdad que no hay que olvidar ni en primera, ni en segunda, ni en tercera ni en las vueltas que sean.

NOTAS:
[1] Ver, por ejemplo, el siguiente análisis http://prensarural.org/spip/spip.ph...

«El arte de la guerra»: La globalización de las Fuerzas Especiales

La mezquindad oligarquica con el Proceso de Paz.

Allende La Paz, Cambio Total.

Es de tal tamaño la mezquindad de la oligarquía en el poder que ahora pretenden que las FARC-EP salgan corriendo a “brindarle apoyo al presidente” Santos. Ello se colige de lo planteado por los “perifoneadores” del régimen oligarquico-mafioso, quienes califican de “ruindad” la posición de las FARC de esperar a ver que pasa en y después de las elecciones.

Debemos puntualizar –desde nuestra civilidad- que hay varios puntos a tener en cuenta.
Primero, que no es del interés de las FARC y mucho menos del pueblo “darle la mano” a JMSantos –ahora que tiene “la soga al cuello”- ya que el presidente ha demostrado a lo largo de los años que es un “enemigo del pueblo”. Recordemos la posición de JMSantos cuando era ministro de Hacienda. Propuso algo que favoreciera al pueblo? Jamás. Propuso algo para favorecer al pueblo como senador de la república? Jamás. Hizo algo como ministro de Defensa? Jamás, por el contrario. Ahí están los “falsos positivos” o ejecuciones extrajudiciales como prueba.

Segundo, tenemos que señalar que ninguna organización revolucionaria popular “tiene el deber” de apoyar las políticas estatales, por muy buenas que fueran, porque lo bueno del estado burgués es siempre malo para el pueblo. Olvidémonos de ese cuentico de que como “oposición revolucionaria” tenemos que apoyar a un candidato oligárquico porque es el menos malo, o de que “votaremos” en el Parlamento las mociones “buenas” del estado burgués. Recordemos no más el error histórico de Petro votando a Ordóñez.

Tercero, las FARC no tienen ninguna obligación de “darle una manito” a Santos porque éste individuo a toda hora está vanagloriándose que él “si les ha dado duro a las FARC” para quedar bien con los oligarcas tradicionales y mafiosos del país. Las FARC no apoyan a Santos porque Santos representa todo lo que las FARC han combatido toda la vida, es decir, Terrorismo de Estado, clientelismo, politiquería, corrupción, etc, etc. Precisamente por eso es que hemos visto a las FARC “fresqueadas”, sintiendo que les “corre un fresquito por la cara”.

Hasta aquí lo concerniente a las FARC. Otra cosa es lo que concierne al movimiento popular.

El interés primordial del pueblo es que en la Mesa de Conversaciones de La Habana se alcance la solución política al conflicto interno colombiano. Ello significa que al movimiento popular sí le interesa saber a quién votaría en caso de que decidiera hacerlo. Los dos candidatos han expuesto sus posiciones. Paz (Santos) o Guerra (el “Títere”). Lo que no significa que “tocaba salir corriendo” a manifestar el apoyo a Santos, sin antes llegar a un Acuerdo programático firmado entre Santos y los partidos populares, porque ahí sí quedaría el movimiento popular sin nada entre las manos y con la certeza de ser un “regalado”, cosa que siempre sucede.

El movimiento popular tiene la obligación de pensar con cabeza fría si le conviene o no uno u otro candidato, conociendo como conoce a los dos candidatos oligárquicos tradicional y mafioso, porque a decir verdad ninguno de ellos es prenda de garantía de que lo que promete sea realidad. Los dos son clientelistas, neoliberales, corruptos, terroristas de estado, etc.

Lo que si queda fuera de toda duda es que el movimiento popular debe salir a defender el Proceso que se adelanta en la Mesa de La Habana porque ella responde a sus propios intereses de clase, así también responda de una u otra manera a los intereses de un sector oligárquico que no quiere más guerra en Colombia. Mas son los sectores oligárquicos los que tienen que salir a luchar con todo por el triunfo de Santos, en primer lugar el mismo Santos, quien ha demostrado una paquidermia, indecisión e inconsecuencia en el tema. Es más, el proceso de La Habana puede defenderse de miles maneras, combinando acertadamente todas las formas de lucha de masas, sin despreciar ninguna.

Al salir a defender el proceso de La Habana puede que haya coincidencias con Santos, pero esa defensa nadie puede entenderla como la subordinación del movimiento popular a la continuidad o no de Santos. El movimiento popular está movilizándose por sus propios intereses de clase y los intereses de clase del pueblo marcan la pauta de la necesidad de la continuidad del proceso, independientemente de quién gane.

Porque hay una verdad axiomática. La Paz en Colombia tarde o temprano, quizá más temprano que tarde, dependerá de un proceso político de Paz ya que la salida militar hasta los mismos “enemigos de la Paz” saben que es –y será- imposible lograrla. La derrota del Plan Colombia y la reducción acelerada del porcentaje de participación del imperio del Norte en el financiamiento del Plan nos evidencia que el imperio tiene puestos sus ojos en regiones muy cercanas y ricas en petróleo ya que Colombia desde hace unos años ni es un país petrolero, ni exportador de petróleo. De allí resulta el involucramiento de países del área en los diálogos de la Habana.

Si de mezquindad tenemos que hablar, tendríamos en primer lugar que señalar la mezquindad de toda la oligarquía con el Proceso de La Habana. Así, señores oligarcas, a pellizcarse!  
 

Dossier Álvaro Uribe Vélez

Colombia Invisible - Unai Aranzadi

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