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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

RECOMENDADO CAMBIO TOTAL

[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

Hey loco, No dispares!

Vamos a Cuentiarnos la Paz

LOS RICOS NO VAN A LA GUERRA

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Es la guerra que tú declaras, Santos, es la guerra

Allende La Paz, Cambio Total.

Si no fuera porque los muertos son hijos de nuestro pueblo, nos reiríamos a mandíbula batiente. El señor Santos, JuanPa como le llaman ahora, está super emputao porque dizque las FARC-EP siguen con sus planes militares –estando conversando en La Habana-, así como Santos y los militarotes y militaritos siguen con sus planes genocidas contra el pueblo colombiano.

Los planes militares de las FARC-EP contemplaban que en algún momento iban a atacar la base del régimen burgués, es decir, la economía. Será que las FARC piensan que es éste el momento correcto? No lo sabemos, lo que si intuímos es que es correcto el planteamiento porque los dos altavoces del régimen –el presidente JuanPa y el ministrito-ventrílocuo de los militares, el tal Pinzón- están en histeria superlativa y hasta sienten los espamos de sus úteros, así no tengan úteros, creemos nosotros.

La capacidad de las FARC-EP va más allá de lo que presupuestan la inteligencia militar y la cantidad de pelafustanes que viven de la guerra y hoy están dando clara muestra de ello. En el saboteo de parte de la economía –y su consecuencia en los habitantes, parte colateral e indeseable, pero entendible- se siente que las FARC-EP tienen todavía –a pesar de las estridencias del “fin del fin” del anterior y éste gobierno- una capacidad de desestabilizar el país y su corrompida narco-democracia, que hoy siguen dando muestras de su decidido apoyo al senador que representa el narco-paramilitarismo en Colombia, Uribhitler y le perdonan todo hasta su corrupción, pero que siga “luchando” contra la izquierda y el pueblo.

Farisaicamente JuanPa Santos sale a “condenar los ataques que afectan la población civil”, mientras su deuda con los sectores populares es imposible de pagar. Sino que lo digan las Madres de Soacha que vieron salir vivos a sus hijos y se los regresaron asesinados en lo que los colombianos conocemos como los “falsos positivos” –o ejecuciones extrajudiciales, según la normativa internacional-, práctica que alcanzó su clímax durante la gestión de JuanPa Santos como MinDefensa y la de Uribhitler como presidente. Sino que lo digan los huérfanos, madres, esposas, padres, de las víctimas del Terrorismo de Estado que violaba –y sigue violando- los derechos humanos de los colombianos pobres mediante los delitos de Masacres, Desapariciones, Torturas y Desplazamiento forzoso, continuando con la práctica los terratenientes-ganaderos de despojar de sus tierras a las víctimas.

Esos crímenes –cifras oficiales- son más de 966.000 víctimas mortales y más de 5,7 millones de desplazados forzosos. Víctimas de las cuales el Estado y su gobierno es responsable en un 80% de las Masacres, de un 83,2% de las ejecuciones extrajudiciales, de un 97,7% de las desapariciones, y del 100% de las desapariciones forzosas. No vengas ahora JuanPa Santos a tratar de esconder tus crímenes tras palabras mentirosas, farisaicas.

Ni qué decir de la deuda social impagable. Los damnificados del Invierno –más de 5 millones- aún siguen esperando los dineros para su recuperación, mientras esos dineros fueron a parar a los bolsillos de alcaldes, gobwernadores y politiqueros de la talla de Robertico Gerlein E y de los herederos de Name Teherán, así como de los conocidos narcos Char. Hoy 18.000 niños en La Guajira padecen sed y desnutrición de diverso grado, sin que el gobierno ni el estado muevan un dedo para ayudar a vencer esa calamitosa situación, en tanto los gobernadores, los alcaldes, los narcoparamilitares se robaban –y roban- el erario público. Hoy vemos a JuanPa histérico también porque como al pueblo “escogido” le cayeron las “7 plagas”, a su gobierno le están cayendo todas las plagas dejadas por sus antecesores y la cosecha propia de plagas por él cultivadas. Y el colmo del fariseísmo lo muestra cuando trata de culpar a los damnificados por la falta de previsión y la ineptitud propia y de sus funcionarios.

Santos sigue sin entender que estamos en guerra. Una guerra decretada por todos los que le antecedieron en el soleo presidencial y que –quizá- él trató de alcanzar un Acuerdo con la Insurgenica, pero con la óptica mezquina del “aquí no ha pasado nada” y seguir con las mismas causas que generaron el conflicto interno y gobernado por los mismos con las mismas. Ya lo hemos dicho en varios de nuestros artículos. El pueblo colombiano le dió la potestad a las FARC-EP de conversar para alcanzar un Acuerdo que ataque las causas del conflicto y modernice la vida colombiana desde la base, la economía, y sus superestructuras política, judicial, militar, etc.

El pueblo –y desde luego las FARC menos- no le tiene miedo a unos años más de guerra, siempre y cuando se imponga la necesidad de construir un Nuevo País, una Nueva Colombia, en Paz con Justicia Social, democracia, libertad, independencia y soberanía nacional. Mas si el presidente Santos quiere parar la guerra debe llegar a un Acuerdo de Cese de Fuegos Bilateral. Y punto.
.............

Adendo: Será ese Israel el país que admira el presidente Santos? Ese país está practicando un genocidio similar al que practicaron con algunos de ellos, no con todos los judíos. Será ese el país con el que sueña como modelo para construir otra Colombia? Dios nos libre de tanto terror. Si ya no aguantamos más Terrorismo de Estado, qué tal Colombia convertida en el Israel de Suramérica! Por sus hechos los conoceréis... Y Santos peló el cobre condenando la parte palestina y justificando el genocidio. Por lo tanto su pensamiento también es genocida, y eso es un gran problema en un gobernante!

¿Quién responderá por el crimen atroz de Alfonso Cano?

http://www.pazfarc-ep.org

«El Presidente Santos se ha dedicado a repetir que la orden de ejecución fue emitida directamente por él tras haber sido consultado al respecto»

La noche del 4 de noviembre de 2011 Colombia y el resto del mundo fueron sorprendidos por la noticia de la muerte del Comandante Alfonso Cano tras una operación militar en el departamento del Cauca. Sucesivamente fueron saliendo a la luz los pormenores del hecho, descrito como un intenso bombardeo aéreo, acompañado de un largo ametrallamiento, que terminó dejando aislado e inerme al jefe guerrillero desde las primeras horas de la mañana.

En esas condiciones, las fuerzas especiales y las tropas que desembarcaron de los helicópteros artillados terminaron por localizar al Comandante de las FARC, cuando se hallaba solitario en medio de la manigua. De eso existen numerosas evidencias, suministradas a la prensa por diversos voceros oficiales. Se sabe por lo mismo que en el momento de enfrentarse a la muerte, el martirizado líder revolucionario se hallaba en absoluto estado de indefensión.

De conformidad con la opinión de numerosos asesores y expertos en las diversas ramas del derecho internacional, en esas circunstancias, un numeroso grupo de combatientes entrenados con rigor en las más exigentes situaciones de la guerra, vendrían a conformar una fuerza absolutamente desproporcionada ante un adversario impotente. Alfonso Cano debió haber sido capturado y entregado a los jueces para ser sometido a una causa penal con arreglo a las leyes.

Así lo expresó con inusitado valor civil monseñor Monsalve, arzobispo de Cali, unos cuantos días después de acaecidos los hechos. Desde luego que atreverse en Colombia a levantar un dedo acusador contra las fuerzas militares y el gobierno nacional, acarrea la inmediata avalancha del sin número de defensores del orden establecido, encabezados como siempre por algún general furioso y el atado de comentaristas y editorialistas de la gran prensa adictos al crimen.

Para que cualquier otro ciudadano que intente dárselas de héroe, recuerde de inmediato a su familia e intereses personales antes de atreverse a exponer su propia vida al peligro. Que así es este país lo prueban millones de víctimas. Y una insurgencia armada con más de medio siglo de historia. Los guerrilleros podemos decir lo que le está vedado a la mayoría intimidada, y es por eso que procedo a referir aquí lo que comenta tanta gente en voz baja.

El Presidente Santos, tras conocerse la noticia, no sólo reconoció haber llorado de felicidad al enterarse, sino que a medida que su soberbia fue creciendo, se dedicó a publicar que la orden había sido emitida directamente por él tras haber sido consultado al respecto. En su más reciente afán por la reelección lo repitió muchas veces, incluido el día 13 de junio de 2014, ante las cámaras de televisión, tras lo cual escenificó un arrebato de satisfacción.

Dicen los que saben, que la primera obligación que adquiere un Presidente al posesionarse es la de cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional y las leyes de la República, de las cuales hacen parte los tratados y convenios internacionales suscritos por el país. Y expresan también los serios interrogantes que genera la pobre argumentación presidencial según la cual su orden de matar a Cano obedeció al hecho de que estamos en guerra. Reiterada confesión que excluye dudas.

Fundamentan su argumentación en disposiciones como estas. El artículo 4 del Protocolo II adicional a los Convenios de Ginebra, de obligatoria aceptación en los conflictos armados sin carácter internacional, dispone que quien haya dejado de participar en las hostilidades tiene derecho a que se respete su persona y a ser tratado con humanidad en toda circunstancia. Expresamente prohíbe ordenar que no haya supervivientes. ¿Acaso Alfonso no lo era?

El mismo Protocolo dispone la prohibición de matar por fuera del combate. Lo cual envuelve, por elemental lógica, dar la orden de hacerlo. Por otro lado se recuerda que el artículo 145 del Código Penal Colombiano considera como un acto de barbarie rematar heridos o enfermos. ¿Cabe incluir aquí a un solitario Alfonso Cano, superviviente de un brutal bombardeo y ametrallamiento, aturdido y casi ciego, reducido y rodeado por la enorme tropa enemiga?

Por su parte, la orden de no dejar sobrevivientes es elevada a la categoría de crimen de guerra en el Estatuto de la Corte Penal Internacional, artículo 8, numeral 2, literal I, que frecuentemente es invocado por el gobierno colombiano como advertencia jurídica en contra de la insurgencia, en cuanto norma de obligatorio acatamiento en nuestro país. ¿Y qué decir del literal VI que considera un crimen privar a un prisionero de guerra de su derecho a un juicio legítimo e imparcial?

El Presidente Santos y sus asesores debieron tomar en cuenta que la Convención Americana de Derechos Humanos o Pacto de San José de 1969, sólo admite la pena de muerte como consecuencia de una sentencia judicial debidamente ejecutoriada, emitida por tribunal competente, de conformidad con una ley anterior que establezca tal pena y dictada con anterioridad al delito que se imputa.

Sin mencionar la Constitución Nacional de 1991, tan esgrimida por sus defensores como máxima consagración democrática en la historia de nuestro país, en cuyo artículo 11 se consagra la inviolabilidad del derecho a la vida y la prohibición de la pena de muerte. Es claro que tan formales garantías no pasan de ser una fórmula propagandística en un Estado que asesina oficialmente, con premeditación y alevosía, porque esas son, según el Presidente, las reglas del juego.

El presidente Santos ha reconocido ante la opinión pública, que efectivamente dio la orden de ejecutar extrajudicialmente a un prisionero de guerra herido, desarmado y fuera de combate, con el que además adelantaba conversaciones para iniciar un proceso de paz. El Presidente dirige constitucionalmente la fuerza pública y dispone de ella como comandante supremo, asumiendo incluso si lo considera conveniente la dirección de las operaciones de guerra.

De este y los innumerables crímenes sucedidos en este país habrá que tratar en los debates que sobre el tema de víctimas se iniciará próximamente en La Habana. Los crímenes de Estado configuran una nefasta tradición en Colombia y son ellos los causantes directos de la prolongada y heroica rebeldía armada de miles de colombianos. En la Mesa nos trazamos como máxima que no llegamos a pactar impunidades. ¿Estará Santos dispuesto a responder por su crimen confeso?

Montañas de Colombia, 27 de julio de 2014.


(*) Timoleón Jiménez es Comandante del Estado Mayor Central de las FARC-EP  

Fuente: http://www.pazfarc-ep.org/index.php/blogs/2017-quien-respondera-por-el-crimen-atroz-de-alfonso-cano.html

Somos pueblo tras las rejas

Ponencia al Encuentro Regional Larga Vida a las Mariposas

Agencia Prensa Rural

A las organizaciones, fundaciones, brigadas y todos los convocantes, miembros y asistentes del presente encuentro regional de la Coalición Larga Vida a las Mariposas, todos los presos del país, familiares y amigos. A la sociedad nacional y comunidad internacional.

Colombia es un país dividido en clases sociales, en el que las grandes mayorías del campo y la ciudad han sido históricamente sometidos a la pobreza, lo cual necesariamente ha generado acciones desesperadas para lograr el sustento del día a día, para sobrevivir junto con los suyos del hambre y la miseria. Esta misma situación de exclusión provocó el levantamiento de los excluidos, en ejercicio del derecho legítimo de los pueblos a rebelarse contra sus opresores.
Muchos en unas y otras circunstancias terminamos confinados tras los muros de las penitenciarías y cárceles del país, lo que significa que somos mayoritariamente pueblo tras las rejas, junto con nuestros familiares y amigos.

Somos entonces una parte de la sociedad que padece de la invisibilización premeditada de una grave crisis humanitaria, transversal a todas las cárceles del país. Una crisis estructural que como una reacción en cadena degrada y deshumaniza todo a su paso, generada desde las más altas esferas del Estado; que involucra a todas las ramas del poder público y las instituciones a través de las cuales éste se ejerce: Gobierno, Congreso, jueces y fiscales, ministerio público, el Inpec, entre otros.

Desmedidas condenas, juicios injustos para los de a pie, hacinamiento, inasistencia en salud, corrupción, tortura, tratos degradantes e inhumanos contra la población carcelaria, precaria alimentación, inexistentes mecanismos de reintegración al tejido social y productivo, violencia e inseguridad, desintegración familiar y la aplicación de una doctrina que asume a los internos como enemigos naturales del sistema, no es suficiente: acompañado tiene que ir de la muerte. Internos que pierden su vida por diferentes circunstancias, en su mayoría inasistencia médica y uso desmedido de la fuerza por parte de la guardia, se traducen en cifras que aumentan día a día.

A pesar de esto, los presos del país, familiares y amigos no vislumbramos en horizonte alguno soluciones inmediatas, mucho menos estructurales por parte del Estado colombiano.

De tal manera que la pasividad de todos nosotros ante la indolencia estatal, e indiferencia del resto de la sociedad, solo puede ser asumida como una actitud cómplice de nuestra propia desgracia. Necesario es entonces que todos unidos como una sola fuerza, rompamos las cadenas, para terminar derribando los muros del silencio que nos rodean.

Y esto solo lo lograremos decididamente organizados de forma amplia e incluyente todos los sectores de la población carcelaria, pues todos finalmente somos presos, bajo el abandono y violación de nuestros derechos por parte de un mismo Estado, de una misma clase dirigente.
Todos, junto a nuestros familiares y amigos, unidos en un Movimiento Nacional Carcelario, desde donde opinemos, propongamos y actuemos con el objetivo no sólo de mejorar nuestras condiciones de reclusión, sino de luchar por transformar y acabar con las condiciones que generan esta crisis estructural mencionada. Transformación del sistema judicial, la política criminal y penitenciaria, el sistema de salud, el mismo Inpec y su doctrina.

Para ello es necesario contar con la ayuda de ustedes, organizaciones y fundaciones sociales, jurídicas, defensoras de los derechos humanos, sindicatos, comunidades religiosas, protestantes, estudiantiles, barriales, ambientales, femeninas, campesinas, negritudes, indígenas, no creyentes, diversas, movimientos sociales en general, todos somos pueblo y de todos ustedes necesitamos el concurso; unidos en la solidaridad, no en el sectarismo; en la fraternidad, no en la prevención; en el afecto y cariño como hijos y luchadores contra los males que aquejan a nuestra nación con este movimiento nacional carcelario y el cumplimiento de los objetivos a nivel nacional que en consenso lleguemos.

Este, señoras y señores, es el sentir de los presos de ERON Picota Bogotá.

A continuación daremos a conocer a todos ustedes, así como a los presos de las demás cárceles del país, una propuesta para el debate que nos lleve muy pronto a la unificación en una gran propuesta representativa de todos a nivel nacional:

a. Consolidación del Movimiento Nacional Carcelario (MNC) como un movimiento amplio de todos los presos del país, familiares y amigos como herramienta de lucha organizada para la denuncia y conquista de reivindicaciones que garanticen de forma afectiva el respeto a los derechos humanos y trato digno, la abolición de tratos crueles, inhumanos y degradantes para con los presos y familiares.

Además de llegar a generar propuestas que lleven a la transformación de la política criminal y penitenciaria del país, del sistema judicial, con base en la promoción y el respeto a los derechos humanos, y el fortalecimiento del tejido social. Será a través de la concientización de los internos, familiares y amigos, el dialogo, la movilización, agitación y protesta, que logremos posicionar nuestra situación y propuestas en el debate nacional ante el Estado y sociedad en general.

Para ello invocamos el trabajo mancomunado, respetuoso, fraterno y solidario de todas las organizaciones sociales, populares, de derechos humanos, sindicales, así como de los medios alternativos de comunicación y de la comunidad internacional, en torno a la problemática de los presos colombianos y sus luchas, a través del MNC.

b. Como primer paso proponemos la preparación de una jornada nacional de movilización como relanzamiento del MNC bajo los siguientes puntos reivindicativos para el mes de octubre:

1. Instalación de una mesa nacional de concertación como espacio de diálogo de MNC, sociedad y gobierno, para tratar las problemáticas penitenciaria, carcelaria y judicial.
2. Declaración de la emergencia social y humanitaria carcelaria, la cual obligue a soluciones inmediatas a la problemática planteada que no se traduzca en la creación de más cupos carcelarios.
3. Apoyo al proyecto de ley de rebaja de 20% de la pena a los presos sociales del país. Otorgamiento real y efectivo de subrogados penales y beneficios administrativos para todos los presos.
4. Acercamiento familiar para todos los presos.
5. No a la extradición y por la repatriación de los connacionales detenidos en cárceles extranjeras.
6. Dos puntos reivindicativos de la problemática de cada cárcel y penitenciaria del país.

De lo anterior se desprende la necesidad de socializar y organizar patio por patio de cada cárcel-penitenciaría, a través de asambleas generales, reuniones con todos los presos, así como trabajo de concientización individual. Romper con los concubinatos mafia-guardia así como con el miedo a represalias del Inpec. Fundamental es también concientizar a familiares y amigos de que la unidad y la lucha son el único camino para lograr la transformación de esta crisis que afecta a más de cien mil seres humanos privados de la libertad y a quienes permanecen a su lado.

A medida que vayamos consolidando el MNC, se hará necesario una estructuración del mismo, para lo cual existe una primera propuesta nacida de la penitenciaría La Picota, la cual consiste en términos generales en:

1. Comité de bases en cada patio.

2. Consejo carcelario en cada cárcel-penitenciaría.

3. Congreso Nacional Carcelario, constituido por delegados de cada consejo carcelario-penitenciario.

4. Estructura externa conformada por delegados de las organizaciones-fundaciones de asesoría jurídica, promoción y defensa de los derechos humanos.

La tarea no es menor, el compromiso y trabajo de todos ustedes y nosotros debe estar a la altura de la misma. Dejaremos copia escrita a todos ustedes de lo presente.

Fraternalmente, por la dignidad y el respeto de los derechos humanos en las cárceles de Colombia. Por la libertad, la soberanía y una verdadera justicia.
Somos pueblo tras las rejas.

Movimiento Nacional Carcelario – ERON Picota Bogotá

Fuente: http://prensarural.org/spip/spip.php?article14702

Embajador arrodillado

Vergüenza. Luis Carlos Villegas, embajador en Washington, lejos de velar por los intereses de su país, oficia como recadero del Tío Sam ante el Gobierno de Colombia.
Por: Cristina de la Torre 28 JUL 2014
Informa Pablo Correa en El Espectador que este funcionario transmitió al ministro de Salud “preocupaciones” de las farmacéuticas norteamericanas por nuestro decreto en ciernes sobre medicamentos biotecnológicos y la tácita amenaza de desarrollar aquí esa industria. Se atentaría, pues, contra intereses comerciales de extranjeros que Villegas asume, rodilla en tierra, como propios.
El hábito inveterado. Insolencia de multinacionales que aspiran a mantener precios de monopolio, astronómicos en medicamentos de marca cuya forma genérica ofrece el mismo principio activo pero su precio baja hasta una veinteava parte. Prepotencia gratuita del amo que prevalece por bloqueo de la industria de sus satélites. Y, ¡ay!, indignidad del diplomático que ostenta el cargo más obligante en el exterior y así hiere el honor de su país. Nadando contra la corriente de otros como India, Sudáfrica y Brasil, que se sacuden el yugo y producen medicamentos genéricos de probada eficacia y calidad, a precio de huevo o regalados a su gente. Medio de universalizar el acceso a ellos, que resulta vital en la democratización de la salud.
Tanto elevaron aquellas multinacionales los precios de sus productos, que a ellos sólo acceden los elegidos de la fortuna. Entre 2008 y 2011 invirtió Colombia casi $2,8 billones en sólo 48 medicamentos biotecnológicos, casi todos contra el cáncer. Y, con ayuda de las EPS, quebraron el Fosyga. Ahora el Gobierno apunta a abrir el mercado y, en aras de la competencia con genéricos, reducir precios. No será fácil. Según Alberto Bravo, presidente de Asinfar —gremio de los laboratorios nacionales—, la Oficina Comercial de EE.UU. y la Embajada de ese país habían presionado ya en el pasado para cerrar toda posibilidad de competencia doméstica a los fármacos de sus empresas.
En su mensaje, también alerta Villegas contra el decreto que, según aquella Oficina, “promueve… la intención comercial (de crear) una agencia para el desarrollo de la manufactura de productos biológicos en Colombia”. Mientras tanto, la India ha montado una industria formidable de genéricos, contra el viento y la marea de las multinacionales farmacéuticas. Su Gobierno las presiona para que bajen precios, otorgando licencia a quien pueda fabricar el mismo medicamento pero a precios irrisorios y con idénticos estándares de calidad. Así impulsa la industria nacional de genéricos y favorece a los más pobres. El mismo objetivo persigue en Brasil la política pública de producción, distribución y venta de medicamentos genéricos. Resultado: éstos representan ya un tercio del mercado de fármacos en ese país. El Gobierno incentiva a la industria nacional de medicamentos y negocia con firmas extranjeras la transferencia de tecnología y los precios de importación de insumos.
Pero no basta con el control de precios. Siendo los genéricos de calidad óptima y muchísimo más baratos, debería el Estado, no sólo fomentar la competencia y la industria nacional de tales medicamentos, sino producirlos. Centralizar las compras y proteger el autoabastecimiento nacional de genéricos. Y multiplicar la inversión en ciencia y tecnología.
El decreto de la discordia es producto de un trabajo colectivo y responsable presidido por el ministro de Salud, con aportes inestimables de la Federación Médica Colombiana, Fundación Infarma, Fundación Misión Salud y la Conferencia Episcopal Colombiana. Para comenzar, a este Comité de Veeduría ciudadana tendrá que responder por sus actos el inefable Luis Carlos Villegas. Cuando levante la testa y la rodilla.

Nacimiento de las FARC - La vuelta del mundo II

Alfredo Molano Bravo.
Décima entrega.
El escritor y sociólogo que mejor conoce el conflicto colombiano reconstruye el surgimiento de las Farc hace 50 años. De vuelta a Marquetalia.
Por: Alfredo Molano Bravo / Especial para El Espectador
La carretera es una brecha hecha en la montaña. El cañón del río Atá es muy estrecho y el lomerío muy parado. Los vecinos se saludan y se conversan de lado y lado del río, como si estuvieran en una sala. Cuando aclara, las lomas van saliendo de la oscuridad y se ven los cultivos de café como manchas de verde oscuro extendido en la montaña. Había movimiento de personal porque a mitad de año sale la cosecha grande y los recolectores “cogen corte” temprano. Lo que no es verde oscuro es fríjol y se cultiva enredando los bejucos con hilos de plástico a un “tendido de varas”. Lo demás es rastrojo o, como llaman allá, “cañero”. Es una tierra abierta dividida por el río, las quebradas y la trocha.
El motor del jeep se queja mientras los ocupantes maman gallo entre ellos. Como no me conocían, el chofer, muy solidario conmigo, me hizo preguntas para que la gente se enterara de quién era yo. Ante un desconocido se guarda silencio. El miedo a los sapos está vivo. Al borde del barranco se construye la mayoría de casas, todas en material y con una vista estupenda sobre el cañón. José Luis Díaz, el presidente de la junta, me iba nombrando los sitios por donde pasamos: el crucero para El Limón, que lleva a La Hacienda, nombrada por Marulanda y por Jacobo Arenas en sus diarios de guerra. Reconozco también el nombre de La Floresta, cerca del río, y el de La Suiza, donde en el 64 se dieron los primeros combates con el Ejército.
Según esos diarios, cuatro fusileros detuvieron allí la tropa. Más arriba pasamos sobre un puente de madera construido sobre una quebrada en plena curva, que para las bestias es ancho pero para un jeep, extremadamente estrecho. Desde mi puesto alcancé a ver la rueda trasera casi en el aire. El chofer se rió de mi miedo. Después cruzamos por San Miguel, un caserío que fue el lugar donde se reunieron varios comandos guerrilleros con población civil a la cola, ante una acometida de chulavitas en el año 51: Ciro Trujillo, Guaracas, Charro Negro, Joselo, Marulanda.
Desde ese punto iniciaron una marcha hasta el río Cambrín, donde quedaba el comando de don Gerardo Loaiza, el principal comandante liberal en armas. Varias semanas de camino cargando niños, gallinas y perros. A un par de kilómetros pasamos por Peña Rica, donde comenzó el derribe de la montaña en la “medio paz” que Rojas Pinilla dio en el 53 a las guerrillas. Ahí hicieron finca dos comandantes célebres: Isaías Pardo, que sembró café, e Isauro Yosa, que metió unas pocas vacas de leche.
En general, la zona está muy bien trabajada. Se conservan los tajos de bosque a orillas de las quebradas y en la montaña, en los filos altos de la cordillera ordinariamente cubiertos de niebla. Cuatro horas de zangoloteo y por fin se llega a La Arabia, una finca cafetera en regla: casa amplia de madera fina con balcón mirando hacia los cultivos y al río, surcos atravesados de cafetos —como enseñaba el profesor Yarumo para evitar la erosión—, agua limpia y corriente para la alberca donde se fermenta el grano, tolva de madera, secaderos en cemento, costales de fique.
El dueño, un quindiano que trabaja con su gente de sol a sol, nos invitó a desayunar: calentado con huevo, arepa, chocolate. Los caballos, verdaderos táparos, nos esperaban cambiando las manos de posición y espantando moscas con la cola. Me correspondió un mocho bayo bastante despierto en el que duraría otras cuatro horas. Al salir, José Luis me señaló un poblado de 40 casas —todas en material— alrededor de una cancha de fútbol. Es el cabildo de La Bella, sede del resguardo Nasa We’sh, de indígenas nasa, que llegaron hace 100 años desde Tierradentro, subiendo por el río Símbula, hasta el hielo del Nevado del Huila para caer a la cabecera del río Guayabo, páramo al que bautizaron Los Deseos. “Durante la guerra —me contaría al regreso a Gaitania el cabildo-gobernador—, después de haber abierto finca, nos pusimos a guerrear y se enmontaron los abiertos”.
Pero poco a poco, con la prudencia que los caracteriza, se independizaron de las guerrillas hasta que hace 18 años firmaron con las Farc un acuerdo que justamente hoy, cuando escribo, se conmemorará con una fiesta en La Bella. Quizá la revista Semana informó en su momento la firma del pacto, pero yo siempre creí que el documento firmado no existía. Y existe. Se titula “Fin de la violencia en el resguardo indígena Páez de Gaitania Planadas, Tolima”, y fue firmado el 26 de julio de 1997 por Virgilio López Velazco, gobernador del resguardo, y por Jerónimo Galeano, comandante del Frente Joselo Losada de las Farc-Ep, ante dos testigos de excepción: monseñor Serna y el jefe de la delegación de la Cruz Roja internacional, señor Vann. El fundamento fue, según el cabildo-gobernador, que “el Ejército, como es del Estado, quería permanecer en nuestro territorio, entonces teníamos problemas con la guerrilla, y si la guerrilla hacía el campamento en este territorio, teníamos problemas con el Ejército”.
Invocando el derecho que les otorga la Constitución Nacional “a aplicar su propia justicia y a la viabilidad de poner fin a la violencia dentro del resguardo”, los indígenas propusieron y las Farc aceptaron prohibir: las amenazas; el porte de armas; la colaboración de campesinos e indígenas con la guerrilla, la Policía, las cooperativas de seguridad; la permanencia de todo grupo armado dentro del territorio; el hurto y los impuestos o tributos. El acuerdo, según la población de la región, ha sido rigurosamente observado por las partes. Los indígenas esperaban que el Gobierno también lo suscribiera, pero, según palabras del cabildo-gobernador, “el ministro de Defensa les hizo saber que la fuerza pública podía estar donde quisiera. Por eso hace dos años el Ejército hirió de bala a un par de indígenas y siempre ha acampado donde se le da la gana”.
El resguardo tiene una extensión de 4.900 hectáreas, donde viven 280 familias, algo así como 1.500 miembros. Cultivan café, fríjol, pero sobre todo el maíz y cultivos de pancoger. El cabildo-gobernador opina que han ganado la paz sin gastar plata, pero que ahora la cuestión es de comida y para poder comer hay que ampliar el resguardo, porque la comunidad crece. “Resguardo —nos aclara— es un lugar de donde uno ya no se puede salir más, ya no puede seguir rodando. Pero después hablamos de territorio, porque el indígena no tiene límites. Cuando hablamos de resguardo es el terreno que nos adjudica el Incora, pero cuando hablamos de territorio ya nos extendemos un poco más”.
Al salir de La Arabia subimos lentamente una cuesta pendiente, pero por un camino sólido. Los cultivos de fríjol reemplazan poco a poco los de café. El Atá se oye correr en el fondo de un abismo que puede ser de 300 metros. La respiración de los caballos marca el tiempo y uno se va identificando con su ritmo. Entonces se teme que el animal se tropiece, que no pueda subir uno de los altos escalones, que se despeñe. Cuando coronamos la loma, comenzamos a descender: la montura se corre hacia adelante y las orejas de la cabalgadura quedan al alcance de la mano. La baticola muestra su gran utilidad.
A partir de este punto los cañeros —chilca, paja, caña brava dulce— y unos pocos árboles —cucharos, amarillos, yarumos— reemplazan todo cultivo, aun los pastos naturales. La pendiente es tal, que se hace difícil que, salvo los animales de monte, una res o un caballo puedan vivir ahí. En la cresta del lomerío crecen palmas de cera o cocoras o del Quindío —soberbias, altivas, solitarias—. El terreno parece claveteado con ellas. Son un bosque maravilloso que produce cierta nostalgia cuando lo cubre una niebla andariega.
El descenso es corto. Volvimos a subir. La montura se va para atrás y la cruz del caballo queda a la vista. El camino se convierte en un barrial y los surales se hacen más frecuentes. En algunos, el barro llega al estribo y la bestia hace esfuerzos “sobrehumanos” para sacar las manos primero y luego, dando un saltico, las patas. Es un trecho tan solitario como lo describió Jacobo Arenas hace medio siglo: “Durante horas enteras de camino no puede encontrarse una vivienda humana… En varios kilómetros a la redonda, el caminante es un ser humano único y absolutamente solo”.
El paisaje no cambia. Una lluviecita menuda y helada penetra todo encauchado, se mete por el cuello, por las mangas. El río Atá casi no se oye en el filo, desde donde volvimos a descender por un trecho muy peligroso porque las bestias, para no meter las patas en el barro, andan por un filo delgado como si fueran equilibristas, No pocas veces se detiene la respiración mirando hacia el precipicio. Nos descolgamos oyendo de nuevo, cada vez más claro, el sonido del río, hasta llegar a una veguita que es un hundidero.
Frente a nosotros el puente sobre el río Guayabo; más abajo, el Yarumales, que trae ya las aguas del Támaro. El punto se llama Las Juntas y de ahí en adelante las aguas, que parecen de bronce líquido, forman el Atá. Se despeñan entre rocas enormes. Roncan. Una pesadilla. Al ir a pasar el puente de madera con techo de zinc, José Luis me advirtió: hay un hueco en una tabla, y echó adelante. Sin saber cómo, su yegua se volteó al sentir el hueco, saltó y tumbó a mi compañero. En realidad José Luis se deslizó por el anca.
En este sitio comienza, propiamente dicho, Marquetalia, encerrada por ríos y soledades. Una cuesta más, muy pendiente, y llegamos a la finca de José Luis: tres hectáreas de fríjol, dos ranchos de paja forrados con plástico por dentro. Uno es el fogón. El otro, la alcoba donde duermen él, su mujer y sus tres hijos en dos camastros pegados uno contra el otro. Su señora nos había preparado gallina con una generosidad que es desconocida en el otro país. Una pausa y volvimos a bajar al sitio donde habíamos dejado las bestias para ir a la escuela, donde nos esperaba el resto de la junta de vecinos.
Media hora y entramos, por fin, a “un pequeño altiplano”, como lo definió Jacobo Arenas, en medio de lomas que pueden tener 300 metros de altura. Es una hondonada de un par de kilómetros de largo por uno de ancho, cubierta de pastos naturales y encerrada por bosques. Viven 20 familias dedicadas a la producción de queso que llevan cada dos semanas a vender a Gaitania. También cosechan fríjol, no en gran cantidad, y, por la altura, de bajo rendimiento. En el año 90 llegó la amapola y vino mucha gente a cultivarla. Tumbaron montes con la venia de la guerrilla a pesar de que tenían prohibida la tala. La guerrilla cobró impuestos tanto a cultivadores como a comerciantes. Fueron los únicos años en que los colonos de Marquetalia pudieron gozar de algún bienestar. En el año 98 entró el Ejército y acabó con el cultivo.
El vallecito fue la sede principal del comando del Bloque Sur del Tolima, creado por Marulanda después del asesinato de Charro y el objetivo central de la Operación Marquetalia, que Jacobo Arenas describió: “El sábado 14 de junio de 1964 a las 8:05 de la mañana fue bombardeado con proyectiles cohetes y acompañado de fuego aéreo de ametralladoras… Diez minutos después, seis helicópteros dieron comienzo al desembarco de tropas… En 55 minutos, 800 hombres ocuparon el altiplano”. Cuatro días después el lugar fue bautizado por los militares Villa Susana, en honor a la primera dama, fallecida por aquellos días. Allí el coronel Currea Cubides organizó una gran parada militar con asistencia de dos ministros para hacer entrega al país la soberanía perdida. El capitán sacerdote Manuel López ofició una misa campal.
 

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