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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

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Falsa democracia

RECOMENDADO CAMBIO TOTAL

[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

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LOS RICOS NO VAN A LA GUERRA

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Sin Uribes no habrían FARC.

Allende La Paz, Cambio Total.

Con este título publicamos un artículo el 09/07/08. Hoy la periodista Jimena Dusán se interroga ”Sin las FARC, habrá uribismo?”. http://www.semana.com/opinion/articulo/maria-jimena-duzan-sin-farc-seguridad-democratica-no-tiene-fundamento/465989

Hemos sido enfáticos en señalar que si no hubiera sido por el ataque a Marquetalia y la aplicación de las recomendaciones gringas para convertir a Colombia en laboratorio de guerra irregular los colombianos no hubiéramos padecido más de 50 años de guerra.

Fueron los Valencias, los López, los Lleras, los Gómez, los TurbayAyalas, y un centenar de etc., además de los actuales Gavirias, los Uribes, los Santos, quienes adelantaron la política de guerra contra su pueblo. Fueron ellos los que orgullosamente exhibían los cuerpos de los guerrilleros abatidos, como trofeo de guerra, con las famosas frases de ”yo dí la orden de dar de baja a Cano” repetidas una y otra vez en la historia nacional.

Fueron ellos los que desde la década de los 70 del siglo pasado crearon el contubernio impúdico de las fuerzas militares estatales con el narco-paramilitarismo, execrable engendro que limpió la cara de los militares por sus miles de miles de asesinatos cometidos bajo el Terrorismo de Estado de la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN) y endilgó las culpas a los narco-paramilitares, que hoy los llaman BACRIM.

Las FARC nacieron como respuesta del pueblo (48 campesinos) contra la brutal agresión de 16.000 soldados, apertrechados además con los bombardeos de la aviación y la utilización de la guerra biológica (”Peste Negra”). La agresión de los representantes de la oligarquía-terratenientes en el palacio de Nariño ha continuado a lo largo de estos más de 50 años y el pueblo ha seguido defendiéndose de mil maneras –emulando la combinación de las formas de lucha oligárquicas- y ha fortalecido las FARC-EP.

El clamor de los farianos desde el principio fue el tratar a toda costa el enfrentamiento entre hermanos, fratricida. Mas la maquinaria de guerra estatal seguía en su afán de exterminar esos guerrilleros por el solo hecho de querer una patria distinta. De ahí nació la política de Paz de las FARC-EP y sus múltiples intentos de obligar a los gobiernos oligárquicos a sentarse en la Mesa de Dialógos. Fué un diálogo de sordo por parte del gobierno burgués.

En tanto las FARC-EP buscaban maneras para avanzar en la Mesa, los gobiernos buscaban –y buscan- lograr en la Mesa de Conversaciones lo que no han logrado en el campo militar, o sea, vencer a las FARC. No iban –y no van- de buena voluntad a buscar un entendimiento entre fuerzas con distintas visiones, sino que buscaban –y buscan- imponer sus visiones y puntos de vista y modelos. En esas están aún ahora en la Mesa de La Habana.

En resumen, si no hubieran los Valencias, los Lleras, los Barco Vargas, los Gavirias, los Uribes y los Santos empotrados en el poder por cuenta de una oligarquía financiera-terrateniente, los colombianos hubieramos podido vivir la vida verdaderamente felices. No hubiéramos tenido que soportar el asesinato de más de 1 millón de colombianos mediante las modalidades delincuenciales de las ejecuciones extrajudiciales, de las desapariciones, de los asesinatos selectivos, de las masacres y del desplazamiento forzado y el robo de más de 8 millones de hectáreas a los campesinos pobres del país.

Definitivamente, sin oligarcas asesinos no habrían FARC.

Llega hoy a Cuba el Presidente de los Estados Unidos

Territorios de paz y concentraciones de guerra

ALFREDO MOLANO BRAVO 19 MAR 2016 -

Alfredo Molano Bravo
Las denuncias y evidencias sobre la reorganización de los paramilitares son cada vez más sonoras y tangibles.
Por: Alfredo Molano Bravo
En el norte de Urabá, en el sur de Tolima y el sur de Cauca, en Putumayo, en Nariño se mueven uniformados y armados, como lo hacían antes, quizá sin tanta protección de la fuerza pública. Han desempolvado y engrasado las armas largas y han vuelto a coser los brazaletes sobre el uniforme.
El Gobierno no lo ignora y no puede desentenderse de la amenaza que pesa sobre los acuerdos de La Habana. Uno podría pensar que se trata de una treta meramente publicitaria para que se les tenga en cuenta y entren por la puerta falsa a la negociación, no a las que tienen lugar con las Farc, sino a otras distintas que complementen las que Uribe dejó inconclusas. Sus jefes se sienten burlados y descabezados. No han sido suficientemente considerados. Se dice que la llamada Oficina de Envigado anda en esas y seguramente también las Autodefensas Gaitanistas y las Águilas Blancas.
Miradas las cosas más al fondo, su avance puede ser cada día más rentable en la medida en que se acerquen a las zonas donde el Gobierno quiere internar a las Farc. Valorizarían su peso militar puesto que las guerrillas se volverían más esquivas en momentos en que a Santos se le reduce el tiempo para llegar al anhelado acuerdo final. La fuerza pública podría decidirse, por fin, a combatirlas para defender lo que se ha logrado con las Farc, pero tendría que aceptar que son un movimiento político, lo que de suyo descuadraría la negociación. Pero, además, para hacerlo bien hecho, tendría que contar con una unidad interna de la fuerza que siempre les ha sido esquiva. Las manzanas podridas siguen enquistadas y cobran sus servicios tanto para la guerra como para la paz.
La negociación con las Farc parece haber llegado al mismo sitio donde naufragó en Caracas cuando Gaviria exigía la concentración de la guerrilla para sacar adelante el proceso. Las Farc se negaron considerando que perderían su herramienta más poderosa, la movilidad. Marulanda habló de las corralejas donde querían encerrarlos y en este punto, la negociación se desplomó: 20 años más de muertos.
El Gobierno alega que sin armas, la seguridad de los guerrilleros correría por cuenta del Ejército, y por tanto, para hacerla efectiva, sería necesaria la concentración. Se habla de territorios de paz en fincas de 500 hectáreas. Un poco más grandes, es cierto, que las concentraciones donde el Mono Jojoy tenía a los soldados. La vulnerabilidad a un ataque paramilitar es inversamente proporcional al tamaño del territorio de paz. Y mientras más pequeños sean, menor influencia política podría ejercer el movimiento que saldría de la dejación de armas. La concentración en corralejas implicaría que las Farc abandonen los territorios de donde los gobiernos no han podido sacarlas en 50 años, como, por ejemplo, el sur de Tolima, el norte de Cauca, el piedemonte oriental. Es en esos territorios donde las guerrillas han echado raíces y tienen sus bases sociales; con ellas cuentan para hacer política, que es lo que realmente se teme. Es la tesis de Uribe: concentraciones en campamentos alejados de la población civil, susceptibles de ser copados rápidamente por Fuerzas Militares o paramilitares.
Las guerrillas podrán dejar de serlo, pero no parece fácil que les regalen a los partidos políticos sus bases sociales. El fortalecimiento del paramilitarismo está dándole argumentos al Gobierno para encorralar a las Farc, que al parecer piensan lo contrario: no dejar sus armas a cambio de perder sus bases políticas.
 

Dossier Álvaro Uribe Vélez

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