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Despedida de Cristian Pérez - Sí a la Paz

Colombia: Falsa Democracia

Colombia: Falsa Democracia
Falsa democracia

RECOMENDADO CAMBIO TOTAL

[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

Hey loco, No dispares!

Vamos a Cuentiarnos la Paz

LOS RICOS NO VAN A LA GUERRA

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Los Inescrutables

Allende La Paz, Cambio Total.

Vuelve y juega María Jimena Dusán acuñando acertadamente definiciones de personajes de la vida nacional. Dice nuestra amada MariaJi que ” Digámonos la verdad: ni la clase política que se untó las manos de sangre, ni los empresarios que financiaron a los grupos paramilitares, ni los generales como Rito Alejo del Río, que patrullaban las regiones de la mano del Alemán, ni la Iglesia que permitió a sus obispos asumir una posición proactiva en defensa del paramilitarismo, como lo hizo en su momento monseñor Isaías Duarte o monseñor Héctor Gutiérrez Pabón, quien calificó al fundador del narcoparamilitarismo Víctor Carranza como “un defensor de la paz”: ninguno de ellos quieren asumir su cuota de responsabilidad en esta guerra”.

Lo que pretenden los Inescrutables es que sean las FARC-EP los únicos que paguen sus culpas –haber respondido con las armas los ataques armados contra el pueblo-, y esconden que el Acuerdo Final entre el gobierno y las FARC-EP es precisamente eso, un Acuerdo Negociado entre las dos partes y esas dos partes tienen su porcentaje de responsabilidad en las violaciones que se cometieron en la guerra interna y deben asumir esa responsabilidad.

Recordemos que la responsabilidad estatal en las violaciones son del 82% en massacres, el 83,2% de las ejecuciones extrajudiciales (no solamente de “falsos positivos”), en el 97,7% de las desapariciones forzosas, en el 100% del desplazamiento forzoso y en el robo de 8,5 millones de hectáreas que fueron a parar a manos de los ”empresarios” del campo, los terratenientes, los ganaderos, y muy pocas a manos de los ejecutores del desplazamiento, las fuerzas militares-narcoparamilitares.

Nos preguntamos cuál será el grado de culpabilidad de los Inescrutables? Esos que muy bien señala MariaJi. Cuál es el porcentaje de responsabilidad de la clase política? Cuál el de los empresarios que financiaron a los narco-paramilitares? Cuál el de el ex-general Rito Alejo del Río y los demás generales que tienen las manos untadas de sangre como Farouk Janine, Montoya, Bonet Locarno, y otros generales reconocidos promotores del narco-paramilitarismo?

Cuál es el porcentaje de los presidentes que funjieron como tales desde los tiempos de los años 80 hasta esta época? Cuál es el porcentaje de responsabilidad de los máximos violadores de Derechos Humanos, los entonces presidentes Andrés Pastrana Arango y Álvaro Uribe Vélez?

Surge otra pregunta: Cuántas vidas se hubieran podido salvar si éstos individuos no hubieran apoyado a los narco-paramilitares?, por ejemplo.
Un amigo me recordaba que esos Inescrutables aplican la ley del embudo: “Lo ancho pa´ellos y lo angosto pa´uno”.


El artículo de MaríaJi “La verdad siempre duele” es verdaderamente esclarecedor y por ello lo recomendamos a nuestros lectores.

Un guerrillero que nunca lo fue

Domínico Nadal, El Cuento de la Semana.

El Centro a-Democrático tiene como máxima ideológica impedir que los guerrilleros de las FARC-EP, en representación de sus bases sociales, accedan al Congreso colombiano.

No ven que ellos tienen en sus filas un “guerrillero” que, entre otras cosas, nunca fué guerrillero. Porque ser guerrillero implica una sensibilidad social a toda prueba. Y Hebert Bustamante nunca la tuvo. Aún en filas era un individuo prepotente, insensible al sentir de la guerrillerada y de los campesinos. Se paseaba ”muy majo y orondo” ante los guerrilleros cuando se daba la relación diaria. Y había que oír sus falsas diatribas de igualdad, etc.

Tampoco comió “barro” como sus compañeros de armas. Era “diplomático” al igual que Navarro. No experimentaron los sufrimientos de la vida guerrillera que templan el espíritu y hacen que se resistan todas las tentaciones de la vida burguesa, vida burguesa que hoy ellos llevan.

Ese individuo tenía –y tiene- un ego tan grande que se creía agarrado de las güevas de Dios. He visto por estos días la serie ”los Tres Cain” y en el personaje de Carlos Castaño veo representado a Bustamante. Igual talante. Igual soberbia. Igual desprecio a los campesinos.


Y como el M-19 perdió sus mejores líderes le quedaron los peores, los peorísimos. Heberth Bustamante, Petro, Navarro. Pore so ha caído tan bajo. Petro ya no es M-19. Navarro tampoco. Y Bustamante ha caído más bajo aún que los otros dos. Está en donde debe estar. En la secta uribiana. El Centro anti-Democrático. Los burros se buscan para rascarse.

La verdad siempre duele

En estos 50 años de conflicto hubo un sector de la población que también cometió atropellos, que se alió con el narcotráfico y el paramilitarismo, pensando que esa era la forma de acabar con las Farc
Digámonos la verdad: ni la clase política que se untó las manos de sangre, ni los empresarios que financiaron a los grupos paramilitares, ni los generales como Rito Alejo del Río, que patrullaban las regiones de la mano del Alemán, ni la Iglesia que permitió a sus obispos asumir una posición proactiva en defensa del
paramilitarismo, como Io hizo en su momento monseñor Isaías Duarte o monseñor Héctor Gutiérrez Pabón, quien calificó al fundador del narcoparamilitarismo Víctor Carranza como “un defensor de la paz”: ninguno de ellos quieren asumir su cuota de responsabilidad en esta guerra.
Para ese país que se siente inescrutable y que hasta el día de hoy considera casi una profanación el que la justicia hubiese destapado el escándalo de la parapolítica o los falsos positivos, ese es un acto de contrición indigno, inaudito y totalmente injusto. Para ese país, que se siente intocable, los únicos que deben pedir perdón, decir la verdad y resarcir a sus víctimas son las Farc. Y a ellos, a los inescrutables, en lugar de pedirles actos de contrición que los igualen con terroristas, el país entero debería agradecerles por su incansable batalla en defensa de las instituciones democráticas, durante estos 50 años de guerra.
Por eso, según ese país que levita sobre los mortales, a la jurisdicción de paz que se crearía, no deberían ir ni políticos, ni empresarios, ni miembros de la fuerza pública. A ese tribunal solo debería ir la guerrilla de las Farc, que, de acuerdo con su sesgada versión de la historia reciente, son los únicos responsables de los cerca de 200.000 víctimas y más de 50.000 desaparecidos que nos dejó esta guerra.
Así entendí yo, la esencia de las declaraciones del vicepresidente Germán Vargas Lleras, quien por fin tuvo la honestidad de decir lo que pensaba de los acuerdos pactados en La Habana: muy bien que se desmovilicen las Farc y que entreguen sus armas; muy bien que tengan que ir a un tribunal a decir la verdad sobre sus crímenes contra los derechos humanos y que tengan que reparar a sus víctimas; y muy bien que la Fiscalía busque hasta encontrar el dinero de las Farc… pero, ¡caramba!, ¿cómo así que van a llamar a esa misma Jurisdicción Especial para la Paz a empresarios y a políticos a rendir cuentas? ¿Cuentas de qué? ¿De cómo sufrieron la extorsión de las Farc y de cómo van a ser enlodados por falsos testigos?
Yo discrepo de esa visión maniquea sobre lo que nos pasó en estos 50 años de conflicto. Nadie puede negar que las Farc son responsables de mucha de la sangre que corrió en estas décadas; cometieron atropellos en contra de la población que hoy le deben estar quitando el sueño a muchos comandantes. Por primera vez van a tener que decir la verdad y asumir una responsabilidad que hasta ahora habían negado. Tendrán que enfrentar a sus víctimas y aceptar los horrores cometidos: desde el atentado al Club El Nogal, pasando por el secuestro que afectó de manera irreparable la vida de tantos colombianos, hasta el repudiable atentado cometido en contra del propio vicepresidente Germán Vargas Lleras. Si no lo hacen, si no son capaces de resarcir con la verdad a sus víctimas, irán a la cárcel el resto de sus días.
No obstante, no creo que ellos sean los únicos que deban rendir cuentas. En estos 50 años de conflicto hubo un sector de la población colombiana que también cometió atropellos, que se alió con el narcotráfico y el paramilitarismo, pensando que esa era la forma de acabar con las Farc; hubo políticos, empresarios y hasta obispos que creyeron en el proyecto paramilitar, que fueron elegidos con sus votos, que formaron parte de la paraeconomía y obispos que le dieron la bendición.
Todos ellos están en el deber ético de pedirles perdón a las víctimas. No solo las Farc. Incluida la Iglesia, cuya neutralidad en este momento histórico refleja una actitud timorata más cercana al país de Germán Vargas, que al que refleja el acuerdo de paz. Unos y otros, deben ir a esa Jurisdicción de Paz a rendir cuentas.
En ese espectro es que radica la importancia histórica de lo acordado en La Habana: no basta con que las Farc digan la verdad y resarzan a sus víctimas, porque la catarsis sería incompleta y la reconciliación sería una farsa. Se necesita que esa otra parte de la sociedad, que hoy no quiere asumir su responsabilidad, lo haga. Esa es la única manera para que el horror que nos pasó no se vuelva a repetir.
Esta es la razón central que llevó a la fiscal Fatou Bensouda de la CPI a exaltar este acuerdo que se cerró en La Habana con las Farc. Según ella, cumple con los estándares de la justicia internacional porque logra que todos los actores del conflicto –no solo las Farc– vayan a la Jurisdicción de Paz a rendir cuentas. La verdad sana, pero repito, no puede ser un deber ético solo de las Farc.
A los que se van a venir lanza en ristre contra la fiscal de la CPI –no faltará el uribista que diga que es una fiscal castro-chavista–, por haberle dado la bendición a un acuerdo que para muchos es demasiado amplio, les recuerdo la frase lapidaria de Álvaro Gómez, cuando concluyó que el problema del país no eran solo las guerrillas y sus atropellos, sino la existencia de un régimen corrupto, el mismo que terminó asesinándolo. Y no me vengan con el cuento ahora de que él también era castro-chavista.

Guerrillerada

Hay un universo inédito, sólo visible por Youtube, que debiera motivar el interés de la televisión pública, y que se le agradece a los canales privados no ocuparse de él para que no lo vulgaricen: el de las actividades que cumplen hoy las Farc en los lugares donde habitualmente han procedido con las armas.
Por: Lisandro Duque Naranjo.

Están de fiesta en su convivencia, casi legal ya, con las comunidades a las que convocan. Humberto de la Calle, en entrevista reciente, dijo que los partidos tradicionales van a tener que subirle el nivel al debate ideológico apenas las Farc se incorporen al tinglado político. Pues claro. Y eso que el negociador del Gobierno no ha ido a esos lugares remotos de la geografía donde se mueve la guerrillerada. Entre esa tropa sí que es perceptible la ética transformadora que anima a esa muchachada. Ahí no hay “niños raptados”, que eso no es una guardería armada. Ni “muchachas esclavizadas sexualmente”, pues aquellos no son cabarets de monte. Que le merme entonces la actriz Alejandra Borrero, a quien en estos días le oí decir por televisión que “había guerrilleras de cuatro añitos”. Esos guerrilleros son la prueba de que estamos ante una organización que jamás bajó la guardia en la formación de sus cuadros, y que éstos nunca dejaron de sentirse sujetos con pleno derecho a la rebelión. De modo que es de pésima fe eso de que son narcotraficantes, pues de haberlo sido ya habrían desaparecido, fruto de las contradicciones individualistas que en el delito común genera la codicia.
La caducidad de una estructura bandida es rápida, de máximo diez años. En cambio, los 52 años de existencia de las Farc, con unidad de mando, Secretariado, estado mayor, jefaturas intermedias, influencia territorial, ritualidades cincuentenarias y mitos fundacionales con acatamiento de íntegras sus unidades, obligan a colegir que estamos ante un ejército popular en pie de beligerancia frente a un establecimiento mohoso, y con derecho a negociar un cese a la guerra y un cambio en las reglas del juego político, para ellos y para la sociedad toda.
Sus comandantes, además, han logrado mantener su cohesión, aun en las condiciones más adversas de comunicabilidad, producto del sofisticado cerco tecnológico del Ejército, la Policía y “los contratistas americanos”. Dispersos por la geografía de este país inmenso, los unos saben lo de los otros y se consultan, a punta de escritos en papel que les llevan emisarios que se pegan sus patoneadas durante meses, esquivando retenes, nadando, cruzando cordilleras, y redistribuyendo el mensaje hacia el Putumayo, el Guaviare, el Chocó, el Patía, el Catatumbo, etc. De allí eso que llaman “el tempo” de las Farc. Porque si esa misiva se enviaba por Whatsapp, o con el clic de un email, o por celular, en diez minutos tenían encima los aviones con bombas de 500 libras que levantan la tierra y parten en dos los árboles, y 15 o 20 helicópteros por cuyas escalerillas se descuelgan unos jayanazos con la cara pintada. Varios de los negociadores del Secretariado en La Habana necesitaron de esas conversaciones para volverse a ver entre sí después de muchos años. Algunos habían encanecido, pero ninguno llegó embambado con alhajas, según el imaginario traqueto que han promovido contra ellos los cabecillas Gurisatti y Jeferson en RCN TV. No, seguían siendo los austeros de siempre, casi trapenses, y reanudaron su coloquio con un “como decíamos ayer…”.
En realidad, los que se tienen que tragar un verdadero sapo, al incorporarse con todas las de la ley a esta sociedad, son ellos.

En la recta final

Menos mal que esta campaña por el plebiscito durará apenas un mes. Lo digo porque la sensación que está dejando el partido de Uribe es la de que están dispuestos a todo con tal de que no sea aprobado.
Por: Ramiro Bejarano Guzmán - El Espectador.

Han acudido a todo, y harán cualquier cosa. La mentira ha sido su mejor arma. No han dicho una sola verdad, ni la van a decir.
La última falacia delirante que han inventado es que la pregunta por la que votaremos el próximo 2 de octubre es tendenciosa o capciosa, porque indagará si se apoya o no “el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”. En el universo uribista les habría encantado que la pregunta hubiese sido “¿Quiere usted que continúe indefinidamente la guerra para acabar con las Farc?”.
Me resisto a creer que la mayoría de los colombianos sucumba al artificio de que lo mejor es decirle no al plebiscito para que puedan iniciarse de nuevo otros cuatro o cinco años de conversaciones de paz con las Farc. Ni las Farc estarían dispuestas a conversar con el partido de Uribe, si es que ocurre la desgracia de que alguno de ellos gane las próximas elecciones, ni el uribismo cumpliría con esa misión, porque lo de ellos es la guerra desaforada, no importa que mueran personas humildes, como los soldados de nuestra fuerza pública.
Claro que se han cometido errores y han quedado vacíos en algunos de los acuerdos de La Habana, pero aún así es mejor un futuro sin Farc que con ellas luchando por llegar al poder, secuestrando civiles y, en fin, sembrando más dolor en campos y ciudades. Por ejemplo, haberle pedido al papa Francisco que aceptara el encargo de intervenir en la designación del comité que elegirá los jueces de la Jurisdicción Especial para la Paz fue una lagartería imperdonable —¿a quién se le habrá ocurrido?— que de paso desconoció que nuestra Carta Política nos erigió en Estado Laico. Esperaban, acaso, que por vincular al papa el huidizo cardenal Rubén Salazar y sus monseñores godificados –exceptuando al de Cali, Darío de Jesús Monsalve— iban a abandonar su falsa neutralidad para invitar a sus feligreses a que votaran por el Sí. Por supuesto que no; es más, no me extrañaría que desde Colombia los altos jerarcas de esta iglesia católica, vacilante y oportunista, le hubieren recomendado al pontífice no aceptar la invitación. De todo hay en la viña del Señor.
Y a propósito de equivocaciones, el gobierno no puede seguir manejando para adentro su campaña por el plebiscito. Hay que abrir espacios y llegar a todos los rincones de la geografía nacional y a todos los círculos de la sociedad, para que las gentes de todas las condiciones se sumen a este propósito. No más fotos del presidente Santos con su desgastado gabinete ministerial recién ajustado, que nada dicen, ni a nadie convencen de ir a votar en ningún sentido. O ¿alguien cree que una foto del presidente con su ministro de Justicia, Jorge E. Londoño, o con la ministra de Comercio Exterior, la uribista María Claudia Lacouture, va a sacudir la abstención o a quitarle votos al partido de Uribe?. Con contadas excepciones cada ministro va por su lado y por lo suyo, como el minagricultura, Aurelio Iragorri, por lo que va siendo hora que el gabinete en pleno se apersone de lo que está por ocurrir en este mes de expectativas y de infarto.
Mejor dicho, no más conciliábulos y conferencias aburridoras y prepotentes de los negociadores de paz o de los lagartos que hoy se proclaman como los hacedores de todo. El asunto es claro: si el gobierno quiere que el Sí por el plebiscito salga victorioso, así no le guste a algunos, habrá que meterle pueblo y bastante.
Adenda. Aquí lo anuncié cuando vivíamos los tiempos turbulentos de la nefasta contratadora Sandra Morelli, cuando era pecado criticar a esa falsa “dama de hierro” consentida por los medios, que resultó siendo un fiasco absoluto. Entonces opiné que ese millonario negocio suscrito por ella para trasladar la sede de la Contraloría a un edificio faraónico de propiedad de la sociedad Proyectos y Desarrollos ISA, constituyó celebración indebida de contrato por objeto ilícito y falta de planeación. Eso mismo acaba de fallar un tribunal arbitral.
notasdebuhardilla@hotmail.com
 

Dossier Álvaro Uribe Vélez

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